martes, 25 de febrero de 2014

Con eterno respeto y admiración para Antonio Machado, poeta



He pretendido rendirle un homenaje al poeta durante todo el mes en este 75 aniversario de su muerte.
Quienes me conocen saben lo importante que es Antonio Machado para mí y lo que supone su figura, su vida, su obra, todo él.
Hace ya tres cuartos de siglo que su mano dejó de escribir, sin embargo su literatura jamás morirá. Eso es lo importante. Volveré a escribir de él cuando realmente merezca la pena… se merece un respeto.
No quiero hacer muy extensiva esta entrada de despedida en el mes que en mi blog a don Antonio Machado; quiero que sea sencilla y sincera, así era el poeta.
Hoy, por cierto, 25 de febrero, falleció su madre, enterrada con él. Sirva también esta entrada de recuerdo para Ana Ruíz, madre del poeta.
Una última anécdota. Cuando falleció, varios intelectuales franceses quisieron enterrarlo en París, pero su hermano José, que lo acompañó al destierro y estuvo con él en la hora de su muerte, consideró que el poeta no hubiera aceptado tanta pompa ni la grandilocuencia de discursos previsibles. A Antonio Machado lo enterraron los suyos orgullosamente cubierto por una hermosa bandera tricolor que muy pronto no sería la de ningún país. No hace falta más. Con eterna admiración y respeto para don Antonio Machado, poeta.

sábado, 22 de febrero de 2014

Silencio, ha muerto don Antonio Machado


Hoy es el día. 75 años hace que las letras españolas quedaron mutiladas. Cualquier cosa que diga hoy no será suficiente. Al poeta hay que sentirlo y emocionarse…
Con todo mi respeto y admiración para don Antonio Machado, poeta.


martes, 18 de febrero de 2014

sábado, 15 de febrero de 2014

sábado, 8 de febrero de 2014

Entrevista a Ian Gibson, autor de “Ligero de equipaje”



He copiado una entrevista a Ian Gibson que salió publicada en el diario El Mundo el 9 abril de 2006. Creo que es justo que el que es, para mi gusto, el biógrafo más completo del poeta también tenga su pequeño reconocimiento.

El hispanista que nos devolvió a Lorca ha vuelto su mirada hacia el poeta que murió por la República. Ian Gibson (Dublín, 1939) ha tardado siete años en volcar en un libro su pasión y saber machadianos y su visión lúcida de este país trágico y cainita. “La vida de Antonio Machado. Ligero de equipaje” desentraña a un hombre marcado por la soledad.
Un café de tiempo detenido, intacto el tiempo, Café Barbieri, plaza de Lavapiés, Madrid: una babel de gritos, bazares y alfabetos. Ian Gibson desgrana con emoción el trastierro del poeta, la dignidad de un hombre frente a todo lo adverso, ‘La vida de Antonio Machado. Ligero de equipaje’. La emoción agolpa sus palabras, enrojece sus párpados de irlandés rubio; y él, lo señala: “He llorado mucho escribiendo esta biografía”. De pronto aparece su hijo, Domingo, en medio del café, como proyectado desde la calle hasta este último o íntimo rincón de terciopelo envejecido: “Acaba de llegar [el primer ejemplar], en casa hay otro más”, dice. Le alarga con sus manos la criatura tan preciosamente engendrada: siete años de trabajo, 759 páginas. Entonces pide permiso el escritor y se rinde al llanto, que tapona sus oídos; lo toca, lo gira, lo palpa, el libro. Llora, “oye, es hermoso”.

¿Por qué ahora Machado?
Soy biógrafo. Llevo 40 años leyendo a Machado, hablando con mis alumnos y estudiándolo: siempre había soñado con ello. Era el personaje obvio, por mi fascinación hacia la Segunda República, y porque sólo existe una biografía de él, para especialistas; la mía está escrita para un lector medio inteligente, con cierta intención útil, didáctica.

¿Acaso se ha maltratado su memoria?
No especialmente, pero este libro no estaba hecho y hay que ayudar a recuperar la memoria después de la diáspora y la tragedia, la guerra y la muerte y 40 años de dictadura; es que este país es trágico.

¿Sopesó la oportunidad de la fecha de publicación?
Qué va, a mí mismo me ha sorprendido la casualidad, que el libro esté listo justo antes del 75 aniversario de la República. Es algo que ha sucedido sin hacer el menor cálculo.

Ha entregado su vida a los poetas y, ¿acaso nunca le han entrado ganas de escribir su propia poesía?
No, no tengo ningún poema publicado.

Pero sí escrito.
Sí, sí, tengo versos y cuadernos. Tal vez más adelante publique, quién sabe.

¿Recogió algún testimonio vivo, en persona, sobre Antonio Machado?
Sí, conozco a dos sobrinas suyas que están aquí en Madrid, que tienen unos 80 años. Y, aparte de ellas, sólo queda una persona que haya conocido personalmente a Machado, que es el poeta Pepín Bello.

De su infancia, de don Antonio, todos sabemos que “son recuerdos de un patio de Sevilla”, ¿se refiere al patio del palacio de las Dueñas, de los duques de Alba, o es sólo una suposición?
Es el patio de las Dueñas, sin duda. Y esos años tienen una enorme importancia. Hay una nostalgia ya en el niño Machado relacionada con la magia de aquel palacio y sus jardines, sus fuentes, galerías y azoteas, sus secretas veredas de alberos, sus limoneros y naranjos: un paraíso rodeado de una tapia altísima, como el huerto cerrado del Cantar de los Cantares. Y el amor perdido.

¿Quién era esa primera amante secreta o platónica a quien el poeta llama ‘espíritu de ayer’: una invención, la madre tal vez?
Puede haber algo de la madre, celos y envidia hacia el primogénito, Manuel, sólo once meses mayor, pero mi hipótesis es que se trata de una de las criadas, que se marcha (según los padrones). Los poetas no eligen sus temáticas, sus obsesiones y la de Machado fue la pérdida de la compañera o el amor que no puede ser. Él habla de una fiesta, un baile, adonde le lleva en brazos el hada más joven. Yo creo que un niño de 4 años es perfectamente capaz de enamorarse y sentir la pérdida: al menos yo así lo he experimentado, incluso sexualmente, con una niñera que amaba y se fue cuando tenía 4 años y lo recuerdo traumático. Aunque el biógrafo corre siempre un peligro, que es proyectar su propia experiencia, me parece que en este caso no ando desencaminado: está en los poemas, la estética del sufrimiento por la pérdida, el abandono, que diría un psicoanalista.

¿Qué trascendencia tiene Freud en su manera de ver el mundo, en su poesía?
Freud acaba de publicar ‘La interpretación de los sueños’ y Machado cree que los sueños revelan la verdad de lo que somos: de toda la memoria, dice, sólo vale el don preclaro de evocar los sueños. A mi juicio, él capta mejor que ningún poeta este momento en que despierta en medio de un sueño en el que está con su amada, el sueño se va, inasible y queda la angustia de la pérdida. A su madre, en cambio, nunca la pierde: Antonio fue siempre su hijo preferido, ‘sólo moriré cuando muera mi Antonio’, decía, (y a la postre así sucede).

Después de las Dueñas, con 4 años inicia junto a sus padres una peregrinación, una mudanza constante que ya nunca terminaría. ¿Fue Antonio Machado un trasterrado toda su vida?
Sí. Fueron cinco pisos en Sevilla y unos nueve en Madrid. Yo les llamo ‘beduinos urbanos’. Y sí, hay mucho de trastierro: de ahí viene el asunto de la vida como un constante caminar hacia el mar de lo desconocido, de la muerte, caminando solo y ligero de equipaje.

El segundo de los Machado, cuenta usted, fue vacunado contra la jactancia por una caña de azúcar, con 6 años. Chupaba Antonio la caña cuando aparece otro niño con idéntica golosina, “¿a que la mía es más grande?”, preguntó a la madre. “No, hijo, no lo es: ¿dónde tienes los ojos?”, le respondió ella. ¿Aquí nace su apocamiento, sus muchos complejos?
No exactamente, él lo entiende como una lección, un antídoto contra el orgullo. Desde entonces, dice, “sigo preguntándome dónde tengo los ojos”. Su complejo se manifiesta sobre todo frente al hermano mayor: la diferencia entre los dos se ve a simple vista, en las fotos.

A propósito de las fotos, llama la atención una descripción que hace Juan Ramón Jiménez (JRJ) de don Antonio: “Era sucio, desaliñado y comía papeles”.
Yo no me fiaría demasiado de Juan Ramón Jiménez, es tan malévolo…, y, además, confía demasiado en su memoria, como le sucede a muchos españoles.

Pero no es sólo JRJ: cuenta usted que en las entrevistas al poeta solía reseñarse esa costumbre suya de fumar dejando caer la ceniza como reguero sobre su chaqueta y que sus alumnos de Baeza le apodaban don Antonio Manchado. ¿De dónde nos viene entonces esa imagen suya de señor de cuello blanco, bastón y sombrero?
Pese a todo su desaliño, sí, yo le aprecio un gran señorío y cierta elegancia. Hay una discusión permanente entre los machadianos sobre este asunto; hay quien dice haberle visto con el pantalón desabrochado, atado con un cordón, sucio, y hay quien dice que eso es imposible. Pero ¿quién se ocupaba de él?, ¿comprendes? Ahora, no era el señorito sevillano de capa que fue su hermano Manuel: un hombre sin nostalgia que quiere vivir el momento presente, conquistar y pasarlo bien.

Antonio era ‘la melancolía ardiente’, Manuel ‘el garbo rítmico’. Idéntica educación y genética, ¿cuál sería entonces el origen de tan abismal diferencia?
Yo creo que la gente nace diferente. Antonio es el tímido segundón y Manuel,el gallo primogénito, el jaranero, como le llamaban en familia, a quien sólo gustaba la superficie: nada de amor, sólo besos y abrazos, “mi voluntad se ha muerto una noche de luna”, decía. No conozco ninguna causa aparente, me remito a sus miradas: uno nace de alma alegre y otro, melancólico, incluso depresivo.

Se preguntaba la madre quién le robara a Antonio la alegría de su juventud. ¿Puede ser esta carencia la razón de su gran amor?, ¿es la joven Leonor la niñez recobrada?
Sí, reencuentra por fin al hada más joven. Como él dijo en un poema: nadie elige su amor, es algo que pasa o no pasa, ocurre o no. Y él está amargado por no haber conocido el amor en la juventud, en la primavera: con ella recobra algo nunca vivido.

¿Por qué accedieron los padres de Leonor a un compromiso tan escandaloso y estrafalario (14 años ella y él 33)?
Leonor y su familia sufrían muchísimo con aquel padre guardia civil jubilado y borracho, que les golpeaba y gritaba y Machado, hospedado en la pensión de la madre, sentiría el sufrimiento de aquellas mujeres y se convierte en el padre sustituto, con toda su ternura. Pero ella muere y vuelve a quedarse solo y tiene que ocultar sus lágrimas, camino a Baeza, de nuevo el camino.

¿Usted cree que Machado sabía de la tuberculosis de su amada cuando se casó con ella?, ¿lo sabían sus padres y lo callaron?
Se ha dicho que él lo sabía, pero sólo caben especulaciones. Ella era muy pálida, sí, sin embargo el relato que Machado hace a su madre por carta sobre el primer episodio de hemorragia, en París, indica que nada sabía: “Fulminó nuestra felicidad”, dice.

Machado no creía en Dios, pero sí tenía una aspiración religiosa, ¿ateo o agnóstico?
Él nunca se proclamó ateo, nunca, aunque sus padres sí lo fueron: jamás recibió una formación católica. Pero es un hombre escéptico, agnóstico, que no da el paso al ateísmo. Es un cristiano sin Dios: admira profundamente a Jesucristo, pero no acepta al Dios de los judíos, no le gusta el Dios Padre. Para él, el cristianismo es el amor fraterno, como para mí: en esto coincidimos.

¿Logró dejar de creer al perder a Leonor?
Al contrario, nunca tan cerca estuvo de Dios como a la muerte de Leonor, porque necesita pedirle que ella no muera.

Pero a continuación marcha a Baeza y arremete contra él.
Sí, y entonces hay versos inéditos en los que blasfema contra Dios, por haberle robado a Leonor.

Después de esto, ¿qué razón de ser tienen sus apócrifos?, ¿es su forma peculiar de salir del ensimismamiento?
Me imagino que sí, que es un modo de liberarse de su subjetividad, de la cárcel solipsista en la que quedó encerrado después de Soledades. “Hay que soñar con los ojos abiertos y tender al prójimo, estoy demasiado encerrado”, le escribe a Unamuno. Y de pronto tiene ese hallazgo y juega con 13 ó 14 posibles apócrifos que luego se concretan en Abel Martín y Juan de Mairena. Él es pudoroso con los asuntos filosóficos, porque es consciente de que ha llegado muy tarde: fue bachiller a los 25 años y teme resultar pobre frente a Unamuno u Ortega, a quienes admira mucho, de modo que pone sus reflexiones y teorías en boca de otro y así evita la responsabilidad: no soy yo, es Juan de Mairena. Es algo muy irónico y cervantino, como él es. Pero, además, don Antonio tiene un gran talento narrativo y como prosista es magnífico, enjundioso.

Y llegamos por fin a Guiomar, doña Pilar de Valderrama, ¿ella le amó o despechada, traicionada, sólo buscó el consuelo de la ternura o “un amor de vieja nodriza”, que dirá el poeta?
Yo creo que ella no se atrevió o no quiso romper con su marido. Pilar de Valderrama es una mujer con muchos problemas, aterrada por el cuerpo y el sexo, ultracatólica, casada con un donjuán, que busca la gran ternura que aprecia en la poesía de Machado. Es una mujer confusa, que sufre, que no es demasiado valiente y que no tiene la culpa de ser Pilar de Valderrama.

¿No buscaría además el apoyo del poeta (consagrado) a su carrera literaria?
Probablemente. Hay lecturas de otros machadianos que son terribles hacia ella, pero yo quise ser muy cauto y dejar al lector la posibilidad de sopesar. Va a buscarlo a Segovia, dos veces, porque quiere conocerlo, y a él no podría haberle pasado nada más tremendo en la vida, porque sólo al verla se enamora.

¿Por qué se torturaba con el amor imposible, mientras confiesa que desea morir: “Dentro de dos años”, dice precisamente entonces (1930), “cuando acabe de revisar mi obra”?
Porque ella le llega. Machado es un hombre muy solo, incapaz de conquistar a una mujer, nada más allá de una prostituta, un alivio que al parecer alguna vez buscó. No tiene confianza en sí mismo como amante, pero llega esta mujer, que es hermosa y conoce sus poemas y ella misma es poetisa y hablan y hablan y se ven en un café de Cuatro Caminos y se escriben y esto le da un aliento y una esperanza.

También un tormento: ni siquiera deja que la toque.
Sí, pero con momentos de infinita felicidad. Para un hombre tan solitario tener una relación intelectual con una mujer hermosa que dice que no puede entregarse, porque es creyente, pero que le quiere... Algo es algo.

¿Ese algo no le parece peor que nada?
En el caso de Machado, no estoy seguro.

¿Por qué Guiomar quemó las cartas de amor enviadas por el poeta?
Doscientas cartas, de las que sólo quedan 40 (en la Biblioteca Nacional), que ella trató con productos químicos para borrar algunos párrafos; pero las letras han vuelto: el regreso de lo reprimido, que dice Freud [ríe].

¿Cómo pudo ser tan pacata, cuando ya Machado era una eminencia?, ¿acaso temió ser descubierta?
Probablemente. Aunque luego, antes de morir, el marido muerto, quiso que se supiera que ella era Guiomar: eligió no despreciar la fama. Pero yo sólo la juzgo cuando dice que Machado se equivocó con la Guerra y que si ella hubiera estado con él no habría hablado así. Eso es ridículo, es no conocer a don Antonio. Aunque claro, ella políticamente pertenece a una familia bastante facha, que huye a Portugal al final de la República, amiga del general Sanjurjo… Pero no, no quiero ser maniqueo, soy simplemente antifascista y no comunista.

Desaparecida la musa, ¿el poeta suplanta el amor por la guerra?
Totalmente se entrega a la República. Quiere ser un poco héroe y guerrea. Sí, se obsesiona con la palabra capitán, capitán que no puede blandir su espada, porque no tiene físico y blande su pluma en defensa a muerte por la libertad, la democracia, la decencia humana y la cultura. Entonces en la guerra descubre su papel y su entronque con la familia, el abuelo, el padre… todos batalladores. ¿Sabes que Machado, apellido portugués, significa hacha corta? Y de ahí el verbo machar, cortar.

Aquel Gobierno de la II República, Gibson, ¿le recuerda al de hoy o acaso hay alguien empeñado en que se vea así: vuelta al ruedo de las dos Españas?
Estoy convencido de que hay gente empeñada en que así se vea. También es verdad que en este país sigue habiendo una batalla entre los esencialistas, que creen en la España eterna, católica y esencial, y aquellos otros que, en la línea de Américo Castro, contemplan el país como el resultado de una mezcla de culturas y sangres. Yo estoy en esta segunda línea, claro: la España real es la de sangres mezcladas y su futuro es ser puente de entendimiento entre culturas por su propia Historia. La gran España católica de Isabel y Fernando es una especie de mito, una entelequia; es un malentendido sobre el mensaje cristiano que nos dice que todos, indios, chinos, británicos, australianos, todos somos hijos de Dios, hermanos. Pero es que muchos católicos se olvidan de que su religión viene de Oriente, que no es occidental.

Volvamos a la guerra: la sedición de Manuel no tarda ni un mes en producirse: antes de terminar agosto se inscribe en las filas de la Falange. Si lo suyo es cobardía, ¿lo de Antonio es la valentía del suicida?
Quiero creer que es algo más, pero hay una tendencia suicida, sí, por la terrible soledad que le envuelve. Frente a esto, la guerra es solidaridad y le ayuda a soportar su condición solitaria. Pero esto no disminuye su grandeza: somos lo que somos. Y has sido tú quien ha mencionado la cobardía, pero yo vuelvo a mi planteamiento como biógrafo, que no enjuicia: Manuel también fue republicano y el alzamiento le coge en Burgos y trata de volver pero lo encarcelan y de ahí le saca la Iglesia, a través de su mujer, que es una pía nacionalista, que se mete a monja nada más morirse el marido y nunca jamás vuelve a salir del convento y a él lo entierra con hábito franciscano.

Los hermanos no volvieron a verse. ¿Éste fue para Antonio el dolor más agudo de la contienda?
Me imagino que su peor dolor sería saber que su hermano recitaba en la radio nacional sonetos dedicados a la sonrisa de Franco. Porque cuando sale de la cárcel, para salvar el pellejo, se convierte, junto a José María Pemán, en el principal corifeo del franquismo, desde la Tercera del ABC de Sevilla. Escribe sonetos ruines, nefastos, ilegibles, malísimos, tan lejos de su poética parisina, cínica, entre Montmartre y la Macarena, estupenda.

Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría”, escribe don Antonio nada más empezar la Guerra. ¿Muere de asma o muere porque no aguanta más?
Fue seguramente una combinación de factores. Él tenía, sí, una afección asmática que se agravó cruzando la frontera, bajo tanta lluvia, y a esto se unió el dolor y la tristeza, el éxodo, el exilio, la pérdida de la República… de la madre muriendo. Además, el cansancio de aquellos tres años de lucha, en los que no paró de escribir, le había producido un envejecimiento rapidísimo y un incipiente problema de corazón, pero él fumaba de manera suicida y tomaba muchísimo café: se maltrató toda la vida. En la partida de defunción no consta ninguna causa de muerte.

El mar es el olvido: en sus últimas reflexiones frente al mar de Collioure, ¿no está diciendo que quiere morir?
Es muy posible: ve que ha llegado al final. Creo que su Retrato es uno de los mejores poemas en lengua castellana, es un prodigio de intuición, en 1908: “(...) Y cuando llegue el día del último viaje,/ y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/ me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar” [última estrofa del poema]. Está en la playa de Collioure, su madre se está muriendo, normal, cumple 85 años, y él se siente un anciano: ha llegado su momento, no puede más. Pero también es posible que no fuera así. 


martes, 4 de febrero de 2014

Antonio Machado, el hombre


Este año, este mes, el día 22 se cumple el LXXV aniversario del poeta Antonio Machado.
Es una efeméride que pasará desapercibida, probablemente digan algo ese día en algún periódico o televisión… pero poco más. Es así, este país es así.
Tal como hice hace cinco años, en el LXX aniversario, durante todo el mes de febrero mis entradas del blog girarán en torno a la figura de mi admirado poeta.
En aquella ocasión, apoyándome principalmente en la biografía que escribió Ian Gibson, ‘Ligero de equipaje’, traté de centrarme en su último mes de vida, prácticamente desde su salida de España hasta su llegada a Collioure, donde murió. Esta vez lo haré de forma más general, centrándome en su vida, en la figura, en el hombre.
Soy machadiano, sí. El poeta me ha hecho llorar cuando fervientemente he hablado a alguien de él; me ha emocionado. No recuerdo desde cuando siento esta devoción; creo que desde niño, quizá tan niño que no lo recuerdo, es posible que mi abuelo ya me hablara de él y por eso me interesase, es posible.
Dudo mucho que haya alguien que conozca su vida, conozca su obra y no se considere machadiano. Aquí ya cabría hablar de emociones y sensaciones... Soria, Collioure, el río Duero, el olmo seco, Leonor... pero no sabría hacerlo. Hablar de un sentimiento casi que resulta absurdo porque no se expresa tal y como se siente; por eso, porque poetas como Machado solamente ha habido uno... por eso es tan difícil.
Lo que yo pretendo es dar a conocer al hombre para entender mejor su poesía. Antonio Machado es algo más que canciones de Serrat y el Caminante. Machado simplemente es... Machado. Y para entender su poesía hay que conocer su vida; solamente así se puede llegar a entender un sentimiento.