En primera parte de la más grande obra de la literatura universal, don Quijote y Sancho se encuentran con unos cabreros que los agasajan con comida y les invitan a que pasen la noche con ellos. Es en ese instante, cuando el ingenioso hidalgo, suelta un discurso sobre ‘la edad de oro’, refiriéndose a mejores tiempos pasados.
Esto, que no tiene nada que ver con lo que voy a tratar, bien me sirve de introducción. No hace falta explicar lo que puede significar esa terminología, ya que su propio nombre indica esplendor, riqueza… Pues bien, particularizando en la Comunidad Valenciana, o, por concretar más, en Valencia, también hubo tiempos esplendorosos. Ponerme a nombrar los grandes personajes en cualquier disciplina que ha habido en la terreta sería algo muy largo a la par que injusto, ya que siempre me dejaría a alguno. No cabe duda que la época actual no puede definirse como de oro.
Mi tierra de nacimiento (que no de sentimiento) comenzó a degenerar hace 20 años, cuando el PP ganó las elecciones y los sinvergüenzas se instalaron las instituciones legitimados por las urnas. En dos décadas, les ha dado para mucho: se han encargado de enfrentar a los valencianos con cuestiones absurdas del idioma; han arruinado la seña de identidad valenciana: la agricultura; han especulado urbanísticamente todo lo que han podido; han saqueado las arcas públicas hasta no dejar ni las telarañas… resumiendo: han convertido a la Comunidad Valenciana en la región más corrupta de Europa occidental y han conseguido que algunos nos avergoncemos de decir que somos valencianos.
Pero el pueblo valenciano, que ha degenerado en lo vergonzoso, también lo ha hecho a la par en lo ridículo. Este verano, paseando por Valencia capital me encontré en las tiendas que venden recuerdos lo que muestro en las fotografías: trajes de gitana para las féminas y figuritas ataviadas con la misma vestimenta, es decir, el típico traje andaluz como si fuera valenciano y hasta un espectáculo flamenco… ¡cabe mayor vergüenza! En lugar de promocionar lo auténtico valenciano, es decir, las mismas tonterías de siempre -paella y fallas- se promocionan tradiciones de otra tierra que nada tienen que ver con Valencia. Lo peor es que los turistas extranjeros lo compraban. ¿Alguien se imagina que en Galicia o en Andalucía vendiesen muñecas y trajes de fallera? Pues eso.
Los valencianos, entre los que me incluyo por la parte que me toca y no puedo renunciar aunque quiera, hemos perdido el sentido del ridículo, de la dignidad, de la decencia, de la vergüenza y cualquier otro que me deje. ¿Qué se puede esperar de una región que, como he dicho al principio, lleve 20 años votando al PP? Si defendías lo auténtico valenciano te tachaban de separatista. Había que ser español: toros y flamenco. Alguna vez me ha pasado (hace años) estar en la capital, hablar valenciano y alguien decirme que hable castellano, que eso es ‘de pueblerino’. Casualmente, quien me lo dijo era de padres de Albacete que emigraron con los suyos siendo muy niños; lo que llamamos ‘churros’ y en Cataluña ‘charnegos’. Si don Vicente levantase la cabeza...