sábado, 20 de octubre de 2012

Escribir


Escribir es descifrar, compartir, darle un nombre a los deseos y ponerle carne al viento.
Escribir es dibujar el rostro que se anhela, construir el espejo que nos diga quiénes somos, esculpir un cuerpo cuando la soledad se vuelve intolerable o crear un rincón solitario donde poder hablarnos, callarnos, dialogar con los muros y las sombras.
Escribir es buscar un espacio cuando todos los espacios están llenos o vacíos; crear un tiempo aparte.
Escribir es hacer que las palabras se conviertan en cielo, en mesa o en un ojo que nos mire piadoso a veces implacable.
Escribir es ser la costilla del texto; es descubrir que cualquier ausencia puede transformarse en un otro presente, que se sienta a observarnos a través de las letras; es saber que uno puede elegir cuándo morirse; cuándo renacer; cuándo aullar; cuándo sentarse a escuchar los caminos; qué silencio morder; en qué palabra hundirse; qué nervio dejar entre las hojas; alrededor de qué obsesión danzar y danzar gozosos, hasta que amanezca; elegir lo que es verdad y lo que es mentira; qué nostalgia reservarse para la próxima vez, pero, sobre todo, escribir es descubrir los nombres que nos conforman; las palabras que nos crearon como somos; saber que alcanzar; conocer las letras que nos pertenecen y nos permiten cambiar nuestro pasado o entenderlo; crear nuestro presente eligiendo la palabra precisa y caminar hacia un futuro con el rostro develado o develándose siempre a través de los nombres humildes, de los vocablos fértiles, de los silencios grandes.
Escribir es comprender que cada mundo creado en la palabra es un mundo posible de encarnarse en una realidad vital. Que la palabra es cosa seria, pero que nos permite reírnos de nosotros mismos y de este mundo de encuentros y desencuentros de este mundo en el cual nada es posible si no se dice lo que se quiere, si no se expresa lo que se piensa, si no se transmite lo que se siente, si no se habla puntualmente, si no se eleva un pensamiento, si no se sabe callar cuando es preciso. Si no entendemos que sólo cuando la letra entra en el polvo nace el hombre. Que somos polvo pero podemos ser, si nos juntamos, tan inmensos como el desierto de todas las revelaciones.
Escribir somos nosotros. Somos lo que escribimos, somos como escribimos.

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