martes, 17 de agosto de 2010

Números; Pi y Fi



Los números no son solamente lo que vemos. No expresan únicamente cantidades, hay más, mucho más. Encierran todo un apasionante mundo de misterios, interpretaciones y casualidades que se nos escapan. Todo está relacionado numéricamente. No solamente existen los números que conocemos habitualmente, hay muchos tipos, que si bien no se utilizan coloquialmente, en la vida diaria, forman parte de nuestra vida, posiblemente sin saberlo. Podemos encontrarnos los números complejos, reales, imaginarios, racionales, irracionales… cientos, miles, millones de combinaciones con solamente diez dígitos.
Pero quizá, hay dos números que destaquen por encima de los demás por su rareza, por su desconocimiento, por su simple existencia y aplicación. Se trata de dos números que pertenecen al grupo de los irracionales y que son más conocidos como Pi (π) y Fi, o número áurico (Ф).

Pi es, aproximadamente, 3,14159265358979323846… y es la relación entre la longitud de una circunferencia y su diámetro. La notación con la letra griega π proviene de la inicial de las palabras de origen griego "περιφέρεια" (periferia) y "περίμετρον" (perímetro) de un círculo.

Se puede aplicar a varias fórmulas geométricas, siendo una de las más conocidas la que determina el área del círculo: Pi (3.14157) x radio al cuadrado. Habitualmente, y para simplificar su cálculo, basta con utilizar 3,14.

Otra cosa es Fi o Phi (Φ,φ), que equivale, también de forma aproximada a 1,6180339887498... Y cuyo nombre se debe en honor a Phidias o Fidias, quien esculpió los frisos del Partenón, entre otras obras, aplicando las enseñanzas de Euclides. Pi es también llamado "número áureo" o "número de oro", porque multiplicándolo con cualquier otro número se logra una proporción perfecta, una superficie rectangular con la que se logra construir cosas perfectamente armoniosas y estables (desde una tarjeta de crédito, hasta una pirámide, el Templo de Salomón, una catedral, la torre Eiffel, el cuerpo humano, una flor... como cualquier ser vivo, las órbitas de los planetas, etc., etc., etc.). Fi permite trazar un rectángulo que se podrá subdividir o multiplicar infinitamente manteniendo siempre su maravillosa proporción. Este número siempre ha causado gran admiración en la historia. Ya era estudiado en el Antiguo Egipto, pasando por los arquitectos fenicios, la Escuela de Pitágoras, los constructores medievales, los genios del Renacimiento (Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, entre muchos otros), hasta el día de hoy, donde sigue siendo estudiado por los matemáticos.

Para entender este concepto es mejor mirar el siguiente vídeo. Quizá, después de verlo, las cosas nos parezcan distintas.



martes, 10 de agosto de 2010

Y me quedo corto...


Esta es la máxima expresión de...
desfachatez,
desvergüenza,
cinismo,
descaro,
osadía,
insolencia,
indecencia,
grosería,
atrevimiento,
obscenidad,
procacidad,
burla,
mofa,
escarnio,
choteo,
cachondeo,
bufonada,
recochineo,
frescura,
falsedad,
hipocresía,
petulancia,
impertinencia,
guasa,
carnavalada,
pitorreo,
sorna,
altanería,
arrogancia,
vanidad,
jactancia,
endiosamiento,
engreimiento,
altivez,
impertinencia…
y algo más que me dejo.

La hoy felizmente casada con el Borboncito Felipe, Letizia Ortiz, otrora periodista divorciada de un profesor de lengua, ha dicho lo siguiente a unos ex colegas conversando en una sala de prensa:

“No echo de menos ser periodista. Estoy muy contenta con mi trabajo actual”.


Yo podría decir más cosas pero creo que está muy claro. Desde luego que esta tía cada vez que habla parece que tenga diarrea bucal (con perdón).

sábado, 7 de agosto de 2010

El Seis Doble



Hay cosas que no se pagan, y no porque no cuesten dinero, simplemente porque no se ponen a la venta. Es difícil que alguien lo ofrezca de forma desinteresada, por el simple hecho de escuchar, de conocer, de dar voz. La libertad de expresarse un pueblo es algo que está prohibido. Sí, dicen que vivimos en democracia, que tenemos voz, pero… esa libertad se mide en la distancia de las cadenas que nos sujetan, poco más.
Hace más de dos años, concretamente en julio de 2.008, descubrí un lugar peculiar, distinto, raro, extraño. Un sitio que es una pequeña gota en el océano, pero que calma mi sed. Se trata de un periódico digital llamado El Seis Doble. Un lugar en el que no hay una opinión que valga más que otra, donde se informa a la gente y, lo más importante, donde la gente puede expresarse.

Es difícil en estos tiempos, donde hay tanto de todo, donde la información es bombardeada constantemente, poder elegir un lugar fiable que no ponga trabas a nadie, y este periódico cumple a la perfección esta premisa.

Uno de los pocos sitios por los que merece la pena encender el ordenador al llegar a casa. Desde que lo conocí, lo único que me ha impedido no leerlo es no tener conexión, en ocasiones los elementos también influyen.

Y es distinto no solamente por la variedad de noticias, sino por la opinión de sus usuarios. Gentes anónimas, con inquietudes, con vidas distintas, pero que todos tenemos en común esa sensación de poder expresar sin sentirte vigilado, censurado, vetado. El límite son nuestros propios comentarios… y eso es mucho hoy en día.

Al poco de conocerlo, su director me ofreció la posibilidad de ser articulista. Era un reto importante. Yo solamente escribía en este blog, una ventana que me cree para poder contar cosas que no se pueden contar habitualmente. El Seis era diferente, era un sitio más amplio.

Así pues, comentaba y escribía de vez en cuando algún artículo. Pero claro, como en las cosas de la vida, no todo gusta a todo el mundo y emulando a Cyrano:

Pues bien, ese es mi vicio,
me gusta provocar, adoro ese suplicio...

Aunque más que provocar es decir lo que pienso. Quizá podría decirlo de otra manera, pero ¿por qué tengo cambiar? Cada cual escribe como quiere, o como puede, y eso es algo que no se puede sancionar:

Renunciar para siempre a cadenas y protocolo;
posiblemente no volar muy alto, pero solo.

Eso me ha traído decenas de discusiones con otros comentaristas, que más que encenderme me motivan. Incluso tengo el honor de haber sido el único comentarista al que le dedicaron una carta al director. De ello ya hable en otra entrada y no merece la pena. Pero bueno, como dijo Quevedo:

Apenas hombre, sacerdote indino,
Que aprendiste sin christus la cartilla;
Chocarrero de Córdoba y Sevilla,
Y en la Corte, bufón a lo divino.

No me importa que me critiquen, ni hablen de mí. Lo que me molesta es que se ponga en dudala imparcialidad del periódico respecto a mis comentarios. Eso es más fácil, supongo.

Todas las noches, a las 00:00, cuando salen las noticias del día, ahí estoy. Esperando impaciente por saber lo que se cuece en mi pueblo. Supongo que el estar lejos hace que se sientan más las cosas, la única ventana que tengo para enterarme de lo que nadie me cuenta.

Y de todo esto, el responsable es su director, José Ramón. Lo conocí personalmente hace un año. Me sorprendió. No me esperaba que fuese así. Cuando alguien tiene tanto éxito en algo suele dejarse llevar por ciertos cantos de sirena. Él no. A pesar de haber coincidido en pocas ocasiones, tienes la sensación que lo conoces de toda la vida. Como aquel amigo de la infancia que no ves en años, te lo vuelves a cruzar y todo sigue igual. En ocasiones, me recuerda al conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas. Siempre corriendo, pendiente del reloj y de sus ocupaciones, falto de tiempo. Por ello, cuando me dice que lo llame cada vez que vuelva al pueblo, de tarde en tarde, su compañía se disfruta más, se saborea como un buen puro acompañado de licor. Las horas pasan de una manera vertiginosa. No hace falta hablar de nada en concreto. Cualquier tema es bueno para saber a la persona que tienes delante. En mi caso me siento privilegiado de compartir esos momentos. Lamento no estar más cerca, no poder hacer que esos instantes sean más repetitivos, por ello los guardo de una forma especial. De la misma forma siento que la distancia me impida poder echar una mano, involucrarme, si hiciera falta, en ese maravilloso espacio virtual que es como mi casa en la distancia.

Con esta entrada quiero hacer dos cosas. La primera homenajear al Seis Doble de forma sencilla, llana. No hace falta usar adjetivos, hipérboles o epítetos para definir algo que simplemente por hecho de existir ya merece elogios, el peloteo lo dejo para otros. La segunda desear que siga siendo lo que ha sido hasta ahora.

Como dijo Larra, "no queremos venir a este mundo a ser un álamo más en la alameda". Y este periódico desde luego que no lo es.

martes, 3 de agosto de 2010

Desde mi púlpito


Siempre se ha preocupado el hombre por saber si había algo después de la muerte. Ese miedo le ha llevado a crear mitos que le proporcionen esperanzas. Los de mal corazón y peores sentimientos han encontrado consuelo en la religión. Muerte y miseria en nombre de un dios.

Yo, soy ateo, apóstata, no tengo que dar más explicaciones. Demasiado tengo con mi vida como para preocuparme de una supuesta futura. Si me tienen que dar algo en otra vida que me lo den en esta que es en la que estoy, como decía Sancho, “prefiero un toma que dos te daré”. Si hay algo después de la muerte ya me las ingeniaré allí igual que lo hago aquí. Pero estoy contento. Contento de saber que, en caso de existir, tendré un lugar donde me concederán un par de alitas y un aura sobre mi cabeza. El cielo lo tengo ganado, haga lo que haga. Y si por casualidad, alguno de vosotros no puede entrar no os preocupéis, os lanzaré una escalera para que podáis subir.

Este regocijo, esta confirmación me la ha dado un descubrimiento que he hecho hace unos días. Bueno, a decir verdad, hacía tiempo que lo conocía pero hace poco que he profundizado, a raíz de un vídeo que vi en Youtube de este personaje explicando historia. Se trata del blog de un cura, o de un cura y su blog, o de un blog que no tiene cura. No sabría muy bien como definirlo, o sí, pero sería demasiado fácil y perdería el encanto de toda esta verborrea.

El blog en cuestión se llama Desde mi campanario, y su autor es Ángel David Martín Rubio. Solamente con una ojeada a su blog se ve de que pie cojea. Un curioso personaje, ciertamente. Mezcla entre don Pío, el genial humorista valenciano, con discurso del cardenal Pla y Deniel. Provisto de su alzacuellos, su figura oronda, sus gafas de niño bueno y ese acento extremeño, se dedica a ir allí donde es requerido a dar lecciones de historia. Pero claro, no de la historia en general, sino centralizado en la II República, la quema de conventos e iglesias, asesinatos de curas, monjas y bla, bla, bla. Bueno, tampoco os creáis que acude a cualquier televisión. Casi siempre suelen ser programas de Intereconomía y Libertad Digital.

Tiene la facilidad de hacer mutar la opinión cada vez que se le escucha. Primero produce perplejidad, luego hace falta un tiempo para ordenar sus argumentos. La tercera vez ya piensas que es un pobre iluminado, de esos que se creen tocados por la gracia de Dios y que tienen que predicar la verdad. Imaginaos a Pío Moa con pelo, alzacuellos y sin bigote.

En fin, es tan fácil desmontar sus argumentos que da pena. Evidentemente cuando cuenta la historia, obvia las palabras de Manuel Irutia, obispo de Barcelona, quién el 16 de abril del 31, solo dos días de proclamarse la II República, la Iglesia ya dejó claro que no le convenía la democracia al pronunciar estas palabras:

"Sois ministros de un Rey (en alusión a Alfonso XIII) que no puede ser destronado, que no subió al trono por el voto de los hombres, sino por derecho propio, por título de herencia y de conquista".

Y es que la Iglesia, siempre ha estado jodiendo al pueblo. Era algo evidente que la II República no le convenía. La pretensión del equipo de gobierno de la República era la de reducir la extraordinaria fuerza económica y social de la Iglesia católica. En 1931 había en España casi 110.000 religiosos, 32.600 del clero secular y 77.000 del regular, pertenecientes a 42 órdenes masculinas y 178 femeninas; la proporción de religiosos por habitantes (uno cada 493) era la más alta del mundo después de la de Italia; la Iglesia declaraba poseer doce mil fincas rústicas y más de ocho mil edificios urbanos, a los que debían sumarse otras miles de propiedades no escrituradas; además, de acuerdo con el Concordato de 1851, el Presupuesto del Estado era el sostenedor de este verdadero ejército religioso, a lo que se añadían las aportaciones de los fieles y las rentas del patrimonio. Sin embargo, la importancia de la Iglesia iba mucho más allá de sus recursos económicos y humanos; su influencia radicaba en la autoridad moral sobre la población, en la bien organizada red de instituciones culturales y benéficas, de medios de comunicación y la participación mayoritaria en el sistema educativo. Los dirigentes republicanos, herederos de un laicismo comprometido, pretendieron desde un primer momento reducir la capacidad de influencia del poder fáctico eclesiástico. Esto era tanto más necesario con el apoyo que las jerarquías eclesiásticas realizaron desde un principio a la causa monárquica y el esfuerzo legitimador de toda actuación contraria a la República. Los más notorios de estos jerarcas fueron el cardenal primado de Toledo, Pedro Segura, y el obispo de Vitoria, Mateo Múgica, fundamentalistas religiosos y radicales monárquicos que acabaron siendo expulsados del país. Los incidentes más graves sucedieron en mayo, tras la pastoral del cardenal Segura el día 1 de Mayo del 31:

“Cuando los enemigos del reinado de Jesucristo avanzan resueltamente, ningún católico puede permanecer inactivo”.

Segura atacaba a todo defensor de la República por defender una visión accidentalista de las formas de gobierno, incompatible, a su juicio, con un buen católico.

El 13 de mayo de 1931, marchó a Roma, volviendo el 9 de junio, pero cuatro días más tarde es detenido y expulsado de España. Poco tiempo después se intervienen unos documentos al obispo de Vitoria, al ir a cruzar la frontera, por los que Segura ordenaba la venta de bienes eclesiásticos en España y el envío del producto de la venta fuera del país. Vamos, lo que hoy sería evasión de divisas.

Una serie de provocaciones que condujeron al intento de incendiar el diario ABC, con una represión del acto por la Guardia Civil que produjo dos muertos; esto produjo una oleada de asaltos e incendios de edificios religiosos que se extendió durante cuatro días por Madrid, Málaga, Sevilla, Córdoba, Cádiz, Alicante y Valencia; más de un centenar de edificios fueron pasto de las llamas. Después de estos incidentes no hubo más ataques contra las iglesias que pasaran de algún cristal roto. La quema de conventos supuso un duro golpe para la joven República, cuyo inexperto Gobierno fue acusado de debilidad, pero más importante, la alegre confraternización del mes anterior fue sustituida por una tensión que en los sectores católicos alcanzaba categoría de crispación.

Aunque fue postergado el debate sobre el tema religiosos para evitar enfrentamientos enconados, en la redacción constitucional se evidenció aún más claramente el profundo desacuerdo entre las distintas fuerzas políticas. Mientras conservadores y liberales reducían las reformas a la separación entre Iglesia y Estado y la firma de un nuevo Concordato, los radicales y socialistas exigían la expulsión de las órdenes religiosas y las restricciones al culto. La resolución alcanzada, propuesta por Azaña, fue la reducción de la presencia de órdenes (expulsión de los jesuitas y congelación del número de eclesiásticos) y la prohibición de ejercer la enseñanza; legalización del divorcio y secularización de cementerios. Aunque las medidas estaban justificadas por la absorción de funciones administrativas que conllevaba la separación de la Iglesia y el Estado, el modo en que se ejecutaron hirió gratuitamente a una buena parte de la sociedad e incluso encontraron opositores entre sinceros republicanos laicistas, que, sin embargo, eran enemigos del anticlericalismo que destilaban más las exposiciones, que las medidas, que finalmente, fueron adoptadas.

Existe un libro muy bueno, totalmente recomendable para el que esté interesado en el tema, que se titula La conservación del patrimonio español durante la II República (1.931 – 1.939), por el doctor arquitecto Julián Esteban Chapapría. En el se relatan todas las intervenciones arquitectónica (coste económico, proyectos, lugares…) en todo tipo de edificios, tanto civiles, religiosos o militares, durante el periodo republicano. Pensemos un poco, si durante la II República se hubieran querido eliminar todas las iglesias, ¿no hubieran tenido tiempo suficiente para hacerlo?

Escribiendo esta entrada me acordada de Felipe, del blog Reflexiones, cuando llama a las cosas por su nombre ¡Cuanta razón tienes, compañero! Son fascistas, y encima con sotana. De lo peor.

Así, pues, estos iluminados que pretender dar lecciones que no vengan contando mentiras sobre la quema de conventos, iglesias, violaciones de monjas, etc., etc., como si la II República fuera la causante de ello. Si la Iglesia tuviese que pagar todos los crímenes y muertes ocasionados en su nombre no debería existir una triste ermita en pie. Por lo tanto, estos que pretenden contar la historia, amparados bajo las alas del águila y en nombre de la Iglesia, mejor harían en preocuparse por sus almas. Algunos les adelantamos por la izquierda sin ser creyentes. Amén.