martes, 31 de marzo de 2009

Letizias y Sanchos


Qué gran libro. Qué obra maestra ¿cómo es posible que no sea de lectura obligada en todos los colegios? ¿Se puede pasar por la vida sin leerlo? Hace años un hombre sabio me dijo: “Si alguien te dice que le gusta leer pregúntale si se ha leído el Quijote. Si te dice que no te miente en su afirmación pues a alguien que le gusta la lectura y no se ha leído semejante obra es como alguien que diga que le gusta la música pero no ha escuchado nunca a Beethoven”. Quién lo haya leído sabrá a lo que me refiero y quién no posiblemente no me entenderá. Quizás algún día escriba algo sobre el Quijote pero ocurre lo mismo que con D. Antonio Machado. Poner palabras a un sentimiento es complicado. Simplemente se tiene que sentir, no definir.

Por ello al leer cierta noticia no he podido evitar acordarme de esta inmortal obra y de unos textos en concreto que son los más apropiados para esta ocasión.

Hace días me enteré que un genealogista partiendo del abuelo paterno de Letizia Ortiz ha descubierto que desciende de una estirpe real de un rey castellano durante la, mal llamada, Reconquista, Fernando II. Parece ser que esa imagen de modernidad que pretendían darle a nuestra ilegítima monarquía aludiendo a que el príncipe se casaba con una plebeya se ha ido al traste o bien han buscado un antepasado real encasquetándoselo a Letizia con calzador para que así todo quede en familia. Reyes con reyes, como toda la vida. Quizás cuando este verano en Pekín le preguntaron a qué se dedicaba y ella respondió: “Yo soy una princesa”, ya lo decía con conocimiento de causa. Pero manda narices (de esto la ex periodista sabe algo) que toda la vida haya sido descendiente de reyes y lo haya sabido justamente ahora.

Pero claro, esto también es relativo, porque teniendo en cuenta la afición a las faldas que se tenía por aquella época quizás la antepasada progenitora de la estirpe no fuera la reina sino una vulgar campesina, porquera o mujer de vida alegre con la que se amancebó dicho rey. Aunque yo me pregunto ¿Por qué con el abuelo paterno? ¿Y los otros abuelos no tienen estirpe real? ¿Acaso habrá alguno que tenga algo que ocultar? Sí es así no pasa nada porque los reyes por muy detestables, tiranos, vividores y traidores que sean siempre son reyes y todo se les perdona. A las pruebas me remito puesto que no hay más que leer sobre los antepasados de su marido y conocer un poco la historia de los Borbones en España. Todavía sigue la misma familia con una corona sobre su cabeza en este país. Esto me recuerda a Zapatero cuando alude siempre a su abuelo el que mataron en la guerra ¿Y de los otros tres que sabemos? Pero claro, al republicano hay que sacarle provecho… y yo me entiendo.

Así que, por fin, Letizia parece que desciende de noble cuna y es de sangre azul por los cuatro costados ¡Cuánta gilipollez con esta gente! ¡Cuánta admiración por los franceses!

Pero tampoco es algo tan inusual ni extraordinario descender de reyes. Por ejemplo, Manolo Escobar proviene de regia cuna como él mismo dice:

"El cateto de tu hermano/que no me venga con leyes/que es payo y yo soy gitano/ y llevo sangre de reyes".

Así que si nos ponemos a indagar es posible que a todos nos toque un pedacito de corona por parte de algún reyezuelo visigodo, moro o cristiano (¡Qué horror! Eso sería un trauma para mí).

Por ello no he podido dejar de acordarme, como decía al principio, del Quijote y de especialmente de un par de capítulos que tratan de unos consejos que le da don Quijote a Sancho Panza cuando antes de que este parta a la ínsula de Barataria de la cual ha sido nombrado gobernador por parte del duque. Copio los que me parecen más apropiados para esta noticia.

Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje y no te desprecies de decir que vienes de labradores porque viendo que no te corres ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. Inumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos ejemplos que te cansaran”.

Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y agüelos tienen príncipes y señores porque la sangre se hereda y la virtud se aquista y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”.

Siendo esto así, como lo es, que si acaso viniere a verte cuando estés en tu ínsula alguno de tus parientes, no le deseches ni le afrentes, antes le has de acoger, agasajar y regalar, que con esto satisfarás al cielo, que gusta que nadie se desprecie de lo que él hizo y corresponderás a lo que debes a la naturaleza bien concertada”.

Creo que no hace falta explicar la nada.

Pero claro no todos tienen la honradez, la dignidad y la humildad de Sancho cuando con estas sabias palabras que a continuación cito renunció a su ínsula sin avergonzarse ni de lo que era, ni de su linaje aunque, posiblemente, también tuviese un antepasado con corona.

Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir que bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador, más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre, y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de Holanda y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios y digan al duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. Y apártense, déjenme ir, que me voy a bizmar, que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí. Así dejaré de irme como volverme turco. No son estas burlas para dos veces. Por Dios que así me quede en este ni admita otro gobierno, aunque me le diesen entre dos platos, como volar al cielo sin alas. Yo soy del linaje de los Panzas, que todos son testarudos, y si una vez dicen nones, nones han de ser, aunque sean pares, a pesar de todo el mundo. Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo con pie llano, que si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda. Cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme pasar, que se me hace tarde”.

Y es que como ese sabio hombre me dijo también: “Hay dos clases de personas: Las que se han leído el Quijote y las que no”.

sábado, 28 de marzo de 2009

El proyecto del cliente


Como comentaba en la última entrada de arquitectura (tres más abajo) creo que con una pequeña estrategia a seguir se puede lograr la simbiosis perfecta entre el cliente y el arquitecto. Hoy comentaré la primera de esas siete herramientas que considero que serían de utilidad para este fin.

En la escuela de arquitectura nos hicieron creer que un diente es alguien que nos pide un proyecto, cuando en la realidad nos trae un proyecto ya elaborado, el suyo. Tarde o temprano, desplegará ante nuestros ojos un papelito cuadriculado dibujado con bolígrafo color azul, y dirá:

Mire arquitecto... en realidad yo sé lo que quiero. Quisiera agrandar el salón hasta aquí y unir dos habitaciones en una. En la parte de arriba quisiera otra habitación y un cuarto para poder leer con tranquilidad ¿Entiende lo que quiero decir? Quizá el dibujo no esté muy bien hecho porque no sé dibujar pero esto es lo que quiero.

¿Y la escalera, dónde la pondría? – pregunta el arquitecto con cierta desilusión ante el primer contacto con el cliente.

Ah, no sé... podría ser por aquí – responde el cliente, y se pone a hacer trazos incomprensibles simulando una escalera con el trazo curvo.

En todo caso, eso se lo dejo a usted – Acabará diciendo cuando se dé cuenta que no tiene la menor idea de lo que está haciendo ni pidiendo.

Llegados a este punto de la conversación, el arquitecto, empieza a moverse en la silla como si el asiento le quemase. A inclinarse hacia adelante y hacia atrás, a hacer muecas disimuladas y a soplar levemente como consecuencia del tremendo esfuerzo que supone no decir:

Mire... ¡AQUI EL ARQUITECTO SOY YO!! USTED DIGAME SOLAMENTE LO QUE NECESITA Y YO ME OCUPARE DE LO DEMAS. (A veces lo dice...).

Lo diga o no lo diga, a su vez el cliente pensará: “LA CASA ES MIA Y YO SE LO QUE QUIERO. A MI NADIE ME VA A DECIR COMO DEBO VIVIR, POR MUY ARQUITECTO QUE SEA”.

Este es el conflicto más importante entre cliente y arquitecto, en todas partes del mundo. Es una confrontación de ideas. El arquitecto es el propietario intelectual de su obra, hasta puede registrar su proyecto en la oficina estatal correspondiente del mismo modo que lo hace el autor de un libro, de una pintura. Pero como nadie vive dentro de ningún libro ni de ninguna escultura, el autor es el único propietario de su obra y no existe otro propietario, con derechos adquiridos, que dispute los suyos.

Con la vivienda no ocurre lo mismo. Es habitada por otro propietario y tiene un carácter legal que la convierte nada menos que en una extensión de la persona, de allí toda la legislación que protege el domicilio, aun cuando se trate de una casa alquilada con el alquiler impago por varios meses, hasta que el fallo de un juez declare finalizado ese derecho.

Como dije en el anterior artículo referido a la arquitectura. Es fundamental realizar bien la pregunta. La pregunta adecuada obtiene la respuesta adecuada. La resolución al problema siempre empieza por una pregunta, a saber planear esa pregunta.

Es que el cliente no sabe lo que quiere... – Es una frase que he escuchado en numerosas ocasiones. Precisamente, se trata de entender, ordenar y desentrañar el conjunto de sueños, problemas, limitaciones y expectativas que él nos trae. Para hacerlo, necesitamos instrumentos, modos de interrogar, una estrategia. Sólo la organización permite explorar el caos.

Volvamos al principio. Cuando el cliente inicia la explicación de su proyecto propongámosle que, para poder comprenderlo bien, a partir de ese momento nos convertiremos en su dibujante y él será el arquitecto. Intercambiemos los papeles. Convenimos en que se trata de un juego... Pondremos un papel transparente sobre el plano de la casa y dibujaremos en escala y a mano levantada exactamente lo que él nos indica:

Aquí levantaría una pared... Este tabique lo tiro abajo para agrandar el baño, etc.

¿Y en su lugar que pondría? – Le podemos preguntar pero sin asediarlo ni pedirle precisiones – ¿Hasta dónde llegaría el pasillo, más o menos? –.

Cuando se encoja de hombros y nos responda que no sabe, dibujemos un signo de interrogación. En un momento dado, es posible que nos pregunte:

¿Y usted dónde lo pondría? ¿Qué opina? ¿Tiene una idea mejor? –.

Cualquiera de las tres preguntas serviría y, entonces, le recordaremos que nosotros solamente dibujamos y que para poder comprender su idea no es conveniente que se mezclen unas con otras.

Si existieran otras propuestas de la misma vivienda de distintos individuos también dibujémoslas por separado, sin cuestionar ni censurar jamás ninguna idea, por absurda que nos parezca.

El proyecto del cliente no representa, en realidad, los verdaderos deseos del cliente, sus auténticas necesidades, sino la forma como él cree que podrían ser solucionadas. Los deseos y los problemas permanecen ocultos todavía en la envoltura del proyecto. Sin embargo, necesitamos del proyecto que el cliente nos trae para producir dos ventajas que serán imprescindibles para la relación con él y una solución al problema que se nos presenta:

a) El cliente está tranquilo porque percibe que lo escuchamos con atención en lugar de enfrentarlo desde una posición de autoridad (“el arquitecto soy yo...”).

b) Ha empezado a dudar – levemente – de su propio proyecto porque advierte que no tenía las cosas tan claras como él podía creer, algo que no es necesario hacerle notar.

Estos ejercicios son útiles también en otras profesiones. Por ejemplo, es frecuente que los dientes se dirijan a su abogado con peticiones como la siguiente:

Lo que quiero es hacerle un juicio a mi marido y obligarlo a tal y cual cosa”.

Si el abogado maneja bien la situación, probablemente descubra, en muchos casos, que lo que su cliente desea no es un juicio, sino la satisfacción de otros reclamos que cree poder satisfacer sólo con un juicio.

Simplemente se trata de un intercambio de papeles. El cliente será arquitecto y el arquitecto será cliente así será más fácil que lleguen a comprenderse. Poniéndonos todos en la piel del otro es más fácil que nos entendamos.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Meme "a pico y pala"


Parsimonia me invita a una estancia en una isla desierta con todos los gastos pagados a través de un meme. Para ello hay que cumplir unas reglas muy sencillas que son:


Decir el trabajo o profesión más raros que haya tenido.

La verdad que no he tenido trabajos raros pero quizá podría mencionar cuando durante un tiempo estuve de relaciones públicas de un pub discoteca al que solía ir alguna vez, cuando estudiaba.

Como los jueves la gente salía, consistía en repartir invitaciones por la universidad y salir a la calle ese mismo jueves y acabar de repartirlas. El problema era que eso lo hice en invierno y el frío se notaba, pero bueno pagaban 5.000 pesetas y venían muy bien.


4 cosas que llevaría si fuese a vivir en una isla desierta durante un año y la razón.

Como solamente será un año y tampoco se trata de pasarlo mal (para eso ya están los sitios habitados) me llevaría lo siguiente:

Unas semillas de marihuana: El uso es evidente.

Un cargamento de Granpecher: Para ayudar a pasar mejor el calor.

Una sombrilla enorme: Siempre va bien para cuando el sol aprieta.

Una hamaca: Para colgarla entre dos troncos de palmera y poder tumbarme.

Al ir con más gente me imagino que ellos llevarán cosas que quizás serían de mayor utilidad pero tampoco se trata de llevar todos lo mismo ¿no?


Decir el nombre de quién te ha premiado y que 4 blogueros te gustaría que te acompañasen a esa isla.

Una elección sería:

Luis, Myself, Parsimonia y Aileon.


Nos vemos en la isla.

martes, 24 de marzo de 2009

100 primeros posts



Se trata más bien de una cifra simbólica. A seguir sumando...

viernes, 20 de marzo de 2009

La pregunta adecuada


Leí hace poco una anécdota que me hizo mucha gracia:

Dos sacerdotes atascados en una disputa acerca de si estaba permitido rezar y fumar al mismo tiempo decidieron, cada uno por su lado, someter la cuestión al Papa. Al que le preguntó si estaba permitido fumar mientras rezaba, el Papa le contestó que no, puesto que rezar es un asunto muy serio. Y al que le planteó la cuestión de si estaba permitido rezar mientras fumaba, el Papa le dijo que sí, dado que siempre es apropiado rezar”.

Esto a lo que acabo de referirme tiene relación con algo muy simple pero que casi nunca se cumple. La relación entre pregunta y respuesta no suele ser muy coherente en ocasiones y se cae en el error de confundir. En arquitectura esta cuestión tampoco pasa desapercibida en tanto y cuanto la respuesta a la pregunta no siempre es la más acertada. Si un arquitecto le pregunta a un cliente que es lo que quiere, posiblemente el cliente dirá lo que desea pero eso dista mucho de ser lo que necesite y si se aplica la coherencia el resultado final distará mucho de la respuesta dada por el cliente.

Casi siempre el cliente tiene tendencia a magnificar su primer deseo pero, más tarde, analizándolo se ve que no siempre es lo que cubriría sus necesidades. Preguntado por sus deseos, el cliente contestará algo así como:

Agrandar el comedor uniéndolo con la cocina para tener una mayor comodidad”.

Si el profesional consultado fuese un médico, el deseo del paciente podría ser:

Curarme este juanete, doctor, que me tiene enfermo”.

Y si fuera un abogado:

Iniciarle un juicio y hacerle pagar hasta el último céntimo a este granuja”.

Todas estas peticiones no son respuestas lógicas sino peticiones sin haber realizado un diagnóstico previo. Llegados a este punto pueden suceder dos cosas:

a) Que el profesional se siente con el cliente para planear el camino a seguir.

b) Que el profesional trate de analizar con el cliente el problema en cuestión.

En el primer caso, el profesional, no logrará nunca comprender al cliente sino que se convertirá en un mero instrumento para que este logre sus propósitos respondiendo a su demanda manifiesta y no a su demanda latente.

En el segundo caso es posible que se obtengan mejores resultados para alcanzar con fiabilidad el éxito en la empresa.

Pongamos, por ejemplo, un cliente que desea ver desde su cama unos árboles que se encuentran en el jardín. La pregunta incorrecta sería:

¿Es posible bajar la ventana para poder ver los árboles cuando estoy acostado?

No, no es posible puesto que no se puede modificar el aspecto externo de ese edificio y eso costaría mucho dinero y trabajo”.

La pregunta correcta sería:

¿Es posible ver los árboles desde la cama?”.

Sería posible levantando la cama a cierta altura pudiendo obtener un espacio debajo de ella muy útil”.

Como vemos el problema planteado es el mismo pero la forma de enfocarlo y, sobretodo, la respuesta dada también varía. El cliente quería cambiar la ventana para ver los árboles cuando la solución era levantar unos centímetros la cama. Por ello no se puede confundir deseo con necesidad en arquitectura.

Hay quien dice que un arquitecto debe ser algo psicólogo y actuar con consecuencia. Otros van más allá y proponen que se estudie una asignatura llamada psicología en la escuela (puestos a decir barbaridades ya lo que faltaba). No es necesario nada de eso. Solamente hay que aplicar el sentido común, una estrategia a seguir. Creo que serían suficientes con unas pequeñas herramientas que se podrían denominar de la siguiente forma:

1. El proyecto del cliente.

2. Necesidades.

3. Análisis negativo.

4. Casa final deseada.

5. Historia.

6. Uso.

7. Situación actual.

Con estos sencillos elementos que más adelante explicaré se podría trabajar sin problemas. Los unos tendría lo que querrían y los otros harían lo que los unos pidieran. Es así de simple.

martes, 17 de marzo de 2009

Insurrección

Ahora que llega el calorcito y parece ser que ya ha pasado el frío pienso en esas gélidas noches de invierno.

Imagino que fuera hace mucho frio, quizás nieve, y yo estoy sentado en un sofá con una chimenea encendida a pocos metros de mí que caldea la habitación. Una luz tenue de una lámpara es la única iluminación. Para beber una botella de pacharán, la música está de fondo y de repente suena esta canción. Sin duda uno de los mejores grupos del pop español, acompañado a dúo por otro gran cantante, Miguel Ríos. Noches como esta merecen la pena. Tampoco estoy solo.



viernes, 13 de marzo de 2009

La primera poesía


Poco puedo decir y lo que diga podría resultar empalagoso. Es la primera vez que me dedican un soneto. Los papeles se han cambiado y ahora sé lo que se siente. La primera página ya ha empezado a escribirse.



Llegaste en sol de plata disfrazado.
Mudabas, a placer, tu arquitectura.
De luz a palabras, sin figura.
De verbo en hombre transformado.


De hombre a poeta idolatrado.
En todos ellos tú, y todo ternura
desnudas de camisa mi locura
cubriéndola con versos de Machado.


Luchemos en batalla sin trinchera.
Hagamos de la mano este camino
uniendo pensamientos y más cosas.
Salvando las espinas y las fosas,
trazaremos la línea del destino
que nos ha de llevar a La Tercera.


Muchas gracias Tenta.

martes, 10 de marzo de 2009

La mejor partida


Como todos los sábados, después de comer, quedábamos en el bar para tomar el café y pasar la tarde jugando una partida de cartas. Eso era una tradición a la que no podíamos faltar pues ya eran demasiados años haciéndolo y se había convertido en una buena costumbre. Lo bueno de estas tardes es que nos reunimos todos los amigos porque entre semana difícilmente nos vemos por las obligaciones de cada uno. Disfrutamos igualmente si ganamos o si perdemos puesto que lo importante es pasar la tarde y lo peor que puede pasar, en caso de perder, es tener que pagar las consumiciones a medias con tu pareja de juego.

Cuando acabamos la partida, a eso de las 8 de la tarde, decidimos tomar la última cerveza e irnos ya para casa, entonces, Plácido, nos dijo que a la semana que viene no vendría puesto que iba de viaje a ver a su hermana.

Pues nada, habrá que buscar un sustituto, hasta la siguiente semana. – Apuntó uno de los que estábamos.

Cuando nos la acabamos nos despedimos, hasta la semana siguiente, con la seguridad que volveríamos otra vez y nos fuimos. Yo, como vivo cerca de Plácido, me iba con él andando.

¿Así que te vas a ver a tu hermana, no? – Le pregunté.

Sí, desde navidad que no nos vemos y ya tengo ganas. – Me contestó.

Hace tiempo que no la veo. – Le dije – Dale saludos de mi parte.

Es curioso, pero tengo una sensación extraña ante este encuentro. - Me dijo mirando al suelo.

¿Por qué dices eso? – Pregunté extrañado – Al fin y al cabo vas a ver a tu hermana.

Si, es cierto. – Contestó rotundo. – Pero es que mi hermana y yo nunca hemos tenido una relación fácil. Hemos estado muy distanciados durante mucho tiempo y en algún momento pensé que eso se prologaría en el tiempo. Pensaba que lo único que nos mantenía unidos eran nuestros padres pero que cuando ellos no estuvieran ya no habría nada que nos uniese.

Vaya, es muy grave eso que dices ¿Cómo llegasteis a esa situación? – Pregunté un poco alarmado por las palabras de Plácido.

Pues como todas las cosas, me imagino, que empiezan por el principio. He tomado un rol que no me correspondía, quizás todo empezó en la adolescencia. – Respondió dubitativo.

¿A qué te refieres? – Dije casi como por inercia.

Supongo que todo empezó cuando íbamos creciendo. Mi hermana empezó a ir con un chico que tenía nuestra edad. – Empezó a relatar.

Sí, lo recuerdo. Entre tú y yo, pero la verdad que era un capullo que nunca acabó de caerme bien. No sé lo que tu hermana pudo ver en él. – Le interrumpí sin darme cuenta.

Pues bien. – Prosiguió. – Yo siempre miraba esa relación con recelo y no porque pensase que mi hermana no tenía derecho a elegir, simplemente porque pensaba que era muy joven. Ella tenía 14 años y el otro, 16. Yo lo que no quería es que se aprovechasen de ella, que la tuviera para pasar el rato solamente... Simplemente no confié en ella y el tiempo me ha demostrado que yo estaba equivocado, que no hacía el papel de hermano con el que apoyarse para cualquier problema. Simplemente actuaba y hacía el papel de “hermano mayor”, el que se cree en el derecho de decidir lo que está bien y lo que está mal. El que todo lo sabe y a quien hay que hacerle caso. Al final esa relación se rompió después de muchos años por circunstancias que no vienen al caso pero yo no tenía ningún derecho a tratar de guiar la vida de mi hermana.

Vaya, me sorprende eso que me cuentas. La verdad que si se toma un rol que no corresponde puede ser peligroso ¿Quién puede decidir lo mejor para una u otra persona? El derecho a equivocarse es una libertad y eso es algo que hay que saber. – Le contesté.

Tienes razón ¿Sabes? Yo sé que no he sido un ejemplo a seguir. Pretendía que mi hermana siguiera una línea recta cuando de mi capa he hecho un sayo y nadie me ha dicho nada. Quizás por el hecho de ser hombre me han permitido más que a ella y hoy me doy cuenta del error que eso supone. Posiblemente he perdido mucho tiempo queriendo encauzar la vida de los demás, mientras que la mía hacía aguas por los mismos agujeros que yo pretendía tapar. Ahora lo pienso, quizás haya aprobado una carrera, pero he suspendido como hermano. – Contestó convencido de sus palabras.

¿Cómo te has dado cuenta de ello? – Le pregunté.

Supongo que es como todo. Cuando ves que las puertas se te cierran y alguien te abre una ventana para poder escapar te das realmente cuenta del valor de esa persona. Cuando alguien te presta ayuda sin pedírsela, pero sabe que la necesitas y te la otorga sin reproches ni explicaciones. Es entonces cuando todo lo que creías que eres cambia y piensas lo que has hecho y te das cuenta de las cosas. El orgullo, no sirve para nada. No sirve para nada lo que eres o lo que sabes simplemente sirve como te comportas con los demás. Eso es lo realmente importante. – Contestó con pena.

Me imagino que eso lo dices por lo que pasó hace poco. La verdad que has tenido suerte de que tu hermana te haya brindado esa oportunidad. Confío en que pronto cambie la situación y todo vuelva a la normalidad porque no sé donde llegaremos si la situación sigue como está. Has tenido la suerte que muchos quisieran para ellos ¿Y ahora cómo estáis? – Seguía preguntando.

Evidentemente no se puede cambiar el pasado, simplemente enderezar el futuro. Hemos perdido muchos años de buena relación. Posiblemente mi actitud hizo que mi hermana tampoco confiase en mí. Había cosas que yo hacía y ella en lugar de comentármelo o ayudarme se lo contaba a mi madre y después tenía que acarrear las consecuencias. Pero tal vez lo busqué yo porque en mi papel autoritario tampoco podía esperar que me guardase ningún secreto, cosa por otra parte que me fastidiaba, pero bueno. Quizás, ahora, estamos manteniendo una buena relación. Me atrevería a decir que como hacía años que no la teníamos. Ella tiene su vida y a mí me podrá gustar más o menos pero es lo que ella elije y tampoco soy quién para censurarlo como antes ¿Acaso yo soy un ejemplo a seguir? ¿Qué puedo reprochar yo a nadie cuando algunos sueños no he sido capaz de alcanzarlos? No puedo hacer pagar a nadie las frustraciones de mi vida y del mismo modo que ella ha alcanzado su sueño y es feliz, yo soy feliz porque ella lo es y cuando yo alcance mis sueños quiero que ella lo sea porque yo lo soy. – Respondió con efusividad.

Celebro que te hayas dado cuenta de las cosas. Llegará un momento, como has dicho antes, que tus padres no estarán y aunque tengáis vidas separadas por kilómetros siempre será tu hermana y si una vez te ayudó en el futuro no dudo que lo vuelva a hacer, del mismo modo que tú lo harías con ella. Se pueden elegir muchas cosas en la vida pero los hermanos es algo que te toca y en tu caso ha sido un premio. No lo vuelvas a perder. – Le dije seriamente.

Quizás a ella nunca le diga esto que te digo a ti. He de reconocer que no tengo facilidad de palabra para ciertas cosas. Pero si alguna vez me necesita, no creo que haga falta que me pida ayuda puesto que antes le prestaré mi mano. – Contestó convencido de sus palabras.

Así sea. – dije yo. – Y lo dicho salúdala de mi parte.

No te preocupes que así lo haré. – me contestó sonriendo.

Entonces cambiamos de tema y nos pusimos a comentar la partida de la tarde y porqué había perdido. Seguimos comentándolo hasta que él giró por su calle y yo seguí hacia mi casa. Estaba un poco pensativo con ciertas jugadas que no debería haber hecho y pensaba que a la semana siguiente no sería lo mismo. Plácido aunque no acudiese seguro que iba a ganar su mejor partida en muchos años.

viernes, 6 de marzo de 2009

Carta a Eduarda



Hace pocas fechas comentaba sobre Rosalía de Castro. Una mujer víctima de la sociedad simplemente por ser mujer y lo que era más grave, una excelente escritora. He descubierto un texto titulado “Carta a Eduarda” en el que critica la desgracia que supone destacar en una sociedad machista como la del siglo XIX. En el texto la autora es la misma receptora de la carta, su álter ego, a quién le confiesa sus sentimientos respecto a la situación que vive. Es un poco extensa pero merece la pena leerla ¡Qué grande Rosalia y que injustos fueron contigo!


CARTA A EDUARDA

Mi querida Eduarda:

¿Seré demasiado cruel, al empezar esta carta, diciéndote que la tuya me ha puesto triste y malhumorada? ¿Iré a parecerte envidiosa de tus talentos, o brutalmente franca, cuando me atrevo a despojarte, sin rebozo ni compasión, de esas caras ilusiones que tan ardientemente acaricias? Pero tú sabes quién soy, conoces hasta lo íntimo mis sentimientos, las afecciones de mi corazón, y puedo hablarte.
No, mil veces no, Eduarda; aleja de ti tan fatal tentación, no publiques nada y guarda para ti sola tus versos y tu prosa, tus novelas y tus dramas: que ese sea un secreto entre el cielo, tú y yo. ¿No ves que el mundo está lleno de esas cosas? Todos escriben y de todo. Las musas se han desencadenado. Hay más libros que arenas tiene el mar, más genios que estrellas tiene el cielo y más críticos que hierbas hay en los campos. Muchos han dado en tomar esto último por oficio; reciben por ello alabanzas de la patria, y aunque lo hacen lo peor que hubiera podido esperarse, prosiguen entusiasmados, riéndose, necios felices, de los otros necios, mientras los demás se ríen de ellos. Semejantes a una plaga asoladora, críticos y escritores han invadido la tierra y la devoran como pueden. ¿Qué falta hacemos, pues, tú y yo entre ese tumulto devastador? Ninguna y lo que sobra siempre está demás. Dirás que trato esta cuestión como la del matrimonio, que hablamos mal de él después que nos hemos casado; mas puedo asegurarte, amiga mía, que si el matrimonio es casi para nosotros una necesidad impuesta por la sociedad y la misma naturaleza, las musas son un escollo y nada más Y, por otra parte, ¿merecen ellas que uno las ame? ¿No se han hecho acaso tan ramplonas y plebeyas que acuden al primero que las invoca, siquiera sea la cabeza más vacía? juzga por lo que te voy a contar.

Hace algún tiempo, el barbero de mi marido se presentó circunspecto y orgullosamente grave. Habiendo tropezado al entrar con la cocinera, le alargó su mano y la saludó con la mayor cortesía, diciendo: «A los pies de usted, María: ¿qué tal de salud?,» «Vamos andando –le contestó muy risueña–, ¿y usted, Guanito?» «Bien, gracias, para servir a usted.» « ¡Qué fino es usted, amigo mío! –añadió ella, creyéndose elevada al quinto cielo porque el barberillo le había dado la mano al saludarla y se había puesto a sus pies –. ¡Cómo se conoce que ha pisado usted las calles de La Habana! Por aquí, apenas saben los mozos decir más que buenos días.»

– ¡Cómo se conoce que vienes de aquella tierra! –exclamé yo para mí–. Tú ya sabes, Eduarda, cuál es aquella tierra…, aquella feliz provincia en donde todos, todos (yo creo que hasta las arañas) descienden en línea recta de cierta antigua, ingeniosa y artística raza que ha dado al mundo lecciones de arte y sabiduría.
– ¿Cómo no ha venido usted más antes? –le preguntó mi marido algo serio. ¿No sabía usted que le esperaba desde las diez?

–Cada cual tiene sus ocupaciones particulares –repuso el barbero con mucho tono y jugando con el bastón– Tenía que concluir mi libro y llevarlo a casa del impresor, que ya era tiempo.
– ¿Qué libro?–repuso mi marido lleno de asombro.

–Una novela moral, instructiva y científica que acabo de escribir, y en la cual demuestro palpablemente que el oficio de barbero es el más interesante entre todos los oficios que se llaman mecánicos, y debe ser elevado al grado de profesión honorífica y titulada, y trascendental por añadidura.
Mi marido se levantó entonces de la silla en que se sentara para ser inmolado, y cogiendo algunas monedas, se las entregó al barbero, diciendo:
–Hombre que hace tales obras no es digno de afeitar mi cara –y se alejó riendo fuertemente; pero no así yo, que, irritada contra los necios y las musas, abrí mi papelera y rompí cuanto allí tenía escrito, con lo cual, a decir verdad, nada se ha perdido.
Porque tal es el mundo, Eduarda: cogerá el libro, o, más bien dicho, el aborto de ese barbero, a quien Dios hizo más estúpido que una marmota, y se atreverá a compararlo con una novela de Jorge Sand.

–Yo tengo leídas muchas preciosas obras — me decía un día cierto joven que se tenía por instruido–. Las tardes de la Granja y el Manfredo de Byron; pero, sobre todo, Las tardes de la Granja me han hecho feliz. –Lo creo — le contesté y mudé de conversación.

Esto es insoportable para una persona que tenga algún orgullo literario y algún sentimiento de poesía en el corazón; pero sobre todo, amiga mía, tú no sabes lo que es ser escritora. Serlo como Jorge Sand vale algo; pero de otro modo, ¡qué continuo tormento!; por la calle te señalan constantemente, y no para bien, y en todas partes murmuran de ti. Si vas a la tertulia y hablas de algo de lo que sabes, si te expresas siquiera en un lenguaje algo correcto, te llaman bachillera, dicen que te escuchas a ti misma, que lo quieres saber todo. Si guardas una prudente reserva, ¡qué fatua!, ¡qué orgullosa!; te desdeñas de hablar como no sea con literatos. Si te haces modesta y por no entrar en vanas disputas dejas pasar desapercibidas las cuestiones con que te provocan, ¿en dónde está tu talento?; ni siquiera sabes entretener a la gente con una amena conversación. Si te agrada la sociedad, pretendes lucirte, quieres que se hable de ti, no hay función sin tarasca. Si vives apartada del trato de gentes, es que te haces la interesante, estás loca, tu carácter es atrabiliario e insoportable; pasas el día en deliquios poéticos y la noche contemplando las estrellas, como don Quijote. Las mujeres ponen en relieve hasta el más escondido de tus defectos y los hombres no cesan de decirte siempre que pueden que tina mujer de talento es una verdadera calamidad, que vale más casarse con la burra de Balaam, y que sólo una tonta puede hacer la felicidad de un mortal varón.

Sobre todo los que escriben y se tienen por graciosos, no dejan pasar nunca la ocasión de decirte que las mujeres deben dejar la pluma y repasar los calcetines de sus maridos, si lo tienen, y si no, aunque sean los del criado. Cosa fácil era para algunas abrir el armario y plantarle delante de las narices los zurcidos pacientemente trabajados, para probarle que el escribir algunas páginas no le hace a todas olvidarse de sus quehaceres domésticos, pudiendo añadir que los que tal murmuran saben olvidarse, en cambio, de que no han nacido más que para tragar el pan de cada día y vivir como los parásitos.

Pero es el caso, Eduarda, que los hombres miran a las literatas peor que mirarían al diablo, y éste es un nuevo escollo que debes temer tú que no tienes dote. Únicamente alguno de verdadero talento pudiera, estimándote en lo que vales, despreciar necias y aun erradas preocupaciones; pero… ¡ay de ti entonces!, ya nada de cuanto escribes es tuyo, se acabó tu numen, tu marido es el que escribe y tú la que firmas.

Yo, a quien sin duda un mal genio ha querido llevar por el perverso camino de las musas, sé harto bien la senda que en tal peregrinación recorremos. Por lo que a mí respecta, se dice muy corrientemente que mi marido trabaja sin cesar para hacerme inmortal. Versos, prosa, bueno o malo, todo es suyo; pero, sobre todo, lo que les parece menos malo y no hay principiante de poeta ni hombre sesudo que no lo afirme. ¡De tal modo le cargan pecados que no ha cometido! Enfadosa preocupación, penosa tarea, por cierto, la de mi marido que costándole aún trabajo escribir para sí (porque la mayor parte de los poetas son perezosos), tiene que hacer además los libros de su mujer, sin duda con el objeto de que digan que tiene una esposa poetisa (esta palabra ya llegó a hacerme daño) o novelista, es decir, lo peor que puede ser hoy una mujer.
Ello es algo absurdo si bien se reflexiona, y hasta parece oponerse al buen gusto y a la delicadeza de un hombre y de una mujer que no sean absolutamente necios… Pero ¿cómo cree que ella pueda escribir tales cosas? Una mujer a quien ven todos los días, a quien conocen desde luna, a quien han oído hablar, y no andaluz, sino lisa y llanamente como cualquiera, ¿puede discurrir y escribir cosas que a ellos no se les han pasado nunca por las mientes, y eso que han estudiado y saben filosofía, leyes, retórica y poética, etc.? Imposible; no puede creerse a no ser que viniese Dios a decirlo. ¡Si siquiera hubiese nacido en Francia o en Madrid! Pero ¿aquí mismo?… ¡Oh!…

Todo esto que por lo general me importa poco, Eduarda, hay, veces, sin embargo, que me ofende y, lastima mi amor propio, y he aquí otro nuevo tormento que debes añadir a los ya mencionados.

Pero no creas que para aquí el mal, pues una poetisa o escritora no puede vivir humanamente en paz sobre la tierra, puesto que, además de las agitaciones de su espíritu, tiene las que levantan en torno de ellas cuantos la rodean.

Si te casas con un hombre vulgar, aun cuando él sea el que te atormente y te oprima día y noche, sin dejarte respirar siquiera, tú eres para el mundo quien le maneja, quien le lleva y trae, tú quien le manda; él dice en la visita la lección que tú le has enseñado en casa, y no se atreve a levantar los ojos por miedo a que le riñas y todo esto que redunda en menosprecio de tu marido, no puede menos de herirte mortalmente si tienes sentimientos y dignidad, porque lo primero que debe cuidar una mujer es de que la honra y la dignidad de su esposo rayen siempre tan alto como sea posible. Toda mancha que llega a caer en él cunde hasta ti y hasta tus hijos: es la columna en que te apoyas y no puede vacilar sin que vaciles, ni ser derribada sin que te arrastre en su caída.

He aquí, bosquejada deprisa y a grandes rasgos, la vida de una mujer literata. Lee y reflexiona; espero con ansia tu respuesta.

– Tú amiga, Nicanora.

martes, 3 de marzo de 2009

MikeM’s Site te regala este paquete



Parsimonia me ha nominado para participar en un concurso que organiza MikeM´s y cuyo premio se encuentra en el interior de la caja de la fotografía. Según el organizador del concurso es algo que usamos todos los días así que para participar hay que hacer algo muy sencillo: 1) Deberemos publicar una entrada (post) con el título MikeM’s Site te regala este paquete y enlazarla con la página de su entrada .

2) Para difundir el sorteo deberemos invitar a modo de Meme a 5 blogs para participar en el concurso.

3) Y por último deberemos dejar un comentario en la entrada de MikeM, para que él pueda registrarlas y apuntarnos en la lista.
El concurso finalizará el 8 de marzo. El sorteo se realizará el día 9 de marzo y la entrada con el ganador será publicada un día después, el 10 de marzo. El paquete no tardará en llegar; en un plazo de 2 semanas el vencedor del concurso tendrá el premio en sus manos. Por los gastos de envío no debemos preocuparnos, ya que corren por su cuenta.
Mi elección para participar en el concurso es la siguiente:

Vive y deja vivir...

Escritos en la cresta de una ola

Onlymary


Myself

Se abrió la caja de Pandora

Simplemente se trata de un concurso así que no es obligada la participación.

Suerte a todos.