martes, 30 de marzo de 2021

La práctica de la crucifixión



La crucifixión fue forma de castigo fue creada supuestamente en Asiria en torno al siglo VI a.C. Al menos así les gustaba decir a los romanos, que no aceptaban que una brutalidad tal pudiera haber sido pensada en su territorio. La práctica fue imitada por grandes potencias mediterráneas, como la Macedonia de Alejandro Magno, quien la importó a Europa unos 200 años después de su aparición en Oriente Próximo.
No cabe duda de que era una ejecución atroz y, al mismo tiempo, significaba un mensaje hacia los que desafiaran el orden establecido. Garantizaba al esclavo condenado un largo suplicio desnudo, con los pechos y los hombros hinchados y con los pájaros picoteando la carne a placer. Mientras que a los que observaban les avisaba de que las élites romanas no iban a admitir que un esclavo destruyera su sociedad, sustentada por la servidumbre de este grupo que representaba a la mayor parte de la población.
Cuando Espartaco y su grupo de esclavos fueron derrotados tras la Tercera Guerra Servil, los 6.000 prisioneros adultos capturados fueron crucificados a intervalos a lo largo de la Vía Apia, desde Roma hasta Capua, como advertencia a otros esclavos dispuestos a atacar a sus amos. Según Tácito, “no se podía dominar más que por el miedo” y la crucifixión era un buen ejemplo de ello.
Sin embargo, los romanos, el pueblo que la popularizó, no la aplicaba a los ciudadanos, por considerarla demasiado humillante; en este caso se les ofrecía una muerte rápida, como la decapitación.
A pesar de ser una práctica común con las clases más bajas, apenas quedan textos escritos de ello, salvo cuatro crónicas de un judío llamado Jesús, ejecutado frente a las murallas de Jerusalén (las crucifixiones eran extramuros para que el olor de los cadáveres no resultara próximo). Describen como Jesús fue condenado por un delito capital contra el orden establecido y azotado por los soldados, que se mofaron colocándole una corona de espinas. Le obligaron a cargar una cruz, probablemente sería el madero horizontal, hasta el lugar en el que sería ejecutado. Allí le atravesaron las muñecas y los pies con clavos y lo elevaron en la cruz. Resaltar que la crucifixión se hacía, como mucho, a un metro del suelo, ya que resultaba muy pesado levantar el cuerpo y la propia cruz. Finalmente le atravesaron con el costado en una lanza para cerciorarse de que estaba muerto.
Tuvieron que pasar muchas décadas para que la visión de Cristo en la cruz se normalizase de forma visual. Es por ello, que su imagen se representó con un cuerpo que escaparía a los cánones de la época; es casi un atleta, musculoso como un dios griego y expresión serena. Más tarde, durante la edad media, se representó a un Jesús ensangrentado y agonizante. Ya no tenía el rostro sereno sino desencajado por el sufrimiento, más humano y más débil. Si en otro tiempo esa imagen hubiera representado una forma atroz de morir, para la gente de la época transmitía compasión y sacrificio.

sábado, 20 de marzo de 2021

Primavera



sábado, 13 de marzo de 2021

José Lino Vaamonde, arquitectura y principios



Hace como quince años, en un curso que hice en el Colegio de Arquitectos de Zaragoza, descubrí un libro muy interesante, ‘La conservación del patrimonio español durante la II República (1931-1939)’, del arquitecto valenciano Julián Esteban Chapapría. Eran tiempos en los que mi sentimiento republicano, ese que sigo teniendo pero que a día de hoy se mantiene en un segundo plano, estaba a flor de piel. Para mí era el libro perfecto, tanto en lo profesional como en lo ideológico y, evidentemente, no podía dejar pasar la oportunidad de comprarlo.
Allí descubrí un nombre desconocido, pero que se ganó mi admiración por la situación que vivió y el compromiso que tenía con sus ideas. Se trataba de José Lino Vaamonde Valencia (1900), un nombre que se ha perdido en las páginas del olvido.
Vaamonde Valencia fue un arquitecto orensano que obtuvo el título de arquitecto por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera y bajo el reinado de Alfonso XIII. En 1934 obtuvo el título de aparejador, ya que, como él mismo decía: “quería tener un título firmado por el Presidente de la República española y no por SM el rey D. Alfonso XIII”. Esto fue lo que me cautivó de este personaje, lo que me identificó con él. Cuando yo finalicé mis estudios y me dieron el diploma me negué a ponerle un marco y colgarlo de la pared (aunque en mi entorno me insistieron); la razón era que yo me negaba a tener un cuadro en el que pusiera en grande (cito de memoria algo parecido): “Juan Carlos I, Rey de España y en su nombre el rector de la Universidad Politécnica…”. Sólo faltaba eso, que yo tuviera que ver todos los días el nombre del Rey colgado de una pared y, en cierta forma, ‘agradeciéndole’ la concesión de un título que yo me había ganado. De hecho, no he colgado ningún diploma que lleve el nombre del Rey y los tengo guardados en un cajón en casa de mis padres. Sin duda alguna José Lino representa para mí en un ejemplo de integridad.
Pero si por algo es conocido este arquitecto es por haber sido el salvador del tesoro artístico español. Republicano convencido y admirador de D. Manuel Azaña se afilió a Izquierda Republicana en diciembre de 1935 y desde entonces se entabló una estrecha relación personal con el futuro presidente, tal es así que al comiendo de la guerra civil, Azaña le encarga el traslado de las obras del Prado ante el peligro que podían correr. D. Manuel, se dirigía a él como ‘mi buen amigo’.
En 1938 es nombrado secretario general de propaganda del Ministerio de Presidencia, pero sufre un accidente y por indicaciones de Azaña es trasladado a París para su recuperación y allí es nombrado vocal del Comité Nacional de Ayuda a la España Republicana en sustitución, ni más ni menos, de mi admirada Victoria Kent.
Al finalizar la guerra se exilió a Venezuela, donde desarrollaría los trabajos más importantes de su carrera profesional. Sus comienzos no fueron fáciles, comenzando en trabajos de venta a domicilio de libros y haber montado en la ciudad de Valencia el bar restaurante Madrid. En 1946 fue contratado por la compañía Shell Caribean Petroleum Company, con sede en Caracas, y organiza los servicios de arquitectura, de la que sería nombrado en poco tiempo arquitector asesor, el mayor rango dentro del servicio.
Sus trabajos en Venezuela ya forman parte de la curiosidad que uno pueda tener por profundizar en su biografía.
Como anécdota es importante resaltar que durante los años 1926 – 27 fue secretario de la junta directiva del Real Madrid y que en una gira por América que hizo el equipo en 1952 fue invitado por el presidente del club Santiago Bernabeu a presenciar un partido en Caracas contra el Millonarios de Bogotá. El presidente blanco quería fichar a Adolfo Pedernera, un jugador del equipo colombiano en el que se había fijado, pero Vaamonde le insistió y convenció para que al que tenía que fichar era a Alfredo Di Stefano, como así sucedió.
José Lino Vaamonde Valencia… un ejemplo de integridad personal, superación y profesionalidad. Falleció en Caracas en 1986.

martes, 9 de marzo de 2021

El Cid, la leyenda



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sábado, 6 de marzo de 2021

Libertad de expresión mal expresada



Cada vez tengo menos claro que significa esas tres palabras que tantas veces se dicen en respuesta a las normas establecidas o como justificación antes posibles consecuencias legales por algún hecho. Me estoy refiriendo a la ‘libertad de expresión’.
No cabe duda que una de las noticias del mes de febrero ha sido la detención del rapero conocido como Pablo Hassel y las consecuencias derivadas de ello. Sinceramente, hasta lo ocurrido no sabía quién es este individuo, pero cuando la curiosidad aprieta y se leen algunos de los motivos por los que está encarcelado es fácil tener una opinión.
Cuando alguien dice en esos bodrios que llama canciones o a través de las redes sociales cosas como:
¡Merece que explote el coche de Patxi López!
No me da pena tu tiro en la nuca, pepero. Me da pena el que muere en una patera. No me da pena tu tiro en la nuca, socialisto”.
Que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono”.
Es cuando todo se entiende más que este sujeto esté en la cárcel. Porque entonces, si esto es ‘libertad de expresión’ el límite está muy alto. Todos sabemos lo que podemos y no podemos decir y no sirve excusarse en la libertad de expresión.
Y por increíble que parezca ha habido revueltas con actos vandálicos en distintas ciudades defendiendo la libertad a que este sujeto pueda decir lo que dice.
En este país, así, a bote pronto que recuerde sin tener que buscar, han encerrado en la cárcel a gente como Fray Luis de León, Miguel de Cervantes o Miguel Hernández… y las crónicas no hablan de revueltas por ello. Sin embargo por alguien como el tal Hassel, parapetado tras la libertad de expresión, se monta la de Dios es Cristo (por cierto, teoría que defendían los cátaros y por eso acabaron como acabaron). Está claro que no lo han detenido por recitar a Neruda ni a Bécquer.
Por eso decía al principio que no entiendo el concepto ‘libertad de expresión’… porque si por defender que un fulano pueda decir públicamente que a x personaje le peguen un tiro, le corten la cabeza o le pongan una bomba, los vándalos arrasan con todo a su paso soy partidario de que a los que no saben lo que dicen les pongan una mordaza. Estoy convencido que muchos lo agradecerían (yo uno de ellos).

martes, 2 de marzo de 2021

Hasta siempre Quique San Francisco


De ese tipo de personas que a todos caía bien. Hasta siempre Quique San Francisco.