sábado, 28 de enero de 2012

Caballo de Troya


Escribo en esta mañana helada, desde el sentimiento y la obsesión; buenos componentes de soledad. Extraña circunstancia que te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo, te alumbra y te interroga. Y entonces te das cuenta que las palabras se oprimen, los renglones se estrechan, las letras se amontonan y descubres el hueco imposible que nunca compartimos.
Destino que se fundirá pero que mientras no separa, no distingue y piensas, ¿cuál es la fina línea que separa el frío del calor? ¿El hambre del empacho? ¿El estar feliz por vivir o rabioso por no haber muerto? Cegado por el caballo de Troya es imposible imaginar.

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