sábado, 15 de enero de 2011

Algo muere, Cyrano


Como algo cíclico ¿es el final? Solo la muerte es el final, la fecha no sé si importará. Hay cosas que no entiendo. No puedo hacer nada. Aquí me quedo. Esta vez será forzado, mi soledad no será elegida.

No puedo hacer nada, no me queda nada por hacer y pienso que todo ha sido ficticio; de haber sido real no hubiera sido así; no se dejan perder las cosas tan fácilmente. No te pedía nada, nada que no me quisieras dar, quizá por eso, debería haberlo hecho. Ilusión no materializada, castillo de naipes derrumbado; no puedo levantarlo. No, no me siento derrotado, quizá sí, decepcionado, abatido, perplejo, triste, juzgado… Curiosa paradoja que se torna realidad. Solo me queda esperar, el tiempo ese juez que nos mueve como peones, otra vez, se encargará de hacerlo.

Mis silencios se perderán, mis abrazos quedarán vacíos y mis besos sin dueño.

Émulo de Cyrano, fiel reflejo de todo lo deseable pero siempre rechazado. Crueldad despechada que se ceba en mí pero, aun así, todavía sigo en pie.


Voy a subir allí, a la luna opalína.
Más de un alma noble hallaré en mi paseo…

Encontraré a Sócrates…y a Galileo…

Filósofo…poeta…

Espadachín y gramático…

Y músico…

Y también matemático…

Con su nariz y su espada amó mucho.
No por su bien.

Aquí yace, Hércules Savinien de Cyrano de Bergerac.

Lo hizo todo… y no hizo nada…


Pero ahora me voy…

Perdón.

No puedo hacer esperar.

Ahí está.
A ese rayo de luna que me viene a buscar.
No me sostengaís…no!
Sólo…sólo los árboles…

Ahí llega… me siento ya entre los mármoles…
Forrado de plomo. Puesto que está cercano…
Iré a buscarle… con la espada en la mano!
¿Qué decís?
¿Qué es inútil?
¡Ya lo sé!
Esta vez me bato sin saber por qué
Es más bello romper inútiles valladares…

¿Quiénes son todos esos?
¡Ah!... ¡Sois millares!
¡Ahora os reconozco!
¡Sois mis viejos enemigos que me lanzáis alisos!
¡La Mentira!
¡La Cobardía!
¡Los Compromisos!

Ya sé que finalmente conmigo váis a acabar...
¡No importa! ¡A luchar!
¡A luchar! ¡A luchar!

Sí…Todo me lo quitareís…
El laurel y la rosa… lleváoslos…
Pero me queda… una cosa que me llevo…
Y esta noche, cuando entre en la casa de Dios,
brillará intensamente mientras diga mi adiós…
Algo que inmaculado, meceré en un arrullo y me lo llevaré para siempre…
Y es…
Mi orgullo…

1 comentario:

MAYTE dijo...

Cuando llaman a nuestra puerta para el viaje sin retorno, no nos llevamos nada y donde vamos el orgullo tampoco nos servirá para nada.

Besos.