sábado, 8 de julio de 2017

Pasando por el taller



Hay dos cosas que me horrorizan: que se estropee el coche y que no funcione el ordenador. Probablemente más lo primero que lo segundo, ya que el ordenador, en ocasiones, puede ser suficiente con formatearlo y… más se perdió en Cuba. Pero el coche no. Eso ya es algo más complejo que no depende de uno mismo.
Pues bien, eso es lo que ha pasado. Se me ha estropeado el coche. Esta semana hice un viaje largo y al llegar al destino salía humo por el capó del motor. En esos momentos (y que me perdonen los creyentes) me acordé de todos los santos que hay en el cielo (a lo mejor me dejaría alguno). Me gustaría añadir que los últimos 200 kilómetros de mi viaje no conducía yo, sino que lo hacía otra persona. No sé si esto pudo influir o no. Cada uno tiene una forma de conducir distinta y conoce su coche. Sabe cuando cambiar de marchas, hasta donde puede estirarlas, que velocidad coger, cuando frenar, como reducir… creo que se establece una simbiosis entre el coche y el conductor, ambos se conocen y se acoplan perfectamente. Con esto no quiero decir que el hecho de que mi coche fuera conducido por otra persona durante un trayecto tan largo haya influido en la avería, digamos que es casualidad.
Como decía, salía humo del capó. Lo abrí y no tenía agua. Esperé un buen rato y cuando se enfrió un poco le puse refrigerante que siempre llevo en el maletero. Pero nada. Por algún sitio la perdía. Esta mañana lo he llevado al taller de un conocido. Ha empezado a quitar tornillos y piezas como si no hubiera mañana. A cada tornillo que quitaba yo estaba más asustado pensando si luego sabría encajarlos de nuevo, ¡qué mal rato! Por fin, ha dado con el problema: un manguito de no sé dónde se había partido y por ahí perdía agua. De paso, me ha recomendado cambiar la correa de distribución (“una vez que abrimos el motor la cambiamos”, me ha sugerido), en teoría le faltan 60.000 km, pero se veían algunas grietas y ya, puestos en faena, el filtro de aceite, el aceite, el filtro del aire, ver la culata de no sé qué, no sé cuántos manguitos y otras cosas que no recuerdo y que prefiero no recordar.
Resumiendo, si fuera una persona se podría decir que va a pasar por el quirófano. No es que tenga muchos años (este mes once) ni tenga muchos kilómetros (188.000), pero supongo que este momento tenía que llegar. En este caso, la recuperación no será de reposo… será de mi bolsillo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo solo he tenido dos coches, el primero lo tuve poco tiempo porque me daba muchos problemas. Me dejó tirado de noche en la pista de Silla con una tormenta brutal, menos mal que la Guardia Civil siempre está al quite y se preocuparon de que no hubiera un accidente por culpa de algún despistado hasta que llegó la grúa. Me hicieron un presupuesto y decidí comprarme uno nuevo, porque no hay cosa que de más rabia de, que te deje tirado un coche cuando más lo necesitas. Por cierto, cuando fui a firmar los papeles al desguace y antes de firmar, pedí un martillo y me fui cara al coche y le di una de martillazos…y que a gusto me quedé.

Marino Baler dijo...

Casi 700 euros me ha costado la broma... Espero que me dure, como mínimo, otros 11 años. Si una cosa tengo clara es que el coche es una cosa que se tiene que cuidar y trata con delicadeza. A mí no hay cosa que me preocupe más que el coche me deje tirado.

Anónimo dijo...

Como a todos.

Casteee dijo...

Alguien me dijo hace mucho tiempo que los coches son como los novi@s no se prestan, jajajajaja