Soria, Soria y mil veces Soria… ¡Ay, cuánto echo de menos esa ‘mi’ tierra castellana! La visité por primera vez, cuando era un incipiente universitario de primer curso, una fría tarde de un martes de invierno. Desde entonces, sin saber porqué, quedé conectado a ella… Soria, sin yo saberlo, era tantas cosas para mí… Un abuelo contándole a su nieto que hubo un poeta que se llamaba Antonio Machado… y le hablaba de él y le leía sus poesías… y le contaba que hubo una niña llamada Leonor que luego se convirtió en su esposa… y que esa historia de amor tuvo un final trágico…
Y allí estaba yo por primera vez… con ese abuelo, ese nieto, ese poeta, esa esposa y esa triste historia de amor.
Sentí un fogonazo en el corazón e hice mías las estrofas que ese poeta escribió.
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
Desde aquel día Soria siempre ha sido y sigue siendo mi Arcadia.
Desde aquel día he vuelto docenas de veces... pero siempre es la primera vez que lo hago, porque en cada ocasión lo que siento es nuevo e irrepetible.
El 22 de este mes es el aniversario de la muerte del poeta. Desde que comencé con el blog siempre he procurado que febrero sea el mes de Antonio Machado recordando su vida y obra. Él lo merece.
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