En ocasiones debemos dedicar una parte de nuestra atención para precisar el significado de las cosas, detenernos un instante y analizar con detalle lo que nos rodea. El lenguaje, a fuerza de ser mal empleado en los sustantivos, acaba confundiendo conceptos y alterando incluso de manera de pensar. La vida es un acto complejo y variado que abarca cuanto somos, no es posible encontrar un único lugar para eso, nuestra vida es pensamiento y materia, sentimiento, tiempo y paisaje, ningún lugar puede pretender cobijarla toda. Por ello, podemos afirmar que no es lo mismo vivir que habitar, de la misma forma que no es lo mismo oír que escuchar.
Una cosa muy distinta es el habitar como parte del vivir, no hay en nuestro idioma una palabra que logre circunscribirse a ese acto restringido, aunque intenso. Además, el consumo se ha ocupado que el habitar haya dejado de ser un acto poético para convertirse en mercantil, la vivienda ha pasado a ser un anhelo para la gran mayoría de la gente.
Hace unos cien años, casi nadie sabía lo que era una vivienda; todo el mundo, en cambio, llamaba habitación a su sitio familiar de habitar, habitaciones o, simplemente, casa. Hoy, esas palabras se han perdido como tal, la antigua etimología que primigeniamente tenían ha sido sustituida por otra distinta, queda la palabra por tradición, pero se ha perdió el significado por sistema. Luego vino la equivalencia entre cuarto y habitación, cuando al lenguaje le pareció más elegante confundir término que se refiere al sitio de uno con el de todos; fue entonces cuando las habitaciones dejaron de ser el lugar colectivo de habitar. Lo de la vivienda es reciente, surgió cuando la gente comenzó a notar que el habitar se estaba convirtiendo en el empeño más costoso de su vida.
Incluso de una manera oficial, las gentes que se ocupan de poner orden en el acto de habitar se llaman a sí mismos Ministerio de la Vivienda, en lugar de adoptar el hermoso nombre de Ministerio del Habitar. Paradojas de nuestro lenguaje. Seguramente todo cambiaría entonces, quienes especulan con las viviendas tal vez no se encontraran ya tan cómodos manipulándolo todo. Es indispensable en España recuperar, si alguna vez lo tuvimos, el camino de la poética. Casi todos nuestros problemas son en extremo prosaicos, nada conseguiremos si continuamos llamando a las cosas por otros nombres.
Por eso, tal vez debamos recuperar el concepto del arte de habitar como algo indispensable dentro del arte de vivir. Y, si a eso añadimos la necesaria poética de lo solidario, encontraremos pronto la respuesta a la necesidad social del habitar con dignidad.
Una cosa muy distinta es el habitar como parte del vivir, no hay en nuestro idioma una palabra que logre circunscribirse a ese acto restringido, aunque intenso. Además, el consumo se ha ocupado que el habitar haya dejado de ser un acto poético para convertirse en mercantil, la vivienda ha pasado a ser un anhelo para la gran mayoría de la gente.
Hace unos cien años, casi nadie sabía lo que era una vivienda; todo el mundo, en cambio, llamaba habitación a su sitio familiar de habitar, habitaciones o, simplemente, casa. Hoy, esas palabras se han perdido como tal, la antigua etimología que primigeniamente tenían ha sido sustituida por otra distinta, queda la palabra por tradición, pero se ha perdió el significado por sistema. Luego vino la equivalencia entre cuarto y habitación, cuando al lenguaje le pareció más elegante confundir término que se refiere al sitio de uno con el de todos; fue entonces cuando las habitaciones dejaron de ser el lugar colectivo de habitar. Lo de la vivienda es reciente, surgió cuando la gente comenzó a notar que el habitar se estaba convirtiendo en el empeño más costoso de su vida.
Incluso de una manera oficial, las gentes que se ocupan de poner orden en el acto de habitar se llaman a sí mismos Ministerio de la Vivienda, en lugar de adoptar el hermoso nombre de Ministerio del Habitar. Paradojas de nuestro lenguaje. Seguramente todo cambiaría entonces, quienes especulan con las viviendas tal vez no se encontraran ya tan cómodos manipulándolo todo. Es indispensable en España recuperar, si alguna vez lo tuvimos, el camino de la poética. Casi todos nuestros problemas son en extremo prosaicos, nada conseguiremos si continuamos llamando a las cosas por otros nombres.
Por eso, tal vez debamos recuperar el concepto del arte de habitar como algo indispensable dentro del arte de vivir. Y, si a eso añadimos la necesaria poética de lo solidario, encontraremos pronto la respuesta a la necesidad social del habitar con dignidad.
1 comentario:
Lo que tenemos que recuperar es el arte de convivir.
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