martes, 23 de febrero de 2021

Entrevista a Ian Gibson: Antonio Machado


Desde que comencé con el blog hay dos cosas que han quedado fijas, un recuerdo a Soria y un homenaje a Antonio Machado.
Los meses de febrero, para mí, son el mes dedicado al poeta. Tal día como ayer de 1939 falleció en Collioure… tres días después lo haría su madre. Siento escalofríos por pensar cómo serían estos días, hace 82 años, en Collioure.
Aquellos momentos no se pueden relatar, yo no puedo resumirlos… me producen demasiada emoción.
Nadie como Gibson ha biografiado al poeta. Recorrer las páginas de ‘Ligero de equipaje’ o ‘Los últimos caminos de Antonio Machado’ en el día de hoy es algo tan emotivo que no se puede explicar, hay que vivirlo.

Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.




1 comentario:

Leo dijo...

Las cosas se sienten y fin.