A veces dicen que las cosas buenas pasan tarde. A veces dicen que lo mejor llega tarde. A veces maldecimos nuestra suerte porque algo nos haya llegado tarde. A veces… a veces pienso que no fue lo suficientemente tarde… que fue demasiado pronto.
Probablemente ha sido la única persona que llegó a mi vida pronto, demasiado pronto, sí, siempre lo he pensado. Con la prontitud que pueden suponer doce años. Sí… doce años… como dice Neruda “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
Ahora, desde la serenidad que da el paso del tiempo, puedo valorar las cosas de forma diferente. Es cierto que ya no somos los mismos.
Es tan poco un folio y, sin embargo, ¡puede significar tanto! Un folio en blanco para comenzar a escribir, sin que hubiera nada anterior.
– Me gustaría que mi vida fuera un folio en blanco para comenzar a escribir desde el principio – solía decirme.
Ese fue mi primer regalo. Un folio envuelto en papel de regalo. Se lo di una noche de sábado, volvíamos de cenar y la acompañé a casa. Bajó del coche y cuando iba a entrar al edificio le dije:
– Espera – bajé del coche, abrí el maletero y le dije: – esto es para ti – se lo di y sin decir nada más nos dimos las buenas noches.
Sí, fue una época inolvidable… viajamos, solíamos hacerlo casi todos los fines de semana… íbamos a Madrid al teatro… museos... exposiciones… conferencias…
Pero, ¿qué pasó? Lo dice una famosa canción… “Yo sabía que te quería y te traje dentro de mí. Pero te dejé marchar”. Y la dejé marchar porque no supe cuidarla y cuando una cosa no se cuida es porque no se valora en la medida que corresponde y cuando no se valora es porque no se sabe apreciar. Hace tiempo hablamos de lo que pasó. No hay que darle más vueltas. Cuando se está acostumbrado a ir a 120 es difícil pasar de golpe a 70. Ella ponía una pausa en mi vida que yo no acababa de asimilar. Por no extenderme, yo era un Quijote impulsivo y ella era una Dulcinea reflexiva. Y aquello, poco a poco, fue minando la relación. En aquellos tiempos, mi perspectiva de la vida era muy distinta a la que tengo ahora. Pero no, como dijo Cyrano poco antes de morir: “No me quejo, lo apruebo ante el Todopoderoso”. No sirve lo primero ni renegar de lo segundo. Las cosas pasaron como pasaron y fueron como fueron. Yo siempre pienso que las cosas pasan o no pasan, pero no hay que forzarlas.
En doce años pasan muchas cosas que no esperas que pasen y otras que esperas que pasen y no pasan. Todo ello va moldeando una forma de ser y de pensar, de la misma forma que la corriente de un río va transformando las piedras de su lecho. Hubo un tiempo en que pensaba que el que no arriesgaba no ganaba, ahora pienso que el arriesgar también implica perder.
Yo me fui y ella quedó en Zaragoza. De una u otra forma, nunca perdimos el contacto. A ella le pasaron cosas y a mí también, más de una década da para mucho, pero siempre supimos el uno del otro. Aunque, por esas cosas que pasan, estuvimos más de 3 años sin hablar, fue algo que inconscientemente ambos decidimos. Cuando volvimos a hacerlo, recordando, le envié algunos correos que ella me mandó al principio, correos en los que escribía cosas como...
“Me duele que errores anteriores puedan estar afectando el inicio de la mejor parte de mi vida: el momento en el que los sueños pueden despertar y prepararse para hacerse realidad, el momento en el que quisiera gritar que no me equivocaba al pensar que un día la vida te pondría en mi camino y si consigo que esta vez “el viento sople a favor”, te demostraré que la realidad, en ocasiones, supera la ficción y que esta historia tiene momentos que todavía nadie había escrito en ningún libro”.
“Quisiera poder escribir junto a ti el libro de nuestras vidas, para escucharlo después de tu boca o de tus ojos mientras estoy sentada en mi mecedora”.
Se sorprendió. – Nunca he vuelto a escribirle a nadie como te escribía a ti – me dijo.
“Me duele que errores anteriores puedan estar afectando el inicio de la mejor parte de mi vida: el momento en el que los sueños pueden despertar y prepararse para hacerse realidad, el momento en el que quisiera gritar que no me equivocaba al pensar que un día la vida te pondría en mi camino y si consigo que esta vez “el viento sople a favor”, te demostraré que la realidad, en ocasiones, supera la ficción y que esta historia tiene momentos que todavía nadie había escrito en ningún libro”.
“Quisiera poder escribir junto a ti el libro de nuestras vidas, para escucharlo después de tu boca o de tus ojos mientras estoy sentada en mi mecedora”.
Se sorprendió. – Nunca he vuelto a escribirle a nadie como te escribía a ti – me dijo.
A mí tampoco me han vuelto a escribir como me escribía ella.
Después de años he vuelto a Zaragoza, probablemente y espero que de forma definitiva. El pasado miércoles, después de muchos meses sin vernos, quedamos para comer. Me dijo que se iba fuera. Es profesora y este año estará dando clases en un pueblo de Huesca (provincia de la que es originaria). Allí se quedará, como mínimo, hasta septiembre de 2018.
– Un año pasa pronto... y Huesca sólo está a 80 km de Zaragoza... – respondí.
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1 comentario:
Hola
No he podido evitar emocionarme con esta última entrada además con Enrique poniendo melodía.
Las personas y las circunstancias que te ocurran llegan cuando tienen que llegar ni antes ni después, lo que pasa que cuando salen mal siempre buscamos un porque o nos queremos demostrar que no era el momento o que sé. Pero precisamente si algo te ha ocurrido en algún momento de tu vida es por algún motivo, cual? no me lo preguntes porque es lo que hago todo los días. Pero si creo que las cosas tienen una razón de ser. Por eso te digo que lo que tenga que ser será es una premisa que cada día la tengo más presente, podemos mover algunos hilos de nuestra vida pero la marioneta creo que la mueve el destino.
Un Abrazo
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