martes, 11 de abril de 2017

El Cristo de la Sínode, de Juan Manuel Miñarro


A pesar de mi ateísmo, tengo que reconocer que de la Semana Santa me gusta la imaginería; me parece una magnífica ocasión de poder ver arte escultórico al aire libre. Independientemente de lo que uno crea o deje de creer, pienso que hay imágenes que merecen la pena detenerse para observarlas, es algo que me gusta hacer y, la verdad, siempre descubro algún detalle o gesto que me hacen pensar que estoy ante una obra de arte.
Siempre pensaba que las iglesias, como edificio, eral algo acotado para los creyentes… y no es así. De hecho, pocos placeres encuentro como los de estar 4 ó 5 horas visitando una catedral (el resto de placeres son inconfesables). A veces pienso lo estúpido que fui la primera vez que visité Roma (en la excursión de 8º de EGB) y no entré a ninguna iglesia por eso de ‘mis creencias’, las siguientes vueltas que volví me di cuenta de aquel error. Probablemente, la imagen de Semana Santa que más admirado me tenga es la del Cristo de la Sínode, también conocido como ‘el Cristo de Miñarro’ por su autor, el sevillano Juan Manuel Miñarro.
Esta imagen reproduce exactamente las heridas reflejadas en la Sábana Santa de Turín. Para su realización, se realizó un profundo estudio interdisciplinar, a fin de conseguir que la imagen fuera lo más realista posible. Así, entre otros detalles, se puede destacar que la imagen tiene el aspecto de un fallecido una hora antes, con el vientre inflamado; tiene arena incrustada -que fue traída de Tierra Santa- en las heridas de las rodillas, fruto de las tres caídas que sufrió Jesús de camino al Calvario; frente a la iconografía clásica, los clavos están clavados en las muñecas, tal como se piensa que los romanos hacían en las crucifixiones. A consecuencia de esto, los pulgares están doblados hacia las palmas; la sangre que mana de las heridas es la producida previa y posteriormente al fallecimiento; en las heridas de los latigazos, se puede apreciar las marcas dejadas por las bolas de metal que tenían los látigos en los extremos; el tradicional cartel sobre la cruz está escrito en latín, griego y arameo, y contiene faltas de ortografía. Fue un gesto despectivo, de burla, proclamando su condición de rey de los judíos. Estaría escrito por personas -soldados- no letrados, por lo que es más que posible que contuvieras faltas, tal como se refleja en esta imagen.
Aquí podéis leer más al respecto y en la red hay mucha más información.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. El arte que se esconde en el interior de iglesias y catedrales es sublime, igual que muchos edificios.

Marino Baler dijo...

Tiene que ser una pasada ver este Cristo en realidad.