sábado, 28 de abril de 2018

Capítulo XLVII



Esta semana he estado en Cádiz. El domingo pasado salí desde Zaragoza, ya que el lunes tenía una reunión en la que debía estar (no podía ser telefónicamente) para ver los detalles de un trabajo y, al mismo tiempo, buscar una oficina en la que estaremos tres: un corredor de seguros, especialista en el tema de la construcción; un promotor vasco, pero que vive en Sevilla, y yo.
Había previsto un par de días para hacer todas las gestiones, así que el miércoles decidí volver, pero en lugar de volver a Zaragoza volvería a Valencia, porque tenía que visar por el Colegio unos trabajos que me habían encargado. El viaje desde Cádiz hasta Valencia es bastante largo, no recuerdo con exactitud pero serán unos 800 km, así que decidí anunciarme en Bla Bla Car. La salida desde Jerez de la Frontera, la primera parada en Sevilla, la segunda en Córdoba y la tercera en Albacete.
Me contactó el martes por la noche Miguel, un chico de 26 años que salía desde Jerez y me preguntó si le podía dejar en la primera gasolinera pasada Sevilla, ya que su idea era llegar a Suiza haciendo autostop. Me extrañó bastante la propuesta, pero le dije que no había problema. A los cinco minutos me llamó Adriana, una chica de Albacete que iba a viajar conmigo. Bien, ya éramos tres.
Recogí a Miguel a la hora acordada, 9:30, y comenzamos el viaje. Sus padres son de Pamplona, siendo él pequeño emigraron a Suiza y allí siguen todavía. Había estado con una amiga en la Feria de Abril y ahora volvía a Suiza haciendo autostop, por lo que quería que lo dejara en un área de servicio pasando Sevilla; se había propuesto llegar, como muy tarde, el viernes por la tarde, ya que tenía que su madre canta en un coro y le hacía ilusión que él estuviera viéndola cantar el viernes por la noche. Es normal la extrañeza cuando a uno le dicen que pretende hacer semejante viaje confiando en la amabilidad de las personas. Pero no era la primera vez que lo hacía. Ya había recorrido Brasil de la misma forma. Sacó un billete de avión, aterrizó allí y recorrió todo el país. Pero lo que más me sorprendió es lo que iba a contar cuando sonó el teléfono.
Era Ezequiel, un chico que estaba en Sevilla que me llamaba para ver a qué hora pasaría a recogerlo. Por lo visto, había comprado la plaza en el coche una vez habíamos salido. Pues bien, tuvimos que entrar en Sevilla y recogerlo. El nuevo compañero llevaba una maleta enorme, era argentino y tenía 27 años. Nos contó que era peluquero. Con 23 años se había ido a Chile a trabajar, montó su peluquería y allí estuvo todo este tiempo, hasta que hace un par de meses decidió venderlo todo y venirse a conocer Europa. Había llegado a Madrid hacía un par de semanas. Después había pasado por Granada y había llegado a Sevilla. Su idea era ir a Valencia, de allí a Ibiza unos días y pasar a Barcelona, donde se alojaría en casa de una amiga durante unos días, para luego seguir a París, ya que también conocía gente y ya decidiría… Previo a su idea de venir a Europa nos contó que había viajado por Perú, en modo mochilero, de norte a sur.
Y Miguel contó su aventura… él es ingeniero industrial y le concedieron una beca Erasmus en China. Cuando finalizó pidió que en lugar de volver con avión le permitiesen volver por tierra. Después de unas gestiones con la universidad se lo concedieron, ¡de China a Suiza por tierra… haciendo autostop, en autobuses y buscándose la vida! Tardó un mes y medio. Nos contó cosas que como uno no espera vivir le parecen increíbles. Por ejemplo, en Kazajistán conoció a un coreano que a los 20 años había salido de casa, a la aventura, y ahora, seis años más tarde volvía a su casa.
El viaje fue extraordinario. Hablábamos de viajes, de historia, de política y de muchas más cosas interesantes, más de 650 kilómetros dan para mucho.
En una parada que hicimos en un área de servicio de Córdoba me llamó María, una chica de Albacete que también vendría con nosotros. Yo me preocupé, ya que, en teoría tendríamos que haber ido 4, no 5, ya que Miguel se bajaba en Sevilla, pero yo me había prestado a llevarlo hasta Valencia, ya que ahí tenía familiares donde pasar la noche antes de ir dirección Suiza. Bueno, de alguna forma nos apañaríamos, sobre todo con el equipaje.
Llegamos a Albacete y cogimos a María y a Adriana. María, de 40 años, es arquitecta y da clases en la Universidad de Cartagena. Cuando dijo eso le pregunté si conocía a José Laborda (al final de la entrada hay un vídeo en el que habla), ya que yo sabía que él estaba en esa universidad. Me dijo que sí, que es compañero suyo. Realmente el mundo es un pañuelo. Laborda había sido mi profesor de proyectos en la universidad. Por lo que me dijo de lo que pensaban los alumnos él seguía siendo el mismo: un profesor con unos conocimientos inmensos, pero muy, muy duro y exigente en clase. Todo lo que me contaba me lo creía y yo le conté mis vivencias de aquellos años con él. Quizá, ahora, con el paso de los años, había empeorado su forma de ser, su arrogancia y su manera de tratar a la gente… en mis tiempos era doctor y ahora era catedrático.
Llegamos a Valencia y los dejé en un sitio que les venía bien a todos y nos despedimos, pero antes le dije a Miguel que me enviase un whatsapp diciéndome que había llegado a Suiza.
Este momento de despedida me recordó al momento en que el don Quijote, Sancho Panza, el cura y el barbero se despiden de don Fernando, Cardenio, Luscinda y Dorotea en la venta en la que habían estado; gentes que ni se conocen ni tienen nada en común pero que coinciden por algún motivo. Por eso a esta entrada le pongo el nombre del número del capítulo en cuestión.

En tanto que las damas del castillo esto pasaban con don Quijote, el cura y el barbero se despidieron de don Fernando y sus camaradas y del capitán y de su hermano y todas aquellas contentas señoras, especialmente de Dorotea y Luscinda. Todos se abrazaron y quedaron de darse noticia de sus sucesos, diciendo don Fernando al cura dónde había de escribirle para avisarle en lo que paraba don Quijote, asegurándole que no habría cosa que más gusto le diese que saberlo, y que él asimesmo le avisaría de todo aquello que él viese que podría darle gusto, así de su casamiento como del bautismo de Zoraida y suceso de don Luis y vuelta de Luscinda a su casa. El cura ofreció de hacer cuanto se le mandaba, con toda puntualidad. Tornaron a abrazarse otra vez, y otra vez tornaron a nuevos ofrecimientos”.

Ayer, a mediodía, me envió un mensaje que decía lo siguiente: “Como lo he prometido te escribo desde casa. Muchísimas gracias por haber participado en mi viaje. Sin tu ayuda todo hubiera sido más complicado y menos interesante. Fue un placer compartir el camino. Un abrazo”.
A veces, nos encontramos por casualidad con personas extraordinarias que hacen que las cosas sean extraordinarias.

sábado, 21 de abril de 2018

Sospechosos habituales


Estoy convencido que desde que la vi al poco de estrenarse no la he vuelto a ver. No recuerdo como empieza ni lo que sucede, simplemente pinceladas de escenas, como si fuera un sueño… Pero el final… ese final… es inolvidable.
A pesar de no ser una de las grandes superproducciones del cine, ha dejado un poso entre los de mi generación; al igual que con películas como ‘Tiempo de matar’ o ‘Cadena perpetua’. ‘Sospechosos Habituales’ es una de esas películas que siempre recuerdas, aunque olvides el título; quizá por su final y por la frase final. Hay frases que están hechas para un final y esta es una de esas. Otro final, otra frase es imposible. 

El mejor truco realizado por el diablo fue convencer al mundo de que no existía”.



martes, 17 de abril de 2018

Y era la verdad que por él caminaba


—¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel».
Y era la verdad que por él caminaba.

Capítulo II. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote.



sábado, 14 de abril de 2018

Dos verbos


Saber.
(Del lat. Sapĕre)
Conjug. modelo.
1. tr. Tener noticia o conocimiento de algo.
2. tr. Estar instruido en algo.
3. tr. Tener habilidad o capacidad para hacer algo.
4. tr. Estar seguro o convencido de un hecho futuro.
5. intr. Tener noticias o información sobre alguien o algo.
6. intr. Ser muy astuto.
7. intr. Dicho de una cosa, especialmente de algo comestible: tener un determinado sabor.
8. intr. Dicho de una cosa: producir en el ánimo el efecto expresado.

Esperar.
(Del lat. Sperāre)
1. tr. Tener esperanza de conseguir lo que se desea.
2. tr. Creer que ha de suceder algo, especialmente si es favorable.
3. tr. Permanecer en sitio adonde se cree que ha de ir alguien o en donde se presume que ha de ocurrir algo.
4. intr. No comenzar a actuar hasta que suceda algo.
5. intr. Dicho de una cosa: Ser inminente o inmediata.
6. intr. Poner en alguien la confianza de que hará algún bien.


Saber esperar

martes, 10 de abril de 2018

El ‘Run run’


El ‘run run’… ¿qué es el ‘run run’? Podría ser eso que aparece de repente, sin esperarlo, con una serie de casualidades…
Quizá un viernes previo a Semana Santa, por ejemplo, en un pueblo de Sevilla…
Esa misma noche en una cafetería…
Un par de cervezas…
Dos o tres copas de licor con hielo, quizá licor de avellana…
Comienza a llover…
La cafetería cierra…
Minutos más tarde en el interior de un coche, mientras fuera sigue lloviendo…
Suena música por la radio…
Y suena esta canción…
Y Vulcano se hace latente…
Y...
Y...
Y hay que trepar para llegar al cielo…
El sonido de un despertador,  a las 11:00 de la mañana, avisa que hay que volver a la Tierra ...
¿Será eso el ‘run run’? Quizá… quizá…


sábado, 7 de abril de 2018

Un rincón de Jerez de la Frontera


Durante mi estancia hace unos días por tierras gaditanas, quise quitarme una espinita que tenía clavada visitando la tumba de Miguel Primo de Rivera. Un personaje importante de la historia de este país (que es por lo que me interesa) a la par que olvidado. No se trata en esta entrada de explicar quién fue… siempre hay que dejar una ventana por donde entre la curiosidad al que le pueda interesar.

Iglesia de La Merced

El finado está enterrado en Jerez de la Frontera, su tierra natal, concretamente en la Iglesia de la Merced. Al ser Semana Santa supuse que estaría abierta, por lo que me dirigí una mañana hacia allí. Cuando llegué, sorprendentemente, estaba cerrada. Ya que me había desplazado, para no volver frustrado, me puse a caminar por la calle de La Merced que enlaza con la plaza Santiago y… esto fue lo que pasó.
La calzada está empedrada, un empedrado bien cuidado y limpio, apenas perceptible para los vehículos que circulaban. Las aceras seguían una perfecta uniformidad, nada habitual, que permite un cómodo caminar; probablemente, lo más reprochable y que rompe el trayecto del viandante son unos setos que no tienen sentido, están colocados ahí por poner algo o porque alguien creía que tenían una función que no se adivina cuál puede ser.
Las fachadas de las casas sorprenden por su acabado y los relieves que sobresalen de ella dando una sensación de ostentación que hace reminiscencia a un pasado más esplendoroso y de lo que la cerrajería es un fiel notario.
Pero la mayor sorpresa fue cuando llegando a la plaza de Santiago me encontré con la iglesia del mismo nombre. Cuando alguien va caminando por un sitio desconocido tiene que estar preparado para encontrarse con cualquier cosa, pero confieso que yo no lo estaba. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que hacía años que no veía un edificio religioso tan atrayente. Un magnífico templo gótico que rompe con toda la armonía del lugar, pero, sin embargo, se funde con el entorno de una manera natural, nada impostada. Uno no espera encontrarse con arbotantes, pináculos, arquivoltas, bóveda de crucería y nervadura ojival… Eso es lo magnífico: la sorpresa, lo inesperado… una arquitectura perfecta. Se produce una amable transición entre la calle y la plaza, un espacio que sigue con la misma continuidad pavimentada. Me senté en la terraza de una taberna con ambiente flamenco que hay en la plaza para tomar, mientras miraba el entorno, un cortado con hielo bebido de manera lenta.

Lateral de la iglesia de Santiago

No recuerdo el tiempo que estuve allí… simplemente miraba y observaba, fue en esos instantes cuando lamenté no llevar un cuaderno para dibujar lo que estaba viendo. Esa misma tarde había quedado con una amiga y todavía tenía que comer, por lo que no tuve más remedio que ir pensando en dirigirme al coche e irme.

Detalle plaza de Santiago

Es evidente que una pequeña parte de una ciudad no es representativa, pero sí que puede ser un indicio. Tengo la sensación de que Jerez es una ciudad decadente o en decadencia que mantiene intacto su orgullo de cuando fue grande, tierra de grandes terratenientes que hicieron de la ciudad uno de los mayores centros económicos de Andalucía. Cabría apuntar que es más grande en población que la capital de la provincia, Cádiz; junto a Vigo respecto a Pontevedra, son las únicas ciudades que sin ser capital de la provincia están más pobladas que la propia capital.
Había estado en otras ocasiones en Jerez, pero, por el motivo que fuese, no había visto la ciudad con los ojos que la veía ahora; si tuviera que vivir permanente en una ciudad andaluza creo que sería esta. Aquí no he tratado de explicar nada (el mismo caso que con Miguel Primo de Rivera), simplemente quiero transmitir percepciones apoyadas con mi formación; es probable que eso sea una ventaja respecto a otros visitantes en las mismas condiciones; lo importante no es ver, es saber lo que se está viendo. Cualquiera puede encontrar información sobre la iglesia de Santiago o la plaza del mismo nombre buscando por internet. Yo soy un desconocedor de la historia del lugar del que estoy contando, sólo quiero plasmar parte de las sensaciones de lo que ve alguien que va por primera vez a un lugar desconocido, estoy convencido que sobre Jerez se han escrito cientos de libros repletos de información y, lógicamente, yo no soy el más indicado para explicar nada sobre este sitio.
Debido al karma del que ya he hablado, en pocas semanas tengo que volver a Cádiz… y volveré… volveré a Jerez para perderme y descubrir nuevos lugares. 

martes, 3 de abril de 2018

Micro XVII


Es sencillo decir lo que sabes que quieren oír. El secreto está en que suene convincente.