sábado, 22 de enero de 2022

Vivimos siempre juntos


Hace unos días estaba en un centro comercial y sonó ‘Vivimos siempre juntos’.
No recordaba esa canción, ya que había quedado en algún rincón de mi memoria. En ese mismo instante comenzaron a llegar los recuerdos a mi mente, aquellos que se generaron en el cada vez más lejano 96 ó 97.
Yo era un jovenzuelo de veintidós o veintitrés años que estaba estudiando; alguna vez he dicho que los años de la universidad fueron los mejores de mi vida.
Lo que más recuerdo es que el video y la canción cambiaron mi estilismo desde entonces y en los años sucesivos. A partir de ahí descubrí que por las noches también podía ponerme gafas de sol, cuando los jueves o los sábados salía con mis compañeros de piso; me dejé el pelo largo, aproximadamente por los hombros que, en ocasiones, recogía en una pequeña coleta con un par de mechones sueltos a cada lado de la cara. Cuando sonaba la canción me ponía las gafas, me soltaba el cabello y comenzaba a mover la cabeza al igual que Nacho Cano en el vídeo.
Este fue el comienzo.
Luego llegó Bunbury cantando en solitario, mi gran ídolo, y me dio por ponerme un pendiente en la oreja izquierda (yo no era de aro, simplemente un pequeño diamante blanco) y pintarme las uñas de color negro durante una temporada.
No me hice un tatuaje porque mis padres eran contrarios a ello (en mis tiempos a los padres, aunque fueras mayor de edad, se les respetaba)… bastante suerte tuve que nunca se fijaran en el agujero que tenía en la oreja, ya que tres o cuatro días antes de ir a casa me quitaba el pendiente. Pero todo pasa. Ahora me veo entonces y me resulta extraño recordar que yo podía vestir así.
Era a finales del siglo pasado y principios de este; por cuestiones temporales no tenía teléfono móvil para poder dejar constancia gráfica de aquello… todavía no se había inventado la palabra ‘selfie’.
Es inevitable no escuchar la canción mientras escribo esta entrada y que, cómo entonces, las ganas de moverme no se apoderen de mí al mismo tiempo que tarareo la letra.

Vivimos siempre juntos y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo.
Y llegará el momento que las almas se confundan en un mismo corazón.


Las cosas se complican si el afecto se limita a los momentos de pasión.


5 comentarios:

Benja dijo...

Yo he tenido y tengo mis ídolos, pero nunca he cambiado mi forma de ser para parecerme a mi ídolo o a la moda del momento. En la moda y en la vida, no hay nada como ser uno mismo. Odio el pelo largo, no me pondría un pendiente ni borracho y un tatuaje odiando las agujas ni loco. Pero defiendo que cada cual es libre de ir como le dé la gana.

Leo dijo...

A Marino lo defino como:" Un rebelde con causa". Imagino su ilusión en aquellos tiempos resultando complicado imaginarme su imagen.
Por todo lo demás, interpreté a Nacho Cano en mi infancia tocando " Vivimos siempre juntos". Me solté el pelo tocando esa canción que tanto ensayé. Todo fueron aplausos. Me quedo con aquel esfuerzo.

Alba dijo...

Apoyo el comentario de Benja. Yo nunca me he dejado influenciar por las modas o por ningún ídolo. Pero respeto a quienes cambian su aspecto o siguen modas.
No puedo imaginarte Marino con el aspecto que dices. Pero si que puedo imaginar lo feliz que eras.
Saludos.

Marino Baler dijo...

Lo mío era pura rebeldía, no por seguir ninguna moda. Vivir solo me daba cierta libertad y me aprovechaba de ello, ya que tener unos padres un poco chapados a la antigua me impedía hacer ciertas cosas.
De hecho, en la foto de la orla ya aparezco con el pelo corto y sin pendiente.

Benja dijo...

Leo, esos momentos nunca se olvidan y son recuerdos inolvidables.
La rebeldía de los jóvenes con los padres y la sociedad ha existido en todas las épocas, otra cosa son los que solo copian a otros.