martes, 30 de abril de 2019

Siglo XXI... ¿XIX y XX?


Si hay un rey que ha sido tan desconocido como maltratado durante el poco tiempo que estuvo en el poder ese es, sin ninguna duda, José Bonaparte, hermano del ‘Gran Corso’. Tenemos en este país la puñetera costumbre de rechazar todo aquello que venga de fuera de nuestras fronteras y que desconozcamos… imaginemos cuan acentuado estaría este sentimiento a principios del siglo XIX.


José I, conocido como Pepe Botella, por una falsa afición a la bebida, tuvo un reinado efímero, pero cargado de buenas intenciones. A pesar de todo lo que se ha dicho de él (nada bueno), era un diplomático convencido y un intelectual avanzado que devoraba literatura casi con delectación mística.
Gobernó durante cinco años, con escasa efectividad debido a la guerra, aunque con la intención de realizar reformas revolucionarias para una España atávica.
En este país se prefirió el ‘viva las cadenas’ bajo el yugo de Fernando VII, el Rey Felón, con todo lo que eso conllevó.


El 14 de abril de 1931 llegó la II República. El primer periodo democrático de toda nuestra historia con un programa de cambios, quizá, demasiado ambicioso para una España con un 70 % de analfabetismo y el país con el mayor estamento eclesiástico del mundo, sólo por detrás del Vaticano.
Demasiado se ha dicho ya cómo acabó. Este país no estaba preparado para aquello; al igual tampoco lo estaban, para las reformas que llegaban de la Francia ilustrada y que pretendía implantar José I, los paisanos que pintó Goya en su cuadro ‘Lucha a garrotazos’ o los que quitaron los caballos del carro en el que Ferando VII entraba en Madrid, para arrastrarlo ellos mismos.
Tengo la sensación que en este siglo estamos perdiendo, otra vez, una nueva posibilidad de cambiar las cosas.
Ya no hay luchas a garrotazos con barro hasta las rodillas; quizá, haya menos fervor religioso y el analfabetismo sea más reducido (si por analfabetismo entendemos el no saber leer ni escribir; si profundizamos más en la cuestión, quizá, tampoco hemos avanzado tanto)… pero, en el fondo, nada cambia. Este país prefiere la comodidad, aunque se haya probado en numerosas ocasiones su fracaso y maltrato a la sociedad.
Hace tiempo sí que se podría decir que los que no conozcan la historia están condenados a repetirla. Hoy no. Hoy, los que repiten la historia son unos ignorantes y, el problema, es que su ignorancia tiene consecuencias para todos.
Siglo XIX… José I
Siglo XX… II República
Siglo XXI… ¿Podemos?

sábado, 27 de abril de 2019

Alea non jacta est




Aleja jacta est. Esta expresión es atribuida a Julio César, cuando con sus tropas cruzó el Rubicón. A estas horas, no creo que así sea… quiero pensar que no lo es. Por primera vez hay cinco partidos que se disputan el poder, cinco.
A estas alturas, no creo que Vox sea una sorpresa. Apenas han tenido que hacer campaña, ya se ha encargado de ello la derecha acomplejada o ‘derechita cobarde’, como dicen los propios voxianos. Este partido se presenta como los nuevos indignados, como la solución a todos los problemas y, para ello, sólo tienen un antídoto: España. Un partido que habla de Hernán Cortés o de Blas de Lezo como si invocasen a sus espíritus para que vuelvan los tiempos en los que en España no se ponía el sol.
No importa que su líder haya sido toda su vida un mantenido viviendo de lo público que tanto detesta, o que sus listas estén atiborradas de franquistas que desconozcan que con el amor a la patria no se vive. Nada como la bandera para exaltar los ánimos.
Cada vez que escucho o veo estas cosas recuerdo las palabras de Pepe Rubianes:

A mí, la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás, que se metan a España en el puto culo, a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando del campanario […]

La única manera de que no venzan es votando. Decía en otra entrada, que no creo que la verdadera izquierda haya gobernado nunca en este país (llamar izquierda al PSOE es una broma), pero creo que ahora tenemos la posibilidad de que este país sea más de izquierdas que nunca.
Al que no le guste lo que hay, que le importe lo que puede haber. La Constitución Española no es solamente el 155… hay muchos más artículos que no se respetan. Yo no soy menos español por despreciar la España que la derecha (en toda su extensión) me quiere imponer; por eso me rebelo ante la idea que ellos tienen. España va más allá. España es muchas cosas de las que no hablan.
Yo ya he votado, lo hice por correo hace un par de semanas… a estas alturas, tampoco es ningún secreto mi voto.
La suerte no está echada. Hoy no. Esperemos que el lunes no sea demasiado tarde.

sábado, 20 de abril de 2019

La última privilegiada



Todavía hay en el mundo gente privilegiada. La última alumna con vida y, quizá, la última persona con vida que conoció a Antonio Machado ha concedido una entrevista en el diario Público.
Hay testimonios que no pueden quedar en el olvido, testimonios que son dignos de perpetuarse en la memoria. Emociones que poca gente podría entender.

***

“Recuerdo a Machado como un hombre muy entusiasta con sus alumnos, pero lleno de una profunda tristeza”
La memoria de Concha Ramírez es admirable. A sus 95 años repasa cada detalle de una vida muy difícil en la posguerra y el exilio francés durante casi cuarenta años. Es la última alumna que se conoce con vida del poeta Antonio Machado en el Madrid de 1936. En su diario de niña exiliada dejó la memoria viva de aquellos duros años.
En el patio de su vivienda en Dos Hermanas (Sevilla), repasa su 'Diario de niña exiliada', el que escribió al inicio del conflicto cuando tenía solo doce años de edad. “Aún me acuerdo de mi cuaderno de tapas negras, el que hice con papel muy gastado. Lo guardo con mucho cariño cuando logré con él pasar la frontera”. Concha huyó con sus hermanos y su madre en noviembre de 1936 de un Madrid a punto de caer ante el fascismo “Cuando huimos del Madrid bombardeado, mi padre se quedó en el frente y encontró por el camino al poeta Antonio Machado que murió pocos días después de llegar a Francia”, aclara a Público. “Tuve la suerte de no quedarme en aquellos campos de la muerte, en la playa de Argelès-sur-Mer donde hacinaban a las mujeres y niños en las playas hasta morirse de frío”, apunta a Público.
Concha refleja, desde sus profundos ojos azules, una historia que comienza con el exilio en 1939: “Cuando llegué a Francia recuerdo cómo un senegalés se acercó vestido de uniforme francés, preguntando si en el camión que nos llevó hasta la frontera había hombres para sacarlos de allí”. Tras su llegada a la estación de Bouleau Perthus, Concha recuerda el intenso frío “Tuvimos que quedarnos a la intemperie”. Tampoco olvidará la primera comida caliente de semanas, gracias a la hospitalidad de una familia francesa de la zona. Sus hermanos y su madre probaron patatas guisadas y un vaso de leche. “Mi madre estaba indignada. No podía creer el trato que nos dieron los franceses”.
Antes de pisar suelo francés, tuvieron que dejar casi todo. “Llegamos como el poeta, ligeros de equipaje a una nueva vida muy difícil”. Así lo refleja también en su cuaderno cuando lee este extracto fechado el 1 de febrero de 1939. “Cada kilómetro nos separa un poco más de nuestro padre y de la mártir España. ¿Qué pasará luego? ¿Se salvará mi padre? De allí se marchaba al frente a continuar la lucha”.

Mi maestro, Antonio Machado
Un año antes de empezar la guerra, la vida de Concha Ramírez era muy diferente. Tenía 11 años cuando fue alumna de Antonio Machado en el Instituto Calderón de la Barca de Madrid. Y cuenta la sobriedad de aquel que fue su profesor en el último año de la Segunda República. “Recuerdo a Machado como un hombre muy entusiasta con sus alumnos, pero lleno de una profunda tristeza”.
Aquellas lecciones de francés las vivió antes de todo, de la guerra, del exilio. “Era un hombre dulce que hablaba a los alumnos con mucha humanidad”, declara. En sus clases, inspiradas en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, impartía lecciones en clases mixtas de alumnos con ansias de cambiar el mundo.
Su traje de chaqueta negro, su semblante serio, y a la vez hospitalario, su ceniza impregnada en la chaqueta por el tabaco... En el curso lectivo 35 /36, Machado hablaba de los avances de aquella República del Frente Popular, que muy pronto empezaría a truncarse. Fue el padre de Concha, Ángel Ramírez, militar del Cuerpo de Seguridad de la República quien la apuntaría al segundo curso de Bachillerado en el Instituto madrileño “No me olvidaré de todo el cariño que ponía en sus clases y de la tristeza que me produjo su muerte”.
Concha nunca pudo volver a retomar los estudios reglados. “La vida de mis hermanos, de mis padres cambió radicalmente. Nos enteramos por la prensa ya en Burdeos que Machado había muerto en pocas semanas. Mi padre le tenía un gran respeto y también vimos el abandono de tantos españoles ilustres que murieron en medio de la miseria”. La memoria viva de aquellos días fueron pasadas a un libro, que se publicó en el año 2006 bajo el título “Memoria de una niña exiliada 1939-1947”. Un amigo de las clases en aquella etapa machadiana, Eduardo Haro Tecglen, escribió su prólogo, donde la describe como una mujer discreta y sencilla, aunque testigo de un tiempo complicado.
En sus primeras páginas recuerda cómo “se oían desde el balcón disparos. No se podían abrir las ventanas con las luces encendidas y las calles también estaban oscuras”. Había empezado la guerra. En medio de aquellos días grises y a punto de partir, la madre de Concha, Concepción Naranjo “se preocupaba por nuestros estudios paralizados y encontró un profesor que vendría dos veces por semanas a darnos lecciones particulares en espera de tiempos mejores”.

Escuchando todos los partes de la gran guerra
En medio de la entrevista Concha pregunta ¿a qué crees que me tuve que dedicar cuando llegamos a Francia? Agacha la cabeza y destaca con tristeza como aquella niña que quiso ser mecanógrafa para el gobierno de la República, tuvo que fregar suelos para que su familia pudiera comer. La llegada de los nazis, de la otra gran guerra la llevó a trabajar también en un hospital alemán, instalado cerca de Burdeos. “Doce horas diarias de trabajo me dio para aprender además del francés un alemán casi perfecto”.
De aquellos días anota en su diario una página del 2 de mayo de 1940. Concha ya tenía 17 años y una fuerte conciencia política. “Estoy muy triste. Yo creo que no volvemos a España”. El día 17, Conchita escribía sobre la llegada de la gran guerra, un nuevo conflicto que iba a vivir muy de cerca “Después de varios meses de combate, Francia se entregó a Alemania y a Italia. Petain traicionó su país como hizo Casado con España”.
La joven Concha mostraba muchísimo interés por cada parte, por los avances de los alidos que podían acabar con el dictador en España. “Era una persona muy política, No era una niña que le diera igual aquel escenario”. El 1 de mayo de 1945, Concha escribe sobre el fin de la ocupación alemana. “Hoy es fiesta del trabajo. En Burdeos ha habido una gran concentración. Papá, Angel y yo fuimos. Era muy emocionante, esta alegría del pueblo liberado de la noche, del miedo y de todos los sufrimientos padecidos por la mayoría”.
A sus 20 años se enamoró de un chico francés de familia anarquista en Chambéry. Se llamaba Gaby y vivía en una casa vecina a la de Concha “No se lo dije en el momento porque era mayor que yo y tenía novia”, rememora entre risas. A los pocos meses aquel joven rubio sería trasladado con la ocupación nazi a un campo de concentración de la zona polaca de Silesia, donde se encontraba el campo de Auschwitz.
“Salió con vida tres años después”, destaca Concha. Recuerda con tristeza, cómo los padres de Gaby tenían que redactar las cartas en alemán para que llegaran al campo de exterminio. Si las mandaban en otro idioma, iban a la basura. “Yo recuerdo el día que vino de vuelta con apenas cuarenta kilos de peso. Nunca quiso hablarme de aquellos años en el campo”.
En enero de 1946 Concha y Gaby se casaron en Francia y tuvieron dos hijos. Se trasladarían en plena Transición democrática, en 1979, para vivir definitivamente en Sevilla.

“Los españoles éramos como ciudadanos de segunda”
Aquella localidad de exilio que fue Burdeos, le sigue produciendo mucha tristeza cuando la visita. Concha cuenta que “había una multitud de refugiados españoles. Exiliados políticos, que tenían disputas ideológicas. Contaban horrores de nosotros, no nos trataban bien y no nos daban trabajo. Los españoles éramos como ciudadanos de segunda allí en Burdeos”.
“Cuando cierro los ojos aún recuerdo los bombardeos de mi casa de Madrid en la calle Isaac Peral”, afirma a Público antes de finalizar la entrevista. A pesar de su avanzada edad, se encuentra en casi perfecto estado de salud, aunque a veces le falle “un poco las piernas” tras una caída reciente. Conduce en ocasiones su coche, vive sola y es miembro de la asociación AGE Guerra y Exilio de Andalucía.
“He ido a muchos pueblos a mostrar con mi diario todas las vivencias. Y muchos jóvenes se han emocionado. Ninguno se ha distraído cuando han venido a escucharme”, declara orgullosa. Del movimiento memorialista, recalca la “necesidad de que siga hacia adelante, aunque “el avance de la derecha en Andalucía le parece preocupante”. “Los partidos de derechas parecen que vienen fuertes y no nos podemos relajar ni a estas edades”, concluye a Público.

martes, 16 de abril de 2019

Podremos


Volvemos a estar en elecciones. Vuelven a sacar ese tablero que tiene nombre de prostituta: democracia. No porque haya ninguna mujer de moral distraída que se llame así, si no porque los partidos políticos que han detentado el poder se han encargado de darle ese apelativo; no hay palabra más prostituida que la palabra democracia, que la han usado, unos y otros, para sus intereses.
No sé si fiarme de las encuestas. Algunas dicen que ganará la derecha, lo que me crea la duda de si en este país ha gobernado la izquierda.
Bajo mi criterio no. Decir que el PSOE es de izquierdas es como decir que es posible aprobar media carrera de Derecho en un cuatrimestre (a no ser que te llames Pablo Casado y tengas el carnet del PP a la par que la partida de nacimiento).
La semana pasada estuve presente en un mitin de Podemos al que asistía Pablo Iglesias (también estuve en uno que celebró en Alicante y otro en Jerez, allá por el lejano 2016). Tengo que reconocer (y testigos hay de ello) que el que Podemos no ganase aquellas elecciones fue para mí una sensación de rabia e impotencia. Ahora, hoy en día, no sé si Podemos llegará al Gobierno -mi voto lo tiene- pero, de lo que estoy seguro es que no llegará al poder, son cosas muy distintas. Los poderes fácticos (esos que todo el mundo sabe quiénes son) no se lo van a permitir. Pablo Iglesias es una persona incómoda para los trajeados del Congreso de los Diputados.
En todo este jaleo de siglas, creo que el partido de extrema derecha Vox es fundamental; la derecha los necesita para alcanzar el poder, con lo que tendrán que mostrar su verdadera cara, y las izquierdas para derrotar a la derecha. Sinceramente, no me haría ninguna gracia ver al nacionalcatolicismo que vivieron mis abuelos y mis padres, durante su juventud, asaltar las instituciones.
Por lo tanto, el día 28, algunos, quizá la mayoría, lo llamarán el ‘juego de la democracia’, en el que barajarán y repartirán las cartas… pero los reyes continuarán estando en el mismo lugar.
Dicen que cada generación suele ser mejor que la anterior, yo, cuando menos, me permito dudarlo. Por la reciente fecha que hemos pasado, me apetece gritar lo que gritaron por las calles mis abuelos hace 88 años, cuando eran unos adolescentes que no llegaban a los 20 años: ¡VIVA LA REPÚBLICA!






martes, 9 de abril de 2019

Cervantes y el Quijote apócrifo: ¿quién fue Avellaneda?



Hay episodios históricos o literarios que a día de hoy, quizá, no estén resueltos. Se puede conjeturar porqué Aníbal no entró en Roma; si Benedicto XIII, el Papa Luna, fue realmente Papa, o qué hubiera pasado si la guerra civil española hubiera tenido otro resultado en caso de no haber contado los sublevados con la inestimable ayuda fascista.
En literatura ocurre lo mismo, ¿quién escribió el Lazarillo de Tormes? ¿Escribió realmente Dumas Los tres mosqueteros? Hace poco leí un artículo de Alonso Martín Jiménez, catedrático de la universidad de Valladolid de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, sobre uno de los mayores misterios de nuestra literatura, ¿quién fue Alonso Fernández de Avellaneda? Probablemente lo que se diga aquí no sea cierto y todo esté basado en conjeturas, pero me gusta porque argumenta y creo que difícilmente se puede rebatir. Cuanto menos dudar y, a veces, la duda nos lleva a la verdad.

En 1605, se publicó la primera parte del Quijote de Cervantes. En 1614 se publicó una continuación falsa o apócrifa, firmada con el nombre de “Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”. Por eso se conoce como el Quijote apócrifo de Avellaneda. En 1615, Cervantes respondió al usurpador, publicando la verdadera segunda parte del Quijote. Y en el prólogo de esta obra, Cervantes denunció que el nombre y el lugar de origen de Avellaneda eran falsos: “no osa parecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad”.
La identidad de Avellaneda se ha considerado el mayor misterio de la literatura española. Para tratar de aclararlo, se han propuesto las más variadas hipótesis, muchas de ellas absurdas. Y eso ha llevado a creer que es imposible descubrirla.

Un poco de historia
En 1614, cuando Cervantes había escrito los primeros 58 capítulos de la segunda parte de su Quijote, supo que la versión apócrifa había sido publicada. Se menciona el libro de Avellaneda en el capítulo 59 de dicha segunda parte, que tiene 74. Y como en los 58 primeros hay claras alusiones al Quijote de Avellaneda, se ha supuesto que Cervantes los retocó para aludir a la obra apócrifa.
Por ello, los estudiosos suelen decir que no hay suficientes indicios sobre la identidad de Avellaneda, y que Cervantes escribió los 58 primeros capítulos de la segunda parte de su Quijote antes de conocer el apócrifo. Sin embargo, ambas cosas son falsas, y ya podemos saber lo que realmente ocurrió.
En la primera parte del Quijote, Cervantes atacó claramente a dos personas: a Lope de Vega y a Jerónimo de Pasamonte. Este último fue un soldado aragonés que participó, como el escritor, en la batalla de Lepanto (1571). Cervantes tuvo un comportamiento heroico en esa batalla, pues, a pesar de estar enfermo, se empeñó en pelear, recibiendo varias heridas.
Poco después, en 1574, Pasamonte fue atrapado por los turcos, y pasó dieciocho años cautivo, siendo obligado a remar como galeote en las galeras turcas. Al ser liberado, regresó a España y culminó su autobiografía, conocida como Vida y trabajos.
Y al describir en su Vida la toma de La Goleta (1573), en la que no hubo auténtico combate, Pasamonte se atribuyó un comportamiento heroico similar al de Cervantes en la batalla de Lepanto. Pasamonte hizo circular su autobiografía en manuscritos (es decir, en libros encuadernados escritos a mano, muy frecuentes en la época, que pasaban de unas personas a otras).
Cervantes lo leyó y, tras comprobar la usurpación de Pasamonte, lo satirizó en la primera parte del Quijote, convirtiéndolo en el galeote Ginés de Pasamonte, quien es presentado como un embustero, cobarde y ladrón, e insultado gravemente por don Quijote y Sancho.

¿La revancha?
Las cosas seguramente sucedieron así: Pasamonte leyó la primera parte del Quijote, y quiso vengarse de Cervantes. Para ello, escribió una continuación de su obra, con la intención de quitar a Cervantes las ganancias de la segunda parte. Y para no ser asociado al galeote cervantino, la firmó con un nombre falso.
Avellaneda indicó en su prólogo que Cervantes, en la primera parte del Quijote, había atacado a dos personas: a Lope de Vega y a él mismo. Y la ofensa contra su persona se había realizado por medio de “sinónimos voluntarios”, lo que seguramente se refiere al nombre y al apellido de Ginés de Pasamonte, tan parecidos a los de Jerónimo de Pasamonte.
Avellaneda hizo en su obra un elogio de la Cofradía del Rosario Bendito de Calatayud (una localidad de Aragón). Este dato es esencial, pues indica que Avellaneda conocía esa cofradía y que la tenía en gran estima.
Pues bien, ninguno de los candidatos propuestos a la autoría del Quijote apócrifo pudo conocer esa cofradía ni tuvo motivos para elogiarla, con una única excepción: la del aragonés Jerónimo de Pasamonte. Este explicó en su Vida que a los trece años ingresó en esa misma cofradía, por la que siempre sintió un gran aprecio.

Cervantes lee su secuela
Hacia 1611, Avellaneda hizo circular el manuscrito apócrifo. Cervantes lo leyó y reconoció fácilmente a su verdadero autor. Y en algunas de sus Novelas ejemplares, publicadas en 1613, hizo claras alusiones conjuntas a los manuscritos de la Vida de Pasamonte y del Quijote de Avellaneda. Cervantes se burló alternativamente de los episodios y las expresiones de ambos manuscritos, para dar a entender que pertenecían al mismo autor.
Esas alusiones demuestran dos cosas:
• En primer lugar, que Cervantes conoció el manuscrito del Quijote apócrifo antes de escribir la segunda parte de su Quijote (y seguramente eso le incitó a componerla).
• Y, en segundo lugar, que Cervantes creía que Avellaneda era Pasamonte. Y aun en el improbable caso de que Cervantes estuviera equivocado, su convencimiento seguiría siendo esencial para entender la segunda parte de su Quijote.
Al componer esta obra, Cervantes tuvo delante el manuscrito apócrifo. No quiso mencionar el manuscrito de Avellaneda para no darle publicidad, pero trató de superar sus episodios, se burló de los mismos y corrigió las características que Avellaneda había otorgado a don Quijote y Sancho.
Por ello, toda la segunda parte del Quijote de Cervantes constituye una imitación satírica o correctiva del Quijote de Avellaneda.
Cuando Cervantes estaba escribiendo el capítulo 58 de la segunda parte de su Quijote, supo que el Quijote apócrifo se había publicado, lo que le hizo preocuparse. Por eso, se decidió a mencionarlo por primera vez en el capítulo 59, criticándolo después con dureza:
Pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco” (cap. 62).
Tan malo, que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no acertara” (cap. 70).

Además, Cervantes afirmó cuatro veces que Avellaneda era aragonés, y sugirió el nombre de pila de su autor.
En el mismo capítulo 59, don Quijote se encuentra con un personaje que tiene en sus manos el libro apócrifo recién publicado. Este personaje, al ver al don Quijote cervantino, lo reconoce como el auténtico:
sin duda vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas”.
Y ese personaje se llama, precisamente, Jerónimo, como Jerónimo de Pasamonte. Cervantes creó así una escena magistral, haciendo que la representación literaria de Avellaneda, encarnada en ese personaje llamado Jerónimo, reconociera a su don Quijote como el verdadero.

Tradición vs. realidad
La interesante película Cervantes contra Lope (2016), de Manuel Huerga, supone un paso intermedio entre la concepción tradicional y lo que realmente ocurrió. En esta película se presenta a Pasamonte como autor del Quijote apócrifo, pero se muestra a Cervantes convencido de que fue Lope de Vega quien lo escribió. Y esto último no se corresponde con la realidad, pues Lope de Vega era madrileño, y Cervantes afirmó que Avellaneda era aragonés.
En suma, Cervantes se valió del Quijote apócrifo para componer la segunda parte de su Quijote, y mostró su convencimiento de que Avellaneda era el aragonés Jerónimo de Pasamonte.
Como explico en la breve novela divulgativa Hacen falta cuatro siglos para entender a Cervantes, hemos tardado mucho tiempo en descubrirlo. Esperemos que no pase mucho más hasta que se reconozca y se transmita a la sociedad lo que realmente ocurrió.

sábado, 6 de abril de 2019

Trébol de cuatro hojas



La vida es un camino en el que se van quemando etapas. Cada etapa tiene un entorno, unas circunstancias, unas personas… algunas, por diversas circunstancias, van quedando atrás y otras siguen caminando contigo. No me apetece ni considero necesario en este momento hacer mención a esas personas, no se trata de hacer un panegírico particularizado de nadie, yo sé lo que son, quienes son y con eso me vale.
No obstante, sí que hay una persona que para mí es muy especial y que por muchas etapas que vaya pasando quiero que esté siempre conmigo. Virginia es así. Es de las pocas personas que estoy convencido que jamás me defraudaría. Hemos tenido nuestros desencuentros, como todos los amigos con los que se puede tener la confianza para tenerlos sabiendo que tarde o temprano se van a solucionar (más temprano que tarde). Siempre digo que, en la vida, cada cual sabe lo que coge y lo que deja... y tengo claro que a ella no la quiero (querría) dejar nunca. Nos hemos aguantado, ambos, lloreras del otro, en persona y por teléfono... y no se llora delante de cualquiera.
Con esta burgalesa he pasado una de las mejores noches de mi vida. Los dos, en la cocina de su piso, bebiendo cerveza y hablando, más que hablar eran confesiones… y yo se lo agradecí, al día siguiente, haciendo de guía en una visita durante seis horas a la catedral de Burgos.
El único ‘pero’ que podría ponerle es que, en casi diez años que nos conocemos, nunca he conseguido que me invite un fin de semana al pueblo de sus padres, un pequeño pueblo de Salamanca, ¡y mira que lo he intentado! Por activa, por pasiva… pero nada, no hay manera. Se mantiene dura como las piedras que forman las paredes de su casa en ese pueblecito.
Mañana domingo se examina en unas oposiciones. Mi abuela me solía decir “a mí no me suspenderán”, cuando le decía que tenía miedo de hacer exámenes. Yo, ahora, le digo lo mismo, a mí no me suspenderán. Hace unos tres años pude haber opositado, pero el temario me echó para atrás, no estoy hecho para aprender la Constitución. Sólo por eso ya tiene mi admiración. Yo creo en ella. Hace años, cuando todos le decían que era una absurdez que estudiase otra carrera la animé a hacerlo; la terminó. Aunque nunca se lo he dicho, tengo que confesar que me emocioné cuando me dijo que lo había conseguido gracias a mí, porque fui el único que la había apoyado y había creído en ella. No sé, creo que tengo cierta persuasión para que la gente estudie.
Siempre he creído que los exámenes son injustos, porque no influye solamente lo que uno sabe, también es cuestión de suerte. Yo creo en ella. Para mí ya es una triunfadora, ya ha hecho más de lo que yo he hecho.
Una canción dice:

Creo en vos
Arquitecto, ingeniero
[…]

No tengo ninguna duda. Creo en ella.

martes, 2 de abril de 2019

El puente