sábado, 10 de febrero de 2018

Mi primer intento de soborno



Por medio de un amigo recibí un encargo. Tal y como se puede ver en las fotografías no es difícil adivinarlo. La cubierta se está cayendo y la propietaria quiere repararla. Es una casa de un pueblo prepirenaico en la que no se habita y que está a la venta, pero resulta difícil venderla en el estado actual y, por ello, la decisión de reparar el tejado de la forma más económica posible.
En principio, cualquiera podría pensar que hace falta un proyecto, ya que, aunque no se altere la volumetría, sí que se toca una parte de la estructura, como es la cubierta. Ahora bien, el Código Técnico de la Edificación (CTE), que sería la Constitución para los que se dedican a las leyes o la Biblia para los católicos, no hace mención específica a las obras de mantenimiento. En esta vivienda simplemente se va a sustituir el tejado para que no se deteriore más y pueda haber hundimiento del forjado superior, la casa no va a ser habitada ni nada por el estilo; los maderos, aparentemente se ven bien, sin flecha ni xilófagos que los afecten, y, salvo que huera alguno muy afectado, no se iban a tocar. Hacer un proyecto según el CTE implicaría cumplir una serie de normas que serían de aplicación en una vivienda de uso, pero no en esta. No obstante, en la actualidad, esta cubierta tampoco cumple el CTE, ya que el forjado es de cañizo barro y mortero de cal en la cara inferior, en la parte superior se colocan la tejas.
Pues bien, con la propietaria fui al ayuntamiento para pedir un permiso de obras y poder comenzar. Mi idea era adjuntar en la solicitud una pequeña memoria, presupuesto y estudio básico de seguridad y salud. Un técnico del Ayuntamiento nos dijo que no habría problemas en dar permiso, pero que tal y como era la obra que le explicábamos habría que hacer un proyecto (me quedé perplejo), aunque (lo que voy a decir es textual) “los trámites se podrían acelerar pagando una tasa”.
Me sorprendí bastante. La propietaria le preguntó el precio de esa tasa y el dijo que lo tenía que mirar, pero que no era mucho. Cuando acabó de decirlo le nombré el CTE y la no mención a trabajos de mantenimiento (como era el caso). El técnico, que no sé si conocía esa particularidad, respondió que eso es una interpretación muy libre y que en cualquier obra que se toque estructura hay que presentar un proyecto y volvió a hacer mención a ‘la tasa’ para evitar ese paso. El tío nos estaba pidiendo una mordida en nuestra propia cara.
Salimos de allí y le comenté a Silvia (que así se llama la clienta) mis impresiones. Las interpretaciones de las leyes son muy subjetivas. Puedo demostrar que no haría falta proyecto… pero otro podría demostrar que sí hace falta. Y así estamos… a ver lo que pasa. Si fuera una propiedad mía lo haría con la idea que yo tengo y corriendo con todos los riesgos (aunque insisto que eso es muy subjetivo) pero, en este caso, no soy yo quien tiene que decidir. Una cosa tengo clara: no estoy dispuesto a pagar ninguna ‘tasa’.

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