Si a cualquiera de nosotros nos pidiesen que hiciésemos un retrato robot físico de cómo era don Quijote y Sancho Panza, supongo que habría una coincidencia de un 85 % en las descripciones.
De don Quijote no hay duda, “frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro”, pero de Sancho Panza sólo se dice, al final de la primera parte, que era “de cuerpo chico”, nada más, el aspecto horondo con que se le representa viene del subconsciente por ser “gran comilón”.
A la imagen del amo y escudero no cabe duda que contribuyó Gustave Doré. Yo, por mi parte, de la misma forma que el caballero andante imaginaba su mundo, también prefiero imaginarlos tal y como yo los veo, no como otros lo hagan. “Porque has de saber, amigo Sancho, que todas las cosas de este castillo son como de encantamiento”.
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