La noticia de la semana. Francisco Camps, el presidente de la Generalitat Valenciana que ha convertido a toda la Comunidad Valenciana en un antro de corrupción y que ha hecho que los valencianos cuando estamos fuera de nuestra tierra nos avergoncemos de serlo, ha dimitido.
Todo aquel que diga que Camps es inocente, honrado y ejemplo a seguir ha perdido cualquier contacto con la realidad. Este tío dice que “no han podido demostrar nada”, ni más ni menos el mismo día que estuvo a punto de confesar, el mismo día en que otros encausados por los mismos delitos se declaran culpables.
Pero lo más chocante no son las mentiras de su discurso de despedida, tampoco merece la pena un mayor análisis; lo más vergonzoso es que ha contribuido a aumentar la duda sobre una clase política, ya de por sí bajo sospecha, por aquellos que creemos que la política es un bien necesario.
Estupefacto me quedé cuando escuché de sus labios que ofrecía un “sacrificio” para no ser un obstáculo y que el PP ganase las próximas elecciones. Dicho esto de quien ha arrastrado por el lodo a su comunidad no deja de ser un chiste de mal gusto.
En su discurso se le notó intranquilo, con una sonrisa forzada de aquel que sabe que no es creído, abriendo los brazos de par en par y cerrando los puños como si en cualquier momento fuera a arrancarse con una saeta.
Pero no hay que olvidar que el único responsable de su muerte, políticamente hablando, es él; nadie más.
He dicho muchas que un político tiene que ser como la mujer del César, ‘aparte de ser honrada tiene que parecerlo’ y Camps será todo lo honrado que se quiera pero, en absoluto lo parece. Y cuando digo que él es el único culpable de su caída lo digo porque nadie le obligó a dejarse agasajar ni vestir por una trama corrupta, Gürtel, vinculada al PP.
Era cuestión de horas, en este caso han sido un par de años, que cayera. Durante todo este tiempo, se fueron acumulando pruebas de que había mentido cuando negó públicamente que conociera a los responsables de la trama Gürtel o que hubiera recibido regalos de ellos (todos recordarán su famoso: “amiguito del alma te quiero un huevo y lo sabes”). Pruebas lo suficientemente importantes como para que distintos magistrados consideraran necesario juzgarlo, sobre todo cuando el juez Flors, encargado de la instrucción, dictaminó que así fuera.
Llegados a este punto su situación era insostenible. Camps puede ser culpable o inocente y tiene derecho a defender esto hasta sus últimas consecuencias. Ahora bien, la persona en la que los votantes han depositado su confianza para que administre sus impuestos y los represente no pude tener ningún atisbo de sospecha sobre su persona y gestión (vuelvo a la mujer del César). Es una cuestión de higiene democrática y de sentido común. Por ello debería haber dimitido antes y haber aceptado su responsabilidad en lo referente al cargo que ostenta/ba.
¿Y qué dicen desde la calle Génova? ¿Cómo es posible que durante todo este tiempo hayan defendido su inocencia arremetiendo contra todo aquel que ponía en entredicho su inocencia y ahora acepten su dimisión? Con esta actitud han permitido que esta pseudodemocracia se degradase todavía más. Lo peor de todo es que el PP, sabiendo lo que se avecinaba, consintiera que Camps se presentase, una vez más, como candidato a la Generalitat hace apenas tres meses. Todo un ejercicio de cinismo.
Pero fiel a su conducta, el PP despidió a Camps como si de un héroe se tratara, aunque yo creo que ahora respiran aliviados.
No es cierto lo que nos venden desde la derecha: Camps ni es un ejemplo ni es un mártir, aunque mientras no haya sentencia sea inocente. El PP, con Rajoy a la cabeza, es el culpable de ofender a los votantes de la Comunidad Valenciana haciéndoles pasar tan inmerecido bochorno.
Todo aquel que diga que Camps es inocente, honrado y ejemplo a seguir ha perdido cualquier contacto con la realidad. Este tío dice que “no han podido demostrar nada”, ni más ni menos el mismo día que estuvo a punto de confesar, el mismo día en que otros encausados por los mismos delitos se declaran culpables.
Pero lo más chocante no son las mentiras de su discurso de despedida, tampoco merece la pena un mayor análisis; lo más vergonzoso es que ha contribuido a aumentar la duda sobre una clase política, ya de por sí bajo sospecha, por aquellos que creemos que la política es un bien necesario.
Estupefacto me quedé cuando escuché de sus labios que ofrecía un “sacrificio” para no ser un obstáculo y que el PP ganase las próximas elecciones. Dicho esto de quien ha arrastrado por el lodo a su comunidad no deja de ser un chiste de mal gusto.
En su discurso se le notó intranquilo, con una sonrisa forzada de aquel que sabe que no es creído, abriendo los brazos de par en par y cerrando los puños como si en cualquier momento fuera a arrancarse con una saeta.
Pero no hay que olvidar que el único responsable de su muerte, políticamente hablando, es él; nadie más.
He dicho muchas que un político tiene que ser como la mujer del César, ‘aparte de ser honrada tiene que parecerlo’ y Camps será todo lo honrado que se quiera pero, en absoluto lo parece. Y cuando digo que él es el único culpable de su caída lo digo porque nadie le obligó a dejarse agasajar ni vestir por una trama corrupta, Gürtel, vinculada al PP.
Era cuestión de horas, en este caso han sido un par de años, que cayera. Durante todo este tiempo, se fueron acumulando pruebas de que había mentido cuando negó públicamente que conociera a los responsables de la trama Gürtel o que hubiera recibido regalos de ellos (todos recordarán su famoso: “amiguito del alma te quiero un huevo y lo sabes”). Pruebas lo suficientemente importantes como para que distintos magistrados consideraran necesario juzgarlo, sobre todo cuando el juez Flors, encargado de la instrucción, dictaminó que así fuera.
Llegados a este punto su situación era insostenible. Camps puede ser culpable o inocente y tiene derecho a defender esto hasta sus últimas consecuencias. Ahora bien, la persona en la que los votantes han depositado su confianza para que administre sus impuestos y los represente no pude tener ningún atisbo de sospecha sobre su persona y gestión (vuelvo a la mujer del César). Es una cuestión de higiene democrática y de sentido común. Por ello debería haber dimitido antes y haber aceptado su responsabilidad en lo referente al cargo que ostenta/ba.
¿Y qué dicen desde la calle Génova? ¿Cómo es posible que durante todo este tiempo hayan defendido su inocencia arremetiendo contra todo aquel que ponía en entredicho su inocencia y ahora acepten su dimisión? Con esta actitud han permitido que esta pseudodemocracia se degradase todavía más. Lo peor de todo es que el PP, sabiendo lo que se avecinaba, consintiera que Camps se presentase, una vez más, como candidato a la Generalitat hace apenas tres meses. Todo un ejercicio de cinismo.
Pero fiel a su conducta, el PP despidió a Camps como si de un héroe se tratara, aunque yo creo que ahora respiran aliviados.
No es cierto lo que nos venden desde la derecha: Camps ni es un ejemplo ni es un mártir, aunque mientras no haya sentencia sea inocente. El PP, con Rajoy a la cabeza, es el culpable de ofender a los votantes de la Comunidad Valenciana haciéndoles pasar tan inmerecido bochorno.
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