sábado, 7 de octubre de 2017

Sólo puede quedar uno



Lo que ocurre en Cataluña me recuerda a esas películas en las que el protagonista está contra las cuerdas, sin esperanza y, por eso, pero el espectador sabe que, al final, saldrá victorioso.
Antes que nada, me gustaría aclarar que yo no soy independentista, simplemente estoy a favor del derecho a decidir. Yo no sé si los catalanes quieren o no irse de España, porque nadie les ha preguntado. No obstante, sí que hay una mayoría en el parlamento catalán que están a favor de la independencia y eso puede dar una pista del sentir catalán. No obstante, soy partidario de que los catalanes voten lo que quieren hacer y luego que votemos el resto de españoles, pero teniendo argumentos para poder tomar una decisión. No se puede obligar a quedarse a alguien que quiera irse, igualmente no se puede obligar a marcharse a alguien que quiera quedarse. En eso consiste la palabra que algunos prostituyen inmisericordemente cada vez que se escudan tras ella: democracia.
Visto lo visto no hay solución. Esto será una pelea en la que, como se decía en la película de Los Inmortales, sólo puede quedar uno. No hay otra solución y el discurso de Felipe VI ‘el Preparado’, no dejó lugar a dudas. El Rey, cuyo papel se supone que es el de moderador, apostó sin titubear por la mano dura contra la Generalitat, sin dar lugar al diálogo. Digno heredero del primer Borbón, su tocayo el V que comenzó su ascenso a la Corona con una guerra que, precisamente, comenzó en Barcelona.
No causa sorpresa que ‘el Preparado’ se decante por la unidad de España; pero también se ha posicionado políticamente por una forma concreta de poner solución.
Se dice que el Rey es del Atlético de Madrid, ahora ya sabemos una cosa más: que también es de derechas. Con sus palabras elimina, repito, cualquier posibilidad de dialogo (como proponía Podemos) o cualquier negociación (como proponía el PSOE).
El discurso de ‘el Preparado’ fue algo bochornoso. Yo escuché a una persona, que no se ha presentado a unas elecciones, pero que representa a un país, hablar de estado de Derecho, democracia y defender la Constitución. Una persona que representa la institución más antidemocrática que pueda existir estaba, sin ruborizarse, diciendo cosas como: “el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común”. ¡Y esto lo dice un tío que tiene un artículo en la Constitución que lo protege de todo y de todos! Artículo 56: La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. ¡Un tío que no vota en elecciones ni se somete a ellas hablando de decidir democráticamente!
Desde hace décadas vivimos en un Estado democrático”. ¡Y esto lo dice un Rey, un Jefe de Estado que no puede ser elegido por el resto de españoles!
Para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia”. Esto me parece lo más coherente, pero con matices. Entiendo que exprese su compromiso con la Constitución, pues esta le permite que continúe gozando de su posición. Pero que no mezcle en la misma frase Corona y democracia… no hace falta ser licenciado en Derecho para saber que son conceptos antagónicos; a partir de entonces cualquier argumento pierde valor.
Resumiendo, todo un discurso de España cañí, hablando de indisolubilidad de la Patria… ni una sola referencia a las cargas policiales.
Pero si algo bueno ha tenido el discurso de ‘el Preparado’ ha sido para que se haya dirigido a todos sus súbditos en una fecha distinta a la Nochebuena. Algunos aplaudirán con las orejas.
Resumiendo: el Rey está preparando el terreno para que el Gobierno más corrupto de Europa occidental y parte de la oriental, si lo considera, intervenga de manera durísima. Ahora ya se han quitado todos la careta. A unos, por desgracia, ya los conocíamos y otros han salido del armario en el que estaban para mostrar lo que escondían. Con el tema de Cataluña se ha descubierto que el concepto de democracia que tiene la Corona y el Gobierno es ‘opinad libremente en democracia, pero siempre que opinéis lo mismo que yo’.
Y como epílogo a este artículo diré mi opinión tal y como yo veo que acabará todo. España ya ha perdido Cataluña; o no lo sabe o no lo quiere ver, pero es cuestión de tiempo. El Gobierno jamás ha tenido interés en negociar una solución al problema. Cuando llegó Rajoy a la Moncloa, el independentismo era del testimonial, ahora es un clamor. Y digo que ha perdido Cataluña porque va en la historia de este país. No voy a relatar ahora como y porqué se perdieron Cuba, Filipinas o Guinea. Simplemente haré referencia a lo que dijo Unamuno para referirse al talante dialogante de los españoles: el cojonudismo. Pasamos a ser un país, en cuyo imperio no se ponía el sol, a tener el propio territorio colonizado con Gibraltar y, pronto mutilado en una parte.
En este país, en lo referente a territorio, siempre se ha apostado por una vía: la unidad no se rompe. He dicho que no hablaría de la independencia de Filipinas, Cuba y Guinea, y no lo voy a hacer (espero con esto alimentar la curiosidad sobre el tema de los que puedan leer este artículo), pero hubiera bastado sentado a dialogar para no haber tenido que llegar a la guerra con las antiguas colonias. España jamás ha dialogado justificándose en patrañas patrióticas, ¡gran diferencia con Inglaterra! En la actualidad, antiguas colonias inglesas como Australia, Nueva Zelanda, Canadá (que no son países sospechosos de ser tercermundistas) y así hasta 50 países pertenecen a la Commonwealth, teniendo a la Reina Isabel II como cabeza de la organización, aunque muchos países sean repúblicas o monarquías. Pero España… El mañana efímero, de Antonio Machado, es el mejor retrato del país.


No puedo resistirme a copiar un artículo de Javier Pérez Royo, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.

El discurso del Rey: desastre sin paliativos

El discurso del rey no debió producirse, porque un discurso de esa naturaleza no tiene encaje en una Monarquía Parlamentaria. Por muy difíciles que sean las circunstancias o, mejor dicho, cuanto más difíciles sean las circunstancias, menos se justifica la intervención de una magistratura hereditaria, que, justamente por ello, carece de legitimación democrática.
El discurso del rey fue un acto de profunda deslealtad respecto del poder constituyente del pueblo español. En la Constitución el principio de legitimación democrática del Estado figura en el art. 1.2 CE: “la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado”. A continuación, viene la Monarquía parlamentaria: “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, dice el art. 1.3 CE.
El art. 1.2 CE es el presupuesto del art. 1.3 CE, sin el cual este último resulta inexplicable. Sin legitimación democrática se puede ser “órgano”, pero no “poder” del Estado y, en consecuencia, no se puede tener una intervención de naturaleza política, como fue el discurso del rey. En el discurso del rey hubo falta de respeto a la Constitución y deslealtad al poder constituyente del pueblo español.
Pero el discurso no solamente fue un error porque se produjo cuando no se debía haber producido, sino además por el contenido y por la forma del mismo. El rey no supo estar a la altura de lo que las circunstancias tan difíciles exigían y pronunció un discurso, que no solamente no va a contribuir a encontrar una salida al laberinto en que nos encontramos, sino que puede contribuir a todo lo contrario.
El rey, para articular el discurso, disponía de múltiples posibilidades, pero dada su posición en el pináculo del edificio constitucional, dos destacaban sobre todas las demás. El rey podía haber hablado en nombre del Estado o en nombre de la Nación.
Son dos perspectivas distintas, que, sin embargo, no tienen por qué ser antagónicas, porque pueden ser complementarias. Pero son perspectivas desde las que se construyen discursos distintos.
Felipe VI optó por hablar exclusivamente en nombre del Estado, reproduciendo los términos en que viene expresándose el presidente del Gobierno desde hace años. El rey se identificó con la posición del PP y de Ciudadanos, esto es, de la derecha española, sin tomar en consideración ninguna de las contribuciones de los demás partidos y de manera especial de las aportadas por el PSOE. Las reacciones de los portavoces de los distintos partidos hablan por sí solas. La incomodidad de José Luis Ábalos en la entrevista en Hora 25 no podía ser más expresiva.
Si el rey hubiera hablado en nombre de la Nación, el discurso podría haber sido completamente distinto. Hubiera podido decir que su preocupación es mantener la unidad de la nación española en su enorme diversidad, expresar su preocupación por los desgarres y fisuras que se estaban poniendo de manifiesto y dirigirse a todos los ciudadanos, independentistas incluidos, para evitar que los desgarres y fisuras pudieran ir a más.
Podría haber afirmado que entendía su función en el edificio constitucional como la de contribuir a encontrar una fórmula de convivencia en la que todos, independentistas incluidos, se encontraran cómodos. Añadir que, en su opinión, eso únicamente se puede conseguir con un diálogo de buena fe y terminar, por último, lamentando lo sucedido en los últimos días.
A continuación, hubiera podido hablar en nombre del Estado y dejar claro que, en ningún caso, se puede tolerar el quebrantamiento de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico y añadir que la Constitución únicamente puede ser reformada mediante los procedimientos de reforma previstos en ella misma, los cuales exigen, dada las mayorías exigidas, un diálogo entre todos.
Con un discurso de este tenor, el rey podía haber contribuido a reducir la tensión y abrir la puerta para un escenario distinto de aquél en que ahora mismo nos encontramos. No entiendo muy bien por qué excluyó esta posibilidad.
La posición del rey no puede ser la de repetir el discurso del presidente del Gobierno, entre otras cosas, porque en lugar de fortalecerlo, lo debilita, lo devalúa. ¿Qué confianza se puede tener en un Presidente del Gobierno, que necesita que el rey venga en su ayuda? El rey, en sus relaciones con todos los partidos políticos, tiene que ser neutral. Si deja de serlo, pone en peligro su propia presencia en el sistema político. En su discurso del martes dejó de serlo. Y además se notó. Y mucho. Por lo que dijo y por cómo lo dijo. Su lenguaje, también el corporal, fue de una agresividad extraordinaria, con expresiones no solo contundentes sino hirientes. Todo lo contrario de lo que la sociedad española, tan angustiada por los acontecimientos del fin de semana, necesitaba.
El error ha sido mayúsculo. Su padre, el rey Juan Carlos I, en el año inicial de la transición, en junio de 1976, calificó en entrevista al semanario Newsweek la acción del Gobierno Arias como un “desastre sin paliativos”, propiciando con ello la dimisión de Arias y su sustitución por Adolfo Suárez. Con estos mismos términos habría que calificar el discurso del rey del pasado martes
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3 comentarios:

Casteee dijo...

Hola...

No puedo estar más de acuerdo con tu escrito.

El "Rey" para decir lo que dijo que mejor se quedara callado, porque mediar lo que se dice mediar no lo hizo al revés.
Es que con esta situación hasta a mi me entra ganas de independizarme. Sabía que teníamos un políticos ineptos pero tanto? Ya sabíamos que eramos un país d pandereta pero con lo que está ocurriendo lo certificamos.

Vamos a tener que emigrar porque entre la caló y esto no hay quien pare en España :P

Besos

Anónimo dijo...

Hola, te he leído atentamente...

Y un placer, cómo no, volver por aquí. 😊

De lo otro, como catalana, prefiero no opinar. Y no, no soy independentista ni de banderas.

Un abrazo,
Aileon

Marino Baler dijo...

Hola Aileon... espero leerte más a menudo, ya sea aquí o en tu blog.

Un abrazo