domingo, 24 de febrero de 2008

El otro 23 F


Parece mentira. Ya han pasado 27 años del 23 F y parece que fue ayer. Aquella aciaga noche en la que sonaron tambores de guerra y todo el país estuvo pegado a un transistor esperando acontecimientos. Quedarán para la historia de este país aquellas palabras que dijo el teniente coronel del honorable cuerpo de la Guardia Civil, Antonio Tejero: “Que se sienten, coño” y el discurso de Su Majestad el Rey D. Juan Carlos de Borbón. Con toda la entereza y jugándose su vida salió en televisión para abortar el golpe que unos militares pretendían dar a la incipiente democracia española. Con toda seguridad su mayor momento de gloria ya que nunca nadie con tan pocas palabras logró sacar tanto provecho. Al día siguiente el país se llenó de banderas y todo el gentío le aclamaba como a un torero en las grandes faenas. El recuerdo personal es que al día siguiente en televisión ponían películas y yo, inocentemente, le preguntaba a mi madre porque las hacían. Ella me contestaba que era por ser mi cumpleaños. Esa es mi memoria histórica de la supuesta intentona golpista. Pero hete aquí que muchas veces las cosas no son lo que parecen, o por lo menos, dan que pensar que no lo son. Por ejemplo de pequeños en el colegio nos decían que la Tierra giraba alrededor de un eje, nos hacía creer en los Reyes Magos e incluso hasta en dios. Ese es el gran problema de este país que hay quien todavía se lo sigue creyendo, igual que lo del 23 F.

Pero por suerte, en este país hay gente a la que le da por pensar. Amadeo Martínez Inglés, un coronel que fue apartado del ejército por, entre otras cosas, pedir la profesionalización del mismo o posicionarse contrario a la Guerra de Irak del año 91, analizó detenidamente la asonada del 81 con unos resultados ¡Cuánto menos! Dignos de tener en cuenta y analizar. Me he permitido copiarlos pues me parecen interesantes.

Se trata de un artículo del citado coronel, publicado en la desaparecida revista Ardi Beltza en 2001.


Los golpes militares no se inician jamás a las seis de la tarde; las fuerzas que intervienen en un golpe militar nunca dan vivas al jefe del estado, contra el que atentan, en el curso de su ilegal operativo; los tanques que utilizan las Unidades rebeldes comprometidas en un golpe militar siempre llevan sus “santabárbaras” a tope de munición y sus tripulaciones armadas hasta los dientes; el primer objetivo en un golpe militar es siempre, siempre, el palacio o residencia oficial del jefe de Estado; los presuntos golpistas en una acción militar contra el Estado nunca, nunca, dejan al jefe del mismo libre en su palacio y con todas sus comunicaciones con el exterior abiertas para que pueda reaccionar cómodamente contra sus enemigos; los dirigentes de un golpe militar jamás llaman por teléfono al jefe del Estado contra el que teóricamente están actuando para tratar de explicarle sus movimientos futuros y, menos todavía, para obedecer sin rechistar sus órdenes; los primeros movimientos de carros de combate en un golpe militar se dan siempre en la capital de la nación y no en la de una provincia periférica situada a más de trescientos kilómetros de distancia; los tanques rebeldes nunca, salvo que Gila ordene lo contrario, respetan los semáforos y las reglas de circulación, todo lo contrario, intentan alcanzar cuanto antes sus objetivos (palacio real o presidencial, palacio de justicia, centrales telefónicas, de radio, de televisión, banco central etc., etc.) importándoles un comino los accidentes o bajas entre la población civil. Y, por último, es absolutamente improbable que en un golpe militar el presunto jefe de los golpistas lleve en el bolsillo de su uniforme una lista de su futuro gobierno (para hacerla pública si triunfa la asonada) formado curiosamente no por militares o civiles golpistas de su entorno sino por políticos pertenecientes a partidos del propio sistema contra el que se está actuando ilegalmente. Visto todo lo anterior, que además es de elemental sentido común, resulta meridianamente obvio que aquí el famoso 23-F, del que ahora se acaba de cumplir su vigésimo aniversario, no tuvo nada que ver con una verdadera y tradicional intentona castrense; por mucho que se intente zanjar la cuestión apoyándose en el incuestionable veredicto de los micrófonos de la radio o las cámaras de televisión, en el carácter inestable y violento de Tejero (que incluso iba dando vivas al monarca, como se observó en la televisión) o en las chapuzas y traiciones de sus dos teóricos dirigentes: los generales Armada y Milans del Bosch. Nada de eso es determinante. Además ni el antiguo preceptor del Rey y luego secretario de su Casa, el todavía vivo marqués de Santa Cruz de Rivadulla, ha sido nunca un tonto de capirote, un loco visionario, un irresponsable o un traidor (más bien todo lo contrario) ni el ex capitán general de Valencia (uno de los generales con más carisma dentro del ejército franquista) tuvo nunca sus neuronas profesionales al nivel de las de un pobre cabo furriel. Si ambos montaron al alimón un complejo tinglado político-militar al margen de la Constitución (que fue en definitiva lo que salió a la luz el 23-F) para salvar la corona española (los dos eran fervientes monárquicos) fue pura y simplemente porque su señor, el rey Juan Carlos, perfectamente enterado tanto por ellos mismos como por los servicios de Inteligencia del estado (CESID) y la cúpula militar (JUJEM) del operativo golpista (éste si de verdad) que preparaban para principios de mayo los militares más radicales de la extrema derecha española, les pidió con urgencia la puesta en marcha de esa maniobra; que debería desactivar, cuanto antes y como fuese, ese peligro real y absoluto que amenazaba en primer lugar a su propia persona, y después a su corona, y, por último, al régimen de libertades instaurado trabajosamente en España a partir del 20 de noviembre de 1975. La operación palaciega, consensuada con los principales partidos políticos y con vocación de pasar por “constitucional”, salió mal entre otras cosas porque su más alto valedor, el rey, víctima de un ataque de miedo insuperable al enterarse por sus ayudantes de la barrabasada de Tejero en el Congreso, se desmarcó inmediatamente de ella a través de un doloroso “coitus castrensis interruptus” que dejó a sus fieles edecanes de palacio y conseguidores reales, señores Armada y Milans, con el trasero al aire, con el plumero de sus uniformes de gala bien visibles y, en definitiva, perfectamente preparados psicológicamente para pasarse una larga temporada a la sombra en alguna lóbrega prisión militar. Aunque hay que reconocer, en honor a la verdad, que la chapuza borbónica resultó al final muy provechosa para el sistema democrático español y para desmontar de una vez el franquismo latente en los cuarteles. Esto fue así, por mucho que durante veinte años a los españoles de a pie se les haya venido contando una historieta de buenos y malos, demócratas y fascistas, de militares y civiles, de vencedores y vencidos, de militares golpistas nostálgicos del anterior régimen (que los había y muchos pero que no llegaron a actuar afortunadamente ese emblemático día de febrero de 1981) bastante chapuceros y, sobre todo, de un señor con corona, valeroso e inteligente como pocos (aunque luego se ha sabido que su santa esposa lo pilló llorando a moco tendido en el dormitorio después de lo de Tejero), curiosamente vestido de general del ejército español como los presuntos cabecillas del evento que, con un breve (aunque tardío) mensaje televisado lograría salvar “in extremis” al Estado de una nueva dictadura militar. Desde luego, la desfachatez de los políticos, de los que gobiernan, de los poderes fácticos del sistema, de sus lacayos, de sus cipayos, de sus altavoces mediáticos, de su subordinados de toda su laya… no tiene límites; como tampoco los tiene la credulidad y la excesiva bondad de tantos confiados ciudadanos intoxicados sin rechistar por la propaganda oficial. Pero con ser muy grave la actuación del Rey al margen de la constitución que acabo de señalar y que pudo degenerar en un enfrentamiento armado dentro del ejército e, incluso, en una guerra si los sectores más ultras de las FAS adelantan su terrible órdago de mayo al 23-F ante el alarmante vacío de poder que se vivió durante unas horas, lo que reviste de máxima gravedad el asunto es que el monarca se valió en esta ocasión de su condición de rey y, sobre todo, de su cargo de jefe supremo de las Fuerzas Armadas para intentar salvar su corona como fuera, recabando la ayuda de sus fieles, de sus militares de palacio, de los servicios secretos del Estado, de la cúpula militar… para luego abandonar a los más comprometidos, a los que se la habían jugado por su señor, a su suerte. Que, como todos sabemos resultó más bien negra ya que fueron condenados “manu militari” y sin que el Rey moviera un solo dedo para paliar sus exageradas condenas, a la friolera de treinta años de cárcel. Normal dirá alguien, el Rey es irresponsable, es inviolable constitucionalmente, no puede equivocarse como cualquier mortal. Y, digo yo, y si esta “chapuza tejerina” no hubiera terminado tan bien como terminó y aquello hubiera degenerado en un enfrentamiento armado con miles de muertos… ¡Tampoco el monarca hubiera podido ser juzgado por sus manejos palaciegos! ¡Menudo país y menuda Constitución! Un esperpento tan peligroso como el 23-F (y lo dice una persona que lo ha estudiado a fondo durante diecisiete años) no puede volver a repetirse. Con un rey irresponsable o con el “sunsum corda” en la jefatura del Estado. Y sería muy conveniente, para dejar de una vez las responsabilidades históricas de todos al descubierto (esas sí que pueden pedirse al monarca ¿no?) pasados ya nada menos que veinte años de tan preocupante evento, que el Parlamento español como representación máxima del pueblo soberano, abriera una exhaustiva investigación sobre el mismo. Que depurara responsabilidades (históricas vuelvo a repetir, pero responsabilidades al fin y al cabo) en las altas instancias de la nación donde se gestó, se planificó, se intentó ejecutar y se abortó finalmente uno de los hechos más estrafalarios, ridículos y peligrosos de nuestra flamante monarquía franquista.


Pues bien a la vista de todo esto, cada uno que saque sus propias conclusiones Pero no nos equivoquemos, si esto fue un golpe de estado ¿qué fue lo de Pinochet el 11 S del 73 cuando bombardeó el Palacio de la Moneda con Allende dentro (el único que podía haber abortado el golpe)? Por favor que no intenten insultar a nuestra inteligencia hablándonos de salvapatrias que Cid Campeador solo hubo uno. Cuanto menos deberíamos pensar y plantearnos ciertas cosas. No creernos todo lo que nos dicen y de vez en cuando pensar un poco. Lo que sí que es cierto es que al Borbón le vino muy bien aquello y desde el 23 F del 81 no da ni golpe (prometo que esto no es un juego de palabras). Quizás algún día sepamos la verdad, mientras a falta de grandes héroes del estilo de D. Juan de Austria, Curro Jiménez o Marcelino podemos disfrutar de uno que vive en el palacio de la Zarzuela protegiéndonos ¿de nosotros mismos? Aunque yo me pregunto ¿a nosotros quién nos protege de él?

Solo espero que si su hijo, por desgracia, llega a reinar que no le preparen otra fiestecita igual de bienvenida. Con un circo como este ya tuvimos bastante. Además ahora por las mañanas ya hay televisión y sé que esta vez no sería por mi cumpleaños o ¿Acaso pretenderían engañarnos otra vez?


Salud, República y sentido común.

martes, 5 de febrero de 2008

Esto es lo que hay


Ya estamos otra vez de elecciones. Parece mentira como pasa el tiempo pero los súbditos (que no ciudadanos) parece que volvamos a sentirnos importantes. Dejamos de ser unos entes abstractos para convertirnos en los dueños y señores de nuestro destino. Pero no nos equivoquemos porque en una pseudodemocracia como la nuestra no votamos por lo que esta palabra significa, etimológicamente hablando, sino simplemente para saber quien será el partido que nos oprimirá los siguientes cuatro años. Esa es la verdadera diferencia entre una democracia y una pseudo democracia. Nada que ver con la que Benjamín Constan describe en su obra “La democracia de los antiguos”.

Y puesto que estamos en ese periodo en el que unos y otros se pondrán sus mejores galas, sacarán a relucir sus prominentes sonrisas y tratarán de vendernos de la forma más maquiavélica sus productos, sería bueno ver las opciones de mercado que tenemos para poder comprar y satisfacer nuestras necesidades.

Dos serán los partidos que se alternaran el poder. Es lo que hay en un sistema electoral, como el nuestro, en el que el recuento de votos está basado por la infame Ley de Hont, no cabe otra posibilidad. Se ha dicho muchas veces que se quiere reformar esta cuestión pero ¿alguien cambiaría algo que le asegura un éxito? Bueno, esa propuesta en España puede valer, pero en otros países con mayor tradición democrática sería un insulto a la razón.

Pues bien. Por un lado está el PP ¿Qué decir de este partido? Sinceramente no me voy a molestar en dedicarle más de tres líneas porque no creo que merezcan mucho más. Un partido político fundado por el ministro de un dictador fascista se define por si mismo. Quizás me puedan decir: “Si, pero es que estos no son los de antes”. Por su puesto que no lo son pero ¿Alguien se imagina que en Alemania un ministro de Hitler hubiese fundado un partido y se presentase a unas elecciones con posibilidades de poder? Pero, insisto, esto tampoco es Alemania, es España. Creo que queda todo dicho. Lo siento, al final les he dedicado algo más de tres.

Por otra parte tenemos el PSOE. He de reconocer, que he sido votante de ellos, siempre. Me imagino que es la inocencia de la adolescencia que una vez creces se convierte en sentido común. Pero bueno, es curioso lo de esta gente porque ha sido capaz de adaptarse a los cambios que cada tiempo requerían con una facilidad pasmosa ¡Vamos que los disfraces de Mortadelo son una broma comparados con ellos! Son el oportunismo por excelencia. Como aquel que es pobre toda su vida y un buen día sale de la pobreza y ya no recuerda cuando no tenía ni para unas zapatillas. Este es el Partido Socialista Obrero Español, creado en sus inicios bajo las tesis marxistas pero que las han traicionado en cuanto no ha servido a sus propósitos, eso sí, las siglas venden y hay que conservarlas. Desde sus inicios ha tratado de formar parte en ese conglomerado de sindicatos y partidos que formaban la incipiente España del siglo XX. Esta lucha y ansias de poder le llevaron a ser el único partido legal junto con su alter - ego sindicalista, la UGT, en la dictadura de Primo de Rivera, donde incluso uno de sus máximos dirigentes, Largo Caballero, llegó a ser Consejero de Estado durante este periodo. En la etapa de la República, sus ansias de poder le llevaron a poner toda clase de trabas a la legalidad y legitimidad republicana, como sucedió durante el golpe de estado perpetrado por los socialitas manifestándose en la Revolución de Asturias. Durante la dictadura no existió, recayendo toda lucha antifranquista en el partido comunista. Las cárceles estaban llenas de comunistas ¿pero socialistas? Estarían escondidos en sus madrigueras. Pero hete aquí, que cuando el genocida muere empiezan los socialistas a salir cual cristianos de catacumbas y a reproducirse como hongos. Todos eran socialistas. Como los tiempos habían cambiado y tenían que adaptarse, así como en tiempos aceptaron una dictadura o una república esta vez tocaba aceptar una monarquía franquista. Como el buen partido cainita que es. Tuvo suerte de contar con un gran encantador de serpientes proveniente de Andalucía, que vestía chaqueta de pana y se creía el Mesías de aquellos que habían sido perseguidos y maltratados por el antecesor del Borbón, aunque en otros tiempos vistiese la camisa azul de la falange, brazo en alto. La gente como no tiene memoria y en ocasiones es acomodadiza confió en este partido creyendo en unas siglas que representaban el socialismo de siglo XIX y bebían de las fuentes del marxismo cuando realmente había mutado (una vez más) a una socialdemocracia que es el patrón que siguen en la actualidad. Extenderme en los casos de corrupción durante el gobierno del PSOE en tiempos de Felipe González es algo que no merece la pena, bueno espero que por lo menos esto os suene.

Y por fin llegamos a nuestros tiempos. A los tiempos de ZP. Como he dicho, al empezar a escribir sobre el PSOE, yo he sido votante suyo. Siempre he sido de izquierdas, por lo tanto he considerado que lo mejor es una república y no porque sea lo mejor, sino porque es el menos malo de los sistemas políticos que hay. Por otra parte, prefiero decir que considero que lo mejor es una democracia antes que llamarme demócrata, que aunque pueda parecerlo, no es lo mismo. Sinceramente es una palabra que me produce urticaria y si los Acebes, Zaplanas, Blancos, Fragas, Carrillos y Bonos de turno son demócratas yo me tengo en más alta estima y prefiero no meterme en el mismo saco que ellos. No quiero que me definan con una palabra tan prostituida como esa. Pues bien al definirme de izquierdas y querer democracia, lógicamente, tenía que ser republicano. Para todos aquellos que lean esto comentarles que democracia viene del griego, significa demos (pueblo) y cracia (poder). El pueblo tiene el poder, este elige a sus representantes, no se los imponen, como en este caso nos han impuesto al Borbón. La mejor definición de democracia quizás la dijo Abraham Lincoln: “Democracia: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Por ello, por el hecho de ser republicano y ver que el PSOE no hacía nada en este sentido decidí no volver a votarles después de esta legislatura. Pero por favor, que no todo vayan a ser reproches por mi parte. He de agradecerle a ZP que me ahorrase 4 años de mi vida cuando al volver las tropas de Irak salió en televisión brindando “por el rey y por España”. Ello hizo que me moviese y que descubriese un partido que solamente con su nombre ya es lo suficientemente atractivo para mí, Izquierda Republicana, el partido fundado por D. Manuel Azaña Díaz ¿qué más puedo pedir?


Por ello me revolvió el estómago cuando vi a ZP hablando sobre el presidente D. Manuel Azaña, el mejor orador de la Europa de su tiempo (buscar artículo en el País 6 - XI - 2007). Mire usted, don José Luis, esta no es ni por asomo la España que hubiera soñado el presidente, entre otras cosas, la España de Azaña tenía a dirigentes sobradamente preparados para la época, entre ellos a Victoria Kent (casualmente también de IR) ¿A quién tiene usted? ¿A Pepiño Blanco? Usted necesitaría nacer cien veces y no lograría entender lo que quería D. Manuel. Para empezar El era republicano y por ello debería guardar un respeto a su memoria, a la memoria de un hombre que gente que militaba en su partido le hicieron la vida imposible ¿Acaso se imagina a un republicano hablando de Pablo Iglesias? Por favor, entiendo que para usted no haya ningún tipo de comparación, y por ello tenga que hablar de Azaña, pero no insulte a la inteligencia con sus palabras.

Señor Zapatero si los santos suben al cielo… D. Manuel está en el firmamento.

Así pues déjese de hacer el ridículo, como haríamos nosotros si en un ataque de locura y de pérdida de razón alabásemos a Pablo Iglesias. Dedíquese a, entre otras cosas, cambiar el sistema educativo porque yo no quiero que mis hijos puedan pasar de curso con cuatro asignaturas suspendidas. Déjese de “educaciones para la ciudadanía” disfrazándolo en un falso laicismo, aunque quizás por algún sitio hay que empezar pero cuando es la sociedad la que está mal, dudo mucho que unas horas a la semana sirvan para este propósito. Procure que su sistema educativo, enseñe a mis hijos matemáticas, lenguaje, geografía, historia y todo lo que se tiene que enseñar en un colegio que de la educación ya me encargaré yo, pero como supongo que no será suficiente quizás un servidor también tenga que enseñarles todo aquello que nuestro incompetente sistema no enseña. No hay problema por ello. Y al respecto permítame que haga mía una cita de D. Manuel Azaña que, seguramente, desconoce.

Pero ¿Cree Su Señoría que a mí me estorba? No, a mi no me estorba nadie, señor Lerroux, por dos razones: en primer lugar, porque yo en el fondo, tengo de mi raza el ascetismo, todas las cosas de la vida las tengo ya echadas a la espalda hace muchísimos años, y habiendo gozado de casi todas, me son absolutamente indiferentes; en segundo lugar, porque tengo el demonio de la soberbia, y a un hombre soberbio nadie le estorba".

Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados de 3 de octubre de 1933. Contestación del Sr. Azaña al presidente del gobierno Sr. Lerroux.
Supere esto, don José Luis. Cuando sea capaz de abandonar de su vocablo el socorrido talante, algo habremos avanzado.

A la vista de los acontecimientos juzguen ustedes y voten en consecuencia, pero no, tampoco se crean nada de esto, simplemente investiguen y averígüenlo por ustedes mismos. El conocimiento es lo único que nos puede hacer cambiar.


Salud y República.