martes, 28 de enero de 2014

La princesa, de Jorge Bucay



Hace tiempo, una persona, a quien quiero y aprecio mucho, me contó este cuento.
Hoy, iba en un autobús urbano y, casualmente, a mi lado se ha sentado una señora que iba leyendo un libro de Jorge Bucay (no recuerdo el título). Este cuento es obra de este autor, de Bucay. No hace falta entender, simplemente disfrutar de la lectura.

Había una vez una princesa que quería encontrar un esposo digno de ella, que la amase verdaderamente. Para lo cual puso una condición: elegiría marido entre todos los que fueran capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio donde ella vivía, sin separarse ni un solo día. Se presentaron centenares, miles de pretendientes a la corona real. Pero claro, al primer frío la mitad se fue, cuando empezaron los calores se fue la mitad de la otra mitad, cuando empezaron a gastarse los cojines y se terminó la comida la mitad de la mitad de la mitad también se fue.
Habían empezado el primero de enero, cuando entró diciembre empezaron de nuevo los fríos y solamente quedó un joven. Todos los demás se habían ido cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre estaba allí, anclado en esa pared y ese muro esperando pacientemente que pasaran los 365 días.
La princesa, que había despreciado a todos, cuando vio que este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando que, quizás, ese hombre la quisiera de verdad. Lo había espiado en octubre, había pasado frente a él en noviembre y en diciembre, disfrazada de campesina, le había dejado un poco de agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su mirada sincera. Entonces le dijo dicho al rey:

Padre creo que finalmente vas a tener un casamiento y que por fin vas a tener nietos. Este es el hombre que de verdad me quiere”. 

El rey se había puesto contento y comenzó a prepararlo todo. La ceremonia, el banquete e incluso le hizo saber al joven, a través de la guardia, que el primero de enero, cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba en el palacio porque quería hablar con él.
Todo estaba preparado. El pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de enero. El 31 de diciembre, el día después de haber pasado las 364 noches y los 365 días allí, el joven se levantó del muro y se marchó. Fue hasta su casa y fue a ver a su madre, y ésta le dijo:

Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te fuiste. ¿Qué pasó?, ¿no pudiste aguantar un día más?” 

Y el hijo contestó:

“¿Sabes madre? Me enteré que me había visto, me enteré que me había elegido, me enteré que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo no me evitó una sola noche de sufrimiento. Alguien que no es capaz de evitarte una noche de sufrimiento no merece de mi, amor, ¿verdad madre?” 

Moraleja: Cuando estás en una relación y te das cuenta que pudiendo evitarte una mínima parte de sufrimiento el otro no lo hace, es porque todo se ha terminado.

2 comentarios:

Palmira Oliván dijo...

También hay príncipes así, ¿eh?

Y sí, ante una situación como la del cuento, lo mejor es terminar la relación... Quien no te valora, no merece estar en tu vida. Así de crudo y tajante.

Cuanto antes despidas de tu vida a un príncipe así, menos tardas en volver a ser tú misma, a mejorar (vaya que si se mejora en muchos planos),y darle tiempo al tiempo para que se encargue en poner a cada uno en su lugar (el karma es muy sabio), menos tardas en ser feliz contigo misma y con los demás... Entonces, sólo entonces, aparece quien merece la pena.

...Y colorín colorado, comieron perdices y fueron felices. :)

Marino Baler dijo...

Sí Palmira; príncipes convertidos en sapos y princesas convertidas en ranas.
Me parece a mí que hay superpoblación de perdices.

Un beset.