martes, 1 de febrero de 2022

A orillas del río Piedra me senté y lloré



Este libro tiene algo. Me lo presentaron hace tantos años que ya no recuerdo ni quién ni cuándo. Ya escribí sobre él en esta entrada hace casi trece años (¿tanto tiempo?) y hace unos días, no recuerdo el motivo, volvió de nuevo a mi mente.
‘A orillas del río Piedra me senté y lloré’ es un libro especial. Se podría leer en momentos de abatimiento, cuando consideras que todo está perdido pero, sin embargo, esas situaciones amargas sólo están en nuestra mente.
Es un libro al que leer a alguien en cualquier momento. Una voz leyendo y unos oídos escuchando.
Es un libro para recordar… que atrae desde la primera página… para releer de vez en cuando… para creer…
Soria… Zaragoza… el río Piedra y su monasterio…
Es un libro en el que cualquiera podría ser protagonista…
Su primera página tiene el poder de que una vez la has leído quieres saber cómo acaba…

A orillas del río Piedra me senté y lloré. Cuenta una leyenda que todo lo que cae en las aguas de este río —las hojas, los insectos, las plumas de las aves— se transforma en las piedras de su lecho. Ah, si pudiera arrancarme el corazón del pecho y tirarlo a la corriente; así no habría más dolor, ni nostalgia, ni recuerdos.
A orillas del río Piedra me senté y lloré. El frío del invierno me hacía sentir las lágrimas en el rostro, que se mezclaban con las aguas heladas que pasaban por delante de mí. En algún lugar ese río se junta con otro, después con otro, hasta que —lejos de mis ojos y de mi corazón— todas esas aguas se confunden con el mar.
Que mis lágrimas corran así bien lejos, para que mi amor nunca sepa que un día lloré por él. Que mis lágrimas corran bien lejos, así olvidaré el río Piedra, el monasterio, la iglesia en los Pirineos, la bruma, los caminos que recorrimos juntos.
Olvidaré los caminos, las montañas y los campos de mis sueños, sueños que eran míos y que yo no conocía.
Me acuerdo de mi instante mágico, de aquel momento en el que un «sí» o un «no» puede cambiar toda nuestra existencia. Parece que no sucedió hace tanto tiempo y, sin embargo, hace apenas una semana que reencontré a mi amado y lo perdí.
A orillas del río Piedra escribí esta historia. Las manos se me helaban, las piernas se me entumecían a causa del frío y de la postura, y tenía que descansar continuamente.
— Procura vivir. Deja los recuerdos para los viejos —decía él.
Quizá el amor nos hace envejecer antes de tiempo, y nos vuelve más jóvenes cuando pasa la juventud. Pero ¿cómo no recordar aquellos momentos? Por eso escribía, para transformar la tristeza en nostalgia, la soledad en recuerdos. Para que, cuando acabara de contarme a mí misma esta historia, pudiese jugar en el Piedra; eso me había dicho la mujer que me acogió. Así —recordando las palabras de una santa— las aguas apagarían lo que el fuego escribió.
Todas las historias de amor son iguales.
Habíamos pasado la infancia y la adolescencia juntos. Él se fue, como todos los muchachos de las ciudades pequeñas. Dijo que quería conocer el mundo, que sus sueños iban más allá de los campos de Soria.
Estuve algunos años sin noticias. De vez en cuando, recibía alguna carta, pero eso era todo, porque él nunca volvió a los bosques y a las calles de nuestra infancia.
Cuando terminé los estudios, me mudé a Zaragoza, y descubrí que él tenía razón. Soria era una ciudad pequeña y su único poeta famoso había dicho que se hace camino al andar. Entré en la facultad y encontré novio. Comencé a estudiar para unas oposiciones que no se celebraron nunca. Trabajé como dependienta, me pagué los estudios, me suspendieron en las oposiciones, rompí con mi novio. Sus cartas, mientras tanto, empezaron a llegar con más frecuencia, y al ver los sellos de diversos países sentía envidia. Él era mi más viejo amigo, que lo sabía todo, recorría el mundo, se dejaba crecer las alas mientras yo trataba de echar raíces.


Lo que sigue hay que leerlo…

5 comentarios:

Alba dijo...

No se si por lo que estoy pasando, siento que esta entrada y especialmente este libro me cae como anillo al dedo. Tirar mi corazón al río y no sentir más dolor, ¿como hacer para que no duela tanto? ¿Como volver nuestro corazón de vuelva piedra y no importe nada lo que pase a los demás?...
En estos momentos de mi vida, si que cogeria mi corazón y lo arrojaría al río, para que se convierta en piedra en aquellas corrientes.

Alba dijo...

"Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor y de su propia renuncia. Una cosa es suponer que uno está en el camino cierto; otra es suponer que ese camino es el único.“
Esa sería una de las partes del libro, con la que me quedo... En este momento no entiendo las razones, pero las acepto y deseo a esa persona lo mejor del mundo y que sea feliz con sus decisiones. Por mi parte me hago a un lado.

Gracias Marino, hace mucho tiempo leí este libro y hoy lo trajiste a mi memoria y me ayuda un poco a pensar positivo...

Marino Baler dijo...

Es un libro para leer con calma, pensar y podemos vernos reflejados en diversos momentos de nuestra vida en cualquier nivel.
Hay acciones que aunque no nos gusten, aunque no las entendamos, tenemos que respetarlas. Respetar no significa compartir una idea o una acción, simplemente, como bien dices, verlo desde una distinta posición y hacernos a un lado.

Benja dijo...

Dulcinea, no se por lo que estas pasando pero conozco ese dolor. Mi forma de escapar era coger mi mochila, irme al Parque Natural del Penyagolosa y subir a la cima del pico de Penyagolosa. Es el segundo más alto de la Región Valenciana y sentado en lo más alto viendo las impresionantes y hermosas vistas me olvidaba de todo.
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Marino, he estado muchas veces por aquella zona y en el Monasterio de Piedra y desde luego es una tierra para descubrir y amar. No he leído el libro pero lo voy a leer.

Alba dijo...

Hola Benja, Muchas gracias por tus palabras. Estoy así por un familiar que me desepciono mucho y por quien tengo un amor infinito... Muy buen plan el que haces para sosegarte y olvidar cosas que duelen.