sábado, 29 de mayo de 2021

Barcelona


¿Cómo se puede cantar así?
Sin duda que la mano de los dioses existe, en este caso su voz.
Escuchar con los ojos cerrados, incluso un ateo como yo, cree estar a las puertas del paraíso.



sábado, 15 de mayo de 2021

Incertidumbre



Recuerdo mis tiempos de la universidad. Por estas fechas ya llevaba un mes estudiando (desde que acababa semana santa) para los exámenes que teníamos entre mediados de junio y principios de julio.
Había veces que tenía que elegir asignaturas, bien por dificultad o bien por extensión. A mí me gustaba centrarme en las complicadas, ya que siempre podía recurrir al profesor para preguntarle dudas y no dejarlas para septiembre, ya que esa opción, a causa de las vacaciones, no la tendría.
Cuando iba a los exámenes lo hacía de dos formas: a) o muy nervioso o b) muy tranquilo.
Si había estudiado y lo controlaba iba muy nervioso por miedo a que me preguntasen algo que no hubiera estudiado. Si había estudiado poco y me presentaba a ver si tenía suerte y coincidía con lo que me había preparado iba bastante tranquilo, ya que el resultado casi, casi que lo podía intuir.
Si ocurría lo primero quedaban unos días de incertidumbre; de ver cuándo saldrá la nota; con la confianza de haber aprobado, pero con la incertidumbre de que, a pesar de ser consciente de haberlo hecho bien, podía haber ocurrido que me hubiera equivocado. Como un jugador de fútbol que está convencido de que le han hecho un penalti clamoroso, pero el árbitro va a revisarlo al VAR.
Creo que desde entonces odio la incertidumbre, esa angustia de esperar algo que crees que está bien hecho, pero no depende de ti. Quizá por eso no me gustan las sorpresas.
Por eso no me gusta que me dejen con incertidumbre. Prefiero un sí o un no en el momento a que tengan que pensar la respuesta. Estoy más preparado para eso que para la duda.
Por eso me gusta tenerlo todo controlado, me gusta pensarlo todo antes de tomar una decisión, me gusta que las cosas dependan de mí para ser responsable de ellas. Si eso no sucede me siento perdido y mi mundo se tambalea. A veces, es mejor tomar uno mismo las decisiones a esperar que otros las tomen.
Aquí, ahora… sí, no… ¡ya! Psicológicamente estoy más preparado para la derrota que para la incertidumbre de la victoria; cuando ocurre lo segundo mi mundo interior se tambalea. Creo que la vida no debería ser tan complicada.

sábado, 8 de mayo de 2021

Quince minutos



La ciudad de quince minutos es un nuevo concepto urbanístico difícil de definir con consenso. La idea básica es la de crear vecindarios en la que sus habitantes tengan todo lo que necesiten en un paseo de quince minutos. La controversia viene cuando esos quince minutos deben ser andando, bicicleta o patinete. Independiente de todo ello, se produce un cambio en el diseño de las ciudades en el que prima la movilidad al acceso. Es decir, ya no se pretende vertebrar toda la ciudad sino en hace que sea innecesario realizar desplazamientos fuera de la zona con un diseño totalmente descentralizado.
Este diseño está ganando tantos adeptos como detractores que se preguntan cómo es posible distribuir servicios públicos en zonas de diferente densidad. La zona en la que uno vive puede convertirse en un limitador económico. Si realmente esta es la idea hará que existan ciudades más inclusivas o con mayor desigualdad. La idea de la ciudad, desde tiempos remotos, era la de prosperidad; la gente solía ir a la ciudad para encontrar mayores oportunidades, lo que significaba abandonar sus raíces en pro de un futuro mejor.
Los arquitectos urbanistas deberían recuperar el espíritu de antaño para que mejore la vida de sus habitantes. Una ciudad debe ser lo que quieran sus habitantes y tengo la sensación que, por desgracia, parece que las ciudades sólo las habitan aquellos salidos de las urnas. Mala cosa.

sábado, 1 de mayo de 2021

Fiesta pagana


He tenido una semana complicada, más bien un par de semanas. Ayer, a última hora de la tarde, a punto de ir a casa vino a mi mente una canción.
En mis tiempos los jueves por la noche los universitarios solíamos salir (alguna vez he escrito sobre ‘aquellas juergas universitarias’).
Íbamos a un pub y allí pasábamos casi toda la noche y, evidentemente, era complicado ir el viernes a clase. En cualquier momento siempre sonaba esta canción. Y allí estaba yo ayer, con más de veinte años menos. Botas por el tobillo, pantalón negro, camisa por fuera con la manga izquierda levantada hasta el codo y una bufanda a modo de pañuelo; mi estética era particular, pelo casi por los hombros (que a veces recogía en una pequeña coleta con dos mechones que me caían por los lados de la cara), un pequeño pendiente blanco en la oreja izquierda y las uñas pintadas de negro (al igual que mi ídolo de la época, Enrique Bunbury); eran otros tiempos, no había móviles y no hay constancia gráfica de ello. Una pena.
Y así estaba yo ayer, en el Portland (así se llamaba el pub) con mis compañeros de piso y otros que nos veíamos allí. Teresa era la camarera. Estudiaba con nosotros y los jueves y sábados por la noche trabajaba allí. Era una chica guapísima (aunque hace veinte años que no sé nada de ella imagino que lo seguirá siendo), ninguno de nosotros decía lo contrario, aunque tenía el típico carácter vasco de ser bastante seria. Conmigo era agradable, coincidíamos en unas clases particulares de ampliación de matemáticas y tener que aprender ecuaciones diferenciales nos unía en la desgracia… por eso siempre me solía invitar a un cubata, whisky con limón es lo que yo bebía. Entonces, como he dicho, sonaba…
Esa flauta y ese violín…
Todos levantábamos un brazo moviéndolo de izquierda a derecha y…
Comenzábamos a saltar…
Siempre había algo del cubata que te caía encima, pero daba lo mismo…
Y cuando iba a sonar el estribillo paraban la música y todos los que estábamos allí cantábamos…

Ponte en pie, alza el puño y ven
a la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber.
De la misma condición no es el pueblo ni un señor,
ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor

Y ayer, por un momento, me sentí allí; ahora, mientras escribo estas letras, vuelve a mí el sabor del cubata a mis labios, con el whisky de garrafón que hacía que al día siguiente tuviésemos una considerable resaca. Quizá todo el estrés de las últimas semanas se tradujo en la ilusión de querer estar en una ‘fiesta pagana’.
Aunque no salía todos los jueves (un par al mes como mucho), lo que entonces podía ser normal hoy lo veo como algo excepcional.
Ya no me veo en un jueves de aquellos… por edad y por sentido común… pero aquellas ‘fiestas paganas’ siempre serán las mejores.
No me quito el estribillo de la cabeza…

Ponte en pie, alza el puño y ven
a la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber.
De la misma condición no es el pueblo ni un señor,
ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor

¡CABRONES!