martes, 29 de agosto de 2017

Bulbuente, a la falda del Moncayo


Si tuviese siete vidas como los gatos, no tengo duda que la actual está desperdiciada. Las otras seis quiero vivirlas en un pueblo. Pero, cuando digo pueblo me refiero a núcleos de ciudad de, como mucho, 500 habitantes. Si hay gente que se siente atrapada en un cuerpo que no es el suyo, a mí me ocurre lo mismo: soy un pueblerino atrapado en el cuerpo de un ciudadano. Soy alguien que ha nacido y vivido en ciudades medianamente grandes, pero que siente que pertenece a otro tipo de vida, a otro hábitat.
El pasado fin de semana quedé con un amigo y su familia para ir de barbacoa a su pueblo: Bulbuente, un pequeño pueblo, de poco más de 200 habitantes, a la falda del Moncayo. Me gustaría matizar que no es exactamente su pueblo, es el pueblo de sus padres. Él ya nació en Zaragoza, sus hermanas, con las que se lleva varios años, todavía nacieron en el pueblo. En Bulbuente pasaba los veranos cuando era un crío.
Allí, desde la terraza de su casa, se ve el “Moncayo azul y blanco”, como lo denominó Antonio Machado y se siente el aire fresco. El mismo aire que iba buscando Bécquer como tratamiento para la tuberculosis durante su estancia en el monasterio de Veruela (a 10 km de Bulbuente) y desde donde escribió ‘Desde mi celda’. O el que 75 años más tarde le recomendarían al mismo Machado para la misma enfermedad que también acabaría con su mujer Leonor. Aire, aire del Moncayo. Dicen que quien no ha visto toros en el Puerto no sabe lo que es un día de toros. Quien no ha respirado aire del Moncayo no sabe lo que es aire puro. Pero lo mejor de todo es que apenas tenía cobertura en el móvil y cualquier WhatsApp me llegaba con quince minutos de retraso, o bien recibía tarde mensajes de que me habían llamado. Me daba igual. Absolutamente igual.
Antes de comenzar a comer fuimos a la plaza del pueblo. Es fácilmente reconocible porque tiene el único bar y está el ayuntamiento. Pero lo más destacable es que en el centro hay una fuente, llamada la de los dos caños, porque de ella salen dos caños (¿para qué complicarse la vida con nombres rimbombantes?) y en la parte superior hay una pequeña figura de San Bartolomé, patrón de Bulbuente, dentro de una urna de cristal.


Me resultó curioso ver a un hombre con una furgoneta vendiendo melones y sandías. ¿Alguien se imagina al lado del Ayuntamiento de una ciudad algo así? Que si permiso de esto, de lo otro, que si estacionamiento, que si la imagen… Me acerqué y pedí un melón.



¿Quies llevarte dos gordicos? – me preguntó el hombre con un acento que lo delataba.

Así que me llevé un par por cinco euros.
Estando en la terraza, con este amigo y su mujer, hablábamos de cosas sin importancia mientras yo ojeaba el Heraldo de Aragón. Tres o cuatro niños jugaban alrededor de la fuente, en una mesa había un par de abuelos con boina hablando del tiempo y en otra mesa un par de matrimonios jóvenes. Me sentía feliz, tranquilo. Por un momento pensé, ¿cómo deben estar ahora las playas? Hagamos un ejercicio mental y comparemos cualquier playa que conozcamos, a las 12:30 horas, con la escena que he comentado. Sobran las palabras. Tomamos un par de tercios cada uno (Ambar, por supuesto), una Coca–Cola para la hija de ellos y un paquete de patatas; todo eso por 9’30 €. Continuemos con el ejercicio mental, ¿en qué chiringuito de playa se podría tomar lo mismo al mismo precio?
Después de comer salimos a dar una vuelta por el pueblo. Además de la tradición a la suelta de becerras que tienen por esa zona, me llamó la atención el ‘concurso de tractores’. ¿Concurso de tractores? En las discotecas, en verano, suelen hacer concurso de camisetas mojadas, ¿pero de tractores? El concurso consiste en que los participantes, con el mismo tractor, tienen que hacer un recorrido al que se han puesto unos obstáculos y otra prueba es hacer otro recorrido con un remoque y marcha atrás, todo ello en el menor tiempo posible.

A Bulbuente, por lo visto, no ha llegado la Ley de Memoria Histórica.


Un pueblo en el que a pesar de haber sido fiestas los adornos en las calles son banderines de plástico o de papel. No son necesarias grandes luminarias.


En el que parece que el tiempo se ha parado. Ha decidido no seguir y tampoco es necesario que lo haga.


En el que se pueden ver vallas que cortan las calles.


O estructuras en los que se colocan maderos para que el toro no se meta en alguna casa (esta casa de la esquina, que hace 90º, es la de mi amigo).


Lugares en los que el Ayuntamiento no te manda cartitas a casa, emite bandos.


O si alguien no se entera siempre queda el recurso de la megafonía.


A mi amigo lo conocía la gente mayor.

¿Quién es pues? – preguntó una mujer a otra cuando pasamos por delante de su casa.
E lhijo la Sagrario – respondió la otra.

Cuando nos íbamos, mi amigo se encontró con un amigo del pueblo, de los que viven allí seguido. Se iba al corral, a descargar almendras de un camión que habían llevado y así no iba el domingo.

Esto ya no es lo que era – decía. Antes en fiestas se llenaba y ahora ya no viene ni la mitad. ¿Te acuerdas de pequeños cuando nos tirábamos con las bicis o el monopatín? Ahora los críos, en la plaza, con los móviles.

Estos días he pensado sobre él sábado. ¿Cómo tiene que ser la vida cualquier día del año? Por ejemplo, un martes de noviembre, a las 19:00 horas… sólo unos pocos pueden saberlo. Se puede ser feliz con tan poco… pero, la felicidad, cuesta tanto de alcanzar...

sábado, 26 de agosto de 2017

Marieta



Lo que más me gusta de Marieta (como yo la llamo) es que sabe reconocer sus errores, es decir, no se justifica si ha hecho algo incorrecto. Asume las consecuencias de sus actos y es capaz de escuchar cuando alguien trata de aconsejarla. Lo malo de todo es que reconoce muchas cosas y con esto no quiero decir que se equivoque mucho, simplemente que hace las cosas sin pensar en las consecuencias. Le falta contar hasta 20. Supongo que todo es debido a su desconocimiento de las Leyes de Newton, especialmente la tercera: “Todo cuerpo que ejerce una fuerza sobre otro cuerpo experimenta una fuerza de igual intensidad en la misma dirección, pero en sentido opuesto”, es decir ‘la ley de acción y reacción’.
Quienes la conocen desde siempre dicen que es un torbellino. Al menos, cuando ha estado conmigo, por decirlo de una forma elegante… me sorprende. Sabe comportarse.
Sí que tengo una espina clavada que, probablemente, ahí siga. Hace algunos años quiso estudiar y le brindé mi apoyo. Es de admirar la fuerza de voluntad que tuvo y para mí fue todo un placer tutorizarla en sus estudios, de hecho, fue la que mejores notas sacó de todo su curso: de media por encima de 9. Aunque… fue flor de un día, hablando en términos arquitectónicos, un proyecto que no ha salido. Es lo que decía con anterioridad al referirme a la tercera ley de Newton… hace la acción, pero no tiene en cuenta la reacción y, en este caso, la reacción es el final... Marco Polo bien lo hubiera merecido.
Si hay alguna cosa que en algún momento le he comentado es su dependencia. Es alguien muy dependiente y no sabe estar sola pudiendo perder, de forma indirecta, parte de esa libertad para hacer lo que le gustaría. Ser dependiente es lo que tiene. Sí, puedes hacer lo que quieras… pero con limitaciones.
De una u otra forma, la considero alguien especial. Sin saber el motivo, ni la razón. Supongo que fue porque nos conocimos en momentos en los que las vidas de ambos estaban sufriendo algunos cambios, momentos vitales en los que un poco de oxígeno es estar en medio del Amazonas y eso hizo que inconscientemente nos apoyáramos mutuamente creando un nexo difícil de romper. Fueron cientos de horas hablando (con algún hombre lobo de por medio) y eso deja un poso. Además, es una mujer imponente. La imagino de más joven. Si ahora es una tormenta, con 20 años sería una tempestad.

martes, 22 de agosto de 2017

Herramientas complementarias


He dedicado algunas entradas para hablar de los distintos programas y/o herramientas que uso habitualmente. Los he dividido en lo que podrían ser un primer grupo denominado ‘herramientas de diseño’, es decir, aquellos que sirven para dibujar como el Revit, AutoCAD y Sketchup. El segundo grupo serían ‘herramientas de cálculo’ cuya uso y aplicación son los que dan sentido a lo que se diseña; son programas necesarios para llevar a cabo una edificación más allá del diseño. Me estoy refiriendo a Cype, Presto, Arkö+ y a la Herramienta oficial de cálculo del DB HR del CTE.
Finalmente, escribiré sobre un tercer y último grupo. No influyen en el diseño ni en el cálculo. Simplemente se aplican a construcciones ya hechas. Serían ‘programas complementarios’. En mi caso, aunque hay muchos más, sólo manejo dos: el CEXv2.3 y el TasaVIV.
El CEXv2.3 es un programa para la calificación de eficiencia energética de edificios residenciales y pequeños y grandes terciarios teniendo en cuenta los materiales de la fachada, tipo de carpinterías y las instalaciones de calefacción y climatización. Aquí habría que hacer un inciso, ya que no hay nada que diga que es un pequeño o gran terciario. La única diferenciación es a través del tipo de instalaciones que tenga, por lo tanto, dependerá del ingeniero que las calcule.
He hecho varios certificados energéticos y, la verdad, me parece una forma de sacar dinero, ya que no sirve para nada. El certificado energético sólo es obligatorio para vender o alquilar un inmueble. Nada más. Al propietario le dan una letra, que es la que ha calculado el programa y que va de la A a la F, y ya está. Y digo que no sirve para nada porque dependiendo de los datos que se introduzcan puede salir una letra más o menos favorable, ya que no va a ser revisado por nadie. De la misma forma, si la letra saliera muy desfavorable, hay unas ‘medidas correctoras’ que el programa recomienda y que es obligatorio especificar, pero que en absoluto obligan al cliente a aplicarlas, entre otras cosas, porque son bastante costosas, económicamente hablando. Por poner un ejemplo. En una vivienda sale una letra E (bastante desfavorable) y se le indica que, con algunas medidas correctoras, puede pasar a una letra C. Simplemente se le informa de ello, pero no tiene la obligación de adoptarlas. A eso me refiero con que no sirve para nada. Pero bueno… hay que hacerlo.


El otro programa es TasaVIV. Este programa lo conocí por casualidad, en un curso de tasaciones y valoraciones inmobiliarias que hice hace tiempo. No me dedico a hacer tasaciones, aunque cuando estudiaba reconozco que era una asignatura que me parecía interesante. A las tasaciones se puede dedicar cualquiera que tenga formación en una carrera técnica, aunque si bien, para dedicarse a ello, hay que pertenecer a alguna sociedad de tasación debidamente acreditada por el Banco de España. En mi caso hice el curso porque me gusta el tema, por tener más formación y sin intención de dedicarme a ello profesionalmente. He hecho algunas tasaciones para conocidos, de manera orientativa. Por ejemplo, el precio de una vivienda que alguien ha acabado de heredar o de alguien que quiera vender su vivienda. Pero siempre a modo orientativo, ya que al no pertenecer a ninguna sociedad tasadora no tiene más valor.
Pero centrándonos en TasaVIV, es un programa creado por Eulogio Sánchez, un arquitecto de Cáceres que lleva más de cuarenta años dedicándose a hacer tasaciones. Eulogio ha sido mi profesor en varios cursos online que he hecho de tasaciones y valoraciones inmobiliarias. Esta aplicación sirve para la elaboración de tasaciones de todo tipo de elementos residenciales (edificios, viviendas, trasteros, garajes, etc.), llegando a la valoración de parcelas y edificaciones, en el caso de unifamiliares que dispongan de terreno no edificado, emitiendo un informe de tasación muy, muy completo en formato y contenido profesional, ya que los cálculos se pueden emitir por los cuatro métodos de valoración reconocidos: método de comparación, método de coste de reposición, método de actualización y método residual.

martes, 15 de agosto de 2017

Yo te diré… La verdadera historia de los últimos de Filipinas



Hace días terminé de leer el libro de Manuel Leguineche ‘Yo te diré… La verdadera historia de los últimos de Filipinas’. Para los que, como yo, conocen el episodio de Baler y quieran centrarse solamente en aquel episodio puede quedar un poco vacío. No obstante, aun conociendo la historia de ‘los últimos’, es un libro casi imprescindible para entender el contexto histórico en el que ocurrieron los hechos, que no es otro que la independencia de Filipinas. Un episodio vergonzante para la historia de España en el que, por poner un ejemplo, cuenta Leguineche que el mismo día en el que España perdió las últimas colonias la gente en Madrid se fue a los toros (citando incluso el cartel) y luego a una manifestación.
Pero centrándonos en lo que es libro, como he dicho al principio, apenas aporta nada nuevo respecto al sitio en el que estuvieron durante casi un año los cincuenta cazadores una vez acabada la guerra, ¡qué gran forma de ponerle el epílogo a un imperio!
Leguineche comienza a contar la historia casi diez años antes de los hechos. Explica quienes fueron José Rizal, Andrés Bonifacio y Emilio Aguinaldo o que fueron la Liga Filipina o el Katipunan. Todo ello nos sirve para entender porqué se produjeron aquellos hechos. No es por eso de extrañar que comience a hablar del sitio de Baler y de ‘los últimos de Filipinas’ a partir de la página 257 (el libro tiene 479).
Hay que señalar que Leguineche no era historiador, era periodista y, por ello, no escribía libros de historia propiamente dichos, sino relatos históricos con técnica periodística, con una estructura personal, no cronológica, mediante saltos en el tiempo adelante y atrás.
Creo que el autor comete el error en dividir a los sitiadores en buenos y malos, probablemente sin ninguna malicia, pero eso lo que se desprende a medida que se va leyendo el libro.
Aunque este libro se publicó en 1999, puede ser una lectura muy aconsejable para introducirse en el apasionante episodio de los héroes de Baler. No obstante, actualmente hay información inédita sobre el tema mucho más recomendable como, por ejemplo, el libro de Miguel Leiva y Miguel Ángel López de la Asunción, ‘Los últimos de Filipinas. Mito y realidad del sitio de Baler’.

Argumento: 8
Ambientación: 8
Personajes: 6
Capacidad para seducir al lector: 7

sábado, 12 de agosto de 2017

Herramientas de cálculo


Comentaba hace algunas entradas los distintos programas que utilizo para dibujar. En concreto eran tres: AutoCAD, Sketchup y Revit. Con estos tres programas se puede hacer cualquier tipo de diseño.
No obstante, una edificación, una vivienda, no solamente es diseño… hay mucho más. Aparte de lo que vemos a simple vista hay otro tipo de elementos que no vemos, que están y que son imprescindibles. Ese tipo de elementos deben cumplir unas características y requerimientos que hagan que la vivienda sea habitable. Pongamos un ejemplo. Nos miramos desnudos en un espejo, simplemente vemos lo que somos, lo que hay por fuera, pero no vemos los distintos órganos que tenemos en el interior y que nos permiten ser lo que somos, asimismo, esos órganos tienen que tener unos condicionantes para que nuestro cuerpo funciones correctamente. Con una vivienda ocurre lo mismo, no todo es dibujar.
Existen una serie de herramientas que son las que hacen que todo ese engranaje dé el resultado final.
El programa CypeCad, más conocido como Cype, es uno de los programas más usados en construcción y un referente en el cálculo y dimensionado de la estructura de un edificio. Pero, aunque esa su principal labor, este programa también permite otros dos paquetes de aplicaciones. El primero sería el cálculo y diseño de las principales instalaciones de un proyecto como, por ejemplo, el suministro y evacuación de aguas, electricidad, aire acondicionado y calefacción, ventilación, protección contra incendios. El segundo destinado a la gestión de obras y documentación del proyecto como realización permitiendo realizar mediciones, presupuestos, memorias y un control de todos los costes que se produzcan en la obra. Estos tres bloques lo convierten en una herramienta casi imprescindible.

El siguiente programa sería Presto, destinado solamente a la gestión y control de costes para la edificación.
Toda la información se mantiene en el presupuesto, desde la planificación hasta las certificaciones, incluyendo el control económico de la obra, información de los sistemas de gestión de calidad y la documentación de la obra terminada.
Personalmente, para realizar presupuestos prefiero Arquímedes, una aplicación encuadrada dentro de Cype. Me parece más intuitivo y con un banco de precios completísimo.


Hay otro tipo de programas que ya son más específicos y no se suelen utilizar debido a que, quizá, no se le dé demasiada importancia. Es decir, una vivienda tiene que cumplir el Código Técnico de la Edificación y parece ser que con eso ya sea suficiente. Sin embargo, hay ciertos elementos sobre los que podemos actuar y hacer que la vivienda tenga unas condiciones manifiestamente mejorables. Me estoy refiriendo a las carpinterías.
El programa Arkö+, de forma sencilla, intuitiva y rápida, configura y calcula los valores exigidos por el CTE para las ventanas. También genera planos en AutoCAD y memorias en Word y PDF.


Finalmente, una herramienta a la que le tengo especial ‘cariño’ por lo importante que me parece. Es una herramienta de cálculo frente al ruido. Se llama Herramienta oficial de cálculo del DB HR del CTE, así, tal cual. Quizá, por su complejidad o porque siempre a la sombra del aislamiento energético o porque no resulta atractivo a la hora de proyectar, este elemento sea uno de los más olvidados a la hora de realizar un proyecto. Pero basta con recordar las veces que hemos estado en un local o incluso en nuestra propia vivienda y nos hemos quejado del ruido. Sin lugar a duda, el ruido es una gran olvidado en la edificación. Yo tengo una teoría para ello. Calentar una casa en invierno o enfriarla en verano son cosas que valen dinero y, por ello, se invierte en aislamiento térmico. Para combatir el ruido no pagamos a ninguna compañía y, por lo tanto, al no costarnos dinero parece que nos importe menos. Esa es mi teoría, no se actúa sobre el ruido porque no te pasan un recibo todos los meses diciendo cuánto cuesta que no haya ruido.


Evidentemente, hay otro tipo de programas que hacen más o menos lo mismo. Aquí, en esta entrada, simplemente he escrito de los que tengo en mi ordenador y uso habitualmente.

martes, 8 de agosto de 2017

El hábito hace al monje


Definitivamente, el hábito hace al monje… ahora entenderéis la justificación.
Acudí a una vivienda en una zona que es conocida en Zaragoza por el alto nivel económico de la gente que vive en ese barrio: Montecanal. El problema es que en la vivienda se escuchan ruidos en la habitación de matrimonio cuando desde la vivienda de arriba usan el cuarto de baño y en el comedor cuando están usando las duchas de la propia vivienda. Básicamente es un problema de ruidos en las tuberías de AF y ACS debido a un exceso de presión, por lo que la solución sería una válvula reductora.
A lo que iba. Acudí a la vivienda (digna del nivel de la zona en la que estaba) y al llamar me abrió la dueña. Una mujer de unos 40 años que vestía una camiseta larga que le llegaba por encima de las rodillas, con un bronceado playero y una melena por debajo de los hombros. Una vez allí se puso a explicarme el problema y, sin venir a cuento, a contar que habían estado de vacaciones… que tienen un apartamento en Santoña… que habían estado un mes, etc., etc., etc.
Pues bien… yo allí aguantando las ínfulas de la buena señora y comprobando las llaves de los aparatos sanitarios. Estando en el comedor le pregunto si había tenido problemas de humedades y me dijo que no lo había visto. El sofá lo tiene a pocos centímetros de la pared, entonces se va hacia él y se pone de rodillas en el mismo y apoyándose en el respaldo, dándome la espalda, para ver si había humedades. Yo, allí plantado, detrás de ella… se me puso la misma cara que a Paco Martínez Soria (por eso de estar en Zaragoza) cuando veía los muslos de una mujer. Me faltaba la boina y hacer “eeeeeeeehhhhh” (con su característica voz).


Pues nada, no había humedades. Fuimos a la habitación de matrimonio y se sentó en la cama cruzando las piernas… ahora me faltaba sacar un pañuelo del bolsillo y secarme la frente. “Voy a llamar al vecino para que encienda los aparatos de su baño”, dijo. Sacó su móvil. Yo allí plantado sin saber si mirar o no mirar.


En ese momento dice: “Alfredo, ve encendiendo los grifos que está aquí el albañil para escuchar los ruidos”. Desperté. Yo iba vestido con zapatillas deportivas, pantalón vaquero, un polo rojo Adidas y con una mochila que llevo siempre en la que guardo un metro, nivel, un lápiz de obra, libreta, bolígrafos y pocas cosas más... no sé... a lo mejor es que tengo que llevar escrito un cartel en la frente para que sepan lo que soy.
Cuando acabaron las pruebas le dije que iba a escribir un informe del problema y una vez aprobado por la constructora la avisaría el día en el que el albañil tuviera que acudir. “¡Ah!, ¿qué tú no eres el albañil?” “No, yo soy arquitecto” y continuamos hablando de los problemas de la vivienda, pero con otro tono por su parte.
Definitivamente… o necesito un estilista o vestir todos los días con traje y corbata.

sábado, 5 de agosto de 2017

Una escena inolvidable


Si hay una escena televisiva que marcó mi infancia (y creo que la de muchos de mi generación) es la siguiente.



Es una escena de El misterio de Salem’s Lot, de Stephen King. Ralph ha sido convertido en vampiro por Barlow y por la noche va a chuparle la sangre a su hermano Danny. Esa escena me traumatizó. Creo que tendría 11 ó 12 años cuando la vi en la serie emitida en televisión. En el colegio, durante los siguientes días, era el tema principal sobre el que todos hablaban. Como si no tuviera suficiente con mirar debajo de la cama todas las noches ahora, también, vigilar la ventana que había en mi habitación. Recuerdo que mi amigo Jorge nos contó que llevaba tres noches sin dormir y, por eso, daba alguna cabezada en clase o lo hacía de día, en el sofá, cuando su madre pudiera vigilarlo. Él dormía con su hermano en la misma habitación. Su hermano tenía la cama cerca de la ventana y a la noche siguiente de la escena de marras, cuando los dos se habían acostado, no tuvo una mejor idea que sacar la mano de la cama y hacer ruiditos en el cristal de la ventana. Del grito que soltó sus padres se levantaron, él durmió en otra habitación y su hermano lo hizo ‘calentito’.
Yo recordaba el nombre de la serie, pero no sabía que estaba basado en un libro y, ni mucho menos, que era de Stephen King… en aquellos tiempos no existía Google.
Años más tarde vi el libro en una papelería y no dudé por un instante en comprarlo, fue la lectura del verano. Daba la misma sensación de miedo e incluso llegué a soñar con alguna escena. Hay una película más moderna, del año 2004, protagonizada por Rob Lowe en el papel principal.
Este fin de semana trataré de ver la de mi niñez… pero lo haré durante el día… por si acaso.

martes, 1 de agosto de 2017

Quasimodo existe



Buscando información sobre catedrales, descubrí que Quasimodo, el personaje principal de la novela ‘Nuestra señora de París’, de Víctor Hugo, realmente existió.
En la Galería de Tate (Londres), se encontraron unos documentos que resaltan la verdadera identidad del que, supuestamente, sería Quasimodo. Este famoso jorobado debe su existencia a un empleado que trabajaba en la reparación de la catedral en el año 1820.
Según los documentos encontrados, se trataba de la autobiografía de un señor llamado Henry Sibson, un aventurero británico que viajó y recorrió la Europa del siglo XIX, llegando a conocer a personajes importantes de la época. Los documentos demuestran que el jorobado está inspirado en la vida de Sibson, que fue contratado por el Gobierno francés para la reparación de la catedral por su gran talento artístico y definiéndose como “un escultor solitario y jorobado al que no le gustaba mezclarse con los demás”.
Lo que forma parte de la leyenda es la referencia al amor por la gitana Esmeralda, surgiendo todo ello de la creatividad de Víctor Hugo.
En ocasiones, grandes personajes literarios surgen de uno real, pero, casi siempre, el primero engulle al segundo.
El caso de Quasimodo es curioso. Muchos han tratado de analizar las numerosas enfermedades que padecía y que causaban su deformidad, pero nadie se había preocupado por demostrar si era alguien real.
Si realmente Sibson era Quasimodo hay que decir que tenía un gran mérito. Una persona con sus enfermedades y delicada salud que se esforzaba en algo y que era reconocido por ello. Si fuese un personaje actual… paguita y a vivir del cuento. 
Entre esto último y hacer lo que hacían los atenienses [arrojar a los ‘no aptos’ (niños débiles, enfermos, deformados o con retraso mental) desde el Monte Taigeto] hay un término medio y Sibson es la prueba.
A partir de ahora observaré las catedrales de forma distinta, imaginando el tipo de gentes que trabajarían en ellas. Visto desde un punto de vista romántico, supongo que todas las catedrales tienen su Quasimodo… continúa trabajando en ellas.