martes, 29 de septiembre de 2020

Miedo


Esta entrada podría ser la segunda parte de la anterior, cuando ya hemos tomado una decisión y tenemos miedo de llevarla a cabo.
A veces el miedo nos paraliza y siempre habrá una justificación para no hacer aquello que sería la mejor opción; es el motivo que tratará de buscar alternativas para no liberarnos, siempre habrá una excusa a la que aferrarse... y, entonces, nada cambiará.
Imagino que, hasta cierto punto, es comprensible… ¿quién no ha sentido miedo alguna vez?
La primera vez cuesta derrotarlo, pero las siguientes ya no supone ningún problema.
Y entonces seremos invencibles.

El miedo es como la familia, que todo el mundo tiene una. Pero aunque se parezcan, los miedos son tan personales y tan diferentes, como puedan serlo todas las familias del mundo.
Hay miedos tan simples como desnudarse delante de un extraño.
Miedos con los que uno aprende a ir conviviendo.
Hay miedos hechos de inseguridades. 
Miedo a quedarnos atrás. 
Miedo a no ser lo que soñamos, a no dar la talla. 
Miedo a que nadie entienda lo que queremos ser. 
Hay miedos que nos va dejando la conciencia. 
El miedo a ser culpables de lo que les pasa a los demás.
Y también el miedo a lo que no queremos sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido. Como el miedo a la muerte. A que alguien a quien queremos desaparezca.
Y hoy he escuchado a un tal Punset en la tele, un señor encantador que decía que “la felicidad es la ausencia de miedo”. 
Y entonces me he dado cuenta de que últimamente, yo ya no tengo miedo.
No es malo tener miedo, lo malo es dejar que el miedo domine tu vida; porque entonces no tendrás vida, solo miedo.
Librarse del miedo es como quitarse la ropa delante de alguien, a veces cuesta, pero cuando empiezas lo único que tienes que hacer es seguir.
Sin dudar.
Y, de repente, te das cuenta de que el miedo ya no te pertenece.
Ha desaparecido.
Como esa ropa que un día dejas de usar”.


3 comentarios:

Leo dijo...

"Cobarde de mí que, a veces, temo a los propios cobardes". Pero el que teme no conquista el miedo.

Y, de repente te das cuenta de que todo ha terminado, de verdad, ya no hay vuelta atrás, lo sientes, y justo entonces empiezas a recordar que todo comenzó antes de lo que tu pensabas, y es ahí, justo en ese momento es cuando las cosas solo ocurren una vez, y, por mucho que te esfuerces ya no volverás a sentir lo mismo, ya no volverás a estar a tres metros sobre el cielo.
Se quedó grabada en mi cabeza cuando la escuché y supongo que me lo ha recordado.


Alba dijo...

La mayoría de las personas no nos gusta sentirnos vulnerables y menos decir nuestros temores.
Yo la mayoría de mi vida he sido 'valiente', me orgullecia decir ante mis hermanos hombres que podía hacer lo mismo que ellos y que ni la noche, ni los fantasmas podían conmigo.
Ahora de adulta tengo miedos que son más fuertes que yo, están ahí y retumban a diario... Son esos miedos que te hablan al oído y por mas que quieras sacarlos, ellos me perturban, tal vez son esos fantasmas del pasado, algunos invisibles, que se hacen notar cuando cosas nuevas llegan a nuestra vida.

Dicen que los miedos hay que enfrentarlos y superarlos, ¡creo que si, así debe ser! Para no ser esclava y tener capacidad de superar los nuevos temores que vendrán.

Saludos

Marino Baler dijo...

Yo creo que un miedo lleva a otro y a otro y a otro... Nunca dejamos de tener miedo, todo depende del tipo de miedo que vamos a tener. A veces, hay que dar un puñetazo encima de la mesa y cortar con ellos; eso nos puede ahorrar muchos problemas.
¿Miedos y amenazas? No, nadie me asusta ni amenaza. En ese momento nos sentimos libres.