sábado, 25 de mayo de 2019

El demonio de la soberbia



Pero, ¿cree su Señoría que a mí me estorba? No, a mí no me estorba nadie, señor Lerroux, por dos razones: en primer lugar, porque yo, en el fondo, tengo de mi raza el ascetismo, todas las cosas de la vida las tengo ya echadas a la espalda hace muchísimos años y habiendo gozado de casi todas me son absolutamente indiferentes. En segundo lugar, porque tengo el demonio de la soberbia y a un hombre soberbio nadie le estorba”.
Manuel Azaña a Alejandro Lerroux, entonces Presidente del Gobierno, el 3 de octubre de 1933.

Una de las definiciones de la palabra ‘soberbia’ es la de un sentimiento de superioridad frente a los demás, que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos. Podría asociarse a altivez, engreimiento o petulancia.
Manuel Azaña fue el político más brillante de este país en la primera mitad del siglo XX (probablemente el mejor orador de la Europa de su tiempo). No obstante, era terriblemente crítico consigo mismo. Al citar lo de “tengo el demonio de la soberbia”, se refiere a que era una persona, en cierta medida, arrogante porque, aunque quisiera evitarlo, sentía cierto desdén hacia el inculto… hacia el ‘no cultivado’… hacia el que no ha hecho el esfuerzo de hacerse a sí mismo… hacia toda aquella persona que carecía de las inquietudes por avanzar, mejorar, aprender y, simplemente, dejarse llevar. Azaña sí que hizo ese trabajo y se critica porque sabe muy bien de sus desvíos e, inconscientemente, critica a aquellos que no los tienen.
Siempre lo recordaré. Tenía 14 años, acabé la EGB y comencé 1º de BUP. Para mí fue un cambio muy grande dejar el colegio y pasar al instituto; de llamar don o doña a los profesores a hacerlo de tú, de no poder levantarme cuando el profesor no estaba a poder salir al pasillo entre cambios de clase, de ir a todas las clases a poder saltarme alguna porque no me apetecía asistir y, entre otras más cosas, de la cafetería, de los primeros tonteos con el tabaco o el alcohol, de las primeras fiestas en discotecas… todo eso no podía llevar a nada bueno. En la primera evaluación suspendí siete de diez asignaturas que tenía. No recuerdo muy bien la reacción de mi madre cuando se lo dije (a mi padre no me atrevía), pero puedo imaginar la que sería.
A la semana siguiente, estoy seguro que sería enero, mi padre me dijo que ese fin de semana iría con él a coger naranja. Me despertó el sábado a las 5:30 horas (no hace falta describir el sueño que podía tener), salimos de casa para encontrarnos con otros hombres e ir al sitio al que teníamos que ir, no recuerdo el pueblo, pero sé que era en la provincia de Alicante. Llegamos antes de las 8:00, los hombres cogieron sus tenazas, capazos y se metieron en el campo a cortar naranjas. Amenazaba lluvia. Mi padre me dijo que yo tenía que sacar los cajones llenos, llevarlos al camión y volver con otros vacíos para que pudieran seguir echando, el trayecto desde el lugar de trabajo hasta el camión no era corto.
Imaginemos la escena: una mañana en pleno enero y un chaval de 14 años cargando, como podía, cajones y capazos de naranjas de 13 ó 14 kilos al hombro… Comenzaron a caer gotas de lluvia y yo tenía la esperanza de que pararían de trabajar, pero no fue así, al contrario, había que ir más rápido. La tierra mojada, unida al peso de los cajones hacía que me hundiese, tenía los pies mojados y frío en todo el cuerpo… pero no podía hacer otra cosa tenía que seguir. Así durante dos días.
Cuando el domingo por la noche me tumbé en la cama, del dolor por la carga de los cajones y del cansancio que tenía, no podía dormir. Fue ahí, en ese momento donde me poseyó. Y pensé: “tengo 14 años, hasta que me jubile a los 65 años me quedan, todavía 51 años… ¿los próximos 51 años de mi vida tengo que estar haciendo lo que he hecho durante todos los días? No, yo no quiero eso”. El demonio de la soberbia al que aludía Azaña ya lo tenía dentro de mí. Probablemente, si no hubiera sido por ese fin de semana, mi vida hubiera sido distinta, o no, hablar de ucronías es un ejercicio que nunca se me ha dado bien.
Quizá, con esto que acabo de contar, las personas que me conozcan y lean esta entrada podrán entenderme un poco mejor. Algunos sí que se han percatado de ese demonio que me posee y es por eso que siempre he procurado que caigan en la tentación. A la gente que me ha rodeado y con la que he tenido una relación más personal siempre he tratado de convencerla para que tratasen de mejorar intelectual y culturalmente.
Hace poco descubrí una palabra que, para mí, era desconocida: sapiosexual. Es un término que se utiliza para designar a aquellas personas que consideran la inteligencia como factor principal de atracción sexual. Aunque yo no me refiero concretamente al aspecto sexual, pero sí que me siento atraído por conversaciones y personas que abren la mente; mi estímulo es la gente que sabe, que tiene inquietudes por aprender, por conocer, por seguir creciendo culturalmente… hablar de cosas mundanas se puede hacer con cualquiera, pero hacerlo de literatura, historia, arquitectura, política y cultura en general es mucho más difícil… pero no lo que a mí me guste o necesite le tiene que gustar o lo tiene que necesitar todo el mundo.
De una u otra forma, ese demonio siempre ha estado presente; a veces escondido y cuando ha tenido que salir lo ha hecho sin ningún pudor; aunque reconozco que a medida que ha pasado el tiempo lo he ido controlando y ha salido cada vez menos, en contadas ocasiones. Creo que no tenemos que sentirnos culpables de las vergüenzas de los demás ni dejar que las mismas nos dejen a su nivel. Sea como sea, a mí, como dijo Azaña, hay pocas personas que me puedan estorbar.
Pero la esencia de la frase de D. Manuel no es nueva. Ya se hace mención, como no, en el Quijote, en la conversación que mantiene el andante caballero con don Diego de Miranda.

[…] no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde, que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo”.

¿Tendría también Cervantes, por boca de don Quijote, el demonio de la soberbia?

7 comentarios:

Benja dijo...

Una entrada o artículo muy interesante. Yo nunca me he considerado superior a nadie, por lo tanto lo de ser soberbio no va con mi carácter. Pero, me ha gustado mucho lo que has contado de cuando ibas a recoger naranja con tu padre. También, acabar la educación básica y decidir lo que queríamos ser en la vida…era un problema y gordo. Una cosa era lo que queríamos nosotros y otra, lo que quería nuestra familia. Cuando murió mi padre que era ferroviario, me enviaron a estudiar a un colegio interno a la capital del reino. Cuando llegó el momento, yo quería ser mecánico de locomotoras. Y los asesores que teníamos para informarnos y aconsejarnos, decidieron junto a mi madre, que estaba capacitado para estudiar una carrera… a lo que me negué. Esto me generó una serie de disgustos con mi madre y sus asesores personales que eran mis tíos.
Al final me salí con la mía y estudie formación profesional “tornero fresador” más tarde “técnico en plásticos” y haciendo cursos conforme avanzaba la tecnología para estar al día. Y nunca me he arrepentido. Estudiar una carrera no es garantía de nada y muchas veces no te soluciona la vida.

Marino Baler dijo...

De pequeño quería ser muchas cosas, pero llegó un momento en el que tuve que elegir, aunque ya tenía ciertas inclinaciones y me decanté por la que consideraba más favorable.
En cuanto a lo de la soberbia... creo que muchas veces se tiende a la confusión. Por ejemplo, si estoy en una reunión con gente y alguien dice alguna barbaridad, para dárselas de entendido, ¿por qué no puedo intervenir? Es decir, a veces, por poner a alguien en su sitio ya es suficiente para tacharlo de soberbio.
Lo que yo sé y he aprendido ha sido por mí mismo, por mi propio interés de forma voluntaria, ¿por qué no puedo usarlo cada vez que considere? ¿O acaso debo quedar como un ignorante y no replicar cuando alguien dice alguna barbaridad? Si yo he tenido inquietudes no es mi problema que otros no las hayan tenido. Mientras yo he estado estudiando, otros de mi misma edad estaban en una discoteca.
Mi soberbia es producto de mis estudios, otros lo serán por su físico, por tener un coche x, por pertenecer a una familia con dinero, por vivir en un sitio determinado... y todos los ejemplos que queramos poner. Igualmente, tengo que decir que, a veces, me ha servido. Dependiendo de la situación o de quien sea he levantado ligeramente la cabeza, he sonreído levemente y me he callado.
Todo esto se sintetiza cuando hablo de la palabra 'sapiosexual'. Puedo estar con cualquier tipo de gente, sin necesidad de tener conversaciones en las que haya que tener grandes conocimientos de alguna disciplina. Ahora bien, yo no puedo compartir (en el más amplio sentido de la palabra) con alguien que no tenga interés por aprender, que no quiera mejorar, que no quiera crecer; yo no puedo estar con gente que se deja llevar sin tener ningún tipo de inquietud ni de la que pueda aprender, de las de bostezo fácil al tratar según qué temas. Pero, insisto, eso soy yo, quizá hay personas a las que no les importe tener un/una zote a su lado y sean felices. Cada cual sabrá lo que quiere y sus necesidades, yo sé las mías.
Y está claro que tener una carrera no es garantía de nada, pero entre tenerla y no tenerla hay diferencia. Se suele decir que con educación se puede ir a todos los sitios y yo no estoy de acuerdo, sólo con educación no se puede ir a todos los sitios.
Creo que ir de falso humilde es más cínico que ser soberbio.

Marino Baler dijo...

Por cierto, la Formación Profesional es una gran opción. No sé ahora, pero antes se tenía la idea de que quien estudiaba FP era porque no servía para estudiar. Para nada, a día de hoy puedo decir que la FP te prepara mucho más que lo que era el BUP para trabajar. Es más, cuando he trabajado con gente que ha estudiado FP han sido mucho más competentes que los que han estudiado por otra vía.
Sinceramente, creo que en este país no se le da la importancia que merece y me parece una pena.

Leo dijo...

Yo, siempre he sido algo rebelde: "A mí nadie me impone lo que he de hacer" así que, no quería estudiar y, efectivamente, me matricularon en F.P.1 y llegué al 5º año siendo: ´Técnico Especialista en Informática de Gestión´. Allí, tuve mis discrepancias con algunos profesores, una de ellas, tuvo la osadía de cuestionar mi capacidad para hacer aquellos estudios; al ver un exámen de programación de sobresaliente hecho de forma diferente a sus explicaciones. A partir de ahí fuí el número uno de mi promoción.
Después, me empeñe en independizarme, así que, desde el año 1999 no he parado de trabajar en la Administración Pública principalmente, a la vez, estudiaba mi diplomatura en Relaciones Laborales. Después hice mi Máster en Desarrollo y Gestión de RRHH por la Universidad de Burgos, más tarde, he sacado allí mismo el Grado.
Yo me siento orgullosa de tener cultura y una educación que me ha enseñado a
llevar mi casa al milímetro y a tener una educación en modales.

He tenido grandes amigos con carreras y, por algún motivo, sus jefes me han llamado para que les enseñe modales y educación. Por no hablar de su falta de habilidad para poner una simple bombilla.

Yo quiero ir conjuntada en mi vida: "De poco vale ser una eminencia en cualquier rol si no tienes elegancia en las formas y felicidad en el corazón".




Benja dijo...

Hay muchas maneras de entender la soberbia. Pero tengo claro, que hay un cierto rechazo de la sociedad hacia el soberbio, puede ser debido a la envidia hacia el que triunfa.
Más que no valer para estudiar, se trata, de si estamos dispuestos a un sacrificio enorme para sacar una carrera, que no nos ilusiona para nada y hacer una cosa a disgusto tiene mal final.
En FP, estudié como no lo había hecho nunca. Había personas que pensaban que estudiar una Formación Profesional era porque nos conformábamos con un trabajo poco cualificado y mal pagado…y no era verdad. En mi trabajo he tenido que usar mucho las matemáticas. Y estudiar una barbaridad, no solo en Valencia, si no en Barcelona y apunto estuve de ir a Alemania. En mi oficio, siempre tienes que estar al día, la tecnología avanza a una velocidad increible y si te quedas atrás estas perdido. Es como si aprendemos a pilotar una avioneta y un día te dan un transbordador espacial y búscate la vida para pilotarlo,a mí me pasó.
Además, siempre lo he dicho, todo el mundo es bueno en alguna cosa, solo hay que saber en qué y sobre todo disfrutar de lo que haces.

Benja dijo...

Lo peor que hay Leo, es que te impongan una carrera o uno oficio que no quieres, incluso en nuestro interior sabemos que no valemos y que no vamos a ser felices. Y este es el motivo muchas veces, por lo que dejan las carreras y se van de camareros. Tú te planteaste unos objetivos y los has conseguido, y esto para mi es admirable.

Leo dijo...

FP te prepara para un trabajo cualificado; lo importante es ser un buen profesional y saber desenvolverse en la vida.

Yo no tengo el trabajo de mis sueños pero tengo la ilusión por conseguirlo.
A veces, se me hace pesado estudiar y por ello prefiero compaginar el trabajo y las oposiciones.

Decir las cosas como son no es ser soberbio mientras las digas con educación. Para mí presumir por saber mucho, ser guapo, tener dinero... es una banalidad.
Lo importante es sentirse tranquilo contigo mismo.