De lo que único que somos dueños es de lo que hay en el interior del paréntesis entre el momento de nuestro nacimiento y en el de nuestra muerte. Somos protagonistas, sin pretenderlo, de dos instantes fundamentales: el principio y el fin de nuestra existencia. Insisto, lo que ocurra en medio, de una u otra forma, lo podremos decidir, pero sólo eso.
Dicho lo anterior, soy partidario de ser protagonista de nuestro último momento. La vida es como un tren en el que nos subimos sin que nadie nos haya preguntado si queremos hacerlo, ¿por qué no podemos elegir el momento en el que queremos bajarnos?
El bien más apreciado que tiene una persona es su vida, pero si alguien está padeciendo un gran sufrimiento físico o sicológico, creo que tiene todo el derecho a decidir que no quiere continuar haciéndolo.
Nuestra vida nos pertenece, somos dueños de ella y nosotros deberíamos tener el derecho a elegir si queremos que nos siga perteneciendo.
Una muerte digna, para quien lo desee, es un derecho que nadie debería privarnos. Simplemente cuestión de elección… de libertad… de dignidad.