sábado, 29 de octubre de 2016

Amor eterno con tu corazón (I)


La víspera invita a ello. Un relato de terror o de misterio. Esta es la primera parte de ‘Amor eterno con tu corazón’, de la escritora sevillana Eva Borondo.
Conocí a Eva virtualmente hace ya algunos años, gracias al magnífico mundo de los blog. Ella tenía uno (que cerró) en el que ponía magníficos relatos.
Después de algunos años la he conocido personalmente, a ella, a su marido y a su pequeño hijo. Son gente con la que me gustaría compartir más tiempo si las circunstancias lo permitiesen.
Este es uno de los muchos y magníficos relatos que ha escrito. De momento hay que conformarse con joyas como esta… mientras el mundo espera su novela.


En una taberna oscura en la que fermentaba un olor a vino agrio y a comida rancia, llena de personajes nocturnos que buscan alcohol, juego y problemas, estaba sentado Lucio García, al que todos llamaban doctor, terminando una partida de dominó con tres tipos del pueblo, vestidos con ropas cómodas, pero algo sucias debido al trasiego inacabado de una noche agitada.
Uno de ellos era el sepulturero, Marcos Pont, que trataba de ganarse la partida mientras les contaba a todos la triste historia de una damita joven que había enterrado esa mañana. Decía que, incluso muerta, su rostro parecía el de un ángel con cabellos negros y señalaba a un joven en una esquina, de quien afirmó era su prometido.
El novio de la chica muerta bebía en un rincón de la taberna fétida tratando de olvidar el dolor de su alma. La chica había muerto tras caer, mientras paseaban, en un pozo profundísimo, en medio del campo, sin que él hubiera podido hacer nada por ella.
Mientras las fichas se deslizaban en la mesa, Pont seguía contando que en el funeral el prometido, que se llamaba Carlos, gemía de rodillas en la tumba abierta lamentando su pérdida.
Un jugador con barba espesa dijo que lo había visto por la cabaña del brujo Malaquías tratando de que el diablo le comprara su alma para resucitar a su amada.
Se inició una partida nueva y Lucio García, el doctor, colocó un seis doble en el centro de la mesa. Mientras colocaba la ficha con mucha parsimonia, haciéndose notar, les dijo a los hombres con los que compartía juego que él sabía la manera de engañar a la muerte y que la ciencia tenía más poder que las supercherías de magos.
Les pidió, hablándoles en un tono más bajo, que confiaran en él y que esa misma noche se llevaran al novio de la chica a su casa para que pudiera practicarle una ciencia de resucitación mental con la que el recuerdo obsesivo de la mujer cobraría vida en forma física una vez le hubiera inyectado unas gotas de un compuesto químico secreto.
El doctor, hombre que habitualmente llevaba las manos sucias, se las frotaba en ese momento con apasionamiento infantil, degustando la idea de poner en práctica su equipo quirúrgico, que sólo usaba con los perros abandonados en callejuelas y con gatos enfermos.
Los jugadores invitaron a Carlos a beber y, ya casi inconsciente, se lo llevaron a casa de Lucio y lo colocaron en una mesa larga. El doctor los despidió y les dijo que al día siguiente les avisaría de los resultados. Así que esos tres hombres bebidos se fueron con ánimo desconcertado de vuelta a la taberna. El doctor abrió la camisa de Carlos y le dibujo con una tiza de color rojo un círculo en el pecho. Luego le inyectó un líquido que lo durmió en un estado parecido al de la muerte para después cortar, con un artilugio afilado y aparentemente oxidado, la zona señalada. A continuación le extrajo el corazón y lo guardó en un plato con agua, cerró el pecho de Carlos con hilo viejo y se fue al cementerio a enterrar su cadáver junto al de su prometida difunta.
Lucio García volvió a su casa emocionado, con los dientes brillantes y avariciosos. Entró en su estudio y se puso a observar con la luz tibia de una vela los rasgos de ese corazón enamorado que flotaba en agua. Lo colocó en una madera y empezó a picarlo. En crudo lo masticó con apetito mientras sonreía imaginando que había engañado a la muerte.

martes, 25 de octubre de 2016

sábado, 22 de octubre de 2016

Como un barquito



A veces he escuchado que dos personas se llevan bien porque son iguales, en otras que al ser diferentes se complementan y por eso se entienden. Mi duda es que para que dos personas se lleven bien, ¿deben ser iguales o deben ser diferentes? Supongo que habrá razones favorables y contradictorias tanto en un sentido como en otro.
¿Qué es lo que hace que dos personas se lleven bien o mal? ¿Que son iguales… que son diferentes?
No espero encontrar las respuestas, ya que esas, supongo, que llevarían a otras preguntas. Me dejo llevar, ya encontraré la respuesta cuando tenga que hacerlo.

sábado, 15 de octubre de 2016

Podría decir


Con la llegada del otoño siempre me invade un estado melancólico... no sé porqué. Me quedo mirando un punto fijo y sin darme cuenta, alguna vez, es posible que alguna lágrima se deslice por mi mejilla.
Rebuscando en mi ordenador he encontrado cosas que escribí hace muchos años, de esas cosas que sabes que tienes, pero no recuerdas el lugar; de esas cosas que sabes que has escrito, pero no sabías lo que habías escrito.
Ahora, después de muchos otoños, me apetece poner algo de aquello. Esta es una poesía de las muchas que tengo escritas. Todas tienen un motivo, todas tienen dedicatoria. He escogido esta por… porque sí, porque ya ha pasado mucho tiempo y poner otras no tendría demasiado sentido… así y todo. Esto es como el borracho que no puede dejar de beber, aún sabiendo que no puede mantenerse en pie.

“Podría decir que dejé de quererte,
que no siento nada navegando en recuerdos,
que el daño arrancó el cariño del alma,
que el llanto fue tanto que agotó las lágrimas
y que ya no me duele pensarte con otro.
Podría decir que dejé de quererte,
que ya no me oprime tu ausencia,
que olvidé la pasión de tus besos,
el calor de tu piel al contacto de mis dedos,
que mi cuerpo no guarda ninguno de tus abrazos,
ni el olor de la esencia del uno en el otro.
Podría decir que dejé de quererte,
pero…
Podría decir que dejé de sentirte,
pero…
Mi piel sigue cubierta por las huellas de tu piel
y mis labios se sellaron para quedarse en tus besos.
Que sólo fui siendo tuyo,
que no existía en el antes
y que morí en el después.
Podría decir que dejé de quererte,
pero no puedo mentirme.
Porque tanto te amé y te amo…
Iré dejando que el tiempo se suicide en mi presencia
y dejaré que mi vida sólo habite en el pasado,
porque el pasado eras tú,
porque el pasado es contigo”.

martes, 11 de octubre de 2016

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sábado, 8 de octubre de 2016

¿Es pecado votar al PP?



El voto no es obligatorio en el Reino de España, de modo que, en principio, es un acto libre. Votar es un acto muy consciente, una elección entre varias posibilidades meditada con tiempo. Los votantes podemos decir posteriormente ‘me equivoqué’, pero no estaría mal que lo hiciésemos delante de un espejo.
Nuestro voto es un acto consciente y somos responsables de él, a cada diputado y a cada Gobierno lo pusieron ahí personas concretas con su voto secreto. Pero que sea secreto para los demás no quiere decir que no debamos asumir cada uno sus responsabilidades ante nosotros mismos. La política es un esfuerzo por racionalizar la compleja vida social, por ello todos tenemos en cuenta los intereses particulares de cada uno y, también, que la máquina del país funcione. La moral sólo condiciona vagamente nuestras decisiones políticas, pero España como Estado y la sociedad española en conjunto afrontan una crisis moral, por ello es más pertinente que nunca preguntarse si no es inmoral dar el voto a ese partido llamado Partido Popular.
A pesar de que la democracia española sea un sistema del que ha desaparecido en gran parte la libertad de prensa, sometida y controlada por el Gobierno, a estas alturas toda la población sabe que está probado que el PP lleva casi dos décadas financiándose con dinero negro. Toda la población sabe que todos sus dirigentes llevan años cobrando sobres de dinero negro del que desconocen su procedencia, igual podría ser del narcotráfico que del tráfico de armas o de la corrupción inmobiliaria. A estas alturas todos sabemos que mientras muchos pagábamos impuestos y éramos vigilados ellos, en la oposición y luego en el Gobierno, se reían de nosotros. Un partido corrupto con unos dirigentes y gobernantes corruptos. Esto está denunciado y probado y lo sabemos todos.
Y todos los posibles votantes conocen que el presidente del Gobierno divide a los súbditos de este Reino en ‘seres humanos normales’, quienes son como él, y los demás, quienes no somos como él. Y conocen que su punto de vista demencial es lo que está realmente detrás de las políticas de este Gobierno en relación con los ‘seres humanos anormales’: no los recortes, sino el robo de la sanidad pública, de la educación, de los servicios sociales, del derecho a la justicia... De la libertad de expresión. Puede que muchos de esos posibles votantes no lo sepan, pero aprobaron una ‘ley mordaza’ y pretenden censurar gubernativamente la información precisamente para que no lo sepan.
Ese partido nació financiado con dinero del contrabando y siguió alimentándose de dinero negro de procedencia incierta. Y eran franquistas y lo siguen siendo. ¿Es inmoral ser franquista? No sé contestar, conocí a personas que eran franquistas y, sin embargo, se las arreglaban con su moral católica y se comportaban en su vida personal con dignidad ética. La vida es muy rara y variada. Es razonable que, además de los delincuentes que participan en los negocios de corrupción, haya personas de ideología puramente franquista o simplemente derechista que piensen en votar al PP por su ideología, pero en esta ocasión es claramente inmoral.
¿Y no es pecado acaso? Los obispos nacional católicos españoles declararon pecado muchas cosas, pero hoy debieran decir públicamente que quien celebra éxitos económicos a costa de la pobreza de tantas personas, quien maltrata sin compasión a los más débiles para dárselo a buitres ahítos de caviar falta a varios mandamientos y a lo más elemental del mensaje de Cristo, la caridad. Al menos eso fue lo que nos enseñaron en las clases de religión de la EGB. Creo que votar al PP, además de inmoral, también es pecado.
La Justicia no ilegalizó este partido, a pesar del peligro que representa para la democracia una organización así, pero las personas tenemos poder para actuar. La política es antes de nada la conquista del poder y su gestión, pero tiene una dimensión moral en último término. No hay un único partido de derechas y hay otras opciones políticas que aseguran una gestión razonable de la administración, se puede escoger. Y votar no es obligatorio en el Reino de España, es un derecho, el derecho a ser ciudadanos responsables de nuestro voto.
Si un partido es corrupto por su propia historia y naturaleza, si su práctica misma es corromper a la sociedad no es excusa para que nos comportemos como adultos. Si en España hay corrupción no es ‘corrupción de menores’, aquí todos somos adultos y hacemos las cosas con nuestro consentimiento. No creamos en los falsos inocentes. Pensarlo bien... porque quizá os espere, en lugar de un aura sobre la cabeza, una buena caldera en el infierno.

sábado, 1 de octubre de 2016

Greystoke, la leyenda de Tarzán


Hace unos días acabé de ver una de las películas que, para mí, es un canto a la libertad individual del ser humano. Me estoy refiriendo a ‘Greystoke, la leyenda de Tarzán’, protagonizada por Christopher Lambert en 1984. Hacía años que la había visto, pero me apetecía recordarla.
La escena que más me ha impresionado es en la que el protagonista grita ante un mono abatido: “¡C’est mon père! ¡Era mi padre!”. Para mí, esa escena resume claramente lo que es el personaje y su fracaso por tratar de convertirlo en lo que no es: un hombre de la decadente Inglaterra victoriana.
Las personas que le rodean, incluida su prometida, se percatan de que jamás será capaz de adaptarse a su nueva vida ni a las normas que suponen vivir en sociedad; por ello deciden acompañarle a la jungla africana, donde desaparece entre los árboles, volviendo a lo que siempre había conocido.
Se podría decir que John (nombre de Lambert en la película) hace un esfuerzo por intentar adaptarse a un entorno, a unas circunstancias y a unas normas que no son las suyas; pero siempre había algo que le hacía recordar de donde venía y lo que era y es ese sentimiento el que acaba imponiéndose por encima de cualquier otro.