sábado, 4 de septiembre de 2021

Un par de botas, de Vincent Van Gogh



Varias veces he dicho que no entiendo de pintura. Alguien, como yo, que ha estado tres o cuatro veces en el Museo del Prado, entra a las 9 de la mañana y sale a las 5 de la tarde habiéndolo visto todo no puede ser más que un sacrílego en el arte de los pinceles.
No obstante, hay ciertos cuadros que me atraen simplemente por lo que estoy viendo. Que nadie me pregunte por técnicas, sólo lo que estoy viendo y, modestamente, creo que podría fijarme en detalles si lo analizo de la misma forma que analizo, por ejemplo, una catedral. Fijarse en detalles concretos para poder decir algo más que ‘me gusta’.
Hace unos meses escribí sobre ‘Cosiendo la vela’, de Joaquín Sorolla. Ahora querría hacerlo sobre un cuadro que me entusiasma, ‘Un par de botas’, de Vincent Van Gogh.
La desconocida atracción que siento por este cuadro me lleva a imaginar qué llevó al pintor a pintarlas y, para ello, tengo que ver, aunque sea muy de pasada, el tipo de cuadros que él solía pintar. Y, quizá, ese día en concreto miró todo lo que le rodeaba y lo único que vio fueron esas botas, como cuando alguien no quiere ver nada más, simplemente esas viejas botas.
El genio holandés no pintó escenas bíblicas ni mitológicas, no retrató a reyes ni a nobles, ni a autoridades civiles o militares; no pintó catedrales ni paisajes exóticos como su amigo Gauguin, a lo sumo algunas postales, como ‘Los comedores de patatas’, pero postales al fin y al cabo. Por lo poco que he leído sobre su biografía no aceptaba encargos.
Esa libertad por seguir su propio camino le costó el precio de vivir de espaldas al mercado del arte, pero no de espaldas a la historia del arte. Renunció al mercantilismo del arte y simplemente pintó lo que tenía delante de los ojos… y ese día serían sus viejas botas. Esas botas nos lo dicen todo de él… de su arte… de su persona… de cómo piensa un genio. Esa visión de lo cotidiano le hizo pasar a la historia.
He leído que cuando Picasso viajó a Arlés leyó en los periódicos locales la muerte del genio holandés. Recortó la noticia y durante muchos años llevó ese recorte de bolsillo en su cartera. Con este gesto, Picasso sabría el camino que tenía que seguir.

6 comentarios:

Benja dijo...

No estamos ante un par de botas viejas, sino lo que representan. Los miles de pasos que recorrieron, las alegrías y sufrimientos padecidos por quien las calzó. Pero sobre todo, fueron importantes para alguien, hasta el punto de considerarlas dignas de protagonizar un lienzo. Nos están contando una historia y solo hay que descubrirla.

Marino Baler dijo...

Algo así he pensado yo. Lo que me maravilla es lo que pudo llevar a alguien a querer reflejar eso y plasmarlo. No sé, que algo tan básico como dos zapatos viejos nos puedan decir tanto. Eso solamente lo puede lograr un genio.

Leo dijo...

Es uno de mis cuadros favoritos. Para mí describe una historia de lucha y amor apasionantes. Te puedes quedar mirandolo millones de veces, que, cada vez invita a escribir una historia diferente. Entremezclar la guerra, lucha de clases, religión, culturas, amor...

Benja dijo...

Es increíble que un par de zapatos viejos o botas den para tanto.
Hay debates filosóficos entorno a las botas de Van Gogh. Todos ellos coinciden en el misterio de la procedencia de estos zapatos, se preguntan quién sería su dueño/a y qué intención tuvo Van Gogh al pintarlos.
Según Heidegger, representan las abolladas botas de una campesina, desgastadas por el esfuerzo característico de su trabajo y del de todos los que entonces vivían del campo; para Shapiro, por el contrario, eran los zapatos de un habitante de ciudad y el pintor quiso autorretratarse metafóricamente a través de ellos. Sin embargo, el filósofo francés Derrida creyó contemplar que eran diferentes entre sí y pertenecían a pares distintos.

luzdevida dijo...

Hace muchas décadas en uno de mis viajes a los seminarios de Castaneda y aun estando con nosotros este antropólogo -o como quieran clasificarlo- me contaron que estaban acomodando un poco la casa donde vivía el grupo y él y, en un momento, fue hasta donde estaban sus zapatos; aparentemente guardaba algunos pares de sus incontables viajes y, con una ternura infinita y desconocida por los presentes, congeló el momento cuando acaricio a sus viejos compañeros, como solo puede hacerlo aquel que atesora algo que es parte de si mismo, de lo vivido, parte física con sudor y piel y porque no, vacío pero lleno de recuerdos,
como este par de zapatos que hoy vi por primera vez y me hizo acordar esa situación con nostalgia.
Llegue a guardar un tiempo el par del Clarks que usaba en mis viajes como un recordatorio a futuro, pero un dia corte con esa situación tirando todo, porque necesitaba la energía de la acción en el presente;...entonces fue entonces y ahora es ahora (Nelida).

Marino Baler dijo...

Hola Luzdevida, bienvenido a mi blog.
Muy entrañable la anécdota que has contado.

Un saludo