sábado, 4 de diciembre de 2021

La estupidez del lenguaje inclusivo



Siempre he creído en las palabras y el lenguaje como medio de facilitar la comunicación entre los humanos, por ello me opongo a toda pretensión de forzar la lengua con sonidos que no son naturales y bajo el disfraz del lenguaje inclusivo. ¡Ya está bien de demagogia!
Llevamos mucho tiempo soportando en este país a analfabetos que van de profesores, a mentirosos compulsivos que se presenten como defensores de la verdad y a corruptos que se permiten dar lecciones de honestidad. Por si eso fuera poco, ahora también tenemos que escuchar y leer a muchos ignorantes que se erigen en defensores de un lenguaje que denominan ‘inclusivo’ aunque realmente lo sea muy poco, ya que es utilizado más para marcar diferencias. En otras palabras, un lenguaje que, aunque se califique como ‘inclusivo’, es excluyente y muy poco ‘igualitario’.
Escucho hablar a los políticos y si no lo hubiera visto con mis propios ojos y escuchado con mis propios oídos (valga el pleonasmo), pensaría que se trata de una broma.
Estoy hasta los mismísimos del ‘todos, todas y todes’. Eso es algo que no se puede aguantar. Las palabras, el lenguaje, son fruto de la evolución y libre decisión de los hablantes de la lengua de que se trate. No son ni deben ser objeto de manipulación por quienes buscan, a la mínima oportunidad, imponer sus criterios y opiniones a los demás. El lenguaje y su evolución están basados en la libertad y no en la imposición.
La obsesión lingüística de gran parte de los políticos que nos gobiernan para que se utilice la terminación en ‘e’ y el pronombre ‘elle’ para referirse al sujeto de género neutro y a quienes no se sienten ni hombres ni mujeres es una clara provocación que, en el fondo, transmite -¡oh, paradojas de la vida!- menos igualdad en el propio uso del español.
Desde hace unos años se viene intentando introducir un cansino desdoblamiento de las expresiones que designan personas, como signo visible de adhesión pública a la causa de la igualdad de hombres y mujeres en la sociedad moderna. Esta obsesión supone tener que escuchar discursos farragosos, repetitivos y aburridos a fuerza de repetir ambos géneros (“amigos y amigas”, “vosotras y vosotros”, “los padres y las madres”, etc.) la mayoría de las veces de forma innecesaria. Así se ha llegado incluso al ridículo “jóvenes y jóvenas” y otras expresiones por el estilo. Sería absurdo pensar que el grupo mayoritario de los hispanohablantes que empleamos el masculino plural en su interpretación inclusiva -que es lo natural y lo que defiende la RAE- no compartimos los objetivos de igualdad de hombres y mujeres o no aspiramos a esos mismos ideales. ¡Hasta ahí podríamos llegar!
Cada cual es muy libre de expresarse como quiera, pero como la RAE no puede desestimar los usos lingüísticos mayoritarios en el mundo hispánico mantiene el criterio de que el masculino es el género no marcado, es decir, el que procede utilizar para referirse no sólo a los varones sino también a las mujeres. No se debe olvidar que el masculino genérico responde al principio de economía lingüística que impulsa a los humanos a tratar de lograr la máxima comunicación con el mínimo esfuerzo.
Que cada cual, cada cuala y cada cuale saque sus conclusiones y haga lo que le plazca, pero seguir callando ante tanta estulticia es seguir abonando que haya cada día más y más estúpidos, estúpidas y estúpides.

3 comentarios:

Benja dijo...

El lenguaje inclusivo se le está yendo de las manos a Podemos y, especialmente, a la ministra de Igualdad Irene Montero. Todo para contentar a los grupos LGTBI, que tienen mucho poder dentro de Podemos.

Marino Baler dijo...

Lo de Montero es vergonzoso. Pretende crear una falsa igualdad para potenciar la desigualdad.

Benja dijo...

Así es Marino.