domingo, 17 de agosto de 2008

Letizia, una princesa desconocida


Se suele decir la frase “que Dios nos pille confesados” cuando se espera una desgracia inminente o un acontecimiento muy desafortunado que nos afectará de algún modo. Pues bien, aunque mis creencias religiosas estén muy lejos de lo que sería un buen católico, en este caso pronunciaré esta frase a la vista de un acontecimiento ocurrido en Pekín con Letizia Ortiz. Como ella no lee este blog no creo que le importe que no la llame Princesa Letizia o S.A.R. doña Letizia Ortiz o ¿futura? Reina de España (obsérvese los interrogantes, siempre hay esperanza de que no).

El hecho, en cuestión, es que en un partido de baloncesto, Letizia, le preguntó a un periodista español a que medio pertenecía otro periodista cercano. Este segundo se identificó diciendo que era de América Latina y acto seguido le preguntó a Letizia a que medio pertenecía ella. Esta sorprendida respondió: ¡Yo soy una princesa! Y, a los segundos, se fue con su príncipe.

En fin ¿qué decir de esto? ¿Qué decir ante estos actos de soberbia y orgullo? Creo que por sí misma con esta contestación se califica, o descalifica. Porque para ser princesa, aparte de serlo por nacimiento, cosa que ella no es, o por trincar al principito de turno, como en este caso, se supone que hay que tener una dignidad, educación, respeto, honor, cultura, etc., etc., etc., para tratar a todo el mundo. No solamente consiste en ponerse modelitos que no están al alcance de cualquiera, en esbozar una sonrisa de joker y en mover la manita de un lado a otro, para saludar a los súbditos, igual que si se estuviesen limpiando cristales. A la vista de todo, simplemente se me ocurre pensar aquello de “lo que la naturaleza no lo da Salamanca no lo regala” y creo que sobran comentarios porque el personaje tampoco da para más.

Así que viendo el panorama y lo que se nos puede avecinar, a la vista de ciertas actitudes, no quiero pensar si siendo princesa, consorte, tiene estas actuaciones, si llega a ser reina, consorte, lo que puede pasar. Acabo con la misma frase que empecé: “que Dios nos pille confesados”.


Salud y III República.

P.D. ¿Sabrá Letizia quién fue María Antonieta? Aparte del peloteo continuo, sus cortesanos, debería hablarle de ella. Esta, sí, de auténtico rancio abolengo.

¡Tendríamos que aprender tanto de los franceses!

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