La marioneta estaba en el suelo tirada, quieta, únicamente movía los ojos mirando a su alrededor.
Al instante comenzó a mover las extremidades y poco a poco a levantarse. Se quedó de pie y se dio cuenta que podía caminar sola y que sus cuerdas estaban cortadas.
En el estante de la pared estaban el resto de marionetas. De repente hubo una que miró hacia abajo y al ver a su compañera comenzó a gritar. Las otras se despertaron aturdidas. “¿Qué ha ocurrido? ¿Qué te ha pasado? ¿Te encuentras bien?”, le preguntaron desde arriba.
“Sí, estoy bien”, contestó desde abajo, “he conseguido cortar mis hilos”.
Las otras marionetas se escandalizaron. No podían creerse que se hubiera atrevido a cortar sus ligaduras. “¡No vas a poder moverte! ¡No vas a poder hacer nada! ¡Ahora ya no servirás!...”, le gritaban, entre otras cosas, indignadas.
Ella escuchaba desde abajo mirándolas, sin inmutarse y cuando callaron les respondió: “Es cierto, tenéis razón. Puede que ya no pueda ni volar, ni saltar, ni correr, ni ser una princesa de la que se enamoren, tampoco hacer reír o hacer llorar… tal vez no pueda hacer prácticamente nada… pero a partir de ahora todo lo que haga lo haré por mí misma… para mí”.
2 comentarios:
Todos/as en nuestra vida,por una razón u otra,fuimos,somos o seremos marioneta.
No es fácil cortar esos hilos, porque en cada una de las marionetas que quedan atadas a sus hilos queda un pedacito de tí.
María: poco a poco esas mismas marionetas pueden ayudarte a cortar los hilos. En ocasiones hay que decírles que quieres dejar de serlo o, al menos, hacérselo entender.
Besets.
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