sábado, 21 de abril de 2012

Los blogueros, ¿una especie a extinguir?


Comencé mi aventura con el blog por casualidad. Siempre me había seducido la idea de tener un lugar donde poder dejar constancia de lo que pienso, de lo que siento o de lo que me pasa así que cuando hace más de cuatro años (enero de 2.oo8) tuve la oportunidad de tener mi propio espacio no lo dudé y me lancé a ello. Lo más difícil, supongo que como para mucha gente, fue buscar un nombre. No quería enfocarlo a una temática en concreto porque creía que sería acotarme a mí mismo los temas sobre los que tratar; además, no siempre me iba a apetecer escribir de lo mismo, así que decidí ponerle “Pensamientos y más cosas”, porque puedo contar de todo, abarca mucha más libertad para escribir.
Salvada la primera duda, la siguiente era como lo subtitulaba. Pero esta resultó mucho más sencilla, ya que si el título era tan genérico siempre habría cosas sobre las que escribir, las que fuesen. Por ello le puse “Siempre hay algo que contar”, porque así lo creo. Aunque tengamos pereza de darle a la tecla, siempre tendremos algo que contar, por insignificante que parezca.
Después vino lo de aprender cómo funciona un blog: subir fotos, cambiar colores, añadir vídeos y un largo conjunto de cosas que aquellos que tenéis un blog conocéis.
El mío ha sufrido varias transformaciones. Desde la primera plantilla hasta la actual he ido modificando cosas y no tiene nada que ver con lo que era. Lo único que queda de aquella primera vez son los vídeos que tengo de homenaje a D. Antonio Machado y a Soria; esos forman parte del blog desde su nacimiento y siempre estarán.
Aunque pueda parecer pedante me gusta mi blog. No es porque sea maravilloso, ni sea mejor que cualquier otro, no, no es eso; simplemente porque es una creación mía en la que he pasado muchos momentos buscando y pensando cómo mejorarlo (salvando las distancias, como el pintor que se pasa mucho tiempo delante de un cuadro o el escultor que modela la piedra), además de permitirme, como he dicho anteriormente, poder plasmar lo que pienso y siento.
Una cosa que también alegra es el primer comentario, la primera persona a la que sigues y te sigue, el primer premio que te conceden… en fin, cosas por las que todo bloguero pasa. En ese momento piensas que algo estás haciendo bien y te animas a continuar.
En mi caso, la primera persona que me comentó, seguí, me siguió y me dio el primer premio fue Luis Lópec, del blog Escritos en la cresta de una ola. Ya expliqué en esta entrada como lo conocí. Después, a través de él, descubrí OnlyMary, un blog que también merece la pena; este fue mi segundo. A partir de aquí ya vinieron otros… pero por razones sentimentales a los primeros se les tiene un cariño especial; supongo que es lógico.
He querido recordar esto porque parece ser que últimamente el mundo bloguero esté desapareciendo. En mi caso tengo varios blogs a los que sigo que han sido cerrados pero me resisto a eliminarlos… quizá porque un día los disfruté.
Es posible que cada vez seamos menos los que resistamos y los que tengamos ganas de dejar constancia de las cosas. Los motivos pueden ser varios. Primero la falta de ganas y de motivación. Escribir esta parrafada que estoy escribiendo no es sencillo y me quita tiempo pero me gusta, es condición sine qua non, ya que de lo contrario sería una obligación absurda. Segundo pienso que otras redes sociales, por ejemplo facebook, han hecho que ya la gente prefiera poner “K guay me lo he pasao en la playa”, antes que escribir algo decente. No sé, personalmente prefiero el blog, aunque tenga facebook nunca se me ocurriría darle el mismo tratamiento que aquí. Aparte que la gente que se pueda conocer a través de aquella red… en fin, como dice alguien, “detrás de una pantalla tu puedes ser Superman” (algunos casos de ese tipo conozco...). Evidentemente la gente del blog me parece mucho más sana, centrada y fiable por muchos motivos que no vienen al caso y que si algún día decido escribir algo sobre facebook ya diré lo que me parece.
He querido hacer esta reflexión escrita porque, en mi caso, no escribo tan asiduamente como antes. En unas ocasiones la falta de tiempo, en otras la falta de motivación y, en otras, que no estaba centrado han hecho que deje un poco de lado mi espacio cibernético. Tampoco me gusta escribir por escribir pero sí que he bajado la intensidad con lo que lo hacía. Así pues, en 2.008 hice 73 entradas, en 2.009 87, en 2.010 65, en 2.011 31 y este año llevo 8. Aunque he ido decreciendo, a pesar de todo me gusta y es algo que no pienso dejar. Quizá llegue el momento en que ponga una o dos entradas al año, pero tengo claro que no cerraré el blog nunca, porque como dice el subtítulo “Siempre hay algo que contar”.
Todo esto va enlazado y tiene que ver con la entrada de “Escritos en la cresta de una ola” titulada “Batiendo Records”, en la que Luis ha sopesado la idea de cerrar su blog. Sinceramente pienso que sería una pena porque es un bloguero de los que ya no quedan y que, por supuesto, esta entrada no suponga ningún tipo de obligación ni de presión. Que la gente entre o no entre, comente o no lo haga (bajo mi punto de vista) es algo que forma parte de este mundo. Yo suelo entrar cada vez que puedo a los blogs actualizados aunque no los comente. Me gusta conocer las inquietudes de la gente que son capaces de plasmarlo con tanta dedicación; poner, “esta noche me voi de fiesta con mis colegas” y luego colgar las fotos, es algo que todos sabemos hacer; algunos solamente saben hacer eso. Pero escribir una entrada digna para que la gente la lea ¡ay amigo! Eso es más difícil.
De la misma forma, que cerrar un blog es una decisión que hay que pensarse mucho: primero, porque, insisto, siempre hay algo que contar aunque sea una vez al año y, segundo, porque como he explicado al principio, es como algo que has ‘parido’, le has dado forma y lo has cuidando hasta ser lo que es; si alguien mantiene tantos años un blog no es por casualidad.
En fin, esta era mi reflexión. Yo seguiré aquí, como dice el himno “Sereno y alegre, valiente y osado”, en el mundo bloguero. Supongo que poco a poco, los que tenemos blog, nos estamos convirtiendo en una especie en peligro de extinción pero de nosotros depende el desaparecer o el seguir.

Dedicado a Luis Lópec, un bloguero de los que ya no quedan

martes, 17 de abril de 2012

Burgos


Hace unos días estuve en Burgos. Una ciudad en la que nunca había estado salvo una vez que pasé con el coche, hace algunos años, cuando me dirigía a León. Durante los tres días y medio que duró mi estancia en la capital castellana la sensación fue contradictoria.
En mi imaginario tenía la idea de que Burgos sería otra cosa; una ciudad con más arraigo a su pasado; su historia y su propia etimología invitaban a ello. La típica ciudad medieval en la que se respira un ambiente pretérito mezclado con un presente que avanza paso a paso hacia el futuro, sin olvidar de donde viene. Cuando uno va por primera vez a una ciudad no sabe lo que se puede encontrar pero sí que tiene ciertas sospechas de lo que espera encontrarse. En esta ocasión no ha sido así.
Me da la impresión que esta ciudad vive de espaldas a su pasado, que ha avanzando en el tiempo sin tener en cuenta lo que ha sido y con esto no quiero decir que todo lo añejo se tenga que conservar; hay edificios que no merecen la pena, pero sí un cierto simbolismo presente de lo que en su día fue, hay formas y formas de conservar las cosas y conjugarlas con los tiempos actuales. Se puede entrelazar perfectamente la historia y la arquitectura pasada y presente de un lugar sin que esto tenga que suponer que se solape una época con otra.
En el aspecto urbanístico, únicamente es posible hacerse una idea de lo que fue por las calles aledañas a la catedral. Calles estrechas y con requiebros donde uno puede imaginar lo que pudo ser en otros tiempos, es decir, la típica ciudad de la Edad Media. Salvo esa excepción no hay forma de suponer nada. Burgos tiene un urbanismo actual que nada puede hacer suponer lo que allí ocurrió.
En la actualidad, si le borramos el nombre, podría pasar como una ciudad moderna que no tiene nada que contarnos de los orígenes que se le suponen.
Abundan los grandes edificios, como en cualquier otra capital importante, con avenidas anchas y parques. El río, el Arlanzón, es un elemento más de la vida de las gentes que allí viven; un elemento que no molesta y que no ha sido impedimento para el desarrollo de ésta. Se ha creado una unión perfecta que invita a recorrerlo dando un paseo sin que entre el aburrimiento.
El elemento más representativo de la ciudad es su catedral. Una maravilla gótica sobre la que se pueden escribir libros enteros y que no entraré en detalles por no ser este el motivo de esta entrada. Por lo descrito anteriormente me da la impresión que es un elemento añadido que distorsiona bastante la realidad; es como un islote en medio de la vorágine; no tiene nada que ver con la idiosincrasia de la actual Burgos. Incluso su entorno parece distinto, como si alguien la hubiera colocado allí sin saber por qué. No es el lugar que cabría esperar de semejante obra arquitectónica y con esto no estoy juzgando este edificio, simplemente su ubicación desde un punto de vista arquitectónico. Está porque está y punto, no porque queramos que esté. Me pareció significativo que en la misma plaza hay una oficina de turismo muy actual pero ubicada en un lugar bastante escondido, incluso para un lugareño sería difícil encontrarla. Algo que se supone que es para dar información y mostrar las maravillas de las que disfrutar debería tener un sitio más visible. Esto sí que me llamó la atención.



Vista nocturna de una parte de la catedral

Yo, que esperaba saciarme de románico y, en menor medida, de gótico me fui de allí con esa carencia. Y no es porque no lo haya, simplemente, como he dicho antes, parece que no se le dé importancia y que sean aspectos que no se han cuidado. Por ejemplo, paralelo al río hay un paseo, el Paseo de la Isla, donde hay una antigua puerta románica colocada allí, en medio del paseo, sin ningún sentido, como si hiciera falta rellenar ese hueco con cualquier cosa y era lo primero que se les ocurrió; no entiendo lo que pretendían con esas piezas montadas de una forma tan artificial como poco realista.



Puerta románica en el Paseo de la Isla

Otro aspecto que me llamó la atención es la poca utilización que se hace de la figura del que posiblemente es el personaje más representativo del lugar: el Cid.



Estatua del Cid

Podemos encontrar en una rotonda la famosa estatua del castellano caballero a lomos de Babieca con su espada, Tizona, en la mano. Creo que el Cid debería tener una mayor presencia en los ámbitos de la ciudad. Haciendo un paralelismo de Burgos con otra capital castellana que conozco bien, Soria, llego a la conclusión que son diametralmente opuestas. En la segunda, la figura de D. Antonio Machado se respira; es fácil imaginarse al poeta caminando por sus calles y mezclándose entre la vorágine de las gentes. En el aspecto arquitectónico, el románico está presente en claros ejemplos como en la iglesia de San Juan de Rabanera o Santo Domingo; caminando por el Paseo del Espolón se ve la perfecta unión del pasado y del futuro, incluso no es difícil imaginar la visión que tuvo el poeta cuando “La campana de la Audiencia da la una”. Todos estos y más son edificios que se han integrado perfectamente en la actualidad en la fisonomía de la ciudad. Todo lo contrario que ha ocurrido en Burgos.
Estoy seguro que alguien que conozca la ciudad o que habite en ella dirá que tengo una percepción equivocada que no se ajusta a la realidad. Es posible. Yo, simplemente, he pretendido transmitir sensaciones entre lo que me esperaba y lo que me encontré, desde un punto de vista histórico y arquitectónico; no se trata de una descripción real del lugar; decir como es una ciudad es fácil para cualquiera, incluso decir si es fea o bonita; se trata, insisto, de sensaciones. Aún así, sospecho que todavía me quedan cosas por descubrir. Si tengo la suerte de volver por allí, tiempo tendré de hacer un análisis más exhaustivo y, quién sabe, si de cambiar el concepto que tengo actualmente.

sábado, 14 de abril de 2012

¿Un guiño del destino?


Siempre he dicho que no sé lo que será de mi vida, dónde podré estar mañana o pasado; solamente hay algo que sí que me gustaría que ocurriese, una ilusión un deseo: dentro de muchos años, cuando sea anciano, estar en un mirador de Soria, sentado en una mecedora al lado de una viejecita que también se balancea, ambos cogidos de la mano y viendo nevar a través de la ventana.
¿Por qué Soria? Tengo un cariño especial por esa ciudad; dejémoslo ahí.
Supongo que todos tenemos ilusiones de cómo nos gustaría que fuera nuestra vejez, o raro que, por lo menos, no lo hayamos pensado alguna vez.
Pienso que es algo así como un paréntesis en la vida que te transporta al instante anteriormente descrito, al menos en mi caso.
Esta foto de hoy me hace pensar mucho en ese momento, en ese futuro. Descubrí estas figuras hace unos días en una plaza de Burgos, ciudad que no conocía, y de la que en alguna ocasión hablaré, en la que vive una amiga a la que fui a visitar.
Fue un impacto muy grande el encontrarme con esta bella estampa y al instante imaginé todo lo que he descrito al principio; todo pasó por delante de mí como un ‘dejavú’ futuro. Yo soy el que sostiene el bastón y mi mujer es quien está a mi lado tejiendo, parece ser, una bufanda. ¿Qué más puedo pedir para el final de mis días?
Hoy vivo en ese paréntesis. La futura ancianita también.
En alguna ocasión le he puesto cara, hoy no la tiene. Supongo que forma parte del destino, casualidad, causalidad, premonición, día a día… o como quieran llamarlo que descubriese esas figuras. ¿Una señal? Mmmm no sé… causa efecto o Segunda Ley de Newton, como quieran llamarlo. Sin saber por qué me han hecho ilusionarme, pensar, sonreír. Llegará, llegaremos; nos encontraremos en ese futuro los dos.

¿Me das la mano?... Gracias por haberme hecho tan feliz… Mira, ya empieza a nevar… Te amo”.