martes, 30 de diciembre de 2014

Otro año más



Dada mi costumbre de publicar los martes y los sábados, por lógica, esta será la última entrada de este año.
Suele ser habitual durante las últimas horas del año que la gente haga balance o decir eso ‘año nuevo, vida nueva’. No creo que sea necesario ni una cosa ni otra. Mi vida será la misma cuando llegue el 1 de enero, el 2, 3, 4… Puede que cambie a lo largo del año porque tenga que hacerlo, pero no será ni el 1 de enero ni por ser otro año distinto. Y del mismo modo, hacer balance de lo que he hecho o he dejado de hacer sería una especie de discurso borbónico durante la Nochebuena y, sinceramente, no le veo ningún sentido. ¿Por qué aparece la testa coronada delante de las cámaras durante un cuarto de hora solamente esa noche? ¿Por qué no el resto del año? Por eso digo que de nada sirve ver en un instante o día determinado lo que se ha hecho bien y mal, ya que cualquier momento del año es bueno para hacer una retrospección.
Pero supongo que es inevitable no acordarse de cosas y mientras escribo estas líneas retrocedo con la memoria y pienso en todo lo ocurrido durante este año. Me cuesta continuar con las letras si no es mirando por la ventana observando algunas hojas secas, las que han desafiado al otoño, moverse por el viento en los chopos que hay a cuatro metros mientras me pierdo en recuerdos y situaciones. No se trata de reproches, culpables o inocentes… los hechos ahí están; hay una frase que marca: “Cada cual sabe lo que coge y lo que deja”. Sólo eso, no quiero entrar en detalles, pero si sirve de algo diré tal y como se dice en ‘El guerrero nº 13’:

Por todo lo que debimos pensar y no pensamos.
Por todo lo que debimos decir y no dijimos.
Por todo lo que debimos hacer y no hicimos”.

Nos leemos en unos días.

sábado, 27 de diciembre de 2014

La caridad navideña



¿Cuánto puede durar todo el jaleo navideño? ¿Aproximadamente un mes? Visto lo visto durante estos días, los diez días que quedan y los veinte anteriores, no alcanzo a comprender por qué no es Navidad todo el año.
Es durante estos días cuando las conciencias se agitan y a muchos les da por hacer donaciones; pero solamente es este mes, el resto nada de nada.
Yo he estado durante casi un año haciendo un servicio social de manera voluntaria. Lo hacía cuando mis obligaciones me lo permitían. No diré lo que es porque tampoco se trata de ponerme medallas, lo hacía y ya está, no hay más.
Pero he decidido no continuar con ello. Aunque haga una labor minúscula he aportado mi granito de arena, durante los últimos 365 días. Pero estos días he visto a gente que no he visto en todo el año repartiendo felicidad y amor con buenas sonrisas. Eso me ha hecho reflexionar. He sido voluntario durante un año. He realizado un trabajo que yo considero que es necesario y que no debería estar hecho por voluntarios, sino por gente que estuviera haciéndolo no solamente las horas que iba yo a la semana, sino las 24 horas. Pero no. En este país nos hemos acostumbrado a la caridad cuando ésta no debería existir porque es obligación del Gobierno que los ciudadanos tengamos unas condiciones dignas de vida. Suplimos los derechos con caridad y no, no me parece justo. He acabado quemado de cosas que he visto durante todo el año y ver como estos días la gente limpiaba sus conciencias olvidándose el resto del año. Pero lo que más me revienta es que el inquilino de la Moncloa diga que estamos en recuperación. Miente. Mientras haya una sola persona necesitada de caridad continuaremos siendo un país tercermundista en cuanto a necesidades básicas se refiere. Que le pregunten a Cáritas o a Cruz Roja por la situación del país.
Por todo ello he acabado asqueado. Lo que he hecho lo he hecho con mucho gusto, pero creo que no es la solución porque, insisto, deberían ser las 24 horas así que si tan bien vamos que se encargue el Gobierno o su puta madre. Mi conciencia está tranquila.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Una noche distinta



Esta es la misma entrada que puse hace un año y, también, la misma de hace dos, tres, cuatro, cinco… y seis. El día es el mismo, por eso creo que sirve. Un año más y los motivos son los mismos, como lo serán al año que viene y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente… Sólo eso, al fin y al cabo, aunque no participe del folclore navideño, sí que creo que es una noche distinta.
Desde hace dieciocho años, el Día de Nochebuena, suelo hacer siempre lo mismo; a las 8 de la tarde subo a la terraza de la casa de mis padres y enciendo una vela. No soy muy amante de la Navidad, pero sí que creo que esa es una noche especial. Tengo la suerte de haberla celebrado siempre en compañía de mi familia, por ello me siento afortunado, por poder estar con la gente que quiero. Pero también surgen otros sentimientos inevitables, como son el acordarme de mis seres queridos que ya no están. Por eso necesito un momento para acordarme de ellos en soledad. Justo es el momento en el que enciendo la vela. Me acuerdo, especialmente, de ellos y no puedo evitar la melancolía, esa que solamente se puede sentir en privado... y es que algunas cosas nunca cambiarán.
Después del primer recuerdo, dedico mi luz a más gente; primero a personas que conozco y que comparten culaquier tipo de relación conmigo y después, muy especialmente, a gente que no conozco pero que existen. Y pienso en todos los que están lejos de casa por motivos de trabajo y esta noche no estarán con sus familiares, en aquellos que tienen que pasar la noche en un hospital, que tienen que dormir en un cajero, en un banco o en cualquier contenedor. En esas madres que desde sus países pensarán en sus hijos, lejos de casa; en aquellos lejos de sus países por cualquier motivo; en los que están de viaje; en aquellos que esta noche cenarán solos en casa porque no tienen familia u otros que, sencillamente, no podrán cenar; en todos aquellos que acabaron sus días lejos del hogar… como mi admirado poeta y en tantos más que se nos podrían ocurrir y que no por no nombrarlos están ausentes. Por todos ellos también enciendo la vela, para que su luz, al menos esta noche, no les haga sentirse tan solos. Que sepan que alguien, desde la distancia, se acuerda de ellos y sabe que existen. Nunca se sabe, quizá, al año que viene, tal noche como esta, yo pueda estar en alguna de esas situaciones.
Este año, como los anteriores, también les dedico esta canción. Un canto a la paz y a la libertad nunca igualado, igual que os la dedico a todos los que pasáis por aquí.

Que paséis una buena noche.



sábado, 20 de diciembre de 2014

Los sábados a las 12:00



No puedo asegurar qué podré hacer cualquier hora de cualquier día de la semana, dónde estaré o dónde no estaré; pero hay algo que sé seguro que haré.
Tengo la costumbre de ir a tomar el café (suele ser un par de cortados o bombones, eso sí, siempre con hielo independientemente de la estación del año) y a leer el periódico los sábados a las 12:00 horas. Siempre, ese día y esa hora.
Desde hace muchos años es algo que voy haciendo, salvo causa de fuerza mayor. ¿Cuál es su origen? Creo que como todas las cosas en la vida que acaban convirtiéndose en tradición surgen por algo inesperado, casual.
En mis tiempos de estudiante compartía piso con otros tres compañeros de instituto, juntos lo acabamos juntos empezamos la universidad. Una vez allí, como es normal, nuestros caminos se separaron, aunque continuemos manteniendo el contacto telefónico; pero antes de todo eso pasaron muchas cosas.
Vivir en un piso de estudiantes es una experiencia inolvidable, tiempos irrepetibles que darían para escribir un libro… quien haya pasado por ello me entenderá perfectamente. Pero claro, no todo es de color de rosa y también hay algunas obligaciones que hay que asumir y que nosotros no sabíamos por aquel entonces.
Lo único en lo que habíamos pensado desde el primer día era que había que fregar y cada día se encargaba de hacerlo uno. A veces, dependiendo de la ‘mala leche’ que tuviéramos, hacíamos una comida más elaborada usando más cacharros para que el otro tuviera que fregar más y no faltaban las protestas del ‘fregador del día’ en plan “¿Es preciso usar dos sartenes? ¿No puedes usar una?... ¿Es necesario que utilices tantos platos?…” La excusa era que, por ejemplo, en la misma sartén en la que se habían freído un par de huevos no podían freírse dos longanizas, porque no sabían igual, o que había que hacerlo al mismo tiempo para que lo que se había freído antes no se enfriara… pero la cosa no pasaba de juramentos, burlas y risas.
Pero había algo que no habíamos tenido en cuenta, ¿quién limpiaba el piso? El primer mes de nuestra nueva vida si hubiese ido un inspector de Sanidad nos hubiese precintado la vivienda, así que decidimos que aquello no podía seguir así y establecimos turnos de limpieza: cada semana uno de nosotros limpiaría todo el piso a excepción de las habitaciones (que cada cual se limpiaría la suya).
No hace falta que sea muy explícito cómo lo hacíamos. No se puede decir que se pudieran comer sopas en el suelo, pero como las bacterias no se ven… A veces nos quedábamos sin lejía y fregábamos el suelo con detergente de ropa… tampoco explicaré más. Básicamente era pasar una bayeta con lejía por el váter, bidé, lavabo y bañera, luego barrer y pasar la fregona. En una hora u hora y media estaba limpio el baño, la cocina, el pasillo y el comedor y, como he dicho antes, visualmente estaba bien.
El caso es que al que le tocase limpiar siempre se solía poner entre las 10:30 y las 11:00 del sábado y lo último que se hacía era fregar el piso. Metíamos la fregona en el cubo, la removíamos bien, la sacábamos y, sin escurrirla, nos poníamos a darle pasadas al suelo; si hubiésemos usado una manguera o tirado cubos de agua hubiésemos acabado antes. La cuestión es que al terminar estaba todo encharcado y no se podía salir de las habitaciones hasta que estuviese todo seco, así que para no estar esperando tumbados en la cama, cuando el ‘limpiador’ de turno había acabado, abríamos las ventanas y bajábamos a un bar que había al lado de casa, tomábamos café o cualquier otra cosa, charlábamos y ojeábamos el periódico. Cuando volvíamos nos parecía que todo estaba como los chorros del oro.
Han pasado muchos años de aquello y aunque ni las circunstancias ni los motivos son los mismos es algo que me ha quedado como costumbre: café y periódico los sábados a las 12:00.

sábado, 13 de diciembre de 2014

La sublevación de Jaca, la república que llegó del frío



Lo único que lamento es no haber podido salvarte a ti, Ángel, fueron las sentidas palabras del capitán Fermín Galán Rodríguez (izquierda) a su compañero de sublevación, el también capitán Ángel García Hernández (derecha).
El Tribunal Militar acababa de dictar sentencia en el Acuartelamiento Pedro I de Huesca; en la misma se condenaba a ambos reos a ser pasados por las armas por rebelión militar y sedición. Apenas unas horas después, en el polvorín del Camino Viejo de Fornillos, los ‘Capitanes del Frío’, separados unos diez metros el uno del otro, se enfrentaban, a cara descubierta, a los dos pelotones de ejecución.
¡Viva la República!, ¡viva la libertad!
Sobre las tres y diez de la tarde del domingo, 14 de diciembre de 1930, el último proyectil que impactó en los dos cuerpos inmolados ponía un falso punto y final al sueño republicano de los dos capitanes, de los setecientos efectivos, militares y civiles, que, a su mando, habían iniciado la marcha desde Jaca a Huesca por carretera y ferrocarril y de todos cuantos aborrecían la institución monárquica.
La aventura igualitaria, comenzada en Jaca a las seis de la mañana del 12 de diciembre de 1930, apenas había durado treinta horas.
Cuatro meses después de los fusilamientos, el 14 de abril de 1931, se proclamaba la II República Española. En el cementerio de Huesca, la hornacina de García Hernández -en la parte católica- y la tumba de Galán -en la civil-, quedaron cubiertas por las flores que manos republicanas unieron a las depositadas por la esposa y la hija del primero y la madre y los hermanos del segundo.
La dictadura de Primo de Rivera cae el 29 de enero de 1930, instaurándose entonces el Gobierno de Dámaso Berenguer, la llamada ‘Dictablanda’. El 17 de agosto de este mismo año se reúnen los principales partidos políticos constituyendo lo que se viene en denominar el ‘Pacto de San Sebastián’, que pretende dar los pasos necesarios para la proclamación de la Segunda República en España. En octubre se nombra un Gobierno Provisional republicano y se elige un Comité Revolucionario Nacional. Todos los esfuerzos se encaminan a preparar una sublevación que acabe con la monarquía de Alfonso XIII. El detonante sería la guarnición de Jaca.
Fermín Galán Rodríguez, gaditano y masón, llegó a Jaca en junio de 1930, tenía entonces 31 años. Obtuvo este destino tras pasar seis años de arresto en el castillo de Montjuich, por haber participado en la ‘Sanjuanada’, el movimiento sedicioso que pretendió acabar con Primo de Rivera. Se granjeó el respeto y admiración de la tropa, ciertas simpatías entre una parte de los mandos y también algunas animadversiones indisimuladas de los jefes de la guarnición jacetana. Entre sus amigos militares se encontraban los capitanes Salvador Sediles y, naturalmente, Ángel García Hernández, alavés y católico, liberal y honrado militar. De entre los civiles sobresalen Antonio Beltrán ‘El Esquinazau’ y Alfonso Rodríguez ‘El Relojero’. Igualmente hay que citar a Rafael Sánchez Ventura, zaragozano de la alta burguesía pero anarquista de vocación, amigo inseparable de Ramón Acín, quien también estaba involucrado en los planes revolucionarios.
Desde el primer momento, Fermín Galán estuvo en contacto con el Comité que conspiraba en Madrid, esperando la fecha que se determinara para comenzar la sublevación en Jaca y luego extenderla por toda España. Jaca era el arranque de una operación de gran escala. Hubo varias fechas señaladas antes del 12 de diciembre, pero siempre había aplazamientos, hasta el punto de que muchos de los complotados llegaron a dudar de las verdaderas intenciones del dubitativo y medroso Comité.
Tras distintas reuniones entre Galán, los militares comprometidos, ateneístas llegados de Madrid con instrucciones expresas, y civiles que debían organizar el movimiento sindical y huelguístico de apoyo a la sublevación, se decidió en Jaca una fecha definitiva, el 12 de diciembre. Los conspiradores remitieron un telegrama a Madrid que decía: “Viernes doce, enviad libros”, a lo que se respondió de inmediato: “Cumpliremos instrucciones pie letra”.
El golpe, por tanto, estaba ya en marcha, era imparable. Sin embargo algo falló. Madrid decidió un nuevo aplazamiento, pero la comunicación, inexplicablemente, no llegó a tiempo. Casares Quiroga junto a Graco Marsá fueron enviados a detener los planes de la guarnición insurrecta, pero no lo hicieron con celeridad; cuando llegaron a Jaca, en lugar de avisar urgentemente a Galán, se fueron a dormir al hotel La Paz perdiendo la oportunidad de detener la intentona. 
A las cinco de la madrugada del día 12 sonó en el cuartel la diana revolucionaria. Se ordenó la detención del gobernador militar y de todos los militares que no se sumaran a la rebelión. Los centros neurálgicos de Jaca -correos, telégrafos, la estación- fueron intervenidos. Militares y paisanos colaboraron en todo momento. La situación estaba controlada.
Sólo se produjeron dos enfrentamientos que acabaron con la vida del sargento de la Guardia Civil y de dos carabineros que opusieron resistencia armada. Ocurrieron a las ocho de la mañana en la Plaza de la Catedral. En el ayuntamiento quedó constituida la Junta Revolucionaria presidida por el republicano Pío Díaz, quien sería nombrado alcalde. A las once de la mañana, en el ayuntamiento de Jaca, se proclamó la República.
Aquel día hacía frío y llovía abundantemente. Las calles estaban embarradas. La requisa de automóviles para formar las columnas que marcharían a Huesca fue extremadamente lenta. Con todo, se formaron dos columnas, una comandada por Fermín Galán integrada por 500 hombres, entre militares y paisanos, que marcharía por carretera con 40 vehículos, y la otra mandada por el capitán Sediles, compuesta por 200 hombres, iría por ferrocarril. Partieron a las tres de la tarde, hora en la que el alcance de los hechos ya era bien conocido en las comandancias militares de toda España, sin que ninguna se hubiera sumado al alzamiento.
Galán, que había tenido un enfrentamiento en el camino con el general Manuel de las Heras quien resultó herido, llegó al pueblo de Ayerbe a las doce de la noche y Sediles una hora más tarde. En Ayerbe los esperaba un alborozo republicano extraordinario. Se organizó una verdadera fiesta que infundió ánimo a unos soldados a esas horas ya desmoralizados y cansados. La población de Ayerbe se volcó con los sublevados y tras reponer fuerzas retomaron el camino sobre las dos de la madrugada.
Entre las siete y las ocho de la mañana del día 13 de diciembre la extenuada y aterida columna llegó a las denominadas Coronas de Cillas, a tres kilómetros de Huesca. Allí les esperaban tropas gubernamentales de la ciudad y refuerzos llegados de Zaragoza. La carretera estaba cortada, a pesar de lo cual los de Galán creyeron que los soldados aguardaban para darles la bienvenida y el abrazo fraterno que buscaban en los republicanos de Huesca, tal como estaba previsto. Pero nada ocurriría como habían planeado.
La confusión se adueñaba de los soldados. El miedo comenzaba a hacerse patente. Galán toma la determinación de enviar a los capitanes Salinas y García Hernández a parlamentar. ‘El Esquinazau’ se ofrece voluntario para conducir el vehículo hasta la posición de Cillas y colocar una bandera blanca en sitio bien visible. Galán advierte que si en el plazo de diez minutos no han vuelto abrirán fuego. Los dos capitanes apenas bajan del vehículo son detenidos, al igual que su conductor.
Los minutos pasan. Un oficial hace dos disparos al aire en señal de advertencia y pasados unos segundos las tropas acantonadas en las lomas abren fuego sobre los sublevados. Éstos se refugian donde pueden, bajo los camiones, tras los árboles... Se produce la desbandada. Armas y pertrechos quedan abandonados en la carretera. También tres muertos y veinticinco heridos.
En dos vehículos huyen varios oficiales, entre los que se encuentra Galán y el paisano Graco Marsá junto a algunos ateneístas. Toman la carretera de Tardienta. Los dos coches se separan, los civiles consiguen huir, pero Galán, muy abatido, decide entregarse en el pueblo de Biscarrués, primero al alcalde, pues no quiere saber nada de los militares, luego es arrestado por la Guardia Civil. Sus compañeros no han podido persuadirle para que huya. Los detenidos son conducidos a Ayerbe primero y luego a Huesca e ingresados en el cuartel de Infantería Pedro I.
Ramón Acín, responsable en Huesca del movimiento insurreccional, a la vista de los acontecimientos se escondió en un carrascal de las afueras de la ciudad durante tres días. Estaba acompañado por José Jarne Peire, comerciante, articulista y activo republicano. Luego fueron a la ermita de Loreto y a Zaragoza, donde permanecieron la Navidad de 1930 y, finalmente, con la ayuda de José Ignacio Mantecón, pasaron a Lisboa para recalar a continuación en París, donde se exiliaron hasta la proclamación de la República. Ramón Acín, de haber triunfado la sublevación de Galán, podía haber sido nombrado alcalde de Huesca.
El Consejo de Guerra sumarísimo se inició a las nueve de la mañana del domingo 14 de diciembre en el Cuartel Pedro I. Los acusados fueron Fermín Galán Rodríguez, Ángel García Hernández, Luis Salinas García, Manuel Muñiz Izquierdo, Miguel Fernández Gómez y Ernesto Gisbert Baly. El defensor era el capitán José María Vallés Foradada. Las declaraciones se sucedieron a una velocidad de vértigo, los acusados apenas tenían posibilidad de intervenir y los testigos pasaban a destajo. La sentencia llegó de inmediato: Fermín Galán y Ángel García Hernández son condenados a muerte. Los demás oficiales, cadena perpetua. La condena a muerte de García Hernández fue de todo punto incomprensible, puesto que no concurrían en su persona circunstancias distintas a las que pudieran señalarse de los otros oficiales.
La sentencia la comunicó el Capitán General de la Quinta Región Militar al propio Dámaso Berenguer, que se encontraba reunido con su Gobierno en Madrid. El Consejo de Ministros aprobó la sentencia por mayoría y Alfonso XIII ordenó la inmediata ejecución. Ello a pesar de que era domingo y en domingo no se podía fusilar.
Subieron a un camión, los condujeron al polvorín de Fornillos tomando una carretera de las afueras de Huesca en dirección a Apiés. A las tres de la tarde formó el pelotón. A las tres y diez minutos, Galán y García Hernández habían muerto. Serían enterrados al día siguiente. Murieron tres días después de la sublevación y apenas tres meses antes de que se proclamara la República. Han pasado a la historia, sin duda, como mártires de la libertad.
Un acontecimiento desconocido para la mayoría. Uno de esos episodios ocurrido tal día como hoy, hace 84 años, que merece la pena recordar. Pinchando encima de la fotografía se puede acceder a un documental en el que se explica de forma más detallada la vida de estos personajes y el episodio que les hizo pasar a la historia. No os lo perdáis. 

https://www.youtube.com/watch?v=HX7W32BZ6VE&list=PL1601E923A846B256

martes, 9 de diciembre de 2014

Día contra la Corrupción (pero sólo hoy)



Hoy, por lo visto, se celebra el Día contra la Corrupción (política se entiende). Pero no, no es lo que cualquiera que lea esto pueda pensar, es decir, no se trata de un día para reivindicar que se tiene que acabar con la corrupción; lo que se celebra es que hoy no habrá corrupción. Los políticos nos dan un día de tregua y no hacen sus habituales chanchullos.
Antes me indignaba y ahora me produce indiferencia escuchar a un político diciendo que van a luchar contra la corrupción. Aquí habría que hacer como en el colegio y que levantase la mano el que se creyese a un vividor de lo público diciendo que quieren acabar con los corruptos. No, eso es imposible en tanto y cuanto son ellos mismos, la clase política en general la que provoca la corrupción, ¿cómo van a acabar con ella? ¡Imposible! Pongamos un ejemplo: imaginemos que el virus del SIDA se manifestase el Día de la Lucha contra el SIDA, o que el cáncer participase activamente en el Día contra el Cáncer recogiendo donativos para luchar contra la enfermedad… ¿alguien se lo imagina? Pues eso.
Así que nada, durante 24 horas todos han sido, supuestamente, honestos, porque corruptos ya sabemos que lo son, ¿será por eso que hoy no me he cruzado con ningún político por la calle? Estarían todos escondidos, un día como el de hoy es fiesta para ellos. Pero a las 00:00:01 horas del miércoles ya todo habrá vuelto a la normalidad y los políticos volverán a ser corruptos. Hay cosas que solamente suceden en los cuentos… que se lo pregunten a la Cenicienta. 

sábado, 6 de diciembre de 2014

Wislawa Szymborska



Podría escribir sobre lo que estoy pensando y extenderme diciendo que vivimos en un país de vagos y corruptos, justificar los que digo, tanto lo primero como lo segundo, para así tranquilizar un poco mi rabia e impotencia. Sí, podría hacerlo, pero no, no me apetece. Hoy no quiero pensar… hoy quiero sentir.
Hace unos meses descubrí a una poetisa de nombre impronunciable, se trata de Wislawa Szymborska. Con ese nombre es fácil adivinar de dónde procede (supongo). Probablemente no sea muy conocida en este bendito país, de hecho a la gente que he preguntado (y no ha sido poca) nadie había escuchado hablar de ella… bueno, tampoco es muy importante conocer a todos los Premios Nobel de Literatura (lo obtuvo en 1996) existiendo literatura como ‘Harry Potter’, la saga de ‘Crepúsculo’ o ‘50 sombras de Grey’.
¿Y por qué me gusta? No lo he pensado, ni siquiera lo sé. Me gusta y punto. Me ocurre como con Antonio Machado, no sabría decir por qué me cautiva. En ocasiones he dicho que cualquiera puede hablar de arquitectura sin entenderla. Estamos delante de una catedral, por ejemplo, y todos podemos decir algo más que no sea ‘me gusta’ o ‘es bonita’; podemos describir las cosas porque las estamos viendo. Con la poesía no, la poesía no se ve, es un sentimiento y como tal se siente, sin explicación posible.
Este fue el primer poema que leí suyo. Al terminarlo supe que merecía la pena sentir más.

Las tres palabras más extrañas
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

¿Esto cómo se explica? No se explica, se siente, se relee una y otra vez. Eso es Szymborska. Sentimiento, no pensamiento.
Además, ¿para qué estropearlo? Voy a tener la oportunidad de empezar a leer mi amor platónico literario, Rayuela, ¿merecen la pena ciertas cosas? Sí, es posible, pero no hoy.