sábado, 27 de febrero de 2021

Sólo queda


Frente a frente es una canción de Jeanette de principios de los años 80. En 2010, Bunbury la versionó dándole un toque magistral, como sólo él sabe darle a cualquier cosa que interpreta (excepto, bajo mi punto de vista, las canciones de Héroes del silencio).
La canción comienza de la siguiente manera…

Queda, que poco queda
De nuestro amor
Apenas queda nada
Apenas mil palabras, quedan

Queda, sólo el silencio
Que hace estallar
La noche fría y larga
La noche que no acaba
Sólo, eso, queda

Esta canción la he recordado esta semana y no por darle el significado amatorio, podría extenderse al ámbito de la amistad. Esta semana soñé con mis compañeros, con los que compartía piso y estudios en los tiempos de la universidad.
Cuando era el cumpleaños de uno de nosotros hacíamos un cena que el celebrante pagaba; tampoco era nada especial, 3 pizzas para poner en el horno y, lo más importante, una docena de botellines de cerveza y una botella de whisky barato (en aquellos tiempos no podíamos permitirnos grandes dispendios).
Pasó el tiempo, acabamos los estudios y nos separamos… cada uno siguió su camino. Desde entonces, a pesar de que nuestros pueblos están cerca (son de Játiva) nos hemos visto pocas veces… en casi veinte años habrán sido unas cinco veces, la última vez en noviembre de 2017. ¿Queda la amistad? Por supuesto, hay cosas que no se pierden, pero ésta ha ido evolucionando con los años. Al principio nos llamábamos por teléfono cuando era algún cumpleaños o nos felicitábamos por navidad… ahora ni eso.
¿Por qué no lo hacemos? Estoy convencido que no nos hemos olvidado los unos de los otros, pero, quizá, ya no le vemos sentido a hacerlo… no lo sé. Quizá, como dice la canción…

Pues ya no queda nada
De qué hablar, nada

A veces no es suficiente con saberlo, con pensarlo, ciertas cosas hay que hacerlas… cuando alguien me daba recuerdos para mi abuela ella siempre respondía: “como no pesan que te den los que quieran”… y es cierto. Nos quedamos con el recuerdo. A veces triste, pero verdadero. Y yo también asumo mi parte de culpa.
Por si sirve de algo: felicidades.



2 comentarios:

Benja dijo...

Cuando estudiaba en Madrid, hice una gran amistad con uno de Sevilla, otro de Antequera, un vasco y uno de Ávila. Teníamos las habitaciones contiguas y la verdad que nos ayudábamos mucho en todo y éramos una piña. Un día hablando quedamos, de que cuando acabáramos los estudios, todos los años nos juntaríamos al menos una vez. La vida en el colegio era muy dura, vivíamos todo como si fuéramos reclutas y el colegio el cuartel. Salí antes de tiempo, pero nos estuvimos escribiendo durante unos años. Entonces no había la comunicación que tenemos hoy gracias a internet y a los móviles. Y solo nos juntamos una sola vez, en el entierro de un profesor que era una bellísima persona, se preocupaba mucho de todos nosotros y lo apreciábamos mucho. Y otra vez quedamos en reunirnos al otro año y nunca lo hicimos. Poco a poco perdimos el contacto y al final dejamos hasta de enviarnos cartas, y aun no me explico lo que nos pasó.

Marino Baler dijo...

Así es... ¿qué cambia para que la gente con la que has compartido años de amistad desaparezca de tu vida? No lo sé, imagino que lo que ayer importaba hoy pasa a ser secundario. Es ley de vida.