Creo que fue en 1º de BUP cuando el profesor de literatura nos mandó leer ‘El camino’, de Miguel Delibes, para mí la mejor novela que he leído después de ‘El Quijote’.
La sinopsis es la siguiente: Daniel, el Mochuelo, un niño de once años, hijo de una familia muy humilde que vive en el campo, debe partir al día siguiente a la ciudad para continuar sus estudios, ya que su padre quiere que sea el día de mañana un hombre de provecho y que tenga un futuro; es por ese motivo que no ha dudado nunca en hacer un montón de sacrificios con el fin de poder ahorrar lo suficiente para poder costearle a su hijo el bachillerato.
Daniel, la noche anterior a su marcha, no puede conciliar el sueño y rememora lo que ha sido hasta ese día su vida en la aldea. Recuerda todos y cada uno de los lugares y habitantes de su pueblo y, especialmente, todas las correrías que ha protagonizado junto a dos de sus mejores amigos: Roque, el Moñigo, y Germán, el Tiñoso.
Al día siguiente se levanta y emprende, en contra de su voluntad y no sin cierto desasosiego y miedo ante lo desconocido, este nuevo camino que se abre ante él lleno de posibilidades. Nada volverá a ser igual.
No me costó verme identificado con el Mochuelo. Ese año era la primera vez que yo ‘salía de casa’, era mi primer año en el internado; los lunes a las 6 de la mañana cogía el autobús y me dejaba en el mismo sitio el viernes a las 4 de la tarde. Tenía 15 años y para mí era algo totalmente novedoso. Mientras mis amigos se quedaban en el pueblo yo me iba fuera, a tratar con gente que no conocía y de distintos lugares de origen; sin duda alguna, fue algo que, en cierto modo, me hizo madurar más rápido.
Mi idea era quedarme en el pueblo, estudiar FP o BUP, con calma, y luego meterme a trabajar en una oficina el resto de mi vida, conocer a una chica, casarme, tener hijos, criarlos… sin salir de mi pueblo… siendo uno más… sin mayores aspiraciones que esas.
Supongo que, igual que para el Mochuelo, el pueblo y todo lo que lo rodea era suficiente en la vida, ¿para qué más? Pero mis padres no pensaban lo mismo.
Después, cuando fui a la universidad, la noche antes de irme, volví a acordarme de Daniel, el Mochuelo; Roque, el Moñigo; Germán, el Tiñoso, y de mis tiempos en el internado.
Ahora, de nuevo, tengo que seguir El Camino.
“¿Es verdad que te vas a ir a la ciudad?”, pregunta Uca-Uca.
“Sí, dentro de unos meses, mi padre quiere que progrese”, responde Daniel.
Esta es la serie que emitieron en TVE allá por el año 78, a pesar de haberla comprado hace años en DVD solamente la había visto una vez. Mientras escribo estas líneas la vuelvo a ver… y a recordar…
3 comentarios:
Una historia muy interesante...espero que hayas encontrado el final del camino. Pero pesulta curioso las veces que relacionamos un momento importante de nuestra vida con un libro.
A mí también me lo mandaron leer pero para mí en aquel entonces fué una obligación e incluso un suplicio, pero las cosas cambian; creo que, tus padres han creido tanto en tí que han apostado duro y, no creo que sea el final del camino, sino el principio de una nueva vida con una ruta -seguramente llena de encanto- que debes luchar con ilusión y pasión.
Muchísmima suerte, te deseo lo mejor.
Un abrazo.
Maikel: creo que mi camino sigue, ¿dónde me llevará? No lo sé, ahora es lo que tengo que hacer, caminar.
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Leo: yo, al igual que el Mochuelo, no he podido hacer lo que me hubiera gustado desde el prinicpio... y una cosa lleva a la otra. En la próxima vida quiero ser un habitante de cualquier pueblecico de Teruel... trabajando mis tierras... mis animales... cervecita con los amigo en el bar del pueblo... Si volvemos a coincidir en otra vida acuérdate que llevaré boina y una briza de hierba en la boca.
Muchas gracias. Un abrazo.
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