Es Santiago de Compostela una ciudad que uno piensa que tiene mucho que ofrecer. Al ascender por esas escaleras modernistas que dan acceso a la alameda se puede sospechar que al final habrá algo que merezca la pena ese esfuerzo. Nada más llegar arriba hay un vergel de distintas especies arbóreas, pero, por encima de todo, hay una estatua de Rosalía de Castro. Cuando en cinco minutos ya se ha dado con una estatua de la gran literata gallega da indicios de pensar que lo que vamos a encontrar va a ser todo del mismo nivel.
Caminando por la alameda, por nuestra izquierda, podemos ver el símbolo universal de Santiago, la catedral. Pero no es eso lo que me llama la atención, tiempo habrá para verla de cerca; lo más llamativo es una estatua de bronce de Valle Inclán, sentado en un banco, como si fuera alguien que está allí esperando una conversación. Rosalía y Valle en menos de diez minutos. Salvo Soria, en la que puedes encontrarte a Antonio y a Gerardo, no recuerdo encontrarme con dos grandes de nuestra literatura en tan poco espacio de tiempo en ninguna ciudad. No cabe duda que Santiago tiene algo más que la catedral.
Para llegar a la famosa plaza del Obradoiro, hay que caminar por calles peatonales, imagino que son resquicios del antiguo trazado medieval. No obstante, no se aprecia una relación entre el urbanismo medieval y la arquitectura de los edificios. Es difícil percibir un entorno medieval acorde al lugar histórico en el que se está. Se llega a la plaza de la catedral y…
Y aquí creo que merecería capítulo aparte. Uno de los principales lugares de la cristiandad y meta de un camino milenario merecería libros y libros; no obstante, no se trata de explicar nada, simplemente contar sensaciones desde un punto de vista arquitectónico.
Me da la sensación que Santiago de Compostela es una ciudad que tiene una arquitectura impuesta por, sobre todo, la importancia religiosa que tuvo durante la edad media. No ha hecho falta nada más, el apóstol ya era suficiente reclamo para que se construyeran alrededor iglesias y universidades. Es ese el motivo por el que hay tanto patrimonio y, quizá, sea esa exageración de patrimonio la causa por la que no se le presta la atención suficiente ni el cuidado, limpieza y mantenimiento que merecen; estoy convencido que, en cualquier otra ciudad, cualquier edificio alrededor de la catedral sería seña del lugar, pero aquí es uno más. Sí, estoy diciendo que el exceso de patrimonio de Santiago de Compostela es el responsable del mal estado y poca preocupación, por parte de quien sea, de que los edificios no se mantengan como deberían. Haciendo un paralelismo sería como alguien que es rico de cuna, ¿qué necesidad tiene de preocuparse por el dinero si lo ha tenido, tiene y tendrá sin necesidad de trabajarlo? Algo así le ocurre a esta ciudad, no ha tenido que preocuparse de ‘generar’ patrimonio y le da lo mismo. El reclamo es el apóstol y es suficiente para atraer a miles de turistas al año sin preocuparse del entorno.
No obstante, hay excepciones en las que sí que se aprecia el cuidado que merecen los edificios; no todo es esa dejadez que escapa a los ojos de aquellos que se quedan en “que bonito” o “me gusta”, sin poder explicar el motivo, como si de darle al botoncito de Facebook se tratase.
Dicen que la primera impresión es la más importante. Yo no estoy de acuerdo. Una primera impresión sirve para hacerse una idea muy general y en sucesivas perfilar las sensaciones más concretas. Con la visita a Santiago me ha ocurrido eso, mi primera sensación ha sido contradictoria, quizá porque tenía la idea de una ciudad rica en patrimonio y, por extensión, bien conservado. No obstante, sabiendo lo que he visto, necesitaré otras visitas para dar una opinión más particular de los edificios, por ejemplo, de la catedral. En esta entrada no puedo escribir lo que vi en su interior y, tampoco, se trata de particularizar en un edificio habiendo tantos. No obstante, va en consonancia con la idea general que tengo del patrimonio santiagués. Aun así, es una ciudad que merece ser visitada sin ninguna prisa. La decadencia arquitectónica, como decía Ruskin, también es hermosa.
Para llegar a la famosa plaza del Obradoiro, hay que caminar por calles peatonales, imagino que son resquicios del antiguo trazado medieval. No obstante, no se aprecia una relación entre el urbanismo medieval y la arquitectura de los edificios. Es difícil percibir un entorno medieval acorde al lugar histórico en el que se está. Se llega a la plaza de la catedral y…
Y aquí creo que merecería capítulo aparte. Uno de los principales lugares de la cristiandad y meta de un camino milenario merecería libros y libros; no obstante, no se trata de explicar nada, simplemente contar sensaciones desde un punto de vista arquitectónico.
Me da la sensación que Santiago de Compostela es una ciudad que tiene una arquitectura impuesta por, sobre todo, la importancia religiosa que tuvo durante la edad media. No ha hecho falta nada más, el apóstol ya era suficiente reclamo para que se construyeran alrededor iglesias y universidades. Es ese el motivo por el que hay tanto patrimonio y, quizá, sea esa exageración de patrimonio la causa por la que no se le presta la atención suficiente ni el cuidado, limpieza y mantenimiento que merecen; estoy convencido que, en cualquier otra ciudad, cualquier edificio alrededor de la catedral sería seña del lugar, pero aquí es uno más. Sí, estoy diciendo que el exceso de patrimonio de Santiago de Compostela es el responsable del mal estado y poca preocupación, por parte de quien sea, de que los edificios no se mantengan como deberían. Haciendo un paralelismo sería como alguien que es rico de cuna, ¿qué necesidad tiene de preocuparse por el dinero si lo ha tenido, tiene y tendrá sin necesidad de trabajarlo? Algo así le ocurre a esta ciudad, no ha tenido que preocuparse de ‘generar’ patrimonio y le da lo mismo. El reclamo es el apóstol y es suficiente para atraer a miles de turistas al año sin preocuparse del entorno.
No obstante, hay excepciones en las que sí que se aprecia el cuidado que merecen los edificios; no todo es esa dejadez que escapa a los ojos de aquellos que se quedan en “que bonito” o “me gusta”, sin poder explicar el motivo, como si de darle al botoncito de Facebook se tratase.
Dicen que la primera impresión es la más importante. Yo no estoy de acuerdo. Una primera impresión sirve para hacerse una idea muy general y en sucesivas perfilar las sensaciones más concretas. Con la visita a Santiago me ha ocurrido eso, mi primera sensación ha sido contradictoria, quizá porque tenía la idea de una ciudad rica en patrimonio y, por extensión, bien conservado. No obstante, sabiendo lo que he visto, necesitaré otras visitas para dar una opinión más particular de los edificios, por ejemplo, de la catedral. En esta entrada no puedo escribir lo que vi en su interior y, tampoco, se trata de particularizar en un edificio habiendo tantos. No obstante, va en consonancia con la idea general que tengo del patrimonio santiagués. Aun así, es una ciudad que merece ser visitada sin ninguna prisa. La decadencia arquitectónica, como decía Ruskin, también es hermosa.
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