sábado, 28 de diciembre de 2013

Y al final... siempre hay un final


No sé si este será mi último post del año, depende de las ganas que tenga de escribir o de dónde esté el próximo martes. Por si acaso, aprovecho para desear, como todos los años, que volvamos a encontrarnos en este mundo virtual sin que falte nadie, aunque, por desgracia, en este mundo bloguero cada vez quedemos menos. El resto de deseos son los típicos que ya van aparejados a éste y seguro que se repetirán muchas veces en estos días.
Parece que en vísperas a la defunción del año en vigor haya que añadir la coletilla “la última vez de este año que…” para a los pocos segundos decir eso de “año nuevo vida nueva”. En mi caso, aunque suene típico, así es.
Llega un momento en que hay que romper, es necesario alejarse y correr en la dirección opuesta rompiendo los lazos que uno mismo se había creado. Desnudarse de una forma física y moral… sentarse… sentirse… sólo así podemos adquirir la suficiente perspectiva para ver que lo que duele y turba no depende realmente del contexto en el que se encuentre, si no del contexto en el que haya decidido encontrarse.
Recuerdo una serie de los años 80 titulada ‘Autopista hacia el cielo’. En ella, Michael Landon era un ángel que adoptaba la forma humana, ayudaba a la gente y cuando consideraba que ya había hecho su trabajo se iba, desaparecía… ya no tenía ningún sentido. Es fácil imaginar el dolor que producía a aquellos que había ayudado cuando tenía que despedirse, pero creo que nadie se ponía en la piel del ángel y comprendía su dolor por hacerlo.
El prolongar las situaciones mucho más tiempo del debido es algo innecesario, ya que alguien puede salir dañado. Cuando se toma una decisión tiene que ser firme; levantarse y caminar es decisión propia, de nadie más, sólo uno mismo.
En ocasiones me han tachado de hierático. No creo que sea cierto, simplemente soy una persona, creo, que piensa bien las cosas, analiza los pros y los contras y no se lanza a la aventura por el simple hecho de tener un subidón de adrenalina. El vivir aquí y el ahora no debe ir reñido con pensar las cosas y ver las posibles consecuencia de los actos. Es posible que me cueste tomar decisiones, pero cuando lo hago acepto las consecuencias sin rechistar… tiempo he tenido para pensar. Es una dicotomía que te obliga. ¿A quién le hago caso a la cabeza o al corazón? Soy racional y, por tanto, casi siempre acaba imponiéndose lo que tengo sobre mis hombros y el interior de mi pecho izquierdo sufriendo. No sé lo que pasaría si fuera al revés... es algo que nunca sabré. Ahora, la cabeza aplaca al corazón y éste no puede evitar huir y crearse una realidad paralela o, mejor dicho, una realidad que es ficticia. En favor de mi cabeza tengo que decir que si alguna vez el corazón ha impuesto su ley los posibles daños han sido mayores.
Por todo ello, decido comenzar una nueva vida y dejar atrás otras cosas; otras que incluyen a gente que si bien han formado y siguen formando una parte muy importante de mi vida, hoy por hoy, creo que mi presencia en sus vidas puede suponer, precisamente, todo lo contrario de lo que decía antes, es decir, continuar, en cierta forma, atado a algo que impide levantarse y caminar por uno mismo, con todas las consecuencias; quién sabe si algún día, después de mucho tiempo, lo caminos vuelven a converger…
En la partida no se puede mirar atrás. Los recuerdos forman parte del presente.
Al final, quizá sea cierto que hay una autopista, aunque no sea hacia el cielo, pero llega un momento en que se acaba. Llega un momento en que hay que caminar solo. Así es y tiene que ser. Es lo mejor. Si no fuera así, si todo diera igual nada tendría sentido y a mí también me duelen las cosas, siento y padezco. Si ciertas cosas no me importasen creo que viviría sumido en la falsedad. En ocasiones, el acertar las cosas no es sinónimo de algo bueno. Con el tiempo seremos algo más que recuerdos. Os deseo mucha suerte y felicidad, no sólo en este año nuevo, sino para siempre.



Esta última línea es para ti. Así te digo adiós y mi conciencia quedará más tranquila.

martes, 24 de diciembre de 2013

Una noche distinta



Esta es la misma entrada que puse hace un año y, también, la misma de hace dos, tres, cuatro… y cinco. El día es el mismo, por eso creo que sirve. Un año más y los motivos son los mismos, como lo serán al año que viene y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente… Sólo eso, al fin y al cabo, aunque no participe del folclore navideño, sí que creo que es una noche distinta.
Desde hace quince años, el Día de Nochebuena, suelo hacer siempre lo mismo; a las 8 de la tarde subo a la terraza de la casa de mis padres y enciendo una vela. No soy muy amante de la Navidad, pero sí que creo que esa es una noche especial. Tengo la suerte de haberla celebrado siempre en compañía de mi familia, por ello me siento afortunado, por poder estar con la gente que quiero. Pero también surgen otros sentimientos inevitables, como son el acordarme de mis seres queridos que ya no están. Por eso necesito un momento para acordarme de ellos en soledad. Justo es el momento en el que enciendo la vela. Me acuerdo, especialmente, de los familiares que no están y no puedo evitar la melancolía, esa que solamente se puede sentir en privado y es que algunas cosas nunca cambiarán.
En esos momentos, después del primer recuerdo, dedico mi luz a más gente; primero a gente que conozco y que comparten culaquier tipo de relación conmigo y después, muy especialmente, a gente que no conozco pero que existen. Y pienso en todos los que están lejos de casa por motivos de trabajo y esta noche no estarán con sus familiares, en aquellos que tienen que pasar la noche en un hospital, que tienen que dormir en un cajero, en un banco o en cualquier contenedor. En esas madres que desde sus países pensarán en sus hijos, lejos de casa; en aquellos lejos de sus países por cualquier motivo; en los que están de viaje; en aquellos que esta noche cenarán solos en casa porque no tienen familia u otros que sencillamente no podrán cenar; en todos aquellos que acabaron sus días lejos del hogar… como mi admirado poeta y en tantos más que se nos podrían ocurrir y que no por no nombrarlos están ausentes. Por todos ellos también enciendo la vela, para que su luz, al menos esta noche, no les haga sentirse tan solos. Que sepan que alguien, desde la distancia, se acuerda de ellos y sabe que existen. Nunca se sabe, quizá, al año que viene, tal noche como esta, yo pueda estar en alguna de esas situaciones.
Este año, como los anteriores, también les dedico esta canción. Un canto a la paz y a la libertad nunca igualado, igual que os la dedico a todos los que pasáis por aquí.

Que paséis una buena noche.



sábado, 21 de diciembre de 2013

El PP sí que cumple



Ahora nadie podrá decir que el Partido Popular no cumple con lo prometido. A fe que es cierto, con la Ley del Aborto que ha aprobado el Gobierno de Mariano Rajoy se materializa, aunque sea difícil de creer, una de las promesas electorales del PP.
Sólo se podrá interrumpir el embarazo en dos supuestos: violación, hasta las 12 semanas, y grave peligro para la salud física o psíquica de la madre, hasta las 22 semanas y siempre y cuando lo acrediten dos especialistas ajenos a la clínica en la que se practique el aborto. Por lo tanto, no se permitirá, como ocurre ahora, en caso grave de malformación del feto, a excepción de que esa malformación sea incompatible con la vida y, al mismo tiempo, un grave riesgo para la salud psíquica de la madre (sí, un poco retorcido).
El derecho a abortar se puede considerar como una de las grandes conquistas de las mujeres, si las tratamos a estas como colectivo. Es decir, el papel de la mujer, en tiempos pasados, siempre ha estado subyugado a decisiones masculinas y esta opción de interrumpir el embarazo ha sido un gran avance en la ruptura de sus cadenas. Repito, hablo de derecho, no de obligación. Que exista una Ley del Aborto no obliga a las mujeres; simplemente les da la opción de decidir. Con esta nueva ley, bajo mi punto de vista totalmente misógina, que ha aprobado el PP, eso no ocurre.
Personalmente creo que hay muchas razones para que una mujer decida abortar y tras todas esas razones lo que hay latente es una planificación de su futuro. Podremos estar de acuerdo o no con esas razones, pero son suyas y, por tanto, su decisión.
La posición política y moral de la derecha es bastante caprichosa. Su mensaje ‘pro-vida’ es contradictorio con su práctica ‘pro-muerte’ en un país donde casi una cuarta parte (el 21’6 % de la población) se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. Por ejemplo, un Gobierno que aprueba el ‘medicamentazo’, ¿qué defensa hace de la vida? Ninguna, simplemente elige quien tiene más posibilidades de vivir y quien no, en este caso aquellos que puedan pagarlo.
Pero lo más contradictorio de todo es que obliguen a las mujeres a tener descendencia en caso de malformaciones físicas o psíquicas y, al mismo tiempo, estén recortando en Sanidad y, lo que es más execrable, retirando las ayudas de la Ley de la Dependencia al mismo tiempo que obligan a parir futuros dependientes.
El aborto es un derecho y eso es, precisamente, lo que la Iglesia tradicional y esta derecha retrógrada no han podido soportar.
Sin duda alguna es un paso atrás. Las mujeres que tengan recursos económicos podrán abortar con total libertad en el extranjero, tal y como ocurría en los tiempos del franquismo. Las mujeres que no puedan costeárselo se tendrán que ver obligadas a interrumpir su embarazo en la clandestinidad, con todos los riesgos que ello pueda suponer.
Así pues, el Gobierno adquiere el derecho de obligar a dar a luz a todas aquellas mujeres que no cumplan los supuestos autorizados, aunque no compartan esa opinión.
Acabo igual que empiezo. La derecha está cumpliendo con su ideario político. Empezaron con la Ley de Seguridad Ciudadana, que cercena la libertad de expresión e información. Ahora le ha tocado a la Ley del Aborto, que prácticamente elimina el derecho de la mujer a decidir. ¿Qué vendrá luego? ¿La persecución de la homosexualidad? Aquí que vayan con cuidado, porque incluso ‘sus propios armarios están llenos’. Para adivinar el siguiente paso habrá que hacer retrospectiva histórica de lo que ha sido tradicionalmente la derecha en este país.
Espero que no se cumpla el poema de Niemöller y cuando vengan a por mí… no sea tarde.

martes, 17 de diciembre de 2013

Cosas de la democracia



Me repugna una palabra, la palabra ‘democracia’ cuando es nombrada por los políticos. No hace falta decirlo en un tono más alto ni más alterado. Una palabra ultrajada y continuamente prostituida, todo ello para hacernos creer que sus actos están justificados por el bien común.
La democracia, tal y como su nombre indica, significa ‘poder del pueblo’ y es aquí, precisamente, donde se desvirtúa y se malinterpreta. Podríamos decir que ya nace errada desde el momento en que se pretende aplicar. Cuando se dice “poder del pueblo”, ¿a qué pueblo nos referimos? Evidentemente a cualquier persona física que forme parte de ese conjunto. Ahora bien, ¿es eso lo deseable? ¿Es provechoso y beneficioso que cualquiera pueda optar al poder?
Si dicen que los gobernantes son el reflejo del pueblo es que hay algo que va mal, muy mal en esta sociedad. En nuestra sociedad, nuestros políticos son mediocres y en muchas ocasiones faltos de un currículum académico y profesional que les capacite para el cargo que ejercen. Pero… esa es la democracia que tenemos. Quizá a nivel local se ve mucho más claro que a nivel provincial. En muchas ocasiones, tenemos en nuestros pueblos y ciudades alcaldes y concejales que no saben escribir, no saben hablar, no han pasado de la EGB o del BUP… pero que ocupan un cargo público con responsabilidad por el simple hecho de haber tenido la magnífica idea de un día afiliarse a un partido político y hacer la pelota al cabeza de lista para que lo incluya en las próximas elecciones. Duro o no esa es la realidad política que tenemos.
Primero fue Platón y luego Ortega y Gasset quienes plantearon un ‘Gobierno de aristócratas’, pero no aristócratas con el concepto que podamos tener, ellos abogaban por un gobierno de ‘aristoi’, es decir, los mejores. Los mejores en cada cargo que fueran elegidos para las tareas de gobierno. Estar gobernados por gente preparada y capaz que sepa tomar decisiones… y eso, también es democracia. Por ello, habría que regular los mecanismos de control democrático y las vías de participación ciudadana en los entresijos del poder, o sea, un gobierno de tecnócratas (gente especialista en materias que van a legislar) que nos e perpetúe en el poder y que democráticamente podamos elegir a otros.

Una vez, al plantearle esto a una persona me preguntó – entonces, si yo no tengo estudios, ¿no podría dedicarme a la política?
Mi respuesta fue rotunda – no.
Y volvió a insistirme – ¿Y qué tipo de democracia es esa? ¿Qué tipo de sistema es ese que no deja que cualquiera pueda acceder a gobernar?
Yo le contesté – Imaginemos que yo no he terminado la EGB porque no me ha gustado estudiar, pero me afilio a un partido político y después de unas elecciones en las que mi partido gana me asignan el cargo de director de hospital. Ahora imaginemos que he terminado la carrera de Medicina, me he afiliado a un partido político y después de unas elecciones en las que mi partido gana me asignan el cargo de director de hospital. ¿Cuál de los dos casos preferirías?
El segundo, evidentemente – me contestó sin dudar –
¿Por qué – le pregunté – si ambos han sido elegidos democráticamente?
Sí, pero no es lo mismo. El segundo está más preparado – me respondió.
Veo, que lo has entendido, creo que no hacen falta más explicaciones – concluí.

Lo que quiero decir es que no todo vale en democracia y no cualquiera vale en democracia para gobernar. Mientras estemos gobernados por iletrados con un expediente académico que avergonzaría a cualquiera no podremos hacer nada. En mi pueblo hay varios concejales de esos; verdaderos indigentes culturales que los oyes hablar y te avergüenzas de ellos… pero es lo que tiene esta democracia; cualquier inútil (es decir, no útil para un cargo) puede ocuparlo; a cualquiera le llaman hoy en día ‘don’. Mientras algunos nos lo hemos tenido que ganar por el esfuerzo de los años y tenemos una certificación que lo acredita otros se lo han ganado por pagar una cuota a un partido. Cosas de la democracia.

martes, 10 de diciembre de 2013

Regalitos



Estamos en diciembre y se acerca la Navidad, mes de regalos por tradición; probablemente todo un problemón.
Creo que muchas veces los regalos se hacen bajo una cierta presión de tener la obligación de regalar algo. Ejemplo: es el cumpleaños de alguien y hay que regalarle algo, pero el qué. Se acerca Navidad o Día de Reyes y también, ¿qué se puede regalar?
Lo bueno que tienen los regalos es que quien los recibe siempre es correcto, es decir, esboza una sonrisa, dice que le gusta y luego da las gracias. No falla, eso ya viene de fábrica. Por lo tanto, el que regala siempre quedará bien, al menos aparentemente. Porque, seamos sinceros, a todos nos gusta que nos regalen algo más que la intención, ya que no es solamente lo que cuenta.
Así, a bote pronto, se me ocurre el regalo más absurdo que me ha hecho. Fue hace años y era un despertador con forma de gallo. La primera impresión fue que era original, la alarma era un ‘kikiriki’ que sería capaz de despertar a mis vecinos del tercero (y yo vivía en el primero). Pero el puñetero gallo tenía un problema y es que hacía un ruido impresionante al pasar el segundero y yo necesito silencio absoluto cuando voy a dormir. Lo tuve encendido dos noches, ya que a la tercera le quité las pilas y lo guardé en su cajita (que tenía forma de gallinero). Cuando la persona que me lo regaló venía a mi casa yo buscaba una excusa para ir a la habitación sacar el gallo, ponerle las pilas y dejarlo en la mesilla de noche. Sí, un regalo absurdo, aquí era todo intención. Al final el puñetero gallo murió (no de afonía), me cayó al suelo y la cresta fue por un lado, el pico por otro y las patas más allá. Menos mal...
Yo, para recibir regalos soy muy simple, me sirve cualquier versión del libro de don Quijote (comparado con el gallo hay un abismo); cualquier otro libro me sirve, pero con el Quijote es como comprar el número de lotería sabiendo que te va a tocar. Para regalar yo a alguien… pues no sé; creo que si un regalo se hace fuera de fechas siempre es más efectivo que si se hace porque se tenga que hacer. Además, eso de regalar porque te hayan regalado suele ser un desastre.
Así pues, este es mi regalo para todos los que pasáis por aquí habitualmente. Lo que hay dentro solamente vosotros y yo lo sabemos y si no os gusta… siempre quedará la intención.