martes, 27 de febrero de 2018

Una fecha de cumpleaños



La fecha del cumpleaños es un poco controvertida. Hay gente con la que se habla todos (o casi todos) los días y, por lo que sea, ese día no se habla. Otra gente con la que se habla dos o tres veces al año, pero el día del cumpleaños llaman.
Quizá no haya obligación de recordar una fecha de cumpleaños… probablemente no la haya de gente a la que no se le dé importancia. Las personas tenemos muchas cosas de las que acordarnos como para recordar una fecha exacta de cumpleaños. En mi caso no recuerdo todas las fechas de cumpleaños (sólo algunas) y, por eso, tengo una agenda en el móvil que me lo recuerda. La excusa del olvido tiene remedio.
En mi caso me da lo mismo que se acuerden o no. Una felicitación te recuerda que eres más viejo y, quizá, ya no haga tanta ilusión como antes cumplir años. Pero sí que puedo percibir las felicitaciones de cumpleaños como un plus más en las relaciones con la gente. Tengo una compañera de la universidad que hace más de diez años que no nos vemos, pero siempre, siempre, me envía un mensaje por mi cumpleaños y viceversa; es la única vez en la que estamos en contacto (salvo, a lo mejor, alguna llamada durante el año). La vida, al fin y al cabo, está compuesta de pequeños detalles.
Acordarse de la fecha de cumpleaños y hacer un regalo sería algo de otra galaxia. Comencemos por lo primero que es más terrenal... con calma... tampoco vayamos ahora a preguntar todos los días cuándo es el día del cumpleaños.

sábado, 24 de febrero de 2018

Antonio Machado. Paisajes del alma


Un recorrido por los paisajes sorianos que marcaron la vida del poeta. Una mención, que no recuerdo porque no hay olvido, en el 79 aniversario de su muerte.

En la desesperanza y en la melancolía de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva”.


Pinchar sobre la imagen para ver el vídeo.

martes, 20 de febrero de 2018

El origen del pelotazo urbanístico y la burbuja inmobiliaria


Busto de Craso. Museo de Louvre, París

Creemos ser los primeros que hemos practicado el desenfreno urbanístico. Sin embargo, hay precedentes mucho más antiguos. Esto que llamamos ‘burbuja inmobiliaria’ es un invento que ya tiene, como mínimo, un par de miles de años.
Los romanos podrían considerarse la primera gran cultura del cemento y del ladrillo. La ciudad de Roma, durante el periodo imperial, llegó a albergar a un millón de habitantes y cualquier terreno era codiciado por el sector inmobiliario. Era la primera vez que una civilización entendió que el suelo urbano era una fuente de poder y de riqueza.
Craso, un comerciante de noble cuna, se dedicó al negocio inmobiliario llegando a engrosar su fortuna de 2 millones a 42 millones de denarios. Sus amistades con políticos poderosos estaban bien ‘cimentadas’. El pelotazo urbanístico ya lo practicaban los romanos. Por aquel entonces ya se inflaban los presupuestos y los bloques en los que se hacinaban las familias eran cada vez más altos y endebles. Los últimos pisos eran los más económicos, ya que, en caso de incendio, era probable que si alguien se encontraba en la vivienda no tuviera tiempo de salir, por lo que sus habitantes tenían más probabilidades de morir.
El avispado Craso se enriqueció comprando casas incendiadas que los propios inquilinos vendían a bajo precio por miedo a que colapsara la edificación. Creó un ejército de 500 esclavos arquitectos para desescombrar y luego alquilar las viviendas precariamente reparadas. Ya tenemos más argumentos para considerar a Roma como la madre de nuestra civilización.

sábado, 17 de febrero de 2018

martes, 13 de febrero de 2018

sábado, 10 de febrero de 2018

Mi primer intento de soborno



Por medio de un amigo recibí un encargo. Tal y como se puede ver en las fotografías no es difícil adivinarlo. La cubierta se está cayendo y la propietaria quiere repararla. Es una casa de un pueblo prepirenaico en la que no se habita y que está a la venta, pero resulta difícil venderla en el estado actual y, por ello, la decisión de reparar el tejado de la forma más económica posible.
En principio, cualquiera podría pensar que hace falta un proyecto, ya que, aunque no se altere la volumetría, sí que se toca una parte de la estructura, como es la cubierta. Ahora bien, el Código Técnico de la Edificación (CTE), que sería la Constitución para los que se dedican a las leyes o la Biblia para los católicos, no hace mención específica a las obras de mantenimiento. En esta vivienda simplemente se va a sustituir el tejado para que no se deteriore más y pueda haber hundimiento del forjado superior, la casa no va a ser habitada ni nada por el estilo; los maderos, aparentemente se ven bien, sin flecha ni xilófagos que los afecten, y, salvo que huera alguno muy afectado, no se iban a tocar. Hacer un proyecto según el CTE implicaría cumplir una serie de normas que serían de aplicación en una vivienda de uso, pero no en esta. No obstante, en la actualidad, esta cubierta tampoco cumple el CTE, ya que el forjado es de cañizo barro y mortero de cal en la cara inferior, en la parte superior se colocan la tejas.
Pues bien, con la propietaria fui al ayuntamiento para pedir un permiso de obras y poder comenzar. Mi idea era adjuntar en la solicitud una pequeña memoria, presupuesto y estudio básico de seguridad y salud. Un técnico del Ayuntamiento nos dijo que no habría problemas en dar permiso, pero que tal y como era la obra que le explicábamos habría que hacer un proyecto (me quedé perplejo), aunque (lo que voy a decir es textual) “los trámites se podrían acelerar pagando una tasa”.
Me sorprendí bastante. La propietaria le preguntó el precio de esa tasa y el dijo que lo tenía que mirar, pero que no era mucho. Cuando acabó de decirlo le nombré el CTE y la no mención a trabajos de mantenimiento (como era el caso). El técnico, que no sé si conocía esa particularidad, respondió que eso es una interpretación muy libre y que en cualquier obra que se toque estructura hay que presentar un proyecto y volvió a hacer mención a ‘la tasa’ para evitar ese paso. El tío nos estaba pidiendo una mordida en nuestra propia cara.
Salimos de allí y le comenté a Silvia (que así se llama la clienta) mis impresiones. Las interpretaciones de las leyes son muy subjetivas. Puedo demostrar que no haría falta proyecto… pero otro podría demostrar que sí hace falta. Y así estamos… a ver lo que pasa. Si fuera una propiedad mía lo haría con la idea que yo tengo y corriendo con todos los riesgos (aunque insisto que eso es muy subjetivo) pero, en este caso, no soy yo quien tiene que decidir. Una cosa tengo clara: no estoy dispuesto a pagar ninguna ‘tasa’.

sábado, 3 de febrero de 2018

Tasando vivendas



A veces, cuando tengo que hacer una tasación, me siento como Ebenezer Scrooge…