Estoy apurando mis últimos días de vacaciones en casa de mis padres, de hecho mañana ya vuelvo a Zaragoza para volver a la rutina diaria.
Desde el día 14 que llegué me propuse firmemente descansar y no trabajar, aunque, inevitablemente, he tenido que estar pendiente de algunas cosas.
Tengo una habitación, una especie de buhardilla, que servía para estudiar. Allí es donde tengo el ordenador y estanterías con libros, una biblioteca particular en la que tendré unos 200 libros y además, tengo un par de estanterías más con archivadores y carpetas de libros y apuntes de cuando estudiaba.
Como las tardes las solía pasar en casa me he dedicado a ordenarlo todo. Los libros de lectura, más o menos, acabé rápido; pero lo que más me ha costado han sido los apuntes. Tenía libros de todos los cursos y en cajas de cartón folios y libretas con resúmenes que hacía. He encontrado dibujos que ni recordaba haber hecho; exámenes que después de hechos el profesor los ponía en reprografía para que los comprásemos; los primero cálculos de estructuras; apuntes de matemáticas y las odiosas ecuaciones diferenciales, que tanto me costaron aprobar; cálculos de instalaciones; el libro de hormigón, que tantos dolores de cabeza daba… en fin, todos (o la mayoría) de los apuntes que se hacen cuando uno está estudiando.
Lo he vuelto a ordenar y a guardarlo de nuevo en sus cajas. Es probable que no lo utilice jamás, creo que al principio, cuando acabé de estudiar, sí que eché mano de ellos unas tres o cuatro veces, pero nada más. La normativa que se utilizaba cuando estaba en la universidad para realizar cálculos y el CTE (Código Técnico de la Edificación) han cambiado; tampoco se dibuja a mano, como hacíamos nosotros y, ni mucho menos, con rotring (la de veces que me he manchado rellenando el cartucho). En definitiva, en 20 años los tiempos han cambiado una barbaridad. Viendo lo que yo estudiaba y como se trabaja hoy en día, siento curiosidad por saber cómo serán las clases en una escuela de arquitectura, qué asignaturas tendrán y cómo se las enseñarán. Por ejemplo, no se hacen los planos a tinta ni con plantillas, ni cálculos de estructuras o instalaciones con tablas y calculadora (como me enseñaron a mí), tampoco las mediciones y presupuestos se hacen a mano, ya que hay programas para ello. No sé, me surgen muchas dudas al respecto.
Después haber terminado de arreglarlo todo me sentí un poco aliviado. Confieso que jamás he sido un excelente estudiante, de esos que luchaban por sacar matrícula de honor, pero jamás he sido perezoso para hacerlo, es decir, yo me tomaba el estudio como un trabajo y cuando había que hacerlo tenía muy claro que no podía perder el tiempo en otra cosa, si tenía que estudiar estudiaba y para mí no había otra cosa. Ya he contado en otras ocasiones como eran aquellos tiempos.
Pero ahora, pasado el tiempo, no creo que volviese a estudiar otra carrera. Siempre he querido hacer historia y no lo descarto, pero eso de someterme a la presión de un examen y dedicarle unas horas es algo que, de momento, no me planteo. Si vuelvo a estudiar algo que sea como yo quiera y sin presiones; me daría lo mismo sacarme una, dos o tres asignaturas. Al fin y al cabo, para mí, a estas alturas de mi vida y sin ninguna necesidad de hacerlo cara a un futuro, estudiar debe ser un placer y nunca una obligación.
Desde el día 14 que llegué me propuse firmemente descansar y no trabajar, aunque, inevitablemente, he tenido que estar pendiente de algunas cosas.
Tengo una habitación, una especie de buhardilla, que servía para estudiar. Allí es donde tengo el ordenador y estanterías con libros, una biblioteca particular en la que tendré unos 200 libros y además, tengo un par de estanterías más con archivadores y carpetas de libros y apuntes de cuando estudiaba.
Como las tardes las solía pasar en casa me he dedicado a ordenarlo todo. Los libros de lectura, más o menos, acabé rápido; pero lo que más me ha costado han sido los apuntes. Tenía libros de todos los cursos y en cajas de cartón folios y libretas con resúmenes que hacía. He encontrado dibujos que ni recordaba haber hecho; exámenes que después de hechos el profesor los ponía en reprografía para que los comprásemos; los primero cálculos de estructuras; apuntes de matemáticas y las odiosas ecuaciones diferenciales, que tanto me costaron aprobar; cálculos de instalaciones; el libro de hormigón, que tantos dolores de cabeza daba… en fin, todos (o la mayoría) de los apuntes que se hacen cuando uno está estudiando.
Lo he vuelto a ordenar y a guardarlo de nuevo en sus cajas. Es probable que no lo utilice jamás, creo que al principio, cuando acabé de estudiar, sí que eché mano de ellos unas tres o cuatro veces, pero nada más. La normativa que se utilizaba cuando estaba en la universidad para realizar cálculos y el CTE (Código Técnico de la Edificación) han cambiado; tampoco se dibuja a mano, como hacíamos nosotros y, ni mucho menos, con rotring (la de veces que me he manchado rellenando el cartucho). En definitiva, en 20 años los tiempos han cambiado una barbaridad. Viendo lo que yo estudiaba y como se trabaja hoy en día, siento curiosidad por saber cómo serán las clases en una escuela de arquitectura, qué asignaturas tendrán y cómo se las enseñarán. Por ejemplo, no se hacen los planos a tinta ni con plantillas, ni cálculos de estructuras o instalaciones con tablas y calculadora (como me enseñaron a mí), tampoco las mediciones y presupuestos se hacen a mano, ya que hay programas para ello. No sé, me surgen muchas dudas al respecto.
Después haber terminado de arreglarlo todo me sentí un poco aliviado. Confieso que jamás he sido un excelente estudiante, de esos que luchaban por sacar matrícula de honor, pero jamás he sido perezoso para hacerlo, es decir, yo me tomaba el estudio como un trabajo y cuando había que hacerlo tenía muy claro que no podía perder el tiempo en otra cosa, si tenía que estudiar estudiaba y para mí no había otra cosa. Ya he contado en otras ocasiones como eran aquellos tiempos.
Pero ahora, pasado el tiempo, no creo que volviese a estudiar otra carrera. Siempre he querido hacer historia y no lo descarto, pero eso de someterme a la presión de un examen y dedicarle unas horas es algo que, de momento, no me planteo. Si vuelvo a estudiar algo que sea como yo quiera y sin presiones; me daría lo mismo sacarme una, dos o tres asignaturas. Al fin y al cabo, para mí, a estas alturas de mi vida y sin ninguna necesidad de hacerlo cara a un futuro, estudiar debe ser un placer y nunca una obligación.