Comencé mi aventura con el blog por casualidad. Siempre me había seducido la idea de tener un lugar donde poder dejar constancia de lo que pienso, de lo que siento o de lo que me pasa así que cuando hace más de cuatro años (enero de 2.oo8) tuve la oportunidad de tener mi propio espacio no lo dudé y me lancé a ello. Lo más difícil, supongo que como para mucha gente, fue buscar un nombre. No quería enfocarlo a una temática en concreto porque creía que sería acotarme a mí mismo los temas sobre los que tratar; además, no siempre me iba a apetecer escribir de lo mismo, así que decidí ponerle “Pensamientos y más cosas”, porque puedo contar de todo, abarca mucha más libertad para escribir.
Salvada la primera duda, la siguiente era como lo subtitulaba. Pero esta resultó mucho más sencilla, ya que si el título era tan genérico siempre habría cosas sobre las que escribir, las que fuesen. Por ello le puse “Siempre hay algo que contar”, porque así lo creo. Aunque tengamos pereza de darle a la tecla, siempre tendremos algo que contar, por insignificante que parezca.
Después vino lo de aprender cómo funciona un blog: subir fotos, cambiar colores, añadir vídeos y un largo conjunto de cosas que aquellos que tenéis un blog conocéis.
El mío ha sufrido varias transformaciones. Desde la primera plantilla hasta la actual he ido modificando cosas y no tiene nada que ver con lo que era. Lo único que queda de aquella primera vez son los vídeos que tengo de homenaje a D. Antonio Machado y a Soria; esos forman parte del blog desde su nacimiento y siempre estarán.
Aunque pueda parecer pedante me gusta mi blog. No es porque sea maravilloso, ni sea mejor que cualquier otro, no, no es eso; simplemente porque es una creación mía en la que he pasado muchos momentos buscando y pensando cómo mejorarlo (salvando las distancias, como el pintor que se pasa mucho tiempo delante de un cuadro o el escultor que modela la piedra), además de permitirme, como he dicho anteriormente, poder plasmar lo que pienso y siento.
Una cosa que también alegra es el primer comentario, la primera persona a la que sigues y te sigue, el primer premio que te conceden… en fin, cosas por las que todo bloguero pasa. En ese momento piensas que algo estás haciendo bien y te animas a continuar.
En mi caso, la primera persona que me comentó, seguí, me siguió y me dio el primer premio fue Luis Lópec, del blog Escritos en la cresta de una ola. Ya expliqué en esta entrada como lo conocí. Después, a través de él, descubrí OnlyMary, un blog que también merece la pena; este fue mi segundo. A partir de aquí ya vinieron otros… pero por razones sentimentales a los primeros se les tiene un cariño especial; supongo que es lógico.
He querido recordar esto porque parece ser que últimamente el mundo bloguero esté desapareciendo. En mi caso tengo varios blogs a los que sigo que han sido cerrados pero me resisto a eliminarlos… quizá porque un día los disfruté.
Es posible que cada vez seamos menos los que resistamos y los que tengamos ganas de dejar constancia de las cosas. Los motivos pueden ser varios. Primero la falta de ganas y de motivación. Escribir esta parrafada que estoy escribiendo no es sencillo y me quita tiempo pero me gusta, es condición sine qua non, ya que de lo contrario sería una obligación absurda. Segundo pienso que otras redes sociales, por ejemplo facebook, han hecho que ya la gente prefiera poner “K guay me lo he pasao en la playa”, antes que escribir algo decente. No sé, personalmente prefiero el blog, aunque tenga facebook nunca se me ocurriría darle el mismo tratamiento que aquí. Aparte que la gente que se pueda conocer a través de aquella red… en fin, como dice alguien, “detrás de una pantalla tu puedes ser Superman” (algunos casos de ese tipo conozco...). Evidentemente la gente del blog me parece mucho más sana, centrada y fiable por muchos motivos que no vienen al caso y que si algún día decido escribir algo sobre facebook ya diré lo que me parece.
He querido hacer esta reflexión escrita porque, en mi caso, no escribo tan asiduamente como antes. En unas ocasiones la falta de tiempo, en otras la falta de motivación y, en otras, que no estaba centrado han hecho que deje un poco de lado mi espacio cibernético. Tampoco me gusta escribir por escribir pero sí que he bajado la intensidad con lo que lo hacía. Así pues, en 2.008 hice 73 entradas, en 2.009 87, en 2.010 65, en 2.011 31 y este año llevo 8. Aunque he ido decreciendo, a pesar de todo me gusta y es algo que no pienso dejar. Quizá llegue el momento en que ponga una o dos entradas al año, pero tengo claro que no cerraré el blog nunca, porque como dice el subtítulo “Siempre hay algo que contar”.
Todo esto va enlazado y tiene que ver con la entrada de “Escritos en la cresta de una ola” titulada “Batiendo Records”, en la que Luis ha sopesado la idea de cerrar su blog. Sinceramente pienso que sería una pena porque es un bloguero de los que ya no quedan y que, por supuesto, esta entrada no suponga ningún tipo de obligación ni de presión. Que la gente entre o no entre, comente o no lo haga (bajo mi punto de vista) es algo que forma parte de este mundo. Yo suelo entrar cada vez que puedo a los blogs actualizados aunque no los comente. Me gusta conocer las inquietudes de la gente que son capaces de plasmarlo con tanta dedicación; poner, “esta noche me voi de fiesta con mis colegas” y luego colgar las fotos, es algo que todos sabemos hacer; algunos solamente saben hacer eso. Pero escribir una entrada digna para que la gente la lea ¡ay amigo! Eso es más difícil.
De la misma forma, que cerrar un blog es una decisión que hay que pensarse mucho: primero, porque, insisto, siempre hay algo que contar aunque sea una vez al año y, segundo, porque como he explicado al principio, es como algo que has ‘parido’, le has dado forma y lo has cuidando hasta ser lo que es; si alguien mantiene tantos años un blog no es por casualidad.
En fin, esta era mi reflexión. Yo seguiré aquí, como dice el himno “Sereno y alegre, valiente y osado”, en el mundo bloguero. Supongo que poco a poco, los que tenemos blog, nos estamos convirtiendo en una especie en peligro de extinción pero de nosotros depende el desaparecer o el seguir.
Dedicado a Luis Lópec, un bloguero de los que ya no quedan.