La crucifixión fue forma de castigo fue creada supuestamente en Asiria en torno al siglo VI a.C. Al menos así les gustaba decir a los romanos, que no aceptaban que una brutalidad tal pudiera haber sido pensada en su territorio. La práctica fue imitada por grandes potencias mediterráneas, como la Macedonia de Alejandro Magno, quien la importó a Europa unos 200 años después de su aparición en Oriente Próximo.
No cabe duda de que era una ejecución atroz y, al mismo tiempo, significaba un mensaje hacia los que desafiaran el orden establecido. Garantizaba al esclavo condenado un largo suplicio desnudo, con los pechos y los hombros hinchados y con los pájaros picoteando la carne a placer. Mientras que a los que observaban les avisaba de que las élites romanas no iban a admitir que un esclavo destruyera su sociedad, sustentada por la servidumbre de este grupo que representaba a la mayor parte de la población.
Cuando Espartaco y su grupo de esclavos fueron derrotados tras la Tercera Guerra Servil, los 6.000 prisioneros adultos capturados fueron crucificados a intervalos a lo largo de la Vía Apia, desde Roma hasta Capua, como advertencia a otros esclavos dispuestos a atacar a sus amos. Según Tácito, “no se podía dominar más que por el miedo” y la crucifixión era un buen ejemplo de ello.
Sin embargo, los romanos, el pueblo que la popularizó, no la aplicaba a los ciudadanos, por considerarla demasiado humillante; en este caso se les ofrecía una muerte rápida, como la decapitación.
A pesar de ser una práctica común con las clases más bajas, apenas quedan textos escritos de ello, salvo cuatro crónicas de un judío llamado Jesús, ejecutado frente a las murallas de Jerusalén (las crucifixiones eran extramuros para que el olor de los cadáveres no resultara próximo). Describen como Jesús fue condenado por un delito capital contra el orden establecido y azotado por los soldados, que se mofaron colocándole una corona de espinas. Le obligaron a cargar una cruz, probablemente sería el madero horizontal, hasta el lugar en el que sería ejecutado. Allí le atravesaron las muñecas y los pies con clavos y lo elevaron en la cruz. Resaltar que la crucifixión se hacía, como mucho, a un metro del suelo, ya que resultaba muy pesado levantar el cuerpo y la propia cruz. Finalmente le atravesaron con el costado en una lanza para cerciorarse de que estaba muerto.
Tuvieron que pasar muchas décadas para que la visión de Cristo en la cruz se normalizase de forma visual. Es por ello, que su imagen se representó con un cuerpo que escaparía a los cánones de la época; es casi un atleta, musculoso como un dios griego y expresión serena.
Más tarde, durante la edad media, se representó a un Jesús ensangrentado y agonizante. Ya no tenía el rostro sereno sino desencajado por el sufrimiento, más humano y más débil. Si en otro tiempo esa imagen hubiera representado una forma atroz de morir, para la gente de la época transmitía compasión y sacrificio.