Creo que todas las personas sabemos cómo somos o, al menos, de qué manera reaccionamos ante ciertas situaciones que se nos pueden presentar; cada uno es de una manera y hay que aceptarlo, es decir, yo tengo que aceptar que las personas con las que me relaciono van a actuar de una manera, lo que no puedo pretender es que actúen y hagan lo que yo querría que hiciera. Digo esto porque, por ejemplo, si yo soy del FC Barcelona y voy a ver un partido contra el Real Madrid con un madridista es normal que el otro grite y celebre los goles de su equipo de la misma manera que lo podría hacer yo. Él tiene que respetarme y yo tengo que respetarlo o, de lo contrario, no volver más a ver un partido juntos.
No sé si es un ejemplo muy válido, pero creo que con lo que voy a escribir en las siguientes líneas se puede entender. De una u otra manera, todos tenemos algún tipo de fobias. Algunas las conoceremos y sabremos que existen cuando nos veamos en situación y otras las tendremos, pero no sabremos que existen ni siquiera como se llaman. Bien, yo me encuentro o me encontraba en el segundo caso; sospechaba que podía tener algún tipo de fobia pero no sabía cuál.
Por ello, gracias a un psicólogo, al final di con la palabra que estaba buscando, una palabra que no había escuchado jamás y que probablemente muchos de los que lean esta entrada tampoco. Tengo filofobia. Sí, así tal cual suena, filofobia. Él me explicó lo que era, pero como yo no soy psicólogo y, probablemente me deje algo lo resumiré diciendo en que es ‘miedo al compromiso’. En internet se puede buscar mucha información al respecto escribiendo ‘filofobia’ o bien ‘miedo al compromiso’.
He buscado algo estos días y de lo mucho que he encontrado, copiaré algo que me parece que lo explica muy bien.
Podría parecer un problema que tiene sólo que ver con alguien a quien no le gusta comprometerse, pero no, la filofobia es el miedo a enamorarse o a entrar en una relación romántica y quien la padece, en casos más graves, puede no solamente evitar amores potenciales, sino que puede dejar de relacionarse con compañeros de trabajo, vecinos, amigos y familiares.
Ahora hablaremos de la más común que es la que ocurre dentro de las relaciones de pareja, esa filofobia que está lejos de ese normal nerviosismo que ocurre al conocer a alguien por quien se siente gusto y atracción, y que se manifiesta con las típicas mariposas en el estómago, no, esta enfermedad provoca un miedo irracional y persistente al amor.
Las personas que la sufren son incapaces de involucrarse emocionalmente con otros y pueden acabar por aislarse de los demás, llevando así una vida solitaria. En casos extremos pueden llegar a experimentar síntomas como sudor, dificultad para respirar, nauseas taquicardia cuando están frente a alguien que pudiera atraerles, por lo que sienten la necesidad de huir de ese lugar de forma inmediata.
La filofobia puede ser altamente incapacitante y en este estado hay personas que temen entregarse, enamorarse o establecer relaciones personales fuertes, se limitan a vivir relaciones sin compromiso, hablar poco de sí mismas, evitar mostrarse como son, poner una “barrera infranqueable” para no sentirse vulnerables; tienden a establecer relaciones simultáneas por el mismo miedo que tienen a ser abandonadas y sus relaciones son una montaña rusa de emociones. Se cree que este tipo de fobia afecta a un 15 % de la población.
¿Por qué se da la filofobia?
Como sucede con la mayoría de las fobias, no hay un consenso sobre las causas que la originan, pero se ha estudiado que puede estar relacionada con sucesos pasados que resultaron dolorosos, como la muerte de un familiar, el divorcio de los padres, una educación muy rígida o una mala experiencia en alguna relación amorosa.
En la filofobia, el temor a entrar en una relación de amor es tan intenso que pone en marcha varios mecanismos de defensa. Igual que una persona se vale de algún arma para defenderse cuando se siente atacada y está en peligro, así mismo la persona con filofobia recurre a ciertos patrones de conducta cuando siente que va a enamorarse, como huir, desaparecer sin dar explicaciones o cortar con su pareja sin causa aparente, dar pretextos inverosímiles.
Vivir con filofobia puede hacernos pasar por relaciones muy tormentosas. Aunque al principio todo va bien, cuando se acerque la hora de avanzar a una etapa de mayor compromiso empezaremos a buscar defectos en nuestra pareja o excusas para convencernos que no debemos seguir a su lado. De una manera no consciente buscamos generar conflictos para terminar con la relación y sentirnos liberados.
Bueno, algo así es lo que me dijo el psicólogo con el que hablé. Quien me conozca personalmente sabrá si esto es cierto o no. ¿Cuál es el motivo? Mis padres no se han divorciado y mi educación no ha sido rígida. Por otra parte, todos hemos perdido a algún familiar y tengo dos cicatrices en el corazón, que si bien, como su nombre indica ya no son heridas, pero de vez en cuando, a pesar de los años, siguen doliendo.
Resumiendo, creo que es así. No se trata de contar mi vida, ni de poner ejemplos concretos, situaciones pasadas o de hacer reflexiones profundas, pero sí… la vida no es un sueño, es real y, para bien o para mal, la realidad es lo que vemos, percibimos y sentimos. Ya lo he dicho en el primer párrafo.
‘‘La gente que ha estado sola mucho tiempo son las más difíciles de amar; se han acostumbrado tanto a estar solos, ser independientes y auto-suficientes que requiere de algo extraordinario para convencerlos que tienen que cambiar’’.