sábado, 14 de diciembre de 2019

Historias de un cementerio



Dice el refrán que hay que tener amigos hasta en el infierno. No hay que llevar las cosas tan lejos y si cuando nos llegue el momento es cierto que existe… ¿qué le vamos a hacer? Aunque para ser sincero no me preocupa; estoy convencido que hay gente que tiene un billete de ida en primera clase creyendo ser los mejores hijos de Dios, así que yo tranquilo, además, es posible que no quepamos todos.
Sin llevar el refrán al pie de la letra… pero casi, casi. Yo tengo amigos hasta en el cementerio y no, no es esa clase de amigos de los que reposan allí por los siglos de los siglos, amén. Tengo amigos que pasan el día allí y por la noche duermen, no el sueño de los justos, y sí sobre una superficie mucho más cómoda de lo que imagino que puede ser un ataúd. Resumiendo: tengo una amiga que trabaja en el cementerio de mi pueblo… ¡es enterradora!
Me viene a la memoria la típica pregunta que hacían a los niños ‘¿tú que quieres ser de mayor?’ Puedo imaginar cualquier respuesta, excepto la de decir ‘ser sepulturero / a’. Conociéndola y viendo la pasión que le pone a su trabajo no me extrañaría nada que ella sí que hubiese respondido eso.
A veces cuando hablo con ella me cuenta lo que yo defino (aunque a ella no se lo he dicho nunca) como ‘historias de un cementerio’:… que si se ha muerto este o el otro… que si han quitado tal lápida… que si ha hecho restos… que si ha quitado no sé cuantas coronas… que si mañana tiene 3 ó 4 entierros o si ha enterrado tantos desde la última vez que hablamos… ¡Ay! No quiero imaginar lo que sería una cena romántica con ella. Si en esas ocasiones se suele hablar de lo que a uno le gusta… si por ella fuera los zombis serían camareros y la mesa un ataúd. A veces, cuando he coincidido con ella en el cementerio, porque he ido a visitar a mis abuelos y tíos, me ha hecho un tour turístico que no tiene nada que envidiar a ningún guía turístico de París…
¡Y encima sale en el periódico en una entrevista en una página sólo para ella!
Lo que voy a decir no sé si es egoísta o qué… pero lo digo como lo siento. Si ella, algún día, requiere mis servicios estaría dispuesto a ofrecérselos… pero yo, sinceramente, espero no tener que necesitar nunca (es una forma de escribir) sus servicios o, en su caso, cuanto más tarde mejor. Así que no puedo decir si hace mal o bien su trabajo, porque no he podido comprobarlo… lo que sí que puedo decir es que le gusta y lo disfruta. Pero una cosa no se puede negar y es que trabaja en un sitio tranquilo; como decía mi abuela, ‘hay que temer a los vivos y no a los muertos’.
Es admirable la pasión que le pone, aunque definirlo como ‘un trabajo bonito’... no sé yo, creo que es llevar las cosas demasiado lejos... y es que, como alguien me dijo una vez, “habemos gente pa tó”.

Y hablando de cementerios y enterradores… no se me ocurre mejor canción que La hija de Juan Simón, interpretada por Antonio Molina (posterior a la original de Pepe Marchena o Angelillo y, para mí, la del segundo, incomparable).




2 comentarios:

Anónimo dijo...

De nuevo por aquí, como lectora aficionada nada más, que decir de lo que escribes si todo lo que escribes tiene tanta cohesión y conexion que haces posible que me traslade inmediatamente al lugar o personaje que describes, no te conozco Marino y creo que tampoco será tu nombre de pila, solo se que tienes algo que me hace identificarme contigo.
Con respeto a lo que escribes, tengo especial fascinación por lo que no se ve y por lo que no se conoce, me explico y es que la muerte para todos es algo que da temor, en mi crea una sensación de paz y sociego, al punto de haber visto cosas que otros no y eso en mi género dejar de sentir miedo. Como decía tu abuela y ahora lo traigo a colasion, " Tener miedo a los vivos que los muertos ya están descansado en la paz del Señor).

Muchos saludes y sigue deleitandome, con tu singular forma de escribir

Marino Baler dijo...

Hola Anónima.

Muchas gracias por volver a visitar este humilde cuaderno de bitácora y, de nuevo, te agradezco los inmerecidos elogios que me dedicas.
Efectivamente, Marino no es mi nombre verdadero. En alguna entrada (no recuerdo en cual) explico porqué uso este seudónimo.
Respecto al tema de la entrada... la muerte es algo que está presente. Si te soy sincero, nunca he pensado en ella, es algo que está y no se puede hacer nada. Es evidente que ante el fallecimiento de un ser cercano sí que entra cierto desasosiego y es posible que llegues a plantearte cuando te tocará a ti.
No sé... cuando llegue el momento, a no ser que sea de manera abrupta e inesperada, lo mejor es que lo haga de forma que se tenga la sensación que no queda nada por hacer.Creo que si eso es así, podemos darle gracias a la muerte por habernos permitido vivir para hacer todo aquello que debíamos.

Muchas gracias por tu comentario y espero que no sigamos leyendo.

Saludos.