martes, 29 de diciembre de 2020

Otro más...



Dada mi costumbre de publicar los martes y los sábados, por lógica, esta será la última entrada de este año. Del mismo modo, por ser el día que es, podría servir la misma entrada que el año pasado por la circunstancia de acabar el año… aunque con matices, ya que no todos los años son iguales.
Suele ser habitual durante las últimas horas del año que la gente haga balance o decir eso de ‘año nuevo, vida nueva’. No creo que sea necesario ni una cosa ni otra. Mi vida será la misma cuando llegue el 1 de enero, el 2, 3, 4… Puede que cambie a lo largo del año porque tenga que hacerlo, pero no será ni el 1 de enero ni por ser otro año distinto.
Y, del mismo modo, hacer balance de lo que he hecho o he dejado de hacer sería una especie de costumbrista discurso borbónico durante la Nochebuena, carente de sentido, y, sinceramente, no le veo ningún sentido, cualquier momento del año es bueno para hacer una retrospección.
Hace un año en la última entrada escribí lo siguiente: “Lo que me importa es 2020… el futuro se presenta apasionante”. Tengo que decir que me equivoqué y este año no ha sido lo esperado. A estas alturas no es necesario contar las razones. Pero, por alguna razón que no acierto a descubrir todavía, sí que me da la sensación que este 2021 será bueno… y lo que escribí hace un año debería haberlo escrito este, pero seré cauto. Todo esto sea debido a que, en general, siempre me ha ido mejor en los años impares que en los pares… al menos mis mejores recuerdos son de años impares.
Este 2021, no sé… me da la sensación que será clave en muchos aspectos a nivel personal. En un año lo sabré.
En este año que queda atrás quizá quedó algo por pensar, decir o hacer… ahora ya no importa; como oraban a sus dioses los berserkers antes de entrar en batalla...

Por todo lo que debimos pensar y no pensamos. 
Por todo lo que debimos decir y no dijimos. 
Por todo lo que debimos hacer y no hicimos”. 

Nos leemos el año que viene.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Un cuento de Navidad


Tengo recuerdos entrañables de las navidades de mi infancia y uno de ellos es cuando en vísperas del día de Nochebuena todos los años, en televisión, proyectaban la película ‘Un cuento de Navidad’, de Charles Dickens. 
Ahora hace años que no la hacen en ningún canal y también estuve muchos años sin poderla ver, aunque con esto de internet he vuelto a recuperar aquella tradición que me retrae a mi infancia, cuando mi hermana y yo nos poníamos delante de la televisión a ver esta película. 
Hay varias versiones de este cuento, realizadas en películas en distintas épocas y algunas es difícil encontrarlas. Los últimos años la que suelo ver es una versión de 2009 en dibujos 3D. 
Durante poco más de una hora y media vuelvo a ser un niño.
Os invito a recordar. 


jueves, 24 de diciembre de 2020

Una noche distinta



Esta es la misma entrada que puse hace un año, dos, tres, cuatro, cinco… y la misma que puse en esta fecha desde que comencé en el maravilloso mundo bloguero, allá por el cada vez más lejano enero de 2008. El día es el mismo, por eso creo que sirve. Un año más y los motivos son los mismos, como lo serán al año que viene y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente… Sólo eso, al fin y al cabo, aunque no participe del folclore navideño, sí que creo que es una noche distinta.
Desde el año 97, el día de Nochebuena, siempre hago lo mismo; a las 8 de la tarde subo a la terraza de la casa de mis padres y enciendo una vela. No soy muy amante de la Navidad, pero sí que creo que esa es una noche especial. Tengo la suerte de haberla celebrado siempre en compañía de mi familia, por ello me siento afortunado, por poder estar con la gente que quiero. Pero también surgen otros sentimientos inevitables, como son el acordarme de mis seres queridos que ya no están. Por eso necesito un momento para acordarme de ellos en soledad. Justo es el momento en el que enciendo la vela. Me acuerdo, especialmente, de ellos y no puedo evitar la melancolía, esa que solamente se puede sentir en privado... y es que algunas cosas nunca cambiarán.
Después del primer recuerdo dedico mi luz a más gente; primero a personas que conozco y que comparten cualquier tipo de relación conmigo y después, muy especialmente, a gente que no conozco pero que existen. Y pienso en todos los que están lejos de casa por motivos de trabajo y esta noche no estarán con sus familiares, en aquellos que tienen que pasar la noche en un hospital, que tienen que dormir en un cajero, en un banco o en cualquier contenedor. En esas madres que desde sus países pensarán en sus hijos, lejos de casa; en aquellos lejos de sus países por cualquier motivo; en los que están de viaje; en aquellos que esta noche cenarán solos en casa porque no tienen familia u otros que, sencillamente, no podrán cenar; en todos aquellos que acabaron sus días lejos del hogar… como mi admirado poeta y en tantos más que se nos podrían ocurrir y que no por no nombrarlos están ausentes. Por todos ellos también enciendo la vela, para que su luz, al menos esta noche, no les haga sentirse tan solos. Que sepan que alguien, desde la distancia, se acuerda de ellos y sabe que existen. Nunca se sabe, quizá, alguna vez, tal noche como esta, yo pueda estar en alguna de esas situaciones y no tener a nadie cerca para poder compartirla.
Este año, como los anteriores, también les dedico esta canción y mientras enciendo la vela suena de fondo. Un canto a la paz y a la libertad nunca igualado, igual que os la dedico a todos los que pasáis por aquí.

Que paséis una buena noche.




Por primera vez en 24 años este año no será posible que pueda encender la vela en el mismo lugar que lo he hecho siempre, en casa de mis padres.
Este año, por primera vez en mi vida, no pasaré la Nochebuena en mi casa... los motivos son evidentes y no podré viajar.
Pero será lo único que cambie, porque allí donde esté, a las 8 de la tarde, haré que la vela alumbre por el mismo motivo como este último casi cuarto de siglo.

martes, 22 de diciembre de 2020

Micro XXIV


Tiempo... ese elemento efímero en la memoria.

sábado, 19 de diciembre de 2020

El Almendro no volverá este año


Siempre me ha parecido la semana antes de la navidad como unos días entrañables. 
Yo me iba de casa a finales de septiembre para comenzar el curso en la universidad y sabía que hasta navidad no volvería a casa. Quedaban por delante tres meses hasta volver a estar en mi tierra. 
La última semana, mis compañeros y yo, la tomábamos como unas mini vacaciones, pensando más en la vuelta a casa que en ir a clase y en los libros; además, a principios de diciembre teníamos los exámenes de la tercera convocatoria de alguna asignatura que hubiese podido quedar del curso anterior y nos tomábamos los días antes de irnos como un merecido descanso, ya que en navidades, aunque fuera periodo no lectivo, teníamos que estudiar para los exámenes del primer cuatrimestre, entre la última semana de enero y primera de febrero. 
Esa semana me quitaba el pequeño pendiente de diamante que llevaba en mi oreja izquierda, a fin de que el agujero se disimulase un poco, ya que mi padre, por decirlo finamente, no era muy partidario de que un hombre llevase pendientes. 
La noche de los jueves los universitarios solían salir (desconozco si esa costumbre sigue vigente) y ese último jueves, a modo de despedida, era un desmadre total. 
Ese mismo día, al salir de clase, acordábamos lo que cada uno llevaría y siempre quedábamos en nuestro piso para cenar, beber y luego, a eso de las 11 o 12, salir por los pubs y bares. Además de mis tres compañeros y yo, nos reuníamos unos 15 (todos de distintas partes de España)… sinceramente, no sé cómo cabíamos. 
Después de toda la noche cada uno llegaba al piso como podía y cuando nos levantábamos estaba todo hecho un desastre, recuerdo especialmente que el suelo se pegaba al pisarlo. Nos poníamos a limpiarlo con una resaca de mil diablos, comíamos algo y a las 3 de la tarde cogíamos un taxi que nos llevase a la estación para coger el tren, a las 3:30, que nos llevaría a Valencia, cargados con maletas y bolsas de libros. La resaca continuaba. 
El tren de Zaragoza a Valencia era una tortura, con máquinas de gasoil y vías de la primera mitad del siglo XX. Tardábamos casi seis horas con el consiguiente traqueteo. Llegábamos a Valencia a las 9 y a las 9:30 cogíamos el tren que nos llevaría a nuestro pueblo. Yo paraba en Alzira a las 10:15 y mis tres compañeros seguían hasta Játiva, unos veinte minutos más. 
Allí, cogía un autobús que me llevase al pueblo (la estación está separada) y, entre unas cosas y otras entraba en casa casi las 11:00 (afortunadamente la resaca ya había desaparecido). A mis padres no les había dicho a qué hora llegaría, por eso no estaban esperándome en la estación y en aquellos tiempos tampoco había móviles. 
Recuerdo que al llamar mi madre venía corriendo a abrir la puerta, abrazándome llorando y dándome besos… mi padre, mi hermana y Bel, un pequeño perrito que teníamos y que ya no está. Pero lo más entrañable era cuando me acercaba a besar a mi abuela. Ella no podía caminar y allí estaba en su mecedora, calentándose en la mesa camilla. Creo que ese era el momento más entrañable. De aquello ya han pasado entre veinte y casi treinta años.

*** 

Recuerdo que un año, creo que el segundo, volví con autobús y salí de Zaragoza a las 11 de la noche, ya que antes no había billetes. Llegué a Valencia a las 6 de la mañana, cogí un autobús que me llevase a la estación de trenes y seguí el proceso que he explicado anteriormente. Entré en casa casi a las 8 de la mañana. Hacía mucho frío. 
Ese sábado mi padre había ido a trabajar y le dije a mi madre si me acompañaba para verlo. Él trabajaba de mantenimiento en un almacén de naranjas. Llegamos allí y lo vi con otros compañeros sentados en cajones de madera, almorzando alrededor de una hoguera que habían encendido con cajones rotos. Me estremeció el corazón. Si yo estudiaba era porque mi padre madrugaba y pasaba frío todos los días. En ese momento me prometí a mi mismo que su esfuerzo no sería en vano. No podía defraudarlo. 

*** 

Todos recordaréis este anuncio… cuando hablaba con mi madre por teléfono desde el piso de Antonio y Rosario, unos vecinos que se preocupaban mucho por nosotros y que actualmente tienen ambos 92 años, me decía llorando que ya había visto el anuncio. “En unos días nos veremos”, le decía yo. 
Estos días previos a la navidad siempre han estado cargados de emotividad. Este año será totalmente distinto y ‘El Almendro’ no volverá a casa por navidad.


sábado, 12 de diciembre de 2020

El reino de Aragón



Los orígenes de Aragón se remontan a la época de Carlomagno, en el siglo IX, precisamente en el año 828, cuando un reducido territorio entre los valles de Canfranc y Hecho, que vivía a la sombra del Imperio Carolingio, pasó a denominarse Río Aragón, territorio independizado bajo el gobierno del conde Aznar I Galíndez, que sucedió al primer conde de Aragón llamado Aureolus, de origen franco. Este territorio estuvo tutelado en un principio por los mismos francos, pero poco a poco se fue acercando más al Reino de Pamplona, que se había creado 4 años antes, en el año 824, gracias a la combinación de fuerzas de Carlomagno y los Banu Qasi. 
Se puede afirmar que los orígenes de Aragón tienen que ver directamente con la resistencia cristiana (sobre todo franca) ante el expansionismo del islam en la península ibérica, que se había iniciado en el año 711. 
Podemos afirmar que los inicios de Aragón se remontan a la creación del Condado de Aragón, de creación franca, que luego pasó a manos del Reino de Pamplona, y sucesivamente al Reino de Navarra. El Reino de Navarra, no es más que la continuación del Reino de Pamplona. 
Pero lo que conocemos como Reino de Aragón no nace hasta el año 1035, gracias a la unión de los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza en la figura de Ramiro I, hijo natural pero ilegítimo de Sancho el Mayor, Rey de Pamplona. Ramiro nunca se hubiera convertido en primer rey de Aragón si no se hubiera peleado con su hermano García de Nájera, para crear una nueva dinastía, que finalmente consiguió, empezando por regir las rentas reales de Sobrarbe y Ribagorza. 
Aunque él nunca se autodenominó Rey de Aragón, realmente sí gozó de semejante status, visto que ejerció todas las partes de la potestas regia y se ganó el favor de condes, barones y señores aragoneses. Fue sin duda el que sentó las bases del futuro Reino de Aragón, asegurando la línea sucesoria, casándose con Ermesinda, hija de Bernardo Roger conde de Foix-Bigorra, en el año1036, así teniendo 4 hijos, de los cuales el varón, Sancho Ramírez, siguió la línea dinástica como Sancho I de Aragón (aunque más tarde llegó a ser ‘Sancho I de Aragón y V de Pamplona’ desde el año 1076). Ramiro I acabó con la tutela navarra de Aragón. A partir de aquí comenzaba un camino libre e independiente y en poco tiempo el Reino de Aragón acabó siendo considero estado occidental. 
La incorporación del reino de Pamplona en el año 1076 hizo que Pedro I ocupara las ciudades de Huesca y Barbastro, y como Sancho se había hecho vasallo anteriormente del Papa para poder avanzar hacia el territorio del sur (musulmán) con su consentimiento, se trasladaron las sedes episcopales de Jaca y Roda. Posteriormente, con las conquistas de Zaragoza, Tudela, Tarazona, Calatayud y Daroca por parte de Alfonso I el Batallador, el Reino de Aragón cambió radicalmente a mejor, pues ya no se trataba de un pequeño reino de montañeses alzados contra el invasor. Aquello estaba cogiendo forma de imperio, pero al no poder contraer matrimonio ni tener hijos (fracasó su intento con la Reina Leonesa Doña Urraca), prácticamente obligó a que el Reino de Navarra acabara apartándose por completo del Reino de Aragón, por culpa de un futuro incierto. El Batallador puso en su testamento que sus reinos serían heredados por las órdenes militares, lo que provocó a la nobleza, quienes eligieron a su hermano Ramiro II el Monje para el Reino de Aragón y a García Ramírez el Restaurador para el de Navarra, dividiendo su reino y poniendo fin a la historia conjunta entre Navarra y Aragón. Ramiro II el Monje casó a su hija Petronila con el Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. 
El primer monarca de la Corona de Aragón fue Alfonso II, hijo del Conde de Barcelona y de Petronila. Entre Alfonso II y el Rey Fernando II de León intentaron recuperar Navarra, pero Sancho VI de Navarra consiguió convencerles de lo contrario, estableciendo una tregua, por lo que los reyes de Aragón y León decidieron atacar a Castilla. Mediante la unión matrimonial del rey de Aragón con Sancha, tía de Alfonso VIII de Castilla, comenzó un período de paz entre reinos. En ese momento se buscaron otras alternativas expansionistas…
Primero con Jaime I El Conquistador, llamado así por haber ampliado la Corona de Aragón conquistando Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera e incluso Valencia. Posteriormente Pedro III el Grande conquistó Sicilia (satisfaciendo intereses mercantiles de los navegantes catalanes sobre las costas mediterráneas), dando paso a que Jaime II conquistara Córcega y Cerdeña. Aquí es cuando surge la figura del almogávar, infantería ligera aragonesa, algunos de los cuales intervinieron explícitamente en las disputas internas del imperio bizantino, llegando incluso a apoderarse de los ducados de Atenas y Neopatria, que fueron aragoneses hasta 1388. 
Muerto Martín el humano en 1410, los representantes parlamentarios de Aragón, Valencia y Cataluña se sentaron para crear lo que hoy conocemos como el principio de España o El Compromiso de Caspe, visto que eligieron como sucesor a Fernando I, miembro de la dinastía castellana de los Trastámara. La Casa de Trastámara fue la artífice de la convergencia de los reinos y de la unidad de España a finales del siglo XV. 
Tras esto, Alfonso V el Magnánimo conquistó Nápoles y comenzó a frenar el avance de los turcos hacia Europa, cuyo avance terminó en la batalla de Lepanto. Y es aquí cuando Juan II, que también fue Rey de Navarra y tuvo que repeler una insurreción en Cataluña, tras la que tomó la decisión más importante para la creación de España, casar a su hijo Fernando II de Aragón con la heredera del trono de Castilla, Isabel, matrimonio celebrado en 1469 en Valladolid. 
Con los Reyes Católicos se unifica la política exterior de ambas coronas y se comienza a formar uno de los imperios más grandes de la historia, en donde dicen, que ‘no se ponía el sol’…
La Corona de Aragón y sus instituciones fueron abolidas en 1716, sólo después de la Guerra de Sucesión española (1701-1714) por los decretos de Nueva Planta, emitidos por Felipe V de España. El antiguo régimen fue barrido, la administración se subsumió en la administración castellana, las tierras de la Corona se unieron formalmente con las de Castilla para formar legalmente un solo estado, el reino de España, en su camino hacia un gobierno centralizado bajo el nuevo Dinastía borbónica. 
Un imperio de casi seis siglos que nada tiene que envidiar a los existentes de la época: el imperio aragonés.


martes, 8 de diciembre de 2020

La batalla de Empel



Algunos lo atribuyen a un golpe de suerte y otros a una intervención divina. El caso es que el ‘Milagro de Empel’ o la ‘Batalla de Empel’ ocurrió los días 7 y 8 de diciembre de 1585, hoy hace 415 años, durante la Guerra de los Ochenta Años, en la que un tercio del ejército español, el Tercio Viejo de Zamora, comandado por el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, se enfrentó y derrotó en condiciones muy adversas a una flota de diez navíos de los rebeldes de los Estados Generales de los Países Bajos, bajo mando del almirante Felipe de Hohenlohe-Neuenstein.
En España la tradición católica ha considerado que la victoria fue gracias a la intercesión de la Inmaculada Concepción y por ello fue proclamada patrona de los Tercios Españoles, actual Infantería Española y es fiesta nacional en España el día 8 de diciembre. 
De acuerdo con las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesta por unos cinco mil hombres, combatía en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueada por completo por la escuadra del almirante Felipe van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era desesperada para los españoles, pues, además del estrechamiento del cerco, había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas. 
El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: “Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos”. Ante tal respuesta, los holandeses recurrieron a un método utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio. 
En ese crítico momento un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. 
Anunciado el hallazgo colocaron la imagen en un improvisado altar y el maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada. 
Esa noche se desató un viento completamente inusual e intensamente frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante enemigo llegó a decir: “Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro”. 
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia. 
No cabe duda que los españoles de la época no perdían ocasión para ver la intercesión divina en cualquier cosa… La batalla fue real y la victoria de los tercios también… referente a los motivos que pudieron influir en esa victoria cada cual que piense lo que quiera... yo los tengo claros. 


sábado, 5 de diciembre de 2020

El olvidado ejemplo de Cincinato


Cincinato recibe a los embajadores de Roma | Cuadro de Alexandre Cabanel (1843)

Vivimos en unos tiempos en los que se idolatra el éxito y el poder. Cuando alguien ha caminado por esa senda y por circunstancias deja de hacerlo esto se percibe como un demoledor fracaso. En estos tiempos quienes alcanzan el timón de mando se aferran a él como garrapatas. 
Los políticos suelen decir que ‘dimitirán en el caso de que no cumplan todo lo que han prometido’. No cabe duda que estas palabras son una cortina de humo, sacadas de manual, que quedan bien en cualquier mitin. 
Primero, porque se supone que las promesas van en función de un programa electoral y se supone que tiene toda la legislatura para poderlo hacer, esto son cuatro años; por lo tanto pasados los cuatro años es cuando tendrían que dimitir, pero no lo podrán hacer porque se convocan elecciones, por ello, lo más lógico, sería no volverse a presentar. 
Segundo, porque una vez alcanzado el poder se excusarán en ‘la herencia recibida’ por los que antes estaban o, en el mejor de los casos, en gobiernos de coalición cabrá la excusa de que ciertas propuestas no entraban en los acuerdos. 
Frente a esa obsesión de perpetuarse en el poder habría que ensalzar la elegancia de un gobernante que cedió el poder sin aferrarse al cargo: Lucius Quinctius Cincinnatus, conocido como Cincinato. 
Era un patricio que se había retirado a su granja asqueado de la situación política imperante. Pero en el 460 a. C., ante la petición del senado, regresó para resolver una amenaza contra los ecuos y volsos, pueblos vecinos de Roma. Le concedieron poderes absolutos, le nombraron dictador (aclara que en la época romana el concepto de dictador no tenía el sentido negativo que en la actualidad) y una vez consiguió derrotar a los enemigos de Roma renunció a todos los cargos y se retiró de nuevo a su granja despareciendo de toda vida pública. 
Doce años más tarde, cuando contaba con ochenta años de edad, volvieron a requerirlo para sofocar unas revueltas internas. Dejó sus tierras y al día siguiente se presentó en el senado que, como ya había hecho anteriormente, le concedió los máximos poderes. Resolvió las revueltas y dimitió y volvió a su granja hasta finalizar sus días lejos de toda vida política. Hoy en día algo así es impensable. Como curiosidad señalar que la ciudad de Cincinnati, en Estados Unidos, es llamada así en su honor. 
Hay personas que no saben hacer otra cosa que dedicarse a la política, comienzan afiliándose de jóvenes a un partido político y van medrando hasta conseguir asentarse. Recientemente leí que había un concejal que se vanagloriaba en un artículo escrito por él mismo de llevar más de treinta años en el ayuntamiento, bien en la oposición o en el equipo de gobierno. Está claro que quien no sirve para nada a lo único que puede dedicarse es a la política. 
El ejemplo de integridad y honestidad que dio Cincinato es la mayor dignidad y reconocimiento que pueda tener un político, por ello es algo que sólo ocurrió hace veinticinco siglos.