Busto de Craso. Museo de Louvre, París
Creemos ser los primeros que hemos practicado el desenfreno urbanístico. Sin embargo, hay precedentes mucho más antiguos. Esto que llamamos ‘burbuja inmobiliaria’ es un invento que ya tiene, como mínimo, un par de miles de años.
Los romanos podrían considerarse la primera gran cultura del cemento y del ladrillo. La ciudad de Roma, durante el periodo imperial, llegó a albergar a un millón de habitantes y cualquier terreno era codiciado por el sector inmobiliario. Era la primera vez que una civilización entendió que el suelo urbano era una fuente de poder y de riqueza.
Craso, un comerciante de noble cuna, se dedicó al negocio inmobiliario llegando a engrosar su fortuna de 2 millones a 42 millones de denarios. Sus amistades con políticos poderosos estaban bien ‘cimentadas’. El pelotazo urbanístico ya lo practicaban los romanos. Por aquel entonces ya se inflaban los presupuestos y los bloques en los que se hacinaban las familias eran cada vez más altos y endebles. Los últimos pisos eran los más económicos, ya que, en caso de incendio, era probable que si alguien se encontraba en la vivienda no tuviera tiempo de salir, por lo que sus habitantes tenían más probabilidades de morir.
El avispado Craso se enriqueció comprando casas incendiadas que los propios inquilinos vendían a bajo precio por miedo a que colapsara la edificación. Creó un ejército de 500 esclavos arquitectos para desescombrar y luego alquilar las viviendas precariamente reparadas. Ya tenemos más argumentos para considerar a Roma como la madre de nuestra civilización.
Los romanos podrían considerarse la primera gran cultura del cemento y del ladrillo. La ciudad de Roma, durante el periodo imperial, llegó a albergar a un millón de habitantes y cualquier terreno era codiciado por el sector inmobiliario. Era la primera vez que una civilización entendió que el suelo urbano era una fuente de poder y de riqueza.
Craso, un comerciante de noble cuna, se dedicó al negocio inmobiliario llegando a engrosar su fortuna de 2 millones a 42 millones de denarios. Sus amistades con políticos poderosos estaban bien ‘cimentadas’. El pelotazo urbanístico ya lo practicaban los romanos. Por aquel entonces ya se inflaban los presupuestos y los bloques en los que se hacinaban las familias eran cada vez más altos y endebles. Los últimos pisos eran los más económicos, ya que, en caso de incendio, era probable que si alguien se encontraba en la vivienda no tuviera tiempo de salir, por lo que sus habitantes tenían más probabilidades de morir.
El avispado Craso se enriqueció comprando casas incendiadas que los propios inquilinos vendían a bajo precio por miedo a que colapsara la edificación. Creó un ejército de 500 esclavos arquitectos para desescombrar y luego alquilar las viviendas precariamente reparadas. Ya tenemos más argumentos para considerar a Roma como la madre de nuestra civilización.
2 comentarios:
Hola...
Cada vez tengo más seguro que la vida es cíclica y no hay nada inventado.
Un Beso
Muy interesante. La diferencia con nuestra época es que ellos nos dejaron un legado impresionante.
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