martes, 18 de mayo de 2010

Simplemente Valle-Inclán


Aunque parezca increíble, no es Cervantes el primer manco de las letras españolas. El autor del Quijote tenía el brazo inmovilizado a causa de una bala de arcabuz en la batalla de Lepanto, pero conservaba su brazo. El primer manco, como tal, es otro genio nacido más de tres siglos después. Me estoy refiriendo a Ramón José Simón Valle Peña, cuyo nombre cambió él mismo por el de Ramón María del Valle-Inclán.

Un autor que hizo de la ironía y del sarcasmo un arte. Cuya mordacidad no dejó indiferente a nadie. La pérdida de su brazo izquierdo es fruto de ello. Cierto día, en una de las acostumbradas tertulias que se daban en el Madrid de principios del siglo XX, Valle-Inclán, un polémico sin remedio, pidió un café con leche y una botella de agua y se sentó a la mesa, donde estaban el editor Ruiz Castillo, Jacinto Benavente, el cronista Manuel Bueno y el pintor Paco Sancha.

Se discutía sobre un tema de rabiosa actualidad, el duelo entre un joven aristócrata andaluz, López del Castillo, y el caricaturista portugués Leal da Cámara, que noches atrás habían tenido sus diferencias en el Paseo de la Castellana sobre el valor personal de lusos e hispanos. El tema del honor hace que Valle-Inclán se excite durante la conversación, y su voz se destaque, como casi siempre, por encima de las demás. Pero Manuel Bueno alza la suya: -¡Señores, todo lo que ustedes están diciendo carece de validez! ¡Leal da Cámara es menor de edad y no podrá batirse! Valle-Inclán, dolido, reprende: -No zea uzted majadero, que uzted no zabe una palabra de ezo.- (Por cierto, Valle ceceaba) Manuel Bueno se levanta, da un paso atrás, toma su bastón con barra de hierro, y amenaza con él a Valle-Inclán, que empuña una botella mientras le llama "¡Majadero! ¡Majadero!" Don Ramón agarró la botella por el cuello y hace ademán de darle con ella a Manuel Bueno, que se ve obligado a defenderse, pero con tan mala fortuna que descargó el único bastonazo en la muñeca del escritor. Al día siguiente la herida presentaba claros signos de haberse cangrenado, como consecuencia de una mala cura en una casa de socorro, por lo que los médicos determinan amputar el brazo. El problema fue que tal golpe hizo astillas el brazo y fue imposible curarlo convenientemente.

Aquí empieza la letenda en torno a Valle-Inclán. Corrió la noticia de que, ya en la mesa de operaciones, se había negado a que le suministrasen cloroformo con el fin de conservar la conciencia en todo momento. "No proferí un grito, ni el más leve quejido... Recuerdo que, para ver yo la amputación, hubo necesidad de pelarme el lado izquierdo de la barba". He aquí una muestra clara de su portentosa ironía y sentido del humor. Valle siempre se reía de casi todo. Se publicó también que durante la intervención había pedido un puro habano, y que él hacía volutas de humo que ascendían al techo del quirófano, mientra así disimulaba el terrible dolor que padecía. Veridicó debió de ser la amarga queja del escritor tras la operación: "¡Uf, como me duele el brazo!" Jacinto Benavente, allí presente le respondió: "¡Cá Ramón! Ese ya no te dolerá nunca más". Valle-Inclán no parece que en ningún momento de su vida lamentase su manquedad, ni que aquella desgracia influyese en su forma de ser y en sus obras. Acaso la excepción más dramática fuese aquella vez en que manifestó:

- Solo he echado de menos el brazo perdido cuando murió mi pobre hija. Se moría y yo no podía abrazarla como hubiera deseado.

Valle-Inclán perdió el brazo a las puertas del siglo XX, una vez repuesto de la operación es verídico que acudió al café y que mantuvo un conciliador encuentro con Manuel Bueno Bengoechea, a quién le dijo Valle:

- Mira. Bueno, lo pasado, pasado está. Aún me queda la mano derecha para estrechar la tuya. Y no te preocupes que aún me queda el otro brazo que es el de escribir.

Pero si hay algo que es particularmente conocido en este escritor, a nivel personal, es su gran enemistad con Echegaray. En enero de 1.900, El Liberal convocó un concurso de cuentos literarios. Valle aspiraba al premio con su relato Satanás. El jurado, compuesto por Echegaray, Fernández Flórez y Valera, concedió el primer premio a José Nogales y el segundo a Pardo Bazán. Poco después del fallo, Valera denunció que el mejor cuento era el de Valle, y que el resultado había sido manipulado por Echegaray y Fernández Flórez. En 1.902, la historia y los actores se volvieron a repetir. Esta vez el primer premio se declaró desierto por las presiones de Echegaray, y a Valle le concedieron el segundo, dotado con 250 pesetas. Cuando quedaba herido en su orgullo, Valle-Inclán era terrible, y en este caso declaró la guerra abiertamente a Echegaray.

En cierta ocasión cuentan que necesitando Valle una transfusión sanguínea, fue informado por los médicos de que José Echegaray había acudido a donar sangre para salvar su vida. Valle respondió: "No quiero sangre de ése... la tiene llena de gerundios".

Otra vez, estando en una de sus animadas tertulias, vio entrar al hijo de Echegaray, y exclamó con intención:

- ¡Ese don José tiene la obsesión de la infidelidad conyugal! Todos sus dramas son autobiografías de marido burlado.

Un joven que había cerca de él le interpeló:

- Opine usted de la obra, pero no de la vida privada.

- ¿Y quién ez usted para intervenir? preguntó don Ramón.

- El hijo de don José de Echegaray.

- ¿Eztá uzted seguro?

En 1.905, además, Valle encabeza la protesta contra el homenaje a Echegaray por la concesión del Premio Nobel de Literatura.

En otra ocasión, en el teatro Fontalba de Madrid, durante la representación de "El hijo del diablo", con Margarita Xirgú en el principal papel, Valle Inclán se levantó de su butaca en mitad de la ovación y gritó por tres veces: "¡Muy mal!". Un policía allí presente intentó parar los improperios y el tumulto formado. Valle se resistió y acabó detenido. Salió del teatro gritando una frase que ha quedado para la historia: "¡Arreste a los que aplauden!".

Valle-Inclán era enormemente conocido por vivir en la miseria. Apenas le llegaba para pagarse un café, teniendo que ingeniárselas día tras día para conseguirlo (de hecho, cuando le fue ofrecido cierto cargo en el Ministerio de Cultura, Valle-Inclán se auto concedió una asignación diaria para suministrárselo). De lo único que no se desprendía nunca era de su fiel criado, el cual le protegía de los bofetones que trataban de propinarle de vez en cuando algún joven literato sobre quien Valle-Inclán había lanzado hirientes y mordaces comentarios sobre su obra (lo cual era normal, por otra parte, pues el genio tenía una mala leche que se las gastaba). Sobre su escaso dinero, se cuenta la anécdota que el casero subió a casa de Valle-Inclán para cobrar el alquiler, escondiéndose el escritor en un armario. Pese a que el criado le indicó al casero que Valle-Inclán no se hallaba en la casa, el casero rebuscó y rebuscó hasta por fin encontrarle. Cuando lo hizo, el literato, lejos de mostrarse avergonzado, le espetó:

-Es usted un grosero y un maleducado. Podría encontrarme aquí desnudo, y usted ha abierto la puerta sin tan siquiera llamar.

Además, le encantaba dar la nota. Primo de Rivera prohibió cualquier referencia a los símbolos carlistas, y sólo por llevar la contraria, Valle-Inclán salió a la calle vestido con el uniforme carlista y portando una inmensa bandera. Cuando fue encerrado por esta acción, Valle-Inclán se dedicó a vociferar, desde los barrotes de la cárcel, a voz en grito, causando gran estupor de todos los transeúntes: "¡Españoles! ¡Soy el rey Alfonso XIII! ¡Primo me ha secuestrado para obligarme a abdicar en él! ¡Liberaaadme!".

Ramón María del Valle-Inclán, simplemente un genio, irrepetible, único, la ironía personificada. Él.

5 comentarios:

Palmira Oliván dijo...

Conocía la figura de Valle como literato y no tanto como persona, gran descubrimiento de estas vivencias del autor, me han hecho esbozar unas cuantas sonrisas con la ironía, más que eso, la provocación de un rebelde. Me encanta.

Hay una callecita en Madrid que siempre me recuerda a él, "el callejón del gato", donde Valle-Inclán se dejaba caer en un barecito (actualmente existe, con otro nombre) cuya fachada albergaba (y alberga) espejos cóncavos y convexos que deforman la figura de quien se asoma a ellos. Aquello se convirtió en divertimento de la época y Valle lo utilizó como inspiración. De ahí creó el esperpento como espejo social, una deformación de la realidad exagerada.

Magnífica entrada Marino, te felicito.

Un beso.

Felipe Medina dijo...

Muy buena entrada.Pienso que la mayoría conocemos a Valle por su obra y no por su singular carácter

Saludos

Niña hechicera dijo...

Desconocía su biografía con ese detalle que nombras ,más bien lo he estudiado desde el punto de vista crítico literario (no es de mis favoritos,me temo).
Muy interesante,eso si :)

Casteee dijo...

Valle-Inclán era un cómico de sus tiempos.
Desconocía su biografía y tampoco he leído mucho de su trabajo, pero después de esta vida tan interesante sus obras tiene que estar al mismo nivel o mejor :-)

Gracias Marino por compartir tu sabiduría literaria.

PEGASA dijo...

Pues sí. Es lo que suele pasar con los grandes autores. Que todos mayoritariamente conocemos su obra pero no su carácter y su forma de ser. Desde luego Valle Inclán es único en su especie. Apoyo la moción señor revolucionario jejje.

Besset