miércoles, 3 de noviembre de 2010

Manuel Azaña, 70 aniversario de su muerte



Hoy se cumplen 70 años de la muerte de D. Manuel Azaña. No es simplemente un político un político de la II República, que lo fue, ni es alguien que sufrió las consecuencias de una terrible, que también. Se trata del último jefe de estado elegido democráticamente por las urnas. Después de él, Franco y el rey, ¿qué gran diferencia, verdad?

De don Manuel se han dicho muchas cosas, casi todas infectadas por la dictadura o por aquellos que querían aprovecharse de su legado, incluso Zapatero tuvo la poca vergüenza, la desfachatez, de decir que "esta era la España que más se parece a la que había soñado Azaña". Las cosas son así, es lo que tienen los buenos hombres, que todos, para bien o para mal, quieren tener algo que ver con ellos.

Del hombre poco se sabe, se sabe del político. Poca gente sabe que fue Premio Nacional de Literatura en 1.926 por la obra La vida de Juan Valera, que llegó al poder casi por casualidad porque su verdadera pasión era escribir, como queda demostrado en tiempos de guerra con su última obra La velada de Benicarló.

Alguien excesivamente crítico con la España de su tiempo, la que le tocó vivir y que quería realizar una profunda catarsis, creía en ella. Esa condición de superación le llevó a pronunciar frases como "Si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar", o esta otra de gran significado en los albores de una naciente república, "La república no hace felices a los hombres, los hace sencillamente hombres".

Pero si hay una frase que lo persiguió hasta sus días fue "España ha dejado de ser católica", algo que sus más acérrimos enemigos clericales nunca le perdonaron y lo que quería decir era la separación entre iglesia y estado que proclamaba la República.

El que fue, sin lugar a dudas, el mejor orador de la Europa de su tiempo pronunció su último discurso en Barcelona, el 18 de julio de 1.938, cuando la guerra ya estaba agotada y la república perdida. Terminó el mismo con unas palabras que quedarán para la historia: "Paz, piedad y perdón". Hubo paz, sí, pero los vencidos no obtuvieron ni piedad ni perdón.

Azaña, el intelectual y el político, es el mayor exponente de una impotencia, de un fracaso histórico que, tras la derrota republicana, sumió al país en la etapa más terrible de su historia contemporánea.

Dimitió en febrero del 36, cuando Francia e Inglaterra reconocieron a Franco como Jefe de Estado. Se exilió a Francia, al igual que el poeta lo había hecho un mes antes, al igual que miles de españoles que huían de la barbarie de aquellos que iban a salvar a España. Fue escondiéndose de pueblo en pueblo, perseguido por la Gestapo puesto que su nombre figuraba el primero de la lista que los franquistas habían entregado a los nazis para su captura. No es difícil averiguar su fin si hubiera sido capturado.

Su última parada fue en Montauban, donde la llegada de un grupo de falangistas que le iban pisando los talones, puso en alerta al embajador mejicano, Luís Ignacio rodríguez Taboada, quién alquiló un par de habitaciones bajo su protección para él y su séquito. D. Manuel ya estaba muy enfermo y después de diversos ataques cerebrales que le privaron de movimiento y habla murió el 3 de noviembre de 1.940 a los 60 años de edad.

El entierro fue dos días más tarde en el cementerio de dicha ciudad. El mariscal Pétain, colaboracionista nazi, prohibió que se le enterrara con honores de jefe de estado y que la única bandera que se colocara sobre su féretro fuera la rojigualda de Franco. El embajador mejicano se negó a ello y le dijo al prefecto francés que ería enterrado con la bandera de Méjico. En sus memorias le explicó lo siguiente al prefecto:

"Lo cubrirá con orgullo la bandera de México. Para nosotros será un privilegio, para los republicanos una esperanza, y para ustedes, una dolorosa lección".

Hace poco falleció el embajador y, fue enterrado con la bandera tricolor por expreso deseo suyo. Supongo que nunca olvidaría aquellos días.

Hoy, Azaña, permanece en el mismo cementerio. Posiblemente un Jefe de Estado se merezca más, pero es lo que tenemos los españoles, tendemos a ensalzar la mediocridad y a devaluar la excelencia.




Yo, soy partidario que allí siga, para vergüenza de aquellos que lo empujaron y de aquellos que hoy ocupan su lugar.




Un día triste. Estoy afiliado desde hace cuatro años al partido que él fundó, Izquierda Republicana. Hay valores, cosas y sentimientos que valen más que unos votos.

Con respeto y admiración hacia un hombre que no pudo llevar a cabo su idea de España, D. Manuel Azaña Díaz.

Salud y III República.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No tendremos un Presidente como él, nadie es igual a otro, ni los momentos, circunstancias, situaciones...
Ahora bien, sí llegará el momento en que seremos, sencillamente, hombres.
Por la memoria de tantos, por su lucha, su entrega, su esfuerzo, estén aquí o lejos, y por el futuro de los que estamos y vendrán...
La III llegará.
¡Salud!

Alternativa Republicana Salamanca dijo...

Ojala encontremos algún político en España que sea capaz de tener unas miras más alla de las proximas elecciones y de la inmediata encuesta...aunque lo dudo. Somos republicanos y eso es un sentimiento que nos marca.
Me ha encantado tu artículo y me ha recordado mi reciente lectura de "Ciudadano Azaña" de M.A.Villena, cuya lectura recomiendo a cualquiera que se sienta republicano y que quiera conocer a Azaña como persona, como político y como escritor.

Marino Baler dijo...

Anónimo; La III la veremos, es algo que nos debe la historia y nos debemos a nosotros mismos.

Un saludo.

*** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** ***
*** *** *** *** *** ***

Compañero, el sentido común acabará interponiéndose, no me cabe duda.

Salud.

Casteee dijo...

Interesante, no conocía la historía de este hombre.
Hoy en día es complicado encontrar buenos hombres políticos.

Besos