martes, 11 de julio de 2017

Solución para no volver



Si digo Monsieur Sans-délai, probablemente, la gran mayoría no sepa a quién me estoy refiriendo. Si digo Monsieur Sans-délai y Larra, quizá, siga sin sonar a nada. Pero si digo Monsieur Sans-délai, Larra y Vuelva usted mañana es posible que algunos hayan adivinado a quién me estoy refiriendo. La resolución de la ecuación es que Monsieur Sans-délai es un francés que ha venido a España para reclamar unas propiedades, presentar unas propuestas de negocio y visitar Madrid, dicho de otra forma, es el personaje principal del ‘Vuelva usted mañana’, de Mariano José de Larra. Cuando Sans-délai pretende resolver sus asuntos en quince días, Larra, conocedor del carácter de los españoles, le advierte que va a necesitar unos cuantos meses… y así fue.
Pues bien, me siento como Monsieur Sans-délai. Hace unos tres meses me encargaron un proyecto. Se trataba de un garaje para tres coches. La construcción era independiente de la vivienda, con sus instalaciones, puerta basculante eléctrica, etc., etc. Corría prisa, porque querían tenerlo construido para el verano, ya que la propiedad no quería tener sus flamantes vehículos al raso mientras pasaba las vacaciones.
En menos de diez días lo tenía hecho: memoria, presupuesto, planos, cálculos, etc. Alguna noche hasta bien tarde y algún madrugón inesperado. Bien, lo tengo acabado, visado y entregado, ¿qué faltaba? Lo más importante: cobrar. Como el encargo era de un conocido hice un precio generoso por todo el trabajo y decidí cobrar 3.000 euros.
En principio no había problema. “A la semana que viene”, me dijeron. Pero ‘a la semana que viene’ no dieron señales de vida, así que llamé ese viernes a última hora y no me lo cogieron.
Llamé a la siguiente y cuando me lo cogieron, después de pedir disculpas, que me sonaron a excusas, me dijeron que en unos días se pondrían en contacto conmigo y me lo liquidarían. Yo estaba entre la resignación y el cabreo. Me llamaron a los diez días y me pidieron una obra anexa al garaje y al tenerlo lo liquidarían todo. Era algo sencillo, me llevó un par de tardes, y lo entregué. Después siguieron las excusas: que no sé quién se había muerto, que estaban de viaje, que… Lo que me hizo gracia es cuando me dijeron que “de momento hemos aparcado las obras” y yo, que no puede reprimirme en la contestación, respondí “sí, si metéis coches pequeños, tenéis más espacio”. Se rieron con un simple “je, je” y me confirmaron que antes de comenzar las obras me pagarían… y así estamos.
Las obras no han comenzado. Se de buena tinta que quieren hacerlas… pero a saber. Ahora soy yo ‘el que fuma en pipa’, pero ya llegará el momento del certificado final de obra…
Aunque no hay mal que por bien no venga. Desde entonces tengo a los bares como un ejemplo a seguir. Cada vez que entro en alguno y veo el típico azulejo que pone, ‘Hoy no se fía, mañana sí’ me siento como un vulgar aprendiz en las relaciones laborales. Pero, sin duda alguna, mis ídolos son esos que tienen un garrote que dice: ‘paga o me descuelgo’ o ‘paga lo que debes’, ¡qué grandes hombres de negocios! A partir de ahora, cada vez que presente un presupuesto, en la última hoja irá impreso un garrote con alguna de esas leyendas. A ver si así no tengo que volver más veces. Bromicas las justas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno lo del garrote. Esto pasa mucho, encargan un presupuesto y luego le dan demasiadas vuelta porque no les hace gracia gastarse ese dinero.

Marino Baler dijo...

Si por presentar presupuestos se cobrara...

Anónimo dijo...

Por hacer un presupuesto ya se está cobrando. Si al final se hace el trabajo se te descuenta de la factura y si no pierdes lo que hayas pagado por el presupuesto. Al final es un trabajo y lleva su tiempo.

Marino Baler dijo...

Ya, pero, en ocasiones, la gente no entiende que les cobres por un presupuesto. En mi caso, lo hago al revés, lo hago gratis y si sale el trabajo se lo sumo al final.